La muerte negra fue la tragedia más grande que Europa vio en la edad media.[1] A mediados del siglo catorce, el continente europeo fue abrazado por una plaga pandémica que se llevó inesperada e inexplicablemente a un tercio de la población. En lo que fue uno de los momentos más oscuros de la historia, muchos entendieron este evento como la antesala al juicio divino. El consenso de la época era que la muerte negra era el apocalíptico fin de la humanidad, y el inicio de los tiempos finales descritos en el libro del Apocalipsis.
Este fue el tiempo en el que nació Tomás de Kempis (1380-1471) en Kempen, Colonia (Alemania). De joven, Tomás se unió a un monasterio agustino, donde se convirtió rápidamente en un líder espiritual para los novicios. Sobre su vida personal no se sabe mucho. Sin embargo, durante sus primeros años en el monasterio escribió panfletos para la instrucción del neófito.[2] Estos se convertirían en el trabajo principal de su vida y en una guía para millares de cristianos desde el siglo quince y hasta el día de hoy.
En 1418 esos cuatro libros cortos fueron recopilados en un solo tomo y publicados bajo el título Imitación de Cristo o menosprecio del mundo.
Imitación de Cristo se convertiría en uno de los libros más importantes y trascendentes de toda la historia de la iglesia, llegando a ser el libro más editado y traducido después de la Biblia (a más de 50 lenguajes).[3] John Wesley (1703-1791) dijo que Imitación era el mejor resumen de la vida cristiana que hubiese leído en su vida.
Kempis había escrito un manual de discipulado para la instrucción de los jóvenes en la fe a partir de sus propios apuntes devocionales. Aunque el contenido del libro no arroja luz sobre detalles específicos de la vida personal de Tomás, el mensaje mismo fue la tesis de su vida, y bien nos habla de la vida espiritual de quien lo escribió.
Kempis introduce el libro con las siguientes palabras:
“‘El que me sigue no anda en tinieblas, mas tendrá luz de vida’. Estas palabras son de Cristo, con las cuales somos amonestados a imitar su vida y costumbres, si queremos ser librados de la ceguedad del corazón, y alumbrados verdaderamente. Sea pues todo nuestro estudio pensar en la vida de Jesucristo, y [allí hallaremos] el maná escondido. […] Mas al que quiere sabia y cumplidamente entender las palabras de Cristo, le conviene procurar conformar con él toda su vida”.[4]
Nuestra meta es la misma que la de Tomás de Kempis: imitar a Cristo hasta alcanzar nuestra esperanza final.
Imitación de Cristo cubre una vasta gama de temas de la vida cristiana, la humildad, y la semejanza a Cristo. Pero su propósito y tema principal es Cristo, y cómo seguirlo e imitarlo en todos los aspectos de nuestra vida. Las vanidades deben desecharse, y nuestra confianza debe ponerse solo en Él. Esto se veía en contraste a cómo ciertos frailes de su época “imitaban a Cristo” de manera incorrecta. Opuesto a la religión falsa de estos frailes, Kempis reta al lector:
“¿Qué te aprovecha disputar altas cosas de la Trinidad, si careces de humildad por donde desagrades a la misma Trinidad? Por cierto, las palabras subidas no te hacen santo ni justo, mas la vida virtuosa hace al hombre amable a Dios. Más deseo sentir la contrición, que saber su declaración. Si supieses la Biblia a la letra, y los dichos de todos los filósofos, ¿qué te aprovecharía todo sin caridad y gracia de Dios? Vanidad de vanidades y todo vanidad, sino amar y servir solo a Dios”.[5]
Más adelante, Kempis habla al cristiano sobre la tentación y el sufrimiento en la vida cristiana a la luz de la eternidad:
“No es digno de la alta contemplación de Dios el que no es ejercitado en alguna tribulación por ese mismo Dios. La tentación precedente suele ser señal de que vendrá la consolación; porque a los probados en tentación es prometida la consolación celestial, como dice la Escritura: al que venciere daré a comer del árbol de la vida”.[6]
Como bien dice la Palabra, no debemos sorprendernos cuando nos encontramos en alguna tribulación (Jn. 16:33; Stg. 1:2-4). Esto era especialmente relevante en la época cuando Tomás escribió Imitación. Millares de familias habían visto morir a sus padres, madres, niños, y bebés. En medio de esto, Tomás de Kempis instruye al cristiano al decirle que la vida cristiana es ciertamente la vida de llevar cruz, no una vida de descanso y alegría.
Aunque vivimos en otro tiempo, nuestra vida sigue siendo una llena de sufrimiento y dificultad. Sin embargo, seiscientos años más tarde, podemos decir que nuestro modelo y fundamento está en el mismo Cristo que dio esperanza en medio de la muerte negra. Y nuestra meta es la misma que la de Tomás de Kempis: imitar a Cristo hasta alcanzar nuestra esperanza final y ser restaurados completamente a su imagen.
Imitación concluye con una exhortación sencilla al cristiano: vive la vida sencilla creyendo a Dios y a sus profetas, y huye de las tentaciones de Satanás. Kempis escribe:
“Bienaventurada la simpleza que deja las cuestiones dificultosas, y va por el camino llano y firme de los mandamientos de Dios. Muchos perdieron la devoción queriendo dudar las cosas altas. Los mandamientos de Dios demandan fe y buena vida, no alteza de entendimiento, ni profundidad de los misterios de Dios. […] Sujétate a Dios, y humilla tu entendimiento a la fe. […] Cree a las palabras de Dios, cree a sus santos y a sus profetas, y huirá de ti el enemigo. […] La razón humana flaca es, y engañarse puede, mas la fe verdadera no puede ser engañada”.[7]
Nota: El nombre de la pintura presentada en este artículo es «Tomás de Kempis en el Monte Agnes». Su autor es desconocido, pero la obra data del siglo XVII y actualmente se encuentra en Zwolle, Holanda.
[1] También conocida como la peste negra o la peste bubónica. Las primeras muertes se registraron en Mongolia en 1328. Sin embargo, la plaga llegó a su estado más destructivo entre 1346 y 1361.
[2] En un sentido, similar al Instituto de la Religión Cristiana de Juan Calvino. Su propósito principal no era más que discipular en la piedad a los nuevos en la fe.
[3] Según varios respetados historiadores, Imitación es la publicación cristiana más leída después de la Biblia.
[4] Imitación de Cristo, 11.
[5] Imitación de Cristo, 11.
[6] Imitación de Cristo, 61.
[7] Imitación de Cristo, 196.