Y dada la extraordinaria grandeza de las revelaciones, por esta razón, para impedir que me enalteciera, me fue dada una espina en la carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca. Acerca de esto, tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí. Y Él me ha dicho: «Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad». Por tanto, con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte (2 Co 12:7-10).
La aflicción de la espina
Aquí Pablo presenta la espina en la carne que lo afligió después de su experiencia celestial. Hoy podríamos imaginarnos una pequeña espina de un rosal, pero el término usado (gr. skólops) podría designar objetos tan grandes como una estaca. La espina generó más que mera molestia; provocó una agonía correspondiente a la gloria de lo que Pablo había visto en el cielo más alto. Aunque la espina fue (presumiblemente) introducida en la vida de Pablo catorce años antes, los versículos 8-10 dan todas las indicaciones de que todavía era una realidad presente y, por lo tanto, le representaba un dolor prolongado y sostenido.
Pero ¿qué era la espina? La especulación no nos sirve de nada. No lo sabemos y eso está bien, no sea que aquellos cuyas aflicciones son de una naturaleza diferente a las de Pablo se sientan descalificados para aplicar su enseñanza a sus propios corazones. Probablemente Pablo fue intencionalmente vago al hablar de esto, no solo para una máxima aplicación, sino también para evitar destacar su propia vida más de lo necesario. El punto de Pablo no es el contenido de la espina, sino su intención.
¿Cuál es esa intención? La humildad de Pablo: «para impedir que me enalteciera» (v. 7). El verbo aquí (gr. hyperairōmai) significa ser enaltecido. El propósito de la espina es desinflar la certeza de que Pablo se envanecería silenciosamente por su indescriptible experiencia del cielo. ¿Quién no lo haría, sin una espina que reviente esa burbuja?
Así, el Señor amorosa, gentil y soberanamente aflige a Su amado apóstol. ¿Pero fue el Señor? ¿No atribuye el texto la espina a Satanás o a uno de sus emisarios? En efecto. La espina fue dada para «hostigar» a Pablo, seguramente obra del diablo. Sin embargo, alrededor de este deseo de hostigar hay un propósito de humillar a Pablo, mencionado dos veces, una al principio del versículo y otra al final.
El propósito de Satanás está intercalado dentro del de Dios. En una misteriosa superposición de soberanía divina y maldad diabólica, incluso la actividad satánica cae dentro del alcance de los propósitos soberanos de Dios. Dios no es el autor del mal de tal manera que lo haga moralmente culpable. Es incapaz de hacer algo que esté moralmente contaminado. Sin embargo, incluso el acto más malvado de la historia humana fue decretado por Dios (Hch 2:23; 4:27-28). Lo mismo sucede con los males menores.
Suplicando al Señor
Así que Pablo hizo, según 2 Corintios 12:8, lo que cualquiera de nosotros haría: pidió que le quitaran la espina. Así como el «tercer» cielo (2 Co 12:2) probablemente se refiere al cielo de los cielos, el corazón del cielo, así también «tres veces» probablemente significa que Pablo suplicó al Señor hasta el cansancio. No hizo la petición más de dos veces y menos de cuatro veces. Más bien, fue una petición completa, exhaustiva, total. No pidió tímidamente o de pasada. El mismo verbo que usa, «he rogado» (usando parakaleō), no simplemente «pedí», ya lo deja en claro. El hecho de que Pablo rogara al Señor que le quitara la espina es otra prueba de que el Señor era el que providencialmente estaba detrás de la concesión de la espina.
Nuestra bajeza e incapacidades, que naturalmente tememos y de las que huimos, son precisamente el lugar donde Dios ama morar
Pablo vio dos maneras de proceder. El Señor podría quitar la espina —y Pablo seguiría adelante con su vida y ministerio— o podría dejar la espina —y Pablo quedaría paralizado y retrasado para siempre en su vida y ministerio—. El Señor respondió con una tercera opción: dejar la espina, pero darle gracia a Pablo.
Para la vida y ministerio de Pablo, esto resultaría en colocar a Pablo en lugares en términos de poder divino que nunca podría haber alcanzado de otra manera. Esta es la estrategia secreta de Dios para Su pueblo. Esta es la sorprendente manera de acceder al poder desde lo alto.
La «gracia» de Dios aquí no es principalmente una gracia objetiva y perdonadora (p. ej., Ro 3:24). Más bien, Pablo está usando «gracia» de manera más amplia como una forma abreviada de referirse a la presencia de Dios: sustentadora, empoderadora, calmante, solidaria, consoladora, animadora, satisfactoria. «Te basta Mi gracia» significa «Yo soy suficiente para ti».
¿Por qué, entonces, se utiliza la palabra «gracia»? Porque el Señor quiso asegurarle a Pablo que no necesitaba ganar ni merecer la presencia de Dios. Es por gracia. Esta gracia se aclara aún más en la cláusula siguiente: «Pues Mi poder se perfecciona en la debilidad». Es una gracia que canaliza el poder divino. La presencia de Dios sostuvo a Pablo; el poder de Dios lo fortaleció. Lo que no debemos pasar por alto es que no es la fuerza de Pablo, sino la de Dios. La contribución de Pablo es la debilidad.
Pero esto no es una concesión; es precisamente lo que Dios quiere. Este es el misterio, la maravilla, la gloria del cristianismo apostólico: nuestra debilidad atrae, no repele, el poder de Dios. Nuestra bajeza e incapacidades, que naturalmente tememos y de las que huimos, son precisamente el lugar donde Dios ama morar.
Una comprensión renovada de la debilidad
Como resultado, las actividades de Pablo se ponen patas arriba. Había recibido una revelación del cielo en 2 Corintios 12:1-6, pero en los versículos 7-10 se le ha dado una revelación de cómo el cielo se relaciona con los pecadores caídos, es decir, a través de la debilidad humana.
La primera revelación llevó a Pablo muy arriba; la segunda, muy abajo (tal vez Pablo tenía en mente su visión celestial y su espina en la carne cuando dijo en Romanos 8:39 que ni «lo alto ni lo profundo… nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo»). Esta segunda revelación ha invertido su fuente de jactancia. En lugar de construir su identidad sobre sus áreas de fortaleza, construye su identidad sobre la misma debilidad que el mundo y la carne evitan. La cualidad de ser competente en algo no es donde reside el poder de Dios, sino en la fragilidad, la debilidad. Porque allí se enciende la gracia de Dios. Allí habita Dios mismo.
Pablo se deleita en la debilidad porque lo abre a las bendiciones y la fortaleza del cielo
De hecho, Pablo usa un lenguaje antiguo para hablar del poder de Dios que reposa sobre él. El verbo «reposar» (gr. episkēnoō) se basa en la raíz de la palabra tabernáculo, el templo portátil en el que solo habitaba la presencia de Dios en tiempos antiguos. Pero mientras que el poder de Dios alguna vez estuvo aislado de todos los pecadores débiles y contaminados, ahora es precisamente la debilidad de los pecadores la que atrae el poder de Dios. Una vez más, vemos a Pablo indicando tranquilamente que la nueva era ha amanecido en Cristo. En esta nueva era, el poder de Dios no opera de la manera que esperamos.
En 2 Corintios 12:10, Pablo llega a una conclusión triunfante de su experiencia con la espina. Este es probablemente también el punto culminante de toda la carta. Este versículo cristaliza e ilumina todo el argumento de Pablo en 2 Corintios. Habiendo visto ahora el secreto del poder de Cristo habitando sobre él, Pablo completa lo que quiere decir en el versículo 9: «Por tanto, con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí». ¿Qué clase de debilidades? Pablo responde con una lista de cinco categorías de dificultad de intensidad creciente:
- Debilidades (gr. astheneiai; también 2 Co 11:30; 12:9 [dos veces]): la categoría general, resumida, que denota todas las incapacidades humanas caídas.
- Insultos (gr. hybreis): maltrato por parte de otros, ya sea con palabras o acciones.
- Dificultades (gr. anankai): experiencias que aprietan a Pablo, obligándolo a llegar a límites incómodos.
- Persecuciones (gr. diōgmoi): aflicciones a manos de enemigos hostiles.
- Calamidades (gr. stenochōriai): experiencias verdaderamente abrumadoras, circunstancias devastadoras.
Pablo dice que está contento (gr. eudokeō) con estas cosas , pero el verbo griego es más fuerte que eso. Significa «estar muy complacido con» o «deleitarse en» algo y se usa, por ejemplo, para referirse a que el Padre está «muy complacido» con el Hijo en Mateo 3:17. Pablo no está diciendo que está simplemente «contento» con cada debilidad mortal que lo vuelve frágil y aparentemente vulnerable. Él las asume. Las acepta. Este no es un tono de resignación, sino de entusiasmo. Para ser claros, esto no es masoquismo. Pablo no se deleita en las debilidades en sí mismas. Esto se aclara con su adición de «por amor a Cristo» (v. 10). Pablo se deleita en la debilidad porque lo abre a las bendiciones y la fortaleza del cielo. Su poder espiritual surge.
Cuando la vida se derrumba, cuando nos arrastran las sorpresas desconcertantes de la vida, no tiramos la toalla. Volvemos de nuevo a Dios
Así, para resumir, con la afirmación, «Cuando soy débil, entonces soy fuerte», Pablo no se refiere simplemente a experiencias aisladas y ocasionales de debilidad, en cuyo caso la fortaleza se enciende. La palabra griega aquí traducida «cuando» (hotan) sugiere que tiene en mente un estado perpetuo de debilidad y, por lo tanto, un estado perpetuo de recibir fortaleza divina. Pablo vio ahora que su debilidad no era un obstáculo, sino la puerta de entrada al poder de Dios.
El poder de Dios en nosotros
La habilidad, la fuerza y el éxito nos hacen sentir seguros, pero son mortalmente peligrosos y crean vanidad. La inhabilidad, la debilidad y el fracaso nos hacen sentir peligro, pero son terreno seguro que crea humildad. Más allá de esto, nuestra humilde debilidad física, psicológica, intelectual, educativa e incluso espiritual es precisamente el catalizador del poder divino. ¿Poder para qué? Para la calma, el crecimiento, el gozo, la comunión con Dios, para la unción evangelística, para que nuestra predicación cante. En resumen, para una vida cristiana llena de frutos. Jesús mismo enseñó: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo; pero si muere, produce mucho fruto (Jn 12:24).
¿Anhelamos que nuestras vidas marquen una diferencia para Cristo? No debemos desanimarnos por nuestra pequeñez, nuestras debilidades, nuestro pasado, nuestros tropiezos. Podemos tomar estas cosas y ofrecerlas a Dios. Él puede hacer mucho más con ellas que con nuestras áreas de fortaleza. Esto no significa que debamos evitar conscientemente ejercitar las áreas en las que somos fuertes (cp. 1 Co 12:4-11). Significa que, al ejercitar nuestras áreas de dones o fortaleza, lo hacemos conscientes de nuestra impotencia espiritual para producir algún fruto duradero a partir de nuestra propia fuerza o inteligencia.
Más que esto, significa que cuando la vida se derrumba, cuando nos arrastran las sorpresas desconcertantes de la vida, no tiramos la toalla. Volvemos de nuevo a Dios. Ese momento de implosión de la vida, llevados a Cristo, es donde finalmente obtendremos tracción y poder en nuestra vida cristiana. Nuestra agonía es donde Dios mismo vive.
¿Preferiríamos tener la experiencia de la cima de la montaña sin Dios o la experiencia del valle con Él?