En noviembre de 1919, Frans Kafka escribió una carta a su padre Hermann, explicándole por qué le temía. Esta carta concluye comparando su relación padre-hijo con la lucha de «alimañas, que… chupan tu sangre para mantener su propia vida». Quizás tengas experiencia de primera mano de este tipo de combate parasitario.
En cambio, Efesios 6:1-4 nos ofrece una visión del tipo de relación padre-hijo redimida y simbiótica que el evangelio hace posible. Como padre primerizo, he sido cautivado por este retrato de padres centrados en Cristo, y de este pasaje extraigo una breve teología de la paternidad.
Sencillamente, Pablo llama a los padres a involucrarse en la vida de sus hijos con presencia y propósito, para la gloria de Dios.
El involucramiento de papá
Efesios 5:22–6:9 contiene la sección del código doméstico en la carta de Pablo a los Efesios . Algunos argumentan que Pablo escribió esta sección principalmente para ayudar a las iglesias a expresar su fe de una manera culturalmente aceptable (para ayudar a los esfuerzos evangelísticos), pero esto subordina los imperativos morales de Pablo de acuerdo con la expresión cultural e ignora el marcado contraste que Pablo hace entre los cristianos («hijos de luz», 5:8) y la cultura circundante («hijos de ira», 2:3; cp. 5:7-8). En otras palabras, Pablo anima a los cristianos a ser semejantes a Cristo, no solo en formas con las que la cultura se sienta cómoda, sino también en formas que la desafíen u ofendan.
Una mejor explicación es que este código detalla cómo el pueblo de Dios en todas partes puede disfrutar, como hijos de la luz redimidos por Cristo, de relaciones transformadas en medio de un mundo de desobediencia. Este orden, estos roles, son principios universales que proporcionan pilares esenciales para las comunidades que están alineadas con el evangelio.
Algunos entonces pueden sorprenderse de que Efesios 6:4 se dirija al padre (y no a la madre) como la persona clave en la crianza de los hijos. El mensaje aquí es que los niños necesitan a ambos padres: a papá y a mamá. Al dirigirse al esposo, el mandamiento de Pablo puede aplicarse también a la esposa. Pero sería absurdo especular que al dirigirse al papá Pablo solo quiere hablar con la mamá. A papá se le da el mandamiento y es su responsabilidad como cabeza determinar la mejor manera de cumplirlo.
El primer principio de esta breve teología es que papá debe estar involucrado. Pero ¿cómo se debe ver este involucramiento?
Con presencia
Efesios 6:1-4 nos muestra que un padre bíblico es un padre presente. Una manera de ver esto viene del griego: La palabra para «criar» (ektrepho; Ef 6:4) puede traducirse como «nutrir». Esta palabra implica algo físico; es la misma que se usa para referirse a cómo un hombre «nutre» (5:29) su propio cuerpo (y, por tanto, cómo un esposo nutre a su esposa).
Parte de lo que quiero decir por medio de «con presencia» es simplemente que un padre debe estar físicamente presente con sus hijos tanto como sea posible. La cita que hace Pablo de los Diez Mandamientos (6:2-3) nos recuerda la figura del padre en Deuteronomio, quien enseña la ley de Dios a sus hijos continuamente, según se presenta la ocasión: «Cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes» (Dt 6:7). La imagen aquí es la de un hombre que está físicamente presente con su familia a lo largo de las diversas actividades del día: sentarse, caminar, acostarse y levantarse.
Pablo llama a los padres a involucrarse de manera consciente y decidida en la vida de sus hijos, para gloria de Dios
La lección: cuanto más tiempo pases con tus hijos, cuantas más actividades (por normales que sean) hagan juntos, más oportunidades tendrás de enseñarles y nutrirles de forma creativa y práctica.
Una vez vi a un hombre con sus dos hijos. Estos chicos intentaban sacar dulces de una máquina expendedora metiendo los brazos por la ranura inferior. Para mi sorpresa, el padre se dirigió a ellos y les contó historias de cómo solía robar objetos de las máquinas expendedoras, explicándoles con detalle cómo se hacía. Después de esta confesión, dijo que deseaba no haberlo hecho —porque esto no era algo amable con los demás y desobedecía la Palabra de Dios— y animó a sus hijos a vivir de una manera solidaria y fiel.
Esta lección nunca se hubiera dado a menos que el hombre estuviera allí en la máquina expendedora, físicamente presente con sus hijos.
Con propósito
Más que simplemente ser reactivos a oportunidades ocasionales de enseñanza, Pablo llama a los padres a ser proactivos en la crianza de los hijos en la «disciplina e instrucción del Señor». No te limites a esperar las oportunidades; establece un ritmo de discipulado familiar en tu hogar.
Para que un padre sea un hacedor de discípulos eficaz, él mismo debe ser un discípulo fiel. Así que, papá, estudia la Palabra de Dios, fortalece tu vida de oración, sirve en la iglesia y continúa caminando con Dios en la fe. Sé intencional en tu propia vida espiritual con el propósito de modelar esa vida para tus hijos.
Sé intencional también en el gozo. No escatimes esfuerzos en animar a tus hijos mostrándoles tu favor, tu amor y que te sientes orgulloso de ellos. Un comportamiento precipitado y airado provocará a ira a nuestros hijos (Ef 6:4), al igual que un comportamiento frío. Kafka experimentó esta negligencia y escribió: «No todos los niños tienen la resistencia y la intrepidez para seguir buscando hasta llegar a la bondad que yace bajo la superficie».
Papá, no escondas tu bondad bajo un frío exterior. Sé intencional en el gozo.
Para la gloria de Dios
El último y más importante principio de la paternidad bíblica, como se ve en Efesios 6:1-4, es que todo esto es para la gloria de Dios.
La paternidad bíblica es un testimonio fiel de Dios Padre. Dios Padre está involucrado en nuestra maduración continua (Jn 15:1-2; Ro 8:28), y, por lo tanto, los padres glorifican al Padre cuando imitan este comportamiento.
La paternidad bíblica también edifica a la novia de Jesús, la iglesia. En los requisitos que debe tener un pastor (1 Ti 3:4-5) se nos muestra que los padres buenos son líderes buenos para la iglesia. Nuestra cultura busca líderes con prestigio académico, carreras exitosas y carismas atractivos, pero Pablo afirma que la iglesia necesita hombres que amen a sus hijos y sean buenos criándolos en el Señor (véase Tit 1:6).
Padre, encuentra gozo y vida plena al involucrarte con presencia y con propósito en la vida de tus hijos, todo para la gloria de Dios.