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«¿Vendrá Dios a ayudarme?», dice una madre soltera suspirando porque no encuentra cómo proveer para su familia. «¿Dónde está Dios?», se pregunta una niña mientras sufre por el divorcio de sus padres. «¿Estará Dios dormido?», se lamenta quien atraviesa injusticia, traición y abuso.

Tarde o temprano, la vida nos lleva a enfrentar experiencias devastadoras. Tarde o temprano, debemos encontrarnos cara a cara con el caos y nuestra fe es puesta a prueba.

Cuando a nuestro alrededor todo se sacude, sentimos que feroces vientos nos envuelven y el dolor traspasa nuestra alma. ¿Cómo deberíamos enfrentar los cristianos estas circunstancias? ¿Qué requiere Dios de nosotros en medio de las situaciones más devastadoras de nuestras vidas?

En Lucas 8:22-25 encontramos una breve historia en la que los discípulos de Jesús se hallan en medio de una tormenta. En ella vemos ilustradas profundas lecciones sobre la fe y la presencia de Dios en la adversidad:

1. No olvides Su presencia

La historia comienza con un viaje aparentemente tranquilo. Jesús dice a Sus discípulos: «Pasemos al otro lado del lago» (v. 22). Los discípulos subieron a la barca alegremente y comenzaron a navegar. La tranquilidad reinaba y Jesús se echó a dormir. De repente, una violenta tormenta descendió sobre el lago.

En medio de la crisis, no debemos olvidar a Aquel que está con nosotros y tiene todo bajo control

El barco tambaleaba, los gritos de temor eran silenciados por el estruendo de las olas, las ráfagas de viento y el ensordecedor sonido de los truenos. Sin embargo, Jesús dormía.

El contraste entre la calma de Jesús y la desesperación de Sus discípulos nos entrega la primera lección clave: en medio de la crisis, no debemos olvidar a Aquel que está con nosotros y tiene todo bajo control.

¿Cuántas veces nos sentimos exactamente igual que los discípulos en la barca? Las circunstancias se vuelven caóticas, los problemas nos inundan y comenzamos a hundirnos en la desesperación, pero no te olvides que Jesús está presente incluso en el peor momento de tu caos.

2. Clama de todo corazón

Ante el peligro inminente, los discípulos clamaron suplicantes a Jesús: «¡Maestro, Maestro, que perecemos!» (v. 24). No sabían qué pedir ni cómo reaccionar. Simplemente acudieron con desesperación a Jesús desde su total debilidad.

Los discípulos estaban acostumbrados al mar, pero reconociendo su incapacidad ante la tormenta, estos pescadores experimentados acudieron con prisa a pedir ayuda al carpintero que dormía en el bote.

Basta con clamar de todo corazón: «Señor, necesito tu ayuda», y ese ruego sincero y directo será suficiente para «despertar» al Maestro

Esto nos enseña otra lección esencial en la vida cristiana: la mejor respuesta ante nuestras crisis no es invocar de manera elegante, ni fingiendo fortaleza o inteligencia, sino clamar desde la debilidad.

Nos conviene pronunciar una súplica sincera que llegue como olor fragante ante el trono de Jesús. Basta con clamar de todo corazón diciendo: «Señor, necesito tu ayuda», y ese ruego sincero y directo será suficiente para «despertar» al Maestro.

3. Confía en el poder de Dios

Ante el ruego desesperado de Sus discípulos, Jesús despertó y con una sola orden aquietó por completo la tempestad. La lluvia cesó, sobrevino la calma y el mar recuperó su serenidad. El propósito principal de este milagro fue revelar que Jesús es Dios, el Creador del universo, quien gobierna con absoluta autoridad cada elemento del vasto cosmos (v. 25; Col 1:15-17).

Ante esto, debemos comprender que cuando las tormentas de la vida nos quieran convencer de que hemos sido abandonados y tememos que nuestro Dios se haya dormido, la Palabra de Dios nos recuerda que nada está fuera de Su control en ningún momento (Sal 135:6). Su presencia poderosa es cercana para los Suyos, por lo tanto Su auxilio es seguro. Confía, Dios está en la barca.

¿Dónde está tu fe?

Esta breve historia bíblica culmina con una escena poderosa. Jesús dirige una pregunta final a Sus discípulos: «¿Dónde está su fe?».

Su presencia poderosa es cercana para los Suyos, por lo tanto Su auxilio es seguro. Confía, Dios está en la barca

Esta pregunta es usualmente malentendida. Jesús no recrimina a los discípulos por haberlo despertado o por haber acudido a Él en medio de la tormenta. Más bien, los reprendió porque habían acudido a Él sin fe. Los discípulos no debían quedarse en la desesperación. Jesús estaba con ellos y eso hacía toda la diferencia del mundo. No debían perder la confianza ni la esperanza, aún en el peor momento de la noche.

Cuando las tormentas llegan a nuestras vidas, es fácil perder de vista a Jesús. Pero Él nos invita a recordar Su identidad: Jesús es el Señor, siempre presente y siempre en control. No debemos olvidar que Jesús fue quien inició la travesía diciéndole a Sus discípulos: «Pasemos al otro lado del lago», como anticipando que todo lo que sucedería tenía un propósito.

Estoy convencido de que nuestro Señor Jesús, quien vive y reina, continúa guiando la vida de Su pueblo y sigue diciéndoles: «Pasemos al otro lado del lago», sabiendo que enfrentarán tormentas desorientadoras. Sin embargo, cada tempestad de la vida es una oportunidad y una invitación a confiar en Él, y a conocerlo de manera íntima para fortalecer nuestra relación con Él.

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