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Los que sufren a menudo se preguntan: «¿Qué lección está tratando de enseñarme Dios a través de esta adversidad?». Sus amigos les preguntan: «¿Qué está intentando enseñarte Dios?».

Por lo general, son preguntas útiles. El sufrimiento es difícil y confuso, y a veces parece no tener sentido, así que es natural y saludable buscar lecciones que aprender. También es cierto que Dios se sirve de las pruebas para producir fruto dulce en nuestras vidas (Stg 1:2-4), usando a menudo las circunstancias difíciles para enseñarnos algunas de las lecciones más valiosas de la vida. Orar: «Señor, enséñame y hazme crecer a través de esta prueba», siempre es útil para nosotros y precioso para Dios.

Sin embargo, existe el peligro de reducir el sufrimiento a «una lección que hay que aprender». Es el peligro de creer, o comunicar a los demás, que Dios permitió nuestro sufrimiento simplemente para enviarnos un mensaje correctivo. Estos son cinco problemas potenciales con esta manera de pensar.

1. No es bíblico.

Consideremos dos ejemplos famosos de sufrimiento en la Biblia: Job y Jesús. El capítulo inicial de Job no dice: «Job caminaba en desobediencia a Dios, así que Dios le trajo sufrimiento para enseñarle una lección». Más bien dice que Job era «intachable y recto» (1:1), y Dios permitió el sufrimiento (en parte) para probar su autenticidad (1:8-12). Si el sufrimiento de Job fue provocado inicialmente para dar una lección a alguien, el alumno a corregir no era Job, sino Satanás (1:6-12).

Jesús, por Su parte, experimentó el mayor sufrimiento en la historia de la humanidad. Sin embargo, el propósito del sufrimiento de Cristo no era darle una lección, sino llevar a los pecadores a Dios (1 P 3:18).

La Biblia enseña que todo sufrimiento es consecuencia del pecado, pero no todo sufrimiento es consecuencia del pecado personal

En la bondad de Dios, tanto Job como Jesús aprendieron a través de su sufrimiento (Job 42:1-6; Heb 5:8), pero en ninguno de los dos casos la Biblia reduce el propósito del sufrimiento a una lección para el que sufre.

2. Puede condenar injustamente a los que sufren.

Si nos apresuramos a preguntar: «¿Qué está tratando de enseñarte Dios a través de este sufrimiento?», podemos (a veces) colocar un yugo innecesario sobre la espalda de la persona que sufre. Si aún no ha «descubierto la lección de Dios», eso le añade culpabilidad, y puede implicar que esa persona es culpable de su sufrimiento:

  • «Quizá si no idolatraras ser madre, Dios no habría permitido que tuvieras esa pérdida».
  • «Quizá si no idolatraras tu carrera, Dios no habría permitido que perdieras tu trabajo».
  • «Quizá si fueras mejor cristiano, Dios no tendría que darte lecciones como estas».

La Biblia enseña que todo sufrimiento es consecuencia del pecado (Ro 5:12), pero no todo sufrimiento es consecuencia del pecado personal (Jn 9:2-3). Señalar el pecado personal como la causa del sufrimiento de alguien es a menudo presuntuoso, generalmente inútil y casi siempre simplista.

Preguntar a seres queridos qué les está enseñando Dios a través de su sufrimiento puede ser provechoso y alentador. Pero tengamos cuidado de no caer en la trampa de los amigos de Job, comunicándoles que la única razón por la que están sufriendo es que Dios quiere corregirles por algún pecado. 

3. Se inclina hacia el evangelio de la prosperidad.

Seguro que has oído historias como estas:

  • «Estaba luchando como cristiana soltera. Pero entonces me di cuenta de que Dios estaba tratando de enseñarme a estar contenta en mi soltería. Una vez que aprendí la lección, ¡Dios trajo a Carlos a mi vida! #amorverdadero».
  • «Siempre vivía de sueldo en sueldo. Pero entonces me di cuenta de que Dios estaba intentando enseñarme a diezmar más y a no idolatrar el dinero. Una vez que aprendí la lección, ¡Dios me bendijo con el trabajo de mis sueños y más dinero del que jamás imaginé! #Efesios3:20».

Alabo a Dios por las lecciones que estas personas aprendieron. Pero «aprendí mi lección y luego fui bendecido con cosas» no es como funciona para todas las personas y ciertamente nunca se promete en las Escrituras.

Tanto si lo hacen con intención o no, estas historias pueden transmitir un mensaje dañino a quienes las escuchan: «¿Has pensado que quizá la razón por la que sigues sufriendo es que aún no has aprendido tu lección?».

Entrenados por este sutil evangelio de la prosperidad, podemos empezar a poner nuestra esperanza en aprender nuestra lección en lugar de mirar a Jesús. Nos arrojamos sobre nuestro propio comportamiento para sanarnos en lugar de arrojarnos sobre la gracia de Dios. Es la lección, en vez del Señor, la que se convierte en nuestro salvador.

4. Atenta contra nuestra humanidad.

Al abordar el tema del sufrimiento, debemos recordar que somos débiles y limitados por naturaleza, mientras que solo Dios es infinito en sabiduría y entendimiento (Is 55:8-9). En esta vida, sencillamente no lograremos entender del todo por qué Dios permite las adversidades que permite. El sufrimiento no se puede explicar del todo, ni se puede resumir en una pequeña lección.

Cuando sufrimos, nuestro trabajo no es descubrirlo todo, pues eso siempre será un ejercicio inútil. El hecho de que no sepas por qué Dios permitió cierta dificultad no significa que estés haciendo algo mal; significa que no eres Dios.

Cuando caminamos junto a alguien que está sufriendo, nuestro trabajo no es ayudarle a entenderlo todo. Nuestro trabajo es estar presentes con ellos, animarles y recordarles la presencia y las promesas de Dios.

5. Puede dar una imagen falsa de Dios.

Si nos apartamos de los medios de gracia de Dios en nuestro sufrimiento, podemos empezar a ver a Dios como un padre cruel que abandona a Su hijo y le dice: «Volveré cuando aprendas la lección». Nada más lejos del testimonio de las Escrituras.

Dios no está jugando contigo, metiéndote en un calabozo y viendo si puedes descifrar el código para desbloquear la lección oculta. No está reteniendo Su presencia y Su bondad como rehenes hasta que aprendas la lección.

Cuando caminamos junto a alguien que sufre, nuestro trabajo no es ayudarle a entenderlo todo, sino animarles y recordarles la presencia de Dios

Jesús no se burla de los que sufren mientras se agitan indefensos en una corriente de dolor, diciendo: «¡Contrólense!». Él, más bien, entra en la corriente de nuestro sufrimiento y dice: «Déjame ser un refugio para ti». Como dice [en inglés] Dane Ortlund: «No hay que superar una barrera mínima [o aprender una lección] para llegar a Él. Todo lo que tienes que hacer, en realidad, es desplomarte para llegar al corazón de Cristo».

Cristo no mira por encima del hombro tu sufrimiento. No está decepcionado porque no lo hayas entendido todo. No está esperando a que presentes un informe sobre las lecciones que has aprendido de tu dolor para concederte Su presencia. Simplemente, quiere que te arrojes en Sus brazos amorosos.

Tenemos un Salvador compasivo que camina con nosotros, se aflige con nosotros y redime nuestro sufrimiento para bien, a menudo enseñándonos preciosas lecciones a través de las dificultades. Alegrémonos de estas lecciones y al mismo tiempo recordemos que los propósitos de Dios en nuestro sufrimiento son mucho mayores que una lección, y que un día Cristo volverá para salvarnos, sanarnos y aliviar nuestro sufrimiento por completo y para siempre.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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