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Sobre la libertad de conciencia

En un edificio las columnas sostienen las vigas, las vigas las paredes, las paredes cargan con las puertas y ventanas, y la obra se mantiene en pie. De la misma manera ha de ser en el uso de la libertad de conciencia en la vida cristiana: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo… Solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (Gal.6:2;5:13). Quizás tú seas lo suficientemente fuerte para usar cierta moda, beber alcohol, bailar, ir a una fiesta, o cualquier otra cosa, y no pecar en tu corazón; pero la verdadera fortaleza radica no tanto en que tengas conocimiento, sino en que puedas andar en la ley de Cristo, y no ser tropiezo a tu débil hermano. Pablo fue un hombre como tú y yo, y observa el ejemplo que nos da en estas palabras: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios; como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos” (1Co.10:31-33). Sería cruel que alguno haya llegado a conocer de las delicias que hay en Cristo, y por hacer un uso inapropiado de su libertad haga tropezar a otros y les impida alcanzar esos deleites. Así que, por amor, habrá un mutuo sostén, poder y testimonio.

Oiga lo que es verdadero amor por Cristo: “También yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos” (1Co.10:33); parecería como si Pablo hubiera vivido para agradar a los hombres, y de cierto que en parte así fue, pero agradándole en aquello de beneficio para este mundo y el porvenir; óigalo: “Para que sean salvos.” (v33). Eso es amor, hacer buen uso de la fortaleza propia para el sostén del prójimo. Renunció a su propio derecho con el fin de imitar a Cristo; el cual, siendo rico, se hizo pobre para que fuésemos enriquecidos. Esto es lo que con propiedad y buen sentido llamaríamos ser un instrumento de gracia y salvación. El verdadero amor busca no tanto ser agradable, sino beneficiar al hermano con lo mejor.

El amor no excusa la ignorancia espiritual

En las experiencias del apóstol Pablo se puede ver que se conducía con el debido cuidado de que nadie pensara o concluyera que estaba excusando o suavizando la ignorancia. Es el deber de todo hombre combatir la ignorancia y ser poseedor de una conciencia bien informada o educada, que le prepare para obrar correctamente en sus diferentes escenarios. Pablo no censura a los de buen conocimiento bíblico, sino su imprudencia en el uso de ese conocimiento. Oiga esto: “Lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios” (1 Co. 10:20). Es clara censura contra la ignorancia. Más aún, dio pruebas suficientes de su amplio conocimiento, y era tal que podía comer carne sacrificada a los ídolos o demonios, sin que su conciencia se molestase. Al final, de Dios es la tierra y su plenitud, no de los demonios, y todo cuanto uno coma con acción de gracias, por la acción de gracias es santificado o purificado. Así que, esta ignorancia, lejos de ser una virtud, conduce al pecado: “Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente… Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano?” (Ro.14:5,10). El mandato es a cultivar una conciencia educada por el evangelio, y de paso censura a los débiles que quieren enseñorearse sobre la conciencia de los fuertes, o como dice en otro lugar, algunos que quieren expiar la libertad que tenemos en Cristo y reducirnos a su dominación de cómo entienden y ven las cosas. Por desamor o pereza el débil juzga al fuerte, pero no se esfuerza en educar su conciencia. El mandamiento es claro: “Antes bien, creced en la Gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2Pe.3:18). Si no aprende, su ignorancia sería voluntaria, o pecado. El amor es una calle de doble vía.

El amor benevolente es el alma de la libertad de conciencia

Oiga esto: “El amor no busca lo suyo propio” (1Co.13:5), esto es, que el amor procura no perjudicar o herir al prójimo, o no abusa de la debilidad ajena, y se cuida para no irritarlo. La idea es que el amor no actúa de una forma que pueda provocar la censura injusta del más débil. Eso es benevolencia cristiana: mi voluntad hacia el bien ajeno. Es cierto que si Dios no condena algo en Su Palabra, podemos practicarlo, tenemos libertad para hacer todo cuanto no sea pecado, sin cargar nuestras conciencias. Aun así, la libertad ha de ser regida por el amor. En el ejercicio de la libertad de conciencia hemos de cuidar cuatro asuntos:

  • Andar en el temor a Dios para glorificarle en todo.
  • No ser tropiezo a la conciencia ajena.
  • Ser compasivos con los perdidos.
  • Y el cuidar mi alma.

El primer cuido es el bien del prójimo, sin dejar los otros. El uso de la libertad cristiana no viola la esencia del evangelio, ¿por qué?: “Porque el amor no busca lo suyo propio” (v5). El corazón que ama no considera un perjuicio abstenerse de cualquier deseo legítimo por el bien ajeno. Tampoco ve como pérdida condescender para complacer, óigalo: “Porque todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mat.16:25). La gloria del Cristiano es la Cruz de Cristo, a diferencia del incrédulo, quien es enemigo de la cruz. Así que, el amor es complaciente y benevolente, busca la complacencia del prójimo en lo que es bueno para edificación. La fe es la gracia que une nuestras almas con Cristo, y el amor nos une con Su cuerpo místico, los hermanos. Por eso se le denomina el “vinculo perfecto” (Fil.3:14). Una definición más general posible de la benevolencia es que de manera real y sincera se ocupa del bienestar ajeno. En este sentido vemos la salud espiritual de la Iglesia, en que cada uno aporta para el cuido y bienestar del otro, y este aporte trae como fruto que la unión haga la fuerza para producir un bien común: en fe y amor vivir para la gloria de Dios, y el bienestar de la Congregación. De otro modo, que la benevolencia es la gracia que te alegra en hacer el bien; en particular, en el uso de tu libertad cuidando la conciencia del más débil en la fe.

Un buen entendimiento de las doctrinas ha de ser usado en amor, cuidando la conciencia ajena

Cuando leemos u oímos las Escrituras, es recomendable colocarse en la posición de los personajes, para imitar lo bueno y desechar lo malo. Desechar la critica injusta como suelen hacer lo débiles, y la falta de amor de los fuertes, y sí imitar la benevolencia de Pablo. Ahora bien, no se nos pide renunciar a los derechos de la libertad cristiana, permitiendo que otros se enseñoreen sobre nuestra conciencia. Lo que Cristo manda o pide es que si uno se encuentra en un escenario donde el uso de la libertad pueda herir a otro, que renuncie a su  privilegio y se goce en hacer el bien. Es cierto que puedes hacer un uso inocente de la moda, del baile, el alcohol, las diversiones y otras tantas; pero ten presente que no vives en Noruega, sino en una comunidad de redimidos por la Sangre Inocente del Cordero de Dios, y allí hay débiles de conciencia, con quienes tienes una deuda de amor, o de cuidarlos contra el engaño del pecado. Muchos te conocen como lo que eres, Cristiano. Procura, pues, vivir como tal, dando gloria a Dios. Hazte siempre estas dos preguntas: ¿Puedo hacer esto siempre y no pecar? ¿Puedo hacerlo en mi presente circunstancia? Concluimos con el ruego de Pablo a Timoteo: “El Señor te dé entendimiento en todo” (2Ti.2:7). Amén.

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