Han pasado algunos meses desde el inicio del año nuevo. Si eres como muchos que buscan leer la Biblia completa este año, estás en un momento decisivo. Tal vez flaquees y te agotes (como suele pasar) al enfrentar una sección compleja como Levítico, sin lograr formar un hábito de lectura bíblica. O quizás superes esa primera dificultad y la lectura regular de la Biblia se convierta en una parte natural de tu vida.
Quiero ayudarte a que vivas esta última experiencia. Mi intención es compartir consejos basados en años de leer la Biblia de principio a fin y de dialogar con otros que han hecho lo mismo. Mi recomendación es sencilla: sigue leyendo y no te angusties demasiado por comprender todo de inmediato. La comprensión llegará con el tiempo.
Este consejo puede sonar directo e incluso poco espiritual al principio. Sin embargo, es fundamental para avanzar en un plan de lectura anual de la Biblia y para conocer cada vez más las Escrituras, lo que te llevará a conocer mejor a Dios.
Hábitos de lectura
Desde pequeños nos enseñan no solo a leer, sino también a entender lo que leemos. La enseñanza de la lectura se enfoca en interpretar textos y para ello hemos desarrollado herramientas. Hace décadas nos deteníamos a consultar palabras desconocidas en diccionarios físicos. Hoy hacemos una pausa para buscar en Google términos, referencias o ideas que no comprendemos. Nos frustramos si no entendemos el texto y a veces sentimos el deseo de dejarlo por completo.
Esperar entender siempre lo que leemos puede volverse un obstáculo al intentar leer la Biblia en un año
Los métodos de estudio bíblico comunes entre evangélicos suelen fortalecer estos hábitos de lectura. Nos animan a detenernos y plantear preguntas cuando un versículo o pasaje no nos queda claro. En los estudios bíblicos inductivos los líderes de grupos pequeños a menudo preguntan: «¿Qué dudas te surgieron sobre el pasaje?».
Este impulso es positivo. La Biblia está hecha para que la entendamos (Sal 119:105; 2 Ti 2:7). Dios quiere que comprendamos el significado de Su Palabra. Sin embargo, esperar entender siempre lo que leemos puede volverse un obstáculo al intentar leer la Biblia en un año. Si no lo manejamos bien, esta expectativa nos aparta del entendimiento que tanto buscamos. ¿Cómo ocurre esto?
Las partes y el todo
Entender el significado de un libro extenso y unificado como la Biblia exige dos formas de comprensión que se apoyan entre sí. Para captar las partes (versículos o pasajes individuales) necesitamos entender el todo. A su vez, para comprender el todo debemos conocer las partes. Esto forma una especie de espiral interpretativa que requiere un manejo constante.
La gran ventaja de los planes de lectura de la Biblia en un año es que nos ayudan como discípulos a empezar a abarcar el conjunto de la Palabra de Dios. David Mathis explica que estos planes nos invitan a leer en amplitud más que a buscar profundidad inmediata. Los planes de lectura completa nos muestran la narrativa unificada de redención que enlaza 1 Crónicas con 1 Corintios y conecta Job, Jonás y Juan. Sin embargo, estos planes se tornan complicados, pesados y difíciles de terminar si los usamos para un propósito que no les corresponde: entender cada parte individual de las Escrituras al avanzar.
Las partes de la Escritura nos ayudan a comprender el todo, y el todo nos ayuda a entender mejor cada parte
A menudo he visto que ocurre algo como esto: comenzamos un plan de lectura bíblica que nos asigna tres o cuatro capítulos por día y lo seguimos bastante bien hasta que llegamos a una parte de la Escritura que no entendemos. Nos preguntamos, por ejemplo, ¿cuál es el valor edificante del perturbador encuentro sexual de Judá con su nuera Tamar (Gn 38)? ¿O qué tienen que ver las largas listas de leyes levíticas sobre impureza y la purificación de enfermedades de la piel con seguir a Jesús hoy (Lv 14)?
Estas son buenas preguntas, y deberíamos hacerlas. Sin embargo, descarrilan nuestros planes de lectura cuando permitimos que interrumpan constantemente nuestro avance. Tal vez sacamos el teléfono para hacer una búsqueda rápida en Google, o recurrimos a las notas al pie de nuestra Biblia de estudio. Cuando hacemos esto una y otra vez, nuestra experiencia de lectura se vuelve entrecortada y fragmentada; leer de tres a cuatro capítulos a la vez se convierte en una tarea agotadora que consume mucho tiempo y nuestro ritmo se reduce a un paso lentísimo. No es raro que pronto nos retrasemos en el plan y, al final, lo abandonemos por completo.
La comprensión llegará
Pensemos en un enfoque distinto. ¿Qué tal si en lugar de detenernos en Levítico 14 o en cualquier otro pasaje difícil para hacernos preguntas e investigar respuestas, siguiéramos leyendo? ¿Y si no nos preocupáramos de inmediato por entenderlo todo? ¿Y si confiáramos en que, con una lectura constante, diligente y en oración, año tras año, Dios hará crecer nuestra comprensión de manera gradual y fructífera?
A primera vista, este impulso de simplemente seguir adelante puede parecer un descuido, e incluso algo poco espiritual. ¿Es realmente útil leer cuando no entendemos del todo el texto? ¿No sería mejor hacer una pausa e intentar aclarar su significado?
Debemos recordar la espiral interpretativa: Las partes de la Escritura nos ayudan a comprender el todo, y el todo nos ayuda a entender mejor cada parte. La cultura evangélica valora con razón el estudiar la Biblia, pero sospecho que necesitamos valorar más el leer la Biblia. Debemos dar espacio a una lectura extensa e ininterrumpida.
La cultura evangélica valora con razón el estudiar la Biblia, pero sospecho que necesitamos valorar más el leer la Biblia
La buena noticia es que el estudio bíblico solo se verá enriquecido con una mayor lectura de la Biblia. Algo emocionante sucede cuando leo la Biblia completa año tras año: un pasaje que un año me dejó perplejo comienza a tener más sentido al siguiente. Cuando en un año comprendo mejor Hebreos, al año siguiente Levítico se vuelve más claro. Mientras más veces leo sobre la vida de Abraham en Génesis, más sentido cobra el argumento de Pablo sobre la justificación en Romanos 4.
Si solo me dedicara al estudio profundo de la Biblia sin complementarlo con una lectura amplia y continua, mi estudio se volvería limitado, estrecho y, con el tiempo, menos enriquecedor. Por supuesto, lo contrario también es cierto: si solo leyera (sin preocuparme demasiado por comprender), aun así, obtendría un gran beneficio al dedicar tiempo al estudio detallado.
La lección aquí no es un dilema de elegir entre una cosa u otra, sino la necesidad de ambas. Estudia la Biblia, sin duda. Pero también léela. Si este año estás intentando leer la Biblia de principio a fin, no permitas que tus preguntas interpretativas interrumpan demasiado seguido el proceso de lectura. La comprensión llegará con el tiempo. Por ahora, simplemente sigue leyendo.