Cuando hablamos de servir a Dios, normalmente damos por sentado que los «pastores a tiempo completo» y dedicados al servicio deben llevar vidas santas. Pero cuando hablamos del «resto» de los cristianos, la santidad no parece tan importante; pensamos que hay espacio para no ser «tan santos» como los que trabajan en el ministerio. Este tipo de ideas provocan que gestionemos nuestra santidad con liberalidad.
Hay algo malo, incluso enfermo, en esa manera de pensar. Esta forma mediocre de ver la santidad ha impregnado muchas áreas de la iglesia y una de ellas es la música. Hoy es común escuchar escándalos de líderes de alabanza dejando la fe o mintiendo sobre sus testimonios.
Una de las razones para estas caídas es que no entendemos la relación entre la santidad de los creyentes y el servicio. ¿Qué dice la Biblia sobre esto? ¿Realmente es importante que los músicos procuren la santidad día a día?
El papel de la música en la iglesia
Uno de los factores que determinarán qué tanta importancia le damos a la santidad en los músicos es el lugar que le damos a la música en nuestros servicios. Si pensamos que la música solo es un elemento de entretenimiento, un gancho para «ganar almas», o una apertura para el servicio y la prédica, no hallaremos el verdadero valor en el tiempo en que la iglesia canta.
No es de extrañar que las iglesias con estas perspectivas se enfoquen solo en que los músicos sean buenos. «Mientras la música entretenga y sea de calidad, todo estará bien». En esos espacios, el testimonio del músico no importa, mientras ejecute bien sus instrumentos. Pero si vemos el tiempo de alabanza como un espacio en el que la iglesia se somete a Dios y reconoce su señorío, como lo hace con las ofrendas o la prédica, veremos con mayor seriedad la importancia de cantar juntos.
En la Biblia encontramos múltiples ejemplos de personas que sirvieron a Dios sin santidad y terminaron muy mal
Esto es tan relevante que Pablo dice que una de las consecuencias de ser lleno del Espíritu Santo es cantar juntos «salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con su corazón al Señor» (Ef 5:19). Si la llenura del Espíritu es necesaria para esto, ¡cuán importante es la santidad a la hora de cantar como iglesia!
Una consecuencia directa de una iglesia llena del Espíritu Santo es que canta a Dios por quien es y lo que ha hecho. No podemos subir a tocar pretendiendo que lo que importa es solo mi calidad musical, también es importante la santidad en el músico y la congregación.
La importancia del servicio en santidad
La santidad es tan importante en el servicio que en la Biblia encontramos múltiples ejemplos de personas que sirvieron a Dios sin santidad y terminaron muy mal. Nadab y Abiú ofrecieron «fuego extraño» y murieron por ello (Lv 10:1-3). Elí y sus hijos perdieron su servicio en el templo por deshonestidad. Saúl, Salomón, Ananías y Safira son testimonios de la importancia de la santidad. Las cartas pastorales de Pablo y las cartas de Pedro testifican el valor de ejercer liderazgo en santidad. Para quienes lideran o impulsan a la iglesia a cantar, la vida en santidad es fundamental.
Volviendo al ejemplo de Nadab y Abiú, estos hijos de Aarón presentaron a Dios un «fuego extraño» en el tabernáculo. Por ello fueron consumidos. Si bien existen múltiples teorías de por qué fue un mal servicio que llevó a la muerte, todas tienen algo en común: Nadab y Abiú no sirvieron a Dios en santidad, lo hicieron a su manera. La historia de Ananías y Safira presenta lo mismo. Ellos buscaron adorar a Dios en sus falsos términos, no en integridad (Hch 5:1-11).
El punto aquí es que, para honrar a Dios a través de nuestro servicio, debemos hacerlo en sus términos y no en los nuestros. Él demanda santidad de su Iglesia. Por lo tanto, los músicos no pueden prescindir de ella en su vida y ministerio (1 P 1:16). Tocar en los servicios es más que ejecutar una canción, es exaltar en santidad a nuestro Rey santo.
Tocar en los servicios es más que ejecutar una canción, es exaltar en santidad a nuestro Rey santo
Somos seres integrales
Para finalizar, recordemos que los seres humanos somos seres integrales. Esto implica que, si algo en nuestra vida está mal, el resto de las cosas se verán afectadas. Si mi salud está mal, mis emociones lo estarán; si mi relación con Dios es pobre, mi relación con otros también; si mi comprensión de quién soy en Cristo está mal, mis acciones estarán equivocadas. No hay manera en la que un músico sin santidad pueda honrar a Dios a través de la ejecución de su instrumento, aunque esa ejecución sea perfecta.
No estamos hablando de santidad completa y plena, pues esa la veremos solo del otro lado de la eternidad. Lo que necesitamos es una búsqueda constante de Dios, conocer su voluntad y confiar en el Espíritu para vivir en respuesta a quien Él es y lo que Él ha hecho. No estamos hablando de jamás tener conflictos con otros hermanos, sino de procurar vivir en el perdón, el amor y la gracia los unos con los otros.
No hay espacio para alabar a Dios sin procurar crecer en santidad, sin que todo lo que somos procure Su glorificación. Como escribió David: «Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser Su santo nombre» (Sal 103:1).