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Johann A. Bengel, un erudito pietista luterano alemán, escribió en su edición del Griego del Nuevo Testamento (1734) una frase que resume magistralmente la actitud que todo cristiano debe tener frente a la Palabra de Dios:

Te Totum Applica ad Textum (Aplícate todo tú al Texto)

Rem Tota Applica ad Te (Todo su material aplícalo a ti)

En primer lugar, la naturaleza de la Palabra de Dios nos obliga a nada menos que  someternos por completo a ella. No podemos olvidar su poder y autoridad porque “Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos, y todo su ejército por el aliento de su boca” (Sal. 33:6). No estamos delante de un libro cualquiera, ya que no hay ningún texto literario de cuyo autor se pueda decir “Porque Él habló, y fue hecho; Él mandó, y todo se confirmó” (Sal. 33:9).

Al someternos completamente al texto bíblico, estamos reconociendo que tenemos en nuestras manos la mismísima Palabra del Dios creador del cielo y la tierra, cuya sabiduría, soberanía y dominio nos incluye a nosotros mismos. Una actitud de sometimiento ante la Palabra de Dios no producirá mero conocimiento; provocará adoración y servicio obediente al Dios vivo y verdadero que se ha revelado a sí mismo. Francis Schaeffer ilustra el resultado de esta actitud cuando cuenta que después de una larga discusión acerca del cristianismo, la persona con la que habló se despidió diciéndole: “Gracias por abrirme estas puertas; ahora puedo adorar a Dios de una mejor manera”. Él concluye diciendo que nunca olvidaría a esa persona porque era alguien que realmente había entendido el resultado de acercarse por completo a la Palabra de Dios.

En segundo lugar, nosotros tendemos a acercarnos a la Palabra de Dios basados en pequeños intereses espirituales particulares. Hemos aprendido erróneamente a sacar de la Palabra pequeñas píldoras de aquí y de allá que, aparentemente, sanan nuestros males. Hemos deshojado y reducido tanto la Palabra de Dios que hemos perdido de vista su sentido y poder original y general. Bengel, por el contrario, nos anima a  volver a respetar y aplicar “todo” el mensaje de la Palabra de Dios en nuestras vidas.

Y esto no tiene nada de insólito porque el mismísimo apóstol Pablo hizo lo mismo en su tiempo. Él le dijo a sus discípulos de Éfeso, “… pues no rehuí declarar a vosotros todo el propósito de Dios” (Hch. 19:27). Declarar todo el consejo de Dios y no pequeñas porciones inconexas es lo que el pueblo de Dios necesita para recobrar su vitalidad espiritual. Aplicar la frase de Bengel solo será posible bajo la convicción del salmista, quien dijo: “Por el camino de tus mandamientos correré, porque tú ensancharás mi corazón” (Sal. 119:32).

Necesitamos pedirle al Señor un corazón ensanchado para volver a tomar toda la Palabra de Dios, con toda nuestra vida, estudiándola por completo, con pasión, clamando a Dios por inteligencia para no esquivarla, cortarla, reducirla o minimizarla, aplicándola a todas las áreas de nuestra vida para que, finalmente, nuestro Señor sea glorificado por el Poder de su Palabra.

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