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Mi huerto estaba muriendo. Aún así, una de mis plantas de menta seguía creciendo: se veía con muchas hojas, aunque también lucía apagada y caída. No quería cortarla, porque entendía que se podía salvar. Entonces un asesor me explicó con sabiduría:

La forma más efectiva de salvarla es quitándole algunas hojas que están muy grandes, sin cortar el tallo. Es decir, si retiras las hojas que están más arriba, las demás que están detenidas podrán seguir creciendo. La planta solo está muy cargada, porque las hojas grandes están consumiendo mucho oxígeno de ella.

¡Boom! Sus palabras parecían triviales y sencillas, pero en mi corazón retumbaba cada oración que me decía.

Vidas repletas

La realidad es que nuestras vidas muchas veces lucen como mi planta de menta. Aparentemente siguen creciendo, porque tienen muchas hojas en la parte superior. Sin embargo, en la zona más cercana a la tierra tienen otras hojas que quieren crecer, pero no pueden. Necesitan que la planta esté más ligera para poder dirigir mejor el oxígeno que lleva a cada ramita.

¿Cuántas veces hemos echado un vistazo a nuestras vidas y notamos lo repletos que estamos? No nos cabe un plato más, pero aún así decidimos continuar diciendo «sí» a más cosas (buenas). No obstante, tener nuestros platos llenos de «todo un poco», como un buen menú para sentirnos productivos o seguir la corriente del mundo, solo nos llevará a desgastarnos de manera significativa, y no por las razones correctas. ¿A cuántos de nosotros nos diría el Señor que hemos descuidado la mejor parte por preocuparnos por tantas cosas (Lc 10:41-42)?

Un «no» a tiempo —quitar una hoja (tarea) que luce grande— puede significar que la planta completa (nuestra vida) empiece a ganar fuerza de nuevo, pues se redistribuirán mejor los esfuerzos. ¿Has pensado qué pasaría con esa «hojita» o área de tu vida que luce pequeña, si le invirtieras más de tu tiempo y cuidado intencional?

Corta algunas hojas

La poda es una muy buena práctica para nuestro día a día. De hecho, Dios lo hace con nosotros a menudo, para que llevemos más frutos en Él (Jn 15:1-2). Esto podría motivarte a reconsiderar las decisiones que tomas, de manera regular y según las prioridades bíblicas, para no verlas como algo que «ya no puedes cambiar, por lo que deben quedarse así».

Un no a tiempo puede significar que nuestra vida empiece a ganar fuerza de nuevo, pues se redistribuirán mejor los esfuerzos

Para que las áreas significativas en nuestra vida florezcan y tengan nuestra atención total, necesitamos detenernos y sacar de nuestra agenda ciertas tareas, proyectos o anhelos que no son prioridad en esta etapa de nuestra vida.

Hoy es un buen momento para preguntarte cómo luce tu planta, es decir, tu vida. ¿Cómo se llaman esas hojas grandes y pequeñas que tienes? ¿Qué «hojas grandes» deben ser removidas para dar calor, nutrir y edificar otras más prioritarias en este momento?

Revisa tu corazón mientras podas

Tomar decisiones de este tipo puede llevarnos a experimentar temor, ansiedad o angustia. Nos hacemos mil preguntas: ¿Qué pasará si dejo ir esta oportunidad? ¿Qué pasará si luego no puedo retomar ese ministerio que tanto me gusta? ¿Cómo lo verán mis amigos, hermanos o colegas?

El solo hecho de sacar algo de nuestra agenda que nos interesa —que no es malo o pecaminoso en sí mismo, más no es prioridad— puede ser doloroso o frustrante, pero también es un enorme recordatorio de nuestra necesidad de crecer en humildad y en el reconocimiento de los límites de nuestro cuerpo en este mundo caído, así como de las luchas de nuestro corazón.

Nos cuesta aceptar cuánto hemos sido influenciados por la cultura y que a veces hemos creído las mentiras de este mundo. Quizás detrás del temor existen creencias incorrectas o luchas pecaminosas que debemos llevar al trono de la gracia (He 4:16). Por ejemplo:

  • Puedes estar creyendo las mentiras de: «Yo puedo hacerlo todo bien y al mismo tiempo», «Ya no tendré las mismas oportunidades en el futuro, pues las oportunidades son calvas y no se dejan ir». Tal vez has comprado la creencia falsa (y popular en ciertos contextos religiosos) de: «Dios te manda a arrebatar las bendiciones».
  • Quizás luchas con temor al hombre: «La gente no me verá de la misma manera si no hago esto»; o con confiar tu identidad al Señor: «Mi identidad se encuentra en las cosas que hago».

Muchas veces, nos cuesta reconocer que creemos que nuestros deseos y planes son mejores que los de Dios (aunque no lo expresemos en voz alta), y por eso nos da pánico rendirle nuestra agenda. Pero el deseo de control, el orgullo, el temor o la búsqueda de aprobación del hombre son algunos de los aspectos ocultos que Dios puede revelarnos en estos procesos de poda.

Conoce al Señor y entrégate a Él

Si te sientes identificado y has luchado como yo en este tema, te invito y animo a profundizar en los aspectos del carácter de Dios, revelados en Su Palabra fiel, que podríamos no tener claros.

Nos cuesta reconocer que creemos que nuestros deseos y planes son mejores que los de Dios, y por eso nos da pánico rendirle nuestra agenda 

Quizás necesitas conocer más de Su soberanía, amor, bondad, misericordia o poder. ¿Cuál es esa cualidad o aspecto del carácter de Dios que necesitas profundizar en Su Palabra?

En vez de ocultar esos temores, disfrazarlos para que nadie vea nuestras luchas pecaminosas o aparentar que somos «buenos cristianos», vayamos con confianza al trono de la gracia y seamos honestos.

Quizás te ayude orar algo así:

Dios, me cuesta rendir mi agenda a Ti. Me cuesta confiar en Tu bondad y soberanía a la vez. Me cuesta rendir mis deseos a Tu voluntad, negarme a mí mismo una y otra vez. Me cuesta reconocer mis pecados detrás de esta lucha o los asuntos que son verdaderamente una prioridad. He comprado mentiras que no he desechado. Ayúdame, abre mis ojos, dame más sed y entendimiento por Tu Palabra, pon personas sabias a mi alrededor, confronta mi corazón y guíame para aprender a caminar en la libertad que Tú has concedido a Tu pueblo.

Te animo también a meditar en Gálatas 2:20: «Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí».

No hay nada más glorioso que derramarnos por completo ante Su trono, donde seremos siempre sorprendidos con una gracia extravagante que nos sostiene, nos transforma y supera nuestro entendimiento. ¡Esa es la gracia de nuestro buen Dios!

¡Caminemos confiados plenamente en el Dios que dirige nuestras vidas y es capaz de aprobar nuestros pasos (Sal 37:23)!

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