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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de ¿Por qué la Reforma aún importa? Conociendo el pasado, para reflexionar sobre el presente y dar forma al futuro, de Tim Chester y Michael Reeves. Publicaciones Andamio.

Los reformadores vieron, especialmente a través del mensaje de la justificación solo por fe, la revelación de un Dios eufóricamente feliz que se gloría en compartir su felicidad. Él no es tacaño o utilitario, sino un Dios que se gloría en ser misericordioso. (Esa es la razón por la que, según Ro. 4:20, la fe dependiente lo glorifica). Robarle la gloria reivindicando cualquier reconocimiento para nosotros solo nos quitaría nuestro propio gozo en un Dios tan maravilloso.

Calvino creía que la gloria de Dios no solo puede verse únicamente en la justificación, la cruz, y el rostro de Cristo: el mundo entero, argumentó, es un teatro de la gloria de Dios. A lo largo y ancho de la creación, vemos la generosidad total del Creador. Como dijo Calvino,

Si ponderamos ahora para qué fin creó Dios los alimentos, veremos que su propósito no era solo proveer para la necesidad, sino también para el deleite y el buen ánimo… La hierba, los árboles y las frutas, además de sus diversos usos, son hermosos de aspecto y tienen un olor agradable [compárese con Gn. 2:9]. Porque si esto no fuera cierto, el profeta no los habría contado entre los beneficios de Dios, “vino que alegra el corazón del hombre, para que haga brillar con aceite su rostro” [Sal. 104:15]… ¿Ha vestido el Señor a las flores con gran belleza que alegra nuestros ojos, con olor dulce que llega a nuestra nariz, y aun así será inmoral que nuestros ojos se vean afectados por esa hermosura, o nuestro sentido del olfato por la dulzura de ese olor?… ¿No hizo Él, en pocas palabras, muchas cosas atractivas para nosotros, aparte de su uso necesario?

Esta es justo la razón por la que Juan Sebastián Bach, cuando se sentía satisfecho con sus composiciones, escribía en ellas “S. D. G.”, soli Deo gloria, “gloria solo a Dios”. Porque a través de su música quería hacer resonar la belleza y la gloria de Dios, tan agradable para este y las personas. Él creía que la gloria de Dios suena gratuitamente a lo largo de la creación, trayendo gozo allí donde es apreciada. Y merece la pena vivir por ella y promoverla.

De hecho, escribió Calvino, ese es el secreto de la felicidad y de la vida:

Porque todo lo que los filósofos pudieron haber dicho sobre el bien principal, no era más que frío y vacío, porque confinaban al hombre en sí mismo, cuando es necesario que salgamos de nosotros para encontrar la felicidadEl bien principal del hombre no es otra cosa que la unión con Dios.

La única manera en la que la Reforma podría no seguir importando sería si la belleza, la bondad, la verdad, el gozo y la prosperidad humana ya no lo hicieran.

Al contrario de todo lo que se nos dice hoy, la felicidad no se encuentra en nosotros mismos, en apreciar nuestra propia belleza o convencernos de ella. La felicidad profunda, duradera y satisfactoria se encuentra en el Dios glorioso. Todo lo cual es realmente otra manera de decir:

Pregunta: ¿Cuál es el fin principal del hombre?

Respuesta: El fin principal del hombre es glorificar a Dios y disfrutar de él eternamente.

La única manera en la que la Reforma podría no seguir importando sería si la belleza, la bondad, la verdad, el gozo y la prosperidad humana ya no lo hicieran. Dios nos ha creado para que disfrutemos de eÉl, pero sin las grandes verdades por las que los reformadores lucharon y que lo exhiben como glorioso y disfrutable, no lo haremos. Viendo menos de Él, seremos inferiores y más tristes. Viendo más de Él, seremos más completos y felices. Y en este sentido deberíamos dejar las últimas palabras a Juan Calvino. Esta es la razón por la que sigue importando la Reforma:

No será suficiente simplemente con sostener que hay Uno a quien todos deberían honrar y adorar, a no ser que también estemos persuadidos de que él es la fuente de todo bien, y de que no debemos buscar nada en otro lugar que no sea él… Porque hasta que el hombre no reconoce que le debe todo a Dios, que su cuidado paternal lo nutre, que él es el Autor de todo bien, que no debe buscar nada más allá de él, nunca le servirá con disposición. No, a no ser que establezca su felicidad total en él, nunca se entregará a él verdadera y sinceramente.


Imagen: Lightstock.
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