¿Por qué trabajas? ¿Cuál es la importancia de tu trabajo? Eso depende de la historia que le adjuntes a tu trabajo. Si tu historia del trabajo es la historia del éxito, entonces el trabajo consiste en hacerte un nombre, de la oscuridad a la gloria. Si tu historia es la historia de la acumulación, entonces el trabajo es un medio para obtener comodidad, de la pobreza a los privilegios. Si tu historia del trabajo es la historia de hacer del mundo un mejor lugar, entonces el trabajo es un medio de salvación, el viaje desde la distopía a la utopía.
¿Qué historia cuenta tu trabajo? ¿Quién está en el centro? ¿Es la historia que tu trabajo cuenta una historia cierta? Esa es la pregunta que estaremos examinando durante las próximas 13 semanas y, por tanto, no comenzaremos con tu historia, sino con la de Dios. Ya que en la Biblia, Dios comunica la verdadera historia del trabajo.
Si no lo pensaste mucho, podrías creer que esa historia empieza después de la Caída, y termina cuando Jesús regresa. Sin embargo, esa trama presenta el trabajo desde una perspectiva negativa. En realidad, la historia inicia en el huerto de Edén, mucho antes de la Caída. Y continúa en el cielo nuevo y la tierra nueva. Y al igual que toda buena historia, ésta tiene en su centro una crisis trágica y un glorioso rescate.
La historia de Dios del trabajo es una historia que consta de cuatro actos: La Creación, la Caída, la Redención y la Restauración. La historia de Dios del trabajo es la clave para entender nuestro propio trabajo. Y lo que es más importante, la historia de nuestras vidas. Así que comencemos.
ACTO 1: La Creación
Es fundamental entender que la historia del trabajo no empieza con nosotros. Inicia con Dios. Dios es un trabajador. La Biblia comienza con su obra. «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gn. 1:1). En los primeros dos capítulos de Génesis, se nos dice siete veces que Dios creó; doce veces que hizo algo. Y todo este crear y hacer se resume en su obra. «Y acabó Dios en el séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo» (Gn. 2:2).
Es esta verdad fundamental, que la historia del trabajo comienza con Dios, la que nos ayuda a entender la siguiente parte de su acto de apertura en la obra de la Creación. Porque el momento culminante de la obra creativa de Dios no fue la creación de las galaxias o las complejidades del ADN; fue la creación de los seres humanos.
Al igual que el resto de la creación, nosotros somos producto de la obra de Dios. Pero de manera única en toda la creación, fuimos creados a imagen de Dios. Y más allá de lo que eso pueda implicar, significa que fuimos creados para ser un reflejo de Dios al mundo, una representación de Dios en el mundo. Lo vemos primero en Génesis 1:28: «Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra» y hasta ese punto, es lo mismo que le dijo a las aves, a los peces y a los animales. Al igual que las otras criaturas, fuimos creados para reproducirnos. Pero Dios continúa. No solo debemos llenar la tierra. Debemos «[sojuzgarla], y[señorear] en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra». Se nos da un trabajo, y no cualquier trabajo: un trabajo que refleja la naturaleza de Dios. Dios es claramente Rey sobre toda la creación. Y le dice a los seres humanos que gobiernen el mundo como sus representantes, como los portadores de su imagen. Y es solo en ese punto que Dios declaró buena su obra, y descansó.
En el capítulo 2, la naturaleza del trabajo que Dios nos da se define aún más. El Acto 1, Escena 1 cierra con Dios descansando. Pero el Acto 1, Escena 2 abre con Dios trabajando nuevamente. Esta vez no creando, sino gobernando y ordenando lo que había hecho. Dios planta un huerto. Literalmente un paraíso. Podrías pensar en una finca bien ordenada. Y coloca al primer hombre allí.
Pero esto hace surgir una pregunta. ¿Cómo creas un paraíso dentro de un mundo ya perfecto? Respuesta: Dios creó un lugar perfectamente adaptado para la prosperidad humana. Y puso a Adán allí. Escucha: «Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase» (Gn. 2:15).
Adán debía labrar y cuidar del huerto. Luego, Eva es creada como su ayudante. Literalmente, Adán y Eva debían labrar el huerto, hacerlo crecer y florecer, y debían guardarlo, protegerlo de lo que sea que pudiera arruinarlo o dañarlo.
Esto es importante porque el trabajo que Dios les dio a Adán y a Eva es el modelo para todo trabajo humano. Para comprender esto, pensemos un momento acerca del huerto de Edén. Es el lugar que Dios diseñó para la prosperidad humana. Y ya no hay nada como él en la tierra. Es el hogar, donde ellos viven su matrimonio y crían a su familia. Es el templo, donde se encuentran con Dios. Es el lugar de trabajo, donde participan en la labor productiva que Dios les dio. Tú y yo nunca hemos experimentado esto: un mundo en el que las divisiones y los conflictos de interés entre la iglesia, el lugar de trabajo y la familia no existían.
Y en ese mundo increíble, su trabajo consistía en tomar ese huerto-hogar-templo-lugar de trabajo, y hacerlo prosperar y crecer, protegerlo y nutrirlo, hasta que el mundo entero, y no solo un pequeño rincón, fuese un paraíso. ¿Y por qué debían hacer esto? Porque ellos fueron creados a imagen de Dios. Así como Dios creó, ellos debían crear. Así como Dios ordenó y administró, ellos debían ordenar y administrar. Así como Dios creó un mundo fructífero y próspero, ellos debían proteger y mejorar esa prosperidad. Su trabajo, como representantes de Dios, era tomar lo que Dios había comenzado y continuarlo para mostrar su gloria. El punto no era dar a conocer quiénes eran ellos a través de su trabajo, era dar a conocer a Dios a través de su trabajo. Porque al ser creados a su imagen, su trabajo da testimonio de él.
Así que esta es la primera lección de nuestra historia. El propósito original del trabajo humano era promover la prosperidad humana para la gloria de Dios. Nuestro trabajo, independientemente de la esfera en la que nos encontremos, el hogar, la iglesia, el lugar de trabajo, es mostrar la bondad y magnificencia de su carácter como portadores de su imagen. Hacemos esto al cultivar el huerto que se nos ha encomendado, para la prosperidad de las personas que nos rodean, para alabanza de la gloria de Dios. En otras palabras, el trabajo es ante todo, un acto de adoración.
ACTO 2: La Caída
Pero por supuesto, esto no es una historia real hasta que sucede algo que hace que todo se salga de control. Y eso nos lleva al Acto 2: La Caída.
No sabemos cuánto tiempo transcurrió entre el día que Adán obtuvo su primer trabajo y el día que salió todo mal. Pero lo que está claro es que una de las formas de comprender lo que los teólogos llaman la Caída es que Adán y Eva descuidaron su trabajo. Recuerda, a ellos se les encomendó el huerto, para que lo administraran y cuidaran. Y en ambos casos, fallaron. Satanás aparece, el enemigo de Dios y de los humanos. Y en lugar de proteger el huerto de él y expulsarlo, sostienen una conversación con él. Y al final de esa conversación, en lugar de administrar el huerto, intentan aprovecharse de él, abusando de su autoridad y arruinándolo para todos los demás.
De inmediato saben que se han equivocado. El jefe, Dios, aparece para inspeccionar su trabajo, y ellos se esconden en algún lugar de una oficina trasera. Ahora bien, todos sabemos lo que es obtener una revisión de desempeño por debajo del promedio. Y algunos de nosotros sabemos lo que es ser despedidos. Pero lo que Adán y Eva reciben es mucho peor. Son expulsados del huerto, pero no son liberados de su responsabilidad. Siguen siendo responsables de representar a Dios, todavía deben trabajar. Pero las condiciones de su trabajo han cambiado radicalmente: el mundo en el que trabajan ahora está maldito a causa de su pecado.
En Génesis 3:17-19, le suceden tres cosas al trabajo de Adán y Eva, y al nuestro, debido a la Caída. Primero, se vuelve fatigoso. «Con dolor comerás… todos los días de tu vida». Esto es tan básico para nuestra experiencia del trabajo que es difícil imaginar cómo debe haber sido el trabajo antes. Después de todo, incluso un trabajo que ames tiene al menos algún aspecto que sea agotador, tedioso e incluso doloroso. Sabemos lo que hay que hacer, pero carecemos ya sea de la capacidad o de los recursos para hacerlo, como si hubiese alguna conspiración para dificultar nuestro trabajo. Hay una conspiración. En un mundo caído, el trabajo es fatigoso.
Pero no solo es fatigoso. Segundo, es fútil. Incluso aunque Adán trabajará dolorosamente la tierra toda su vida, la tierra maldita bajo sus pies producirá «espinos y cardos». Inutilidad. Infructosidad. Sus aspiraciones excederán constantemente la realidad, y por mucho que se esfuerce, eso nunca cambiará. Dentro del huerto, el resultado del trabajo fue la expansión de la utopía. Fuera del huerto, nuestro trabajo nunca produce utopía, en lo absoluto. La tierra está maldita.
Lo que encontramos es que estos dos aspectos del trabajo en un mundo caído, que es fútil y fatigoso, se enfrenta a las suposiciones del mundo moderno. Como Tim Keller señala: «‘[Nuestra generación] insiste en que el trabajo debe ser gratificante y fructífero, que debe encajar completamente con nuestros talentos y sueños, y que debe hacer algo asombroso por el mundo’, como un ejecutivo de Google describió la misión de su compañía» (Keller, 93). Suena genial. El problema es, que ese no es el mundo en el que vivimos.
Entonces podemos sentir la tentación de renunciar por completo al trabajo. Pero esa no es realmente una opción. Porque hay una tercera cosa que le sucedió al trabajo en la Caída. Lo que solía ser un acto de adoración voluntario ahora es un acto de supervivencia obligatorio. Versículo 19: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado». En el huerto, Adán no tenía que trabajar para comer. Dios había plantado un huerto que contaba con todo lo que Adán necesitaba. Pero ahora hay una urgencia, una obligación de trabajar. Como Pablo dijo: «Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma» (2 Ts. 3:10). No es que el trabajo se haya vuelto malo ahora. No es que el trabajo sea un castigo. Es que en un mundo caído, el trabajo fatigoso y fútil es implacable. Nos guste o no, debemos trabajar. No podemos escapar, salvo en la muerte.
Génesis 3 es el Acto 2, Escena 1 en la Caída. Pero la crisis en la historia no trata solo acerca del cambio en nuestras condiciones de trabajo. También trata acerca de un cambio en nosotros, los trabajadores. En un mundo caído, los trabajadores caídos ya no usan su trabajo para adorar a Dios, sino para adorar a ídolos.
Acto 2, Escena 2. Una de las primeras imágenes del trabajo que se nos da fuera del huerto es la diferencia entre los descendientes de Caín y los descendientes de Set, el hijo de Adán que reemplazó a Abel, ya que Caín lo asesinó. Vemos que el trabajo consolida la cultura. Los descendientes de Caín desarrollan la agricultura, la música y la metalurgia. Y todo eso está muy bien. Pero lo que la narrativa también nos cuenta es que los descendientes de Caín son definidos por su trabajo; su identidad proviene de su trabajo. En contraste, los descendientes de Set, el linaje divino, no están asociados con el trabajo en absoluto. En cambio, son definidos como aquellos quienes «comenzaron a invocar el nombre de Jehová». El punto no es que los adoradores de Dios no deben trabajar, sino que no deben ser definidos por su trabajo.
Esta idolatría del trabajo se aclara a medida que la historia avanza. En Génesis 11 leemos: «Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra» (Gn. 11:1-4).
Al igual que en Génesis 4 con los descendientes de Caín, el trabajo aquí consolida la cultura. Ellos desarrollan tecnología, construyen una ciudad. Procuran la prosperidad humana. Eso está bien. Pero también quieren algo más. Identidad. Quieren hacerse un nombre. Y quieren hacerlo sin Dios, a través de su trabajo. De hecho, quieren hacerlo en oposición a Dios. Dios les dijo que llenaran la tierra; su deseo es no «ser esparcidos sobre la faz de toda la tierra».
Cuán lejos del huerto hemos llegado. Lo que empezó como un medio para decir: «Miren a Dios» en adoración, se ha convertido en un medio para decir: «¡Mírenme!». Los portadores de la imagen se han enfocado en sí mismos, como lo expresa Agustín, buscando reflejar para sí su propia gloria y no la gloria de Dios.
Y quiero que veas que esta idolatría tiene al menos dos expresiones diferentes y en ocasiones simultaneas. Por un lado, algunos de nosotros sentimos la tentación de definirnos directamente por nuestro trabajo, nuestros logros, nuestro éxito. Por otro lado, otros sienten la tentación de definirse por su libertad del trabajo, sus ocios, pasatiempos, recreaciones. Michael Lawrence, quien escribió esta clase, observó que cuando vivía en Washington, los jóvenes llegaban a la ciudad para cambiar el mundo, la idolatría del trabajo como identidad. Ahora vive en Portland, donde los jóvenes, como él dice, se retiran, un epicentro muy distinto de la evasión del trabajo y de la idolatría de la libertad del trabajo como identidad. Pero los dos en realidad solo son lados opuestos de la misma moneda: una idolatría que define nuestra identidad por nuestra relación con el trabajo y no con Dios.
El final de la historia de Babel es que Dios baja y juzga su adoración idolatra del trabajo. Y ese mismo juicio es el que todos nosotros merecemos. Pero alabado sea Dios porque la historia del trabajo no termina allí.
Permíteme resumir esto con nuestra segunda lección. El problema con nuestro trabajo es que hemos perdido la conexión entre Dios, el trabajo y la adoración. A veces es que degradamos el trabajo y no lo vemos como adoración a Dios. A veces es que idolatramos el trabajo, y lo adoramos (y finalmente a nosotros mismos) en lugar de verlo como un acto de adoración, adoración al Dios verdadero. Hemos perdido el trabajo como un acto de adoración a Dios.
ACTO 3: La Redención
Acto 3. La Redención. Dios se convierte en hombre. Jesús nació de la virgen María. Su padre terrenal adoptivo, José, era carpintero. Y aparentemente, Jesús aprendió y también tomó esa ocupación, hasta que llegó el día en que asumió el trabajo para el que había venido, cuando su primo, Juan el Bautista, lo vio y declaró: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29). Este era el verdadero trabajo de Cristo: ser el Redentor. Pagar el castigo del pecado por su muerte en la cruz, y resucitar de los muertos para que todos los que se arrepientan y crean en él puedan ser perdonados de sus pecados, redimidos de la maldición. Y lo hizo. Juan 17: «Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese». Luego Juan 19: «Consumado es» (v.30).
Es popular en estos días hablar acerca de redimir la cultura, el trabajo y el lugar de trabajo. Y es completamente entendible, porque redimir es lo que Cristo vino a hacer, y la redención lo cambia todo. Pero nunca comprenderemos la historia del trabajo correctamente a menos que entendamos que aunque las personas son redimidas, el trabajo no lo es. Para cristianos y no cristianos por igual, el trabajo sigue siendo fatigoso en este mundo caído. Sigue siendo fútil. Sigue siendo obligatorio.
Entonces, ¿qué diferencia hace nuestra redención en la historia del trabajo? No cambia la obra, pero nos cambia a nosotros, los actores de la obra. Y ese cambio es crucial.
Primero, las personas redimidas se arrepienten de las actitudes idolatras hacia el trabajo, porque su identidad ya no está en el trabajo sino en Cristo. Escucha a Pablo exponer esa idea en Colosenses 3:2-4: «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria».
El evangelio cambia la mira de nuestros corazones, porque nuestra identidad y seguridad están ahora en Cristo. Más adelante en el capítulo, Pablo aplica esto directamente al mundo del trabajo. Versículo 22: «Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. (Arrepentimiento de la idolatría de la evasión del trabajo y de la identidad basada en el ocio). Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón como para el Señor y no para los hombres». (Arrepentimiento de la idolatría del trabajo y de la identidad basada en el éxito). El evangelio no cambia las condiciones de tu trabajo. Cambia la condición de tu corazón. Lo que nos lleva a un segundo desarrollo.
Segundo, debido a que se han arrepentido, las personas redimidas pueden nuevamente adorara Dios a través de sus trabajos. Colosenses 3:17: «Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él». De hecho, Pablo se remonta a Génesis para describir el cambio en el trabajador redimido: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Ef. 2:10).
Esa es la lección #3: Las personas son redimidas; el trabajo no lo es. Sin embargo, debido a que nosotros somos redimidos, el trabajo ya no se trata de nuestro nombre, de nuestra gloria. Trata acerca de su nombre y de su gloria. Debido a que somos redimidos y hechos nuevas criaturas como producto de la obra de Dios, nuestro trabajo, con toda su obligatoriedad, fatigación y futilidad, puede otra vez ser ofrecido libremente como un acto de adoración, porque ese trabajo en sí es producto de la obra de Dios. ¡Él lo preparó de antemano para nosotros! Nuestro trabajo es importante principalmente porque muestra la obra de Dios en nosotros.
Y eso significa que hay un acto más en esta historia.
ACTO 4: La Restauración
En Romanos 8, Pablo no habla de la redención del trabajo y la cultura, sino de la liberación de la Creación. Habla acerca de la Nueva Creación, cuando Jesús regrese. Versículo 19: «Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia vanidad, sino por causa del que la sujetó en esperanza, porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios».
Pablo tenía Génesis 3 en mente cuando escribió eso. Sujetado a la frustración, la futilidad y a la esclavitud de la corrupción. Ese es nuestro mundo. Pero llegará el día en que las condiciones del trabajo cambiarán nuevamente. Ya no habrá más fatigación. No más futilidad. No más obligatoriedad. En cambio, habrá una libertad gloriosa. Hermanos y hermanas, el final de la historia del trabajo es que Dios hará nuevas todas las cosas. Un mundo sin maldición. Un lugar donde los espinos ya no llenarán la tierra. Habrá libertad y no obligatoriedad; gloria y no muerte.
Y cuando eso suceda, el trabajo no desaparecerá. ¿Por qué lo haría? Precedió a la Caída. También perdurará. Será restaurado a su debido contexto, y ese contexto es el séptimo día, día en el que Dios descansó. En Hebreos 4 leemos que para el pueblo de Dios nos espera el día de reposo, nuestro descanso fue prefigurado por el día de reposo y la tierra prometida, una tierra de descanso. Entonces, ¿qué aspecto tiene ese descanso? Escucha a Moisés describiéndolo en Deuteronomio 6: «Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies, cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre».
Esa no es la imagen de una vida sin trabajo. Es un cuadro de libertad, de abundancia. De trabajo que es satisfactorio y fructífero. Así es como será el trabajo en los cielos nuevos y la tierra nueva, del cual Israel en Deuteronomio 6 fue solo una imagen vaga. Una libertad gloriosa, en el perfecto descanso de Dios, para de nuevo usar nuestros dones y talentos, creatividad y energía para labrar el huerto, hacer crecer la ciudad y conocer la satisfacción del trabajo bien hecho.
Y cuando eso suceda, el trabajo no solo habrá sido restaurado a su debido contexto, sino que nuevamente y para siempre se realizará para su fin correcto: la gloria de Dios. Esta es la visión de Isaías 65: «Porque he aquí yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria… Edificarán casas, y morarán en ellas, plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos. No trabajarán en vano, ni darán luz para maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos…».
Esa visión se cumplió en Apocalipsis 21, a medida que las naciones llevan su esplendor a la Nueva Jerusalén, el huerto se ha convertido en una ciudad, la ciudad de Dios donde él habita con su pueblo. Este es el final de la historia del trabajo, un final que es realmente un nuevo comienzo. Por toda la eternidad, nuestro trabajo, nuestra creatividad, nuestra industria, traerán esplendor. Pero ese esplendor no se enfocará en nosotros, no será usado para engrandecer nuestros nombres. El esplendor de nuestro trabajo será para la gloria de Dios.
Hermanos y hermanas, si no entendemos la historia del trabajo, entonces nuestro trabajo será en vano. Supondremos que nuestro trabajo es un fin en sí. Supondremos que es un mal que debe ser minimizado o un dios que debe ser adorado. Pero cuando comprendemos la historia del trabajo, entendemos que el final del trabajo es Dios. Eso cambiará nuestro trabajo ahora. Y energizará nuestro trabajo para siempre. Pasaremos las próximas 12 semanas trabajando en esta historia.
Oremos antes de iniciar.
La semana pasada estudiamos la historia del trabajo: la Creación, la Caída, la Redención y la Restauración. Esta mañana queremos mirar más de cerca esa segunda parte: cómo la Caída ha afectado el trabajo. En eso consiste nuestras vidas actualmente, trabajar en un mundo caído. Luego, en las próximas tres semanas, veremos la tercera parte: la Redención.
Así que el tema de hoy es el problema con el trabajo.
Como discutimos la semana pasada, trabajar en un mundo caído no es fácil. En lugar de sentir la satisfacción de poner orden en medio del caos, sentimos la frustración de un lugar de trabajo caótico. En lugar de ver nuestro trabajo como un acto de adoración, sentimos la tentación de adorar nuestros trabajos. ¿Por qué nuestros trabajos de hoy no se ven como el cuadro de Génesis 1 y 2?
La respuesta corta es Génesis 3. Adán y Eva decidieron trabajar para sí, priorizaron lo que ellos pensaron era mejor por encima de lo que Dios pensaba que era mejor. En vez de representar a Dios al cultivar el mundo como él quería, usaron el mundo para sus propósitos.
El trabajo nunca ha sido el mismo desde entonces. El trabajo en este mundo puede ser fatigoso, doloroso y tedioso. También puede ser fútil: cortas el césped hoy y crece mañana. Trabajas duro para aprobar leyes este año, y el próximo año, vienen otros y deshacen lo que hiciste. El pecado hace mella en nuestro trabajo, y nuestro trabajo está limitado a lo que puede lograr, a cuánto tiempo puede durar, y a la satisfacción que podemos obtener de él. «Vanidad de vanidades» fue como Salomón lo describió.
Así que antes de avanzar en la clase, hablemos acerca de esto. ¿Cuáles son algunos de los problemas de trabajar en un mundo caído?
Quizá más que cualquier otra cosa, el problema de trabajar en un mundo caído es que es demasiado fácil para nosotros fracasar en cumplir los planes de Dios para nuestro trabajo. Así que esta mañana veremos dos categorías básicas de fracaso. Primero, podemos hacer de nuestro trabajo un ídolo. Y segundo, podemos estar inactivos en el trabajo. Los peligros del lugar de trabajo. Nuestro enfoque el día de hoy.
LA ÍDOLATRÍA
[Inserta una historia de cómo convertiste tu trabajo en un ídolo. Aquí hay un ejemplo de Sebastián, de cuando originalmente escribió esta clase]. Recuerdo la primera vez que me di cuenta de que el trabajo se había convertido en un ídolo para mí. El momento llegó justo después de un momento importante en mi trayectoria profesional. Un amigo y yo habíamos empezado una compañía, y durante los últimos años nos habíamos volcado con todo, corazón, cuerpo y alma, y la compañía iba bien. Tras cinco años en la empresa, por todo tipo de razones, decidimos que había llegado el momento de vender la empresa.
Todavía recuerdo el cierre. ¡Fue un gran día! También fue el comienzo de una nueva etapa en mi vida. Dios estaba a punto de enseñarme algo nuevo acerca de mí y acerca de la forma en que abordaba mi trabajo. Una vez que el polvo se había asentado con la venta, me enfrenté a una nueva realidad: tenía que encontrar algo más que hacer. Ansioso, optimista y emocionado de ver a dónde me llevaría Dios en mi vida profesional, comencé a buscar nuevas oportunidades.
¿Cómo pasó esto? ¿Por qué experimenté un cambio tan profundo de mis emociones y esperanzas? ¿Por qué mi fe fue sacudida tan profundamente? Mirando en retrospectiva, puedo ver por qué. Mis esperanzas no estaban arraigadas en Dios; habían estado arraigados en mis circunstancias, en mi éxito profesional y en mi capacidad de controlar el futuro. El trabajo se había convertido en un ídolo para mí. Mi sensación de bienestar, mi propia identidad como persona, estaba envuelta en mi éxito profesional. Una vez que se fue, quedé devastado. Mi dios había sido arrancado. Y caí duro.
¿QUÉ ES UN ÍDOLO?
¿Qué significa cuando decimos que una persona ha hecho de su trabajo un ídolo? ¿Quiere decir simplemente que él/ella trabaja demasiado? ¿Es idólatra disfrutar lo que hacemos, encontrar placer en nuestro trabajo? ¿Qué hay de disfrutar lo que hacemos mucho? ¿Está mal querer dejar nuestra huella en el mundo (como dijo Steve Jobs una vez)? Estas pueden ser todas motivaciones perfectamente buenas para nuestro trabajo, y ninguna de ellas está necesariamente errada. El problema comienza cuando nuestra búsqueda de disfrute o influencia o estatus en nuestro trabajo empieza a hacer de nuestro trabajo la fuente de máxima satisfacción o importancia para nosotros. Cuando eso ocurre, nuestro trabajo se ha convertido en nuestro dios.
La Biblia nos dice que nuestros corazones son desesperadamente propensos a adorar ídolos. Somos adoradores por nuestra naturaleza como seres humanos. Encontraremos algo ante lo cual inclinarnos, algo a lo cual entregar nuestras vidas y devoción. Adoraremos algo. Centraremos nuestras vidas alrededor de algo.
¡Nuestra compulsión de adorar no es algo malo! Dios nos creó para adorar. La adoración es algo muy bueno siempre y cuando el objeto de nuestra adoración sea digno de nuestra adoración. Entonces, ¿cuál es el objeto digno de recibir nuestra adoración? Solo Dios. Jesús una vez dijo: «Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás» (Lucas 4:8). Nuestra adoración debería estar reservada para Dios. Solo él debería dirigir nuestra máxima devoción, y solo alrededor de él deberíamos centrar y organizar nuestras vidas. Cuando ese lugar de orgullo se dirige a cualquier otra persona o cosa, hemos inclinado nuestras rodillas ante un ídolo.
En el Antiguo Testamento, los ídolos eran justo como los imaginarías, las pequeñas estatuas que Indiana Jones robó del Templo del Destino. En la actualidad, se han vuelto más sofisticados, pero nuestra tendencia de adorar otras cosas en lugar de Dios sigue siendo tan fuerte como siempre. Para muchos hoy día, su pasión es su trabajo y todas las cosas que éste puede proveerles: dinero, estatus, identidad, placer y propósito. Quizá no estemos dispuestos a admitirlo, pero adoramos nuestros trabajos.
Lucas 18:18-29 nos ayuda a comprender mejor lo que significa dejar que algo se convierta en un ídolo para nosotros. Un joven rico se acerca a Jesús para aprender lo que se necesita para heredar la vida eterna. Cuando Jesús le responde, ¡el hombre entusiasmado dice que eso es exactamente lo que él ha hecho toda su vida! Pero entonces Jesús investiga el área de su vida que el joven quiere conservar para sí. «Aún te falta una cosa», dice Jesús. «Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme». La Biblia dice que cuando el joven escuchó esto «se puso muy triste, porque era muy rico». De este modo, Jesús reveló el ídolo del hombre: su amor por el dinero y la seguridad y el estatus que le proporcionaba. Su ídolo le impidió seguir a Jesús.
¿Ves el punto de esta historia? Nos brinda una de las ilustraciones más claras y simples de la idolatría en toda la Biblia. Un ídolo es siempre algo que deseas más de lo que deseas a Jesús.
¿HACES DE TU TRABAJO UN ÍDOLO?
Es fácil hacer de tu trabajo un ídolo. Nuestra cultura nos impulsa a ser exitosos, pero el éxito se define típicamente de maneras específicas. Piensa en las conversaciones que tienes cuando conoces a alguien nuevo. Una de las primeras preguntas que probablemente haces es: «¿A qué te dedicas?». En este punto, la presión está en convencer a la otra persona de que lo que hacemos es importante y de que somos buenos en ello. Las señales sociales que nos rodean nos llevan a encontrar nuestra identidad en nuestros trabajos, en las cosas que hacemos.
Idolatrar tu trabajo, sin embargo, es más que solo una mala idea; es un peligro espiritual letal. Si tu búsqueda de gozo, satisfacción y significado se centra en «lo que haces» y en «lo que estás logrando», no encontrarás más que vacío al final de ese camino. La satisfacción profunda y duradera solo puede encontrarse cuando nuestra adoración está dirigida al único que la merece: Jesucristo.
¿Cuáles son algunas de las señales de advertencia de que esto está sucediendo? He aquí algunas de las maneras más comunes en que podemos idolatrar nuestros trabajos. Ve si alguna de ellas te describe.
(1) Tu trabajo es la fuente principal de tu satisfacción. Es fácil buscar satisfacción en tu trabajo, encontrar tu gran propósito en el desempeño laboral y el éxito en el lugar de trabajo. Para algunos, este tipo de idolatría toma la sutil forma de insistir en que harán solo lo que fueron «hecho para hacer» y se niegan a hacer, o a hacer bien, otra cosa que no sea lo que les apasiona. Para otros, esto puede tomar la forma de una frustración constante y persistente, una sensación de que su trabajo no es completamente satisfactorio. Para otros, es lo opuesto: una autosatisfacción profunda en lo que ya han logrado.
Pero el problema es que, ¡Dios no creó nuestros trabajos para hacer esto! Es como el niño que se enoja porque su bicicleta no puede volar. Bueno… ¡no se supone que haga eso! Lo mismo aplica para nuestros trabajos. Nuestros trabajos nunca fueron creados para llevar el peso de proporcionarnos satisfacción profunda y duradera. Y cuando intentamos hacer que lleven esa carga, terminamos decepcionados rápidamente.
(2) Tu trabajo consiste en hacerte un nombre. No hay nada inherentemente malo con trabajar duro y hacer bien tu trabajo. De hecho, ¡eso es algo que Dios nos demanda! El problema está en nuestro deseo de ser reconocidos por ser buenos en algo. Esto puede convertirse fácilmente en un ídolo. Queremos dar una buena impresión. Queremos que la gente nos vea y alabe por nuestras capacidades. A menudo, esto se revela como una mentalidad incorrectamente competitiva. No solo queremos un buen trabajo, queremos ser vistos como mejores que otros. Finalmente, lo que estamos buscando es la gloria.
(3) Tu trabajo consiste principalmente en hacer una diferencia en el mundo. Otra manera en la que nuestro trabajo se convierte en un ídolo es cuando pensamos que el propósito final de nuestro trabajo es brindar algún beneficio a las personas que nos rodean. Hay algo profundamente correcto acerca de un deseo por querer hacer una diferencia en el mundo en el que vivimos. Pero ese deseo también puede elevarse hasta convertirse en un ídolo si creemos que el valor de nuestro trabajo está determinado finalmente por su impacto en el mundo.
¿De qué manera? Bueno, nuestro trabajo nos llena de orgullo, tomamos el crédito de las cosas que nuestro trabajo logra en lugar de reconocer estos logros como regalos de Dios. Hacer una diferencia o trabajar para «cambiar el mundo» puede llevarnos a olvidar otras responsabilidades que Dios nos ha dado. Justificamos nuestra negligencia porque estamos haciendo algo bueno: servir a los demás. Entonces, si nuestros esfuerzos no producen los resultados que queremos ver, nos desanimamos y nos enojamos; nos frustramos y pensamos que nuestro trabajo fue simplemente una pérdida de tiempo.
ENTONCES, ¿CUÁL ES LA SOLUCIÓN PARA LA IDOLATRÍA DEL TRABAJO?
La verdad fundamental de todo esto es que no vale la pena vivir para este mundo. Oh, ¡el mundo afirma que sí! Y hace toda clase de promesas acerca de lo bueno que puede darnos si tan solo desgastamos nuestras vidas a su servicio. Pero Dios es el único por quien verdaderamente vale la pena vivir. Solo él puede brindar satisfacción real y duradera.
¿Y qué me dices de ti? ¿De qué manera has estado buscando demasiado gozo, felicidad, satisfacción o propósito en tu trabajo? ¿Te has encontrado anhelando el bien que tu trabajo promete más de lo que has deseado a Jesús? ¿Has hecho de tu trabajo un ídolo? Si es así, la solución es sencilla, aunque difícil: ¡Necesitas arrepentirte! ¡Tienes que apartarte de ese pensamiento trivial y erróneo, reconocer tu idolatría del trabajo por lo que es, y reenfocar tu mente en el trabajo como un acto de adoración a Dios. Cuando hagas eso, encontrarás con gran alegría que los objetivos dejan de moverse. Porque estás cimentando tu vida, gozo y satisfacción en Dios, no hay un «¿Qué sigue?». Pasaremos las próximas tres semanas estudiando en qué consiste el arrepentimiento. De modo que no pretendo darte alguna solución ahora. Pero así es cómo aprovecharás al máximo las próximas tres semanas. Aparta algo de tiempo esta semana para reflexionar en lo que acabo de decir e identifica 2 o 3 maneras en que tu trabajo se ha convertido en un ídolo para ti. De ese modo, podrás recordarlo en las siguientes semanas.
LA INACTIVIDAD
[De nuevo: no uses esta historia, inserta la tuya acerca de estar inactivo en el trabajo]. Empecé mi primer negocio en la secundaria. Un amigo de la familia me preguntó un día si estaba interesado en que me pagaran por sellar su cubierta. Fui a la ferretería y recibí lecciones sobre cómo usar todas las herramientas necesarias para hacer el trabajo: lavadoras, manchas, sellos, técnicas, todo lo necesario. Hice el trabajo para él, y mientras trabajaba, la inspiración me impactó. En lugar de simplemente disfrutar del botín del trabajo de una tarde, decidí imprimir volantes y llenar el vecindario con ellos. «¡Sellado profesional de cubiertas!» En un día, había conseguido dos trabajos más. Mi inicio incipiente estaba despegando del suelo.
Mi objetivo principal en este negocio no era brindar un servicio superior, ni siquiera embellecer el vecindario, y mucho menos glorificar a Dios a través de un trabajo bien hecho. Mi objetivo era sellar tantas cubiertas como fuera posible, en el menor tiempo posible, con la mayor cantidad de dinero posible y con el menor esfuerzo posible. El final de esta historia no es bueno. Mi enfoque maníaco en la velocidad, el costo y la facilidad produjo un trabajo bastante mal hecho. No pensaba que era necesario mover plantas en macetas, por ejemplo, antes de sellar las cubiertas. Así que algunos de mis clientes descubrieron círculos sin sellar en sus cubiertas cuando movieron sus macetas en otoño. Elegí no proteger los lados de las casas tampoco, por lo que terminé dejando una brillante veta en la base del ladrillo. Para mi vergüenza, más de un cliente tuvo que pedirme que rehiciera el trabajo, ¡y advertirme que limpiara mi desorden cuando terminara!
Por supuesto, en el nivel más básico, esto no era más que una mala práctica comercial. Como estaba haciendo un trabajo tan terrible, mi negocio iba a sufrir inevitablemente. Sin embargo, por desaconsejable que pueda ser el desorden en el trabajo desde una perspectiva puramente empresarial, el tema más importante era mi corazón. Creía que el trabajo mediocre estaba bien. La calidad de mi trabajo realmente no significaba nada para mí. Era simplemente un medio para un fin, una forma de obtener dinero y cubrir mis propias necesidades y deseos egoístas.
La semana pasada, vimos que Dios creó el trabajo como un acto de adoración hacia él. Tu trabajo importa principalmente porque lo que haces dice algo acerca de Dios. Cuando eres creativo, reflejas su creatividad. Cuando eres honesto, demuestras que confías en su mandato de hablar con la verdad. Cuando trabajas duro incluso cuando nadie lo nota, demuestras el trabajo de la santificación que él ha hecho en tu vida. De todas estas maneras, tu trabajo es un acto de adoración.
El trabajo como un ídolo destruye esto al adorar lo equivocado. Lo investimos con la importancia incorrecta. Pero hay otro peligro en el cual podemos caer: podemos llegar a estar inactivos en el trabajo. En otras palabras, no le damos ninguna importancia. Pero como lo sugiere la definición de inactividad, estar inactivos puede ser mucho más sutil que simplemente no hacer nada. Así que, ¿qué es exactamente la inactividad?
¿QUÉ DICE LA BIBLIA ACERCA DELA INACTIVIDAD?
Al escribir a los creyentes en Tesalónica, Pablo enseña clara e inequívocamente que la forma más dramática de inactividad nunca debería caracterizar a los cristianos. «Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma» (2 Tesalonicenses 3:10). Esa es una verdad estimulante y un buen recordatorio para todos nosotros.
Pero la Biblia nos advierte contra más que simplemente «no hacer nada». Solo porque estés ocupado no significa que no haya problemas. Mira Colosenses 3:22-24:
«Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís».
¿Ves lo que Pablo está diciendo aquí? Él comienza con una advertencia acerca de no hacer nada. Incluso si eres un siervo, obedece a tu amo en todo. Solo hazlo, les dice. Pero va un paso más allá. No basta con «solo hacerlo». Trabaja y sirve «con corazón sincero, temiendo a Dios». Haz tu trabajo de todo corazón, «como para el Señor y no para los hombres».
Pablo está haciendo un completo ataque frontal contra una mentalidad de inactividad en nuestro trabajo. Ya que, ¿para quién estamos trabajamos realmente? Estamos trabajando para Jesús. Sin importar cuán ocupado tu jefe terrenal piense que estés, si no estás trabajando para el Señor, estás siendo inactivo desde la perspectiva de Dios.
¿ERES INACTIVO EN TU TRABAJO?
¿Cómo sabes cuando te has permitido volverte inactivo en tu trabajo? Estas son algunas de las maneras más comunes en que las personas dejan que el pensamiento de la inactividad entre en sus trabajos. Ve si alguna de ellas te describe.
(1) Tu trabajo es simplemente un medio para un fin, un lugar para servir tus propias necesidades. Algunas veces esta clase de pensamiento puede ser deliberado y obvio. Trabajo, dicen algunas personas, para poder disfrutar. Estoy en esto por el dinero y las cosas que el dinero puede comprar. Alguien que piensa así no se preocupa mucho por su trabajo. Solo le interesan las otras cosas que su trabajo puede brindarle.
¿Qué hay de malo con esta clase de pensamiento? Ignora el hecho de que Dios tiene propósitos para nosotros en el trabajo. Nuestros trabajos son más que simples medios para un fin. Sin embargo, aunque sea de poca importancia, aunque no coincida con nuestros intereses, nuestros trabajos son una de las formas clave en que Dios se glorifica y nos permite madurar como cristianos. Dios tiene un propósito para tu trabajo.
(2) Tu trabajo te frustra totalmente. El trabajo siempre conllevará cierto nivel de frustración; así es la vida en un mundo caído. No obstante, algunas veces nos extralimitamos con nuestras frustraciones y perdemos de vista los objetivos de Dios para nosotros en nuestros trabajos. Por el contrario, la inevitable frustración que sentimos con el trabajo en un mundo caído debería dirigir nuestra mirada a Dios. Debería recordarnos que él es soberano y no nuestros trabajos, para que nuestros trabajos puedan ser actos de adoración a él.
(3) Tu trabajo está separado de tu discipulado cristiano. Más que unos pocos cristianos piensan en sus trabajos como algo que hacen de 8 de la mañana a 5 de la tarde, de lunes a domingo, para poder hacer el verdadero trabajo de ser cristianos en las noches o en los fines de semanas. Una especie de versión «cristianizada» del problema #1. Si esto te describe, lee Colosenses 3 de nuevo. Nuestro trabajo no es algo que hacemos además de seguir a Cristo. No, es en sí mismo una expresión de nuestra fe cristiana. Cuando estás escribiendo una nota para tu jefe, estás adorando a Dios y siguiendo a Jesús.
¿POR QUÉ LA INACTIVIDAD NO ES UNA OPCIÓN?
Sin embargo, cometemos el mismo error cuando pensamos en nuestros trabajos como simplemente medios para un fin. Cuando ignoramos los propósitos de Dios en nuestro trabajo y pensamos en él solo como una «ocupación». Estamos haciendo el equivalente de un conjunto rápido de cinco flexiones en nuestro brazo izquierdo para poder realizar la tarea realmente importante de ejercitar nuestro brazo derecho. Terminamos con un terrible desequilibrio en nuestra vida espiritual, un discipulado sólido con nuestra familia e iglesia, pero un discipulado débil y demacrado en nuestra vida laboral.
Creer que a Dios no le interesan nuestros trabajos puede conducirnos a la desobediencia y al pecado. Los cristianos se encuentran haciendo cosas en el trabajo que no harían en ningún otro lado: tratar a las personas con desprecio, perder el temperamento, robar tiempo o suministros, tomar atajos o manipular lo que está bien y lo que está mal. Cuando decidimos que a Dios no le importan nuestros trabajos, tenemos menos cuidado de mantener a Dios en el centro de nuestras mentes cuando estamos lidiando con otros. Nos encontramos, sin ni siquiera darnos cuenta, haciendo nuestro trabajo sin pensar en Jesús en absoluto.
«¿De qué manera cambiaría tu trabajo si comienzas a pensar en él como un escenario para la gloria de Dios y tu propio crecimiento y discipulado?». Lo cambia todo. Tu interacción con los clientes, jefes y empleados se convierten en oportunidades para mostrarles el amor y la bondad de Dios. Cada situación que normalmente te lleva a irritarte o frustrarte —plazos incumplidos, tensión en las relaciones con los compañeros de trabajo—, se convierte ahora en una oportunidad para hacer una pausa, orar y pensar: «De acuerdo, Dios ha traído esta situación a mi vida. ¿Qué quiere enseñarme con esto? ¿Cómo fortalecerá esto mi fe y lo glorificará a él?». Hacer estas preguntas, y luego actuar a la luz de ellas, es precisamente lo que significa luchar contra la inactividad en el trabajo y servir «de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres» (Efesios 6:7).
¿CUÁL ES LA SOLUCIÓN PARA LA INACTIVIDAD EN EL TRABAJO?
Esta es la verdad fundamental: A Dios le importan nuestros trabajos. Él nos creó para trabajar, y aunque la frustración en el trabajo es un fruto inescapable del pecado, Dios todavía usa nuestros trabajos para glorificarse y mostrar su bondad en y a través de nuestras vidas. Entonces, ¿cuál es la solución para la inactividad? Arrepiéntete. Deja a un lado esa errada manera de pensar y reconoce que la inactividad en el trabajo es pecado, y comprométete con los propósitos de Dios para tu trabajo. Pasaremos las próximas tres semanas estudiando esto más detalladamente.
Conclusión
¿Con cuál de estas mentalidades luchas?
Siendo sincero, lucho con ambas. En ocasiones, caigo en el peligro de la idolatría del trabajo: a veces amo mi trabajo más de lo que amo a Jesús. Quiero ser exitoso en él más de lo que quiero ser fiel al llamado de Dios para mi vida.
Otras veces mi problema es la inactividad. Tengo un espíritu de queja que lucha contra un corazón contento y agradecido.
Y honestamente, a veces varío de una a otra. Trabajo demasiado, y cuando fallo, corro al otro extremo para sentirme mejor, actuando enojado como si todo hubiese sido una pérdida de tiempo en primer lugar, como si yo fuese demasiado bueno para mi trabajo.
Oremos para que mientras el evangelio ataque ambos peligros, podamos ver que nuestros motivos equivocados son reemplazados por los que son buenos y correctos.
¡Bienvenido! Oremos antes de iniciar.
La semana pasado estudiamos los peligros del trabajo en un mundo caído: Por un lado, la inactividad cuando perdemos de vista los propósitos de Dios para nuestro trabajo, y por el otro, hacer del trabajo un ídolo. Ahora bien, estamos listos para las buenas noticias: cómo la redención de Dios de su pueblo cambia nuestro trabajo. Al igual que en las dos últimas clases, vamos a reducir nuestro enfoque del trabajo en el lugar de trabajo, —el trabajo por dinero—, aunque estas verdades aplican para el trabajo en todas las áreas de nuestras vidas: como miembros de una familia, vecinos, ciudadanos, miembros de una iglesia, entre otros.
La verdad clave que veremos hoy es que la obra de Jesús, su obra de redención, cambia nuestro trabajo.
Así que empecemos hablando acerca de cómo esto es verdad. ¿Cuáles son algunos ejemplos de cómo el ser cristiano ha cambiado lo que haces en tu trabajo?
La inactividad y la idolatría son distorsiones del trabajo como un acto de adoración.
Comencemos esta mañana con la clase de la última semana y recordemos algunas de las cosas buenas que conversamos. Los peligros de estar inactivos y convertir el trabajo en un ídolo son distorsiones del trabajo como un acto adoración. Estamos inactivos porque hemos perdido de vista el trabajo como adoración. Idolatramos nuestros trabajos porque los adoramos. Veamos más de cerca ambas distorsiones para abrirnos paso al tema principal del día de hoy: la obra de Jesús cambia nuestro trabajo.
La distorsión católica
El peligro de la inactividad en el trabajo ha sido llamado la «distorsión católica» porque encontró su máxima expresión en la Iglesia católica romana. El trabajo se separó completamente de la adoración. Eusebio, obispo de Cesarea, escribió que existen dos estilos de vida en la iglesia: la vida perfecta y la vida permitida. La vida perfecta era espiritual y estaba reservada para los sacerdotes, los frailes y las monjas. La vida permitida era secular y estaba reservada para las criadas, los soldados y los reyes. En otras palabras, no es necesariamente pecaminoso tener una carrera secular como la carpintería o la abogacía.
Parte de la Reforma Protestante, entonces, fue recuperar la idea bíblica de que nuestro trabajo puede ser un acto de adoración. Esta fue la experiencia de William Wilberforce, quien fue casi responsable como miembro del Parlamento de la abolición del comercio de esclavos. Inmediatamente luego de su conversión muchos años antes, su primer pensamiento había sido retirarse de la política por el ministerio. Seguramente eso era más importante que el llamado trabajo secular. Afortunadamente, John Newton, el célebre compositor de «Sublime Gracia», persuadió a Wilberforce de lo contrario. En 1788, Wilberforce escribió en su diario: «Mi camino es uno público. Mi carrera está en el mundo; y debo mezclarme en las asambleas de los hombres, o renunciar al puesto que la Providencia parece haberme asignado». Si Wilberforce hubiese abandonado la política por el pulpito, hubiese renunciado al «puesto» que Dios le había asignado para la abolición de un gran mal.
Nuestras vidas no se dividen entre lo espiritual y lo secular; en cambio, todo lo que hacemos tiene un significado espiritual. William Tyndale escribió: «Si nuestro deseo es complacer a Dios, verter agua, lavar trastes, pulir zapatos, y predicar la Palabra, es todo uno»[1]. Y Lutero, en su típico estilo terrenal escribió: «Dios y los ángeles sonríen cuando un hombre cambia un pañal»[2].
Recuerda, el peligro de estar inactivos no consiste tanto en la falta de actividad como en la falta de actividad que le importa a Dios. Para evitar el peligro de la inactividad, debemos ver nuestro trabajo como una oportunidad para adorar.
La distorsión protestante
Pero el restablecimiento del trabajo por parte de la Reforma como un acto de adoración eventualmente se convirtió en otra distorsión. Los historiadores lo han llamado la «distorsión protestante» porque surgió en culturas de forma protestantes. «Mientras que la distorsión católica es una forma espiritual de dualismo, que eleva lo espiritual a expensas de lo secular, la distorsión protestante es una forma secular de dualismo, que eleva lo secular a expensas de lo espiritual»[3]. Los primeros reformadores no cometieron este error, pero en las generaciones posteriores, la celebración de la espiritualidad de nuestro trabajo se desequilibró. Os Guinness lo expresa bien cuando escribe: «Eventualmente, llegó el día en que la fe y el llamado se separaron por completo. La demanda original de que cada cristiano debía tener un llamado se redujo a la demanda de que cada ciudadano debía tener un trabajo»[4]. Y entonces el trabajo se volvió sagrado. El presidente Calvin Coolidge declaró una vez: «El hombre que construye una fábrica construye un templo. El hombre que trabaja allí, adora allí».
Este es el peligro de hacer del trabajo un ídolo. Se convierte en un acto de adoración a nosotros en lugar de a Dios. El caer en esa trampa, lo relacionamos con el escritor de Eclesiastés, cuando dice en el capítulo 2: «¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También esto es vanidad y mal grande». Cuando divorciamos el trabajo de la adoración, cualquier sentido que podamos darle a nuestro trabajo es falso y seguramente decepcionante.
Nuestro llamado como cristianos
El principal punto aquí es que necesitamos mantener el trabajo conectado a la adoración, y la adoración conectada a Dios. Para entender mejor esto, permíteme presentarte la terminología del llamado. A menudo hablamos de un «llamado» particular en la vida, ¿qué significa eso? Vocación significa, u originalmente significaba lo mismo. Es simplemente una transliteración de la traducción del latín para «llamar». Nuestro llamado, nuestra vocación es lo que Dios nos ha llamado a hacer.
El llamado principal
Pero, ¿qué es eso? Bueno, comencemos con nuestro llamado principal. Cuando Dios nos llama en la Escritura, normalmente nos llama para salvación. Como en Romanos 8:30: «Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó». Os Guiness tiene una gran definición funcional para nuestro llamado principal: «Nuestro llamado principal como seguidores de Cristo es por él, de él y para él». Somos llamados por Cristo, 2 Tesalonicenses 2:14: «a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo». De Cristo, Romanos 1:6: «entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo». Para Cristo, Efesios 2: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas».
Entonces, ¿a qué te está llamando Dios? Principalmente, te llama para que acudas a él. Para ser salvo del pecado y para que puedas dar testimonio de su gloria. Si vamos a evitar los peligros de la inactividad y de la idolatría, debemos recordar que nuestro llamado principal es para con Dios. «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33).
Los llamados secundarios
Ahora bien, como aquellos que han sido llamados por Dios, ¿qué debemos hacer? Servirle en cada área de la vida. Esos son nuestros llamados secundarios. Podemos ver eso en el versículo de Efesios 2 que acabo de citar. Somos llamados por Dios para salvación: para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Dios no nos llama para salvación simplemente porque siente lástima por nosotros. Nos llama para salvación para que podamos tomar parte en su gran plan para demostrar su magnificencia a toda la creación, así que cuando él nos llama para salvación, nos llama para estos llamados secundarios. Como los llamados secundarios de un asalariado, de un estudiante, o de una madre a tiempo completo, o de un desempleado, o de un jubilado.
La verdad fundamental que debemos entender aquí es que nuestros llamados secundarios existen para apoyar nuestro llamado principal. «Y todo lo que hagáis», dice Pablo (Colosenses 3:22-24), «hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres… porque a Cristo el Señor servís».
La distorsión católica, la inactividad, llega cuando olvidamos el hecho de que nuestros llamados secundarios pueden apoyar nuestro llamado principal. Y la distorsión protestante, la idolatría, llega cuando nuestros llamados secundarios se vuelven fines en sí mismos.
La obra de Jesús lo cambia todo
Me doy cuenta de que hasta ahora, todo esto parece bastante teórico. Así que para hacerlo más práctico, examinemos tu trabajo a la luz de la obra de Jesús. ¿Cuál es la obra de Jesús? Su obra de redención. La Biblia nos enseña que todos somos pecadores con una enorme deuda para con Dios a causa de nuestro pecado. Sin embargo, en lugar de pagar esa deuda, ¡seguimos trabajando horas extras contra él! La buena noticia es que Jesús asumió la deuda que jamás podríamos pagar. Él vivió la vida que nosotros fracasamos en vivir y murió la muerte que nosotros merecíamos morir. Y luego resucitó de los muertos, victorioso sobre la muerte y el pecado.
Esa obra que él hizo lo cambia todo acerca de nuestros llamados en la vida. ¿De qué manera exactamente? Veamos algunas cosas importantes.
Trabajamos para un nuevo jefe
Y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia ( Romanos 6:18). Aunque una vez estuvimos en busca de las pasiones de la carne y la alabanza del hombre, ahora buscamos a Cristo. Es por ello que Pablo puede decir en ese pasaje de Colosenses 3: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres… porque a Cristo el Señor servís».
¿Te das cuenta de lo sorprendente que es eso? Cuando estás cambiando un pañal, ¿a quién estás sirviendo? A Jesús. Cuando estás escribiendo un memorándum, ¿a quién estás sirviendo? A Jesús. Cuando tu jefe terrenal no aprecia tu trabajo, o pierdes un ascenso porque insististe en ser honesto, ¿le fallaste a tu verdadero jefe? ¿Eres menospreciado por tu verdadero jefe? Nuestros llamados secundarios respaldan nuestro llamado principal. Así que en todo lo que hacemos, estamos trabajando para Jesús.
Tenemos una nueva asignación
Ahora, cuando trabajamos para Jesús, ¿cuál es su objetivo para nosotros? 1 Corintios 10:31: «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios». Objetivo #1: Mostrar lo increíble que él es. Ahora bien, las circunstancias de ese llamado pueden variar. Pero sea que estés volando una nave o jugando a los peluches con tu hija, o enseñando una clase en la iglesia, tu gran asignación es siempre la misma: mostrar la gloria de Dios. Pensando más austeramente acerca del lugar de trabajo, no importa lo que hagas para ganarte la vida, trabajas por algo distinto a los inconversos que te rodean. Sí, el dinero es importante. Sí, un logro en tu carrera puede ser bueno. Sí, quieres ayudar a tu jefe y hacer un buen trabajo. Pero finalmente, estás en tu trabajo para que puedas glorificar a Dios. Esta es tu nueva asignación.
Hay un hecho fundamental que puede enfocar todo esto. Dios no necesita que hagas lo que haces. Sea lo que nosotros hagamos, él puede hacerlo mejor. Si finalmente lo que le importara fuese el informe legal que escribiste la semana pasada, lo habría escrito él mismo. Si en última instancia se tratara de que tu compañero de trabajo se convierta al cristianismo, él mismo habría compartido el evangelio. Si al final se tratara de que esta clase se enseñe bien, lo estaría haciendo él mismo. A veces confundimos la idea de «trabajar para Jesús» con la idea de que alguien de alguna manera necesita nuestro trabajo. ¡Pero eso no es verdad! Salmo 50:12: «Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y su plenitud». No importa lo que hagas, él puede hacerlo mejor.
Si él puede hacerlo mejor por sí mismo, ¿por qué Dios nos da estos llamados secundarios? Porque, y esto es importante, el objetivo final de Dios no es nuestra productividad, sino nuestra adoración. No es hacer las cosas, sino demostrar quién es él. Nuestros llamados secundarios tienen sentido cuando entendemos que existen primordialmente para apoyar nuestro llamado principal: glorificar a Dios.
Por esa razón, la idea del trabajo como un acto de adoración es tan importante. La adoración es la respuesta de la criatura moral al creador. Como evangélicos del siglo XXI, nos equivocamos porque pensamos que la adoración no es más que cantar en la iglesia. Por lo que el trabajo como un acto de adoración suena extraño, como si tomáramos descansos de hacer productos para cantar canciones de alabanza en el piso de la fábrica. Pero una vez que obtienes una visión bíblica de la adoración, como respuesta de toda la vida a quién es Dios, el trabajo como un acto de adoración cobra sentido. Tu trabajo puede glorificar a Dios. Tomemos ese ejemplo bastante básico de Colosenses 3, debes trabajar duro porque estás trabajando para Jesús. ¿Cómo es eso un acto de adoración? Bueno, trabajar duro para Jesús demuestra que él es digno de ese arduo trabajo. Por encima de eso, la única razón por la que quieres trabajar duro para él es por el nuevo corazón que has recibido en Cristo. Así, tu deseo por trabajar duro demuestra la obra que Dios ha hecho en ti. Y además, eres conocido como cristiano, ¿cierto? De una pequeña manera, la reputación de Cristo depende de tu reputación. Cuando eres reconocido como un trabajador esforzado, mejoras su reputación. O, citando las palabras de Pablo a los siervos en Tito 2, «[adornas] la doctrina de Dios nuestro Salvador».
Por tanto, tenemos un nuevo jefe. Y una nueva asignación: adorarle en nuestro trabajo. Pero también:
Tenemos corazones nuevos
Probablemente no hay nada más desalentador en el lugar de trabajo que recibir una asignación sin los recursos necesarios para realizarla. Pero Jesús no solamente nos da una nueva asignación; nos da corazones nuevos para llevarla a cabo.
Esta es una de las muchas maneras en que Jesús no es como ningún jefe que hayas tenido. El profeta Ezequiel predijo esto: «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne» (Ez. 36:26). Ese corazón de carne es un corazón que ama a Dios, y porque ama a Dios, ama a otros también.
Jesús no nos prepara para el fracaso. En cambio, nos da la gracia para amar a Dios y amar a los demás. Y esto produce gran confianza en el lugar de trabajo. No la confianza que proviene de la autoestima. Sino la confianza que proviene de confiar en Jesús. Él no permitirá que fracases en la asignación que te ha dado. Quizá tu cuadro nunca sea colgado en un museo. Quizá la ley que ayudaste a escribir puede hacer exactamente lo contrario de lo que pretendías. Pero los planes de Jesús para tu trabajo tendrán un resultado absolutamente perfecto. El retrato que está pintando de su gloria a través de tu vida saldrá exactamente como él lo planeó.
Tenemos recompensas nuevas
¿Para que trabajas? ¿Para obtener dinero, poder, fama y comodidad? ¿Para construir una escuela con tu nombre? ¿Para comprar una casa en la playa? ¿Para ayudar a mucha gente? ¿Para usar tus talentos? Las recompensas que Jesús provee son mucho más grandes de lo que el mundo ofrece. ¡Y duran para siempre!
Considera lo que dice Pablo a los siervos en Colosenses 3. ¿Por qué les dice que trabajen con un corazón sincero, como para el Señor y no para los hombres? ¡Porque ellos saben que «del Señor recibirán la recompensa de la herencia»! Si eso es verdad (¡y lo es!), entonces ninguna casa en la playa puede competir con esta recompensa. No hay mejor recompensa en el universo que la que Jesús da a quienes trabajan para él.
Una vez que aceptas esta verdad y la crees, comienza a cambiar la manera en que abordas tu trabajo. Ya no esperas que tu trabajo te brinde recompensas definitivas porque sabes que las mejores recompensas que puedas llegar a tener están aseguradas para ti en Cristo. Ya no ves el trabajo como un ídolo, en cambio, lo conviertes en un escenario para amar a Dios y amar a los demás. Estás libre de la trampa de la inactividad, de sentirte frustrado y amargado en la monotonía que trae tu trabajo. Tu felicidad está asegurada en otra parte; No necesitas que tu trabajo te haga feliz.
Saber que trabajas para el Rey Jesús y no para los hombres cambia la manera en que abordas tu trabajo. Tienes un nuevo jefe, una nueva asignación, corazones nuevos y recompensas nuevas, todo gracias a Jesús. Eso no es solo una serie de puntos clave para recordar aquí y allá. Es una nueva forma de pensar.
Y esta nueva forma de pensar conduce a nueva libertad encontrada en el lugar de trabajo. Pero antes de que lleguemos allí, hagamos una pausa para ver si hay alguna pregunta.
La libertad de trabajar para Jesús
Permíteme enlistar cuatro libertades que esta perspectiva eterna acerca del trabajo puede darnos.
(1) Libertad para confiar
El lugar de trabajo es un lugar de preocupación. Pero como alguien que trabaja para Jesús, tienes la libertad para confiar en Dios en lugar de ceder ante la preocupación. Ahora, por supuesto, no confiamos a Jesús nuestro futuro simplemente porque él es un agente de carreras muy inteligente; le confiamos nuestro futuro porque él ya lo ha asegurado.
Piensa en una preocupación que has tenido en el trabajo recientemente. Lo digo en serio, piensa en una. Si eres como yo, tienes muchas para escoger. Ahora, considera qué pasaría si ese miedo se volviera realidad. ¿Está empezando a incrementar tu presión arterial? Pero entonces considera algunas verdades importantes de la Escritura:
A veces sentimos la tentación de combatir la preocupación en el lugar de trabajo pretendiendo que nuestro trabajo no importa. «Bueno, si esta venta se cae no es el fin del mundo». Y en cierto sentido, eso está bien, si lo que estamos haciendo es protegernos de la idolatría. Pero hay una mejor manera. Tu trabajo sí importa, pero por razones distintas a las que el idolatra del trabajo piensa. Le importa a Dios por lo que dice al mundo, y a ti acerca de él. Y eso no depende en absoluto de que hagas esa venta. Dios va a cumplir sus propósitos, independientemente de tu resultado. Así que cuando te sientas ansioso o preocupado por el futuro, da un paseo, o toma una taza de café y siéntate por un momento. Dios está en control, ¡y lo que él hace es siempre mejor! Deja que Jesús sea el ancla de tu confianza.
(2) Libertad para descansar
Proverbios 23:4 nos dice: «No te afanes por hacerte rico; sé prudente y desiste». El descanso es algo bueno que Dios ha incorporado en nuestras vidas. Es un regalo que nos recuerda que dependemos de Dios y nos permite disfrutar los frutos de nuestros trabajos. Dios conoce tus límites. ¡Él los diseñó! Por tanto, tu necesidad de descansar es buena.
Como dijo Charles De Gaulle: «Los cementerios están llenos de hombres indispensables». ¿Realmente crees que este mundo colapsará si dejas de trabajar? Asume eso con tu verdadero jefe, Jesús, quien te creó con la necesidad de descansar, una necesidad diseñada precisamente para que puedas comprender, cada noche que te acuestas en la cama, que no todo depende de ti. Depende de él.
Si realmente entendiésemos que nuestra asignación consiste principalmente en mostrar quién es Dios en nuestro trabajo, en lugar de lograr cosas específicas con nuestro trabajo, ¿qué cambiaría? ¿Seguiríamos trabajando largas horas sin descanso? ¿Maldeciríamos nuestra necesidad de dormir cada noche? ¿Trabajaríamos los domingos por la tarde y la noche? Probablemente no.
(3) Libertad para servir
¿Tienes idea de lo raro que es encontrar a una persona verdaderamente altruista en el lugar de trabajo? ¿Alguien que solo quiera hacer el bien a otros? ¡Tú puedes ser esa persona! ¿Por qué? Porque todo lo que necesitas se encuentra en Cristo, y porque todo lo que él necesita que hagas lo logrará a través de ti. Tu necesidad de aprecio, tu búsqueda de identidad, tu deseo de seguridad, Jesús te ha prometido todas esas cosas en él.
Por tanto, sé un siervo en el trabajo. Haz tiempo en tu agenda de trabajo para ayudar a un compañero o a algún cliente. Pregúntale a un colega si hay algo que puedas hacer por él. Cómprale una taza de café. Escucha cómo comparte un problema personal o quédate hasta tarde para ayudarle a terminar un proyecto. Eres libre para servir porque Jesús te ha dado todo lo que necesitas en él.
(4) Libertad para procurar la excelencia
¿Cuántos de nosotros nos propusimos procurar la mediocridad? ¿Cuántos niños quieren ser bomberos mediocres? ¿Cuántos estudiantes universitarios quieren ser ingenieros mediocres? Sin embargo, este mundo está lleno de trabajadores mediocres. ¿Por qué? Porque hay restricciones que nos impiden alcanzar la excelencia. No solo alcanzar la excelencia, sino incluso procurar la excelencia.
Eso es debido a que la excelencia no puede ser motivada de manera externa, como el atractivo del dinero o la amenaza de ser despedido. Viene de nuestro interior, y no podemos simplemente evocar estas motivaciones.
Aquí es donde el evangelio nos libera para procurar la excelencia.
Piensa en todas las cosas que deben alinearse para que un trabajador típico sea motivado hacia la excelencia. La tarea tiene que parecer posible. Debería alinearse con tus habilidades. Tienes que creer en la causa, entre otras.
Pero en el evangelio, ¡tenemos todo lo que necesitamos para ser motivados! La razón es que Dios sea glorificado. El soberano Dios del universo ha diseñado la tarea, y nos ha dado corazones nuevos para lograrla. Y por el amor de Dios, si necesitas café, él se asegurará de que también tengas eso. Así que incluso si el trabajo parece desalentador desde una perspectiva mundana, la asignación que has recibido de parte de Dios es completamente alcanzable: adorarlo través de tu trabajo trabajando para el Señor. Eso es altamente motivador.
Proverbios 22:29 nos dice: «¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no estará delante de los de baja condición». El trabajo bien hecho conduce al verdadero servicio. Bien, ¿para quién trabajamos? Al igual que Daniel, Nehemías y Mardoqueo, también estamos trabajando para un rey, en realidad, ¡lo hacemos para el Rey de Reyes! Cuánto más debería nuestra actitud, energía y esfuerzo traducirse en servicio hacia a él.
En Cristo, eres libre para procurar la excelencia.
Conclusión
Finalmente, para concluir, hablemos acerca del gozo. Dije en la primera semana que el trabajo en un mundo caído es fatigoso, fútil y obligatorio. No obstante, como pueblo redimido que trabaja para su Redentor, podemos tener verdadero gozo en nuestros trabajos. ¿Por qué? Porque aunque los frutos terrenales de nuestro trabajo desaparezcan, nuestro trabajo está logrando algo que es eterno, que nunca se desvanecerá: mostrar la gloria de nuestro Señor. Incluso si nadie nota que estás trabajando arduamente, tu trabajo tiene un significado eterno porque es para él. Como escribe el salmista: «Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad» (Sal. 84:10).
El verdadero gozo en tu trabajo surgirá de tu gozo en Jesús. Crece en el conocimiento y amor por el evangelio, y tu gozo crecerá. Y ese gozo brillará por medio de cualquier llamado que el Señor te dé.
[1] Guinness (parafraseando a Tyndale).
[2]Id. (parafraseando a Lutero).
[3] Guinness.
[4]Id.
Introducción
¡Bienvenido! Quiero hablarte de cuatro cristianos al comenzar la clase de hoy.
Sam está estresado en el trabajo. Está a cargo de preparar la oferta para renovar el contracto de su compañía, y las cosas no están saliendo bien. 30 empleos están en riesgo si no lo hace bien. Y por encima de las cosas temporales, está estresado por las cosas espirituales. ¿Está invirtiendo tanto tiempo en el contrato que se está perdiendo de oportunidades para compartir el evangelio? ¿De qué le sirve a un hombre ganar un contrato gubernamental si perdiere su alma?
Willa se pregunta si está desperdiciando su vida. Ella y su esposo decidieron hace cinco años que renunciaría a su trabajo para estar en casa a tiempo completo con sus hijos. Sus amigas amas de casa siguen asegurándole que lo que está haciendo es realmente valioso, incluso si el mundo no está de acuerdo. Pero ninguna de ellas tenía el trabajo que ella tenía. ¿Realmente es más valioso limpiar narices que negociar la paz en zonas de guerra?
Felicia está profundamente metida en los males del fracaso. Pasó los primeros 30 años de su carrera levantando una compañía que acaba de desaparecer. Sus empleados, sus ahorros, su entusiasmo y su optimismo se han ido. ¿De qué sirvió todo?
Y Sean se está gloriando del éxito. A diferencia de la compañía de Felicia, su negocio va viento en popa, y después de años de arduo trabajo, casi no tiene que mover un dedo para seguir produciendo dinero. Un trabajo de 4 horas a la semana. ¿Qué hay de 40 minutos a la semana? De esto consiste la vida, ¿no es así?
Entonces, ¿qué dice la Biblia al estresado Sam, la dudosa Willa, la fracasada Felicia y el exitoso Sean?
Como puedes adivinar del título de nuestra clase, la razón por la que escogí estos cuatro ejemplos es que todos estos cristianos necesitan un objetivo más bíblico para su trabajo. Es decir, en lugar de medir el éxito en base a la productividad, el valor o los resultados, deberían trabajar con el objetivo de ser considerados como fieles. Por tanto, la «fidelidad» es nuestro tema el día de hoy. Empezaremos mirando qué es la fidelidad, cómo el trabajar para ser fieles es distinto a cómo trabajamos la mayoría de nosotros, y finalmente regresaremos para aconsejar a estos cuatro amigos confundidos.
¿Qué es la fidelidad?
Comencemos enlazando la clase de la semana pasada. La semana pasada, hablamos acerca de cómo cuando somos cristianos obtenemos un nuevo jefe. Trabajamos para Jesús, y él nos ha dado una nueva asignación: mostrar su gloria en nuestro trabajo. Dicho de otra manera, el trabajo se ha convertido nuevamente en un acto de adoración como lo era en Edén.
Y la gran implicación aquí es que para quién trabajas es más importante que lo que haces. El mundo te dirá lo contrario. Te dirá que la vida encuentra su significado en el trabajo, o que el trabajo es solo un mal necesario en el camino hacia el ocio. Pero eso no es verdad. Trabajas para Jesús. Y eso es más importante que cualquier trabajo en sí, ya sea que seas un ama de casa o un banquero, un empleado político o un albañil, un barista o un contador. Sin importar lo que estés haciendo, lo haces para glorificar a Jesús.
Si mantienes esta idea en mente, cambiará la manera en que piensas acerca de tu trabajo y la manera en que te involucras en tu trabajo. ¿Por qué? Porque cuando glorificar a Jesús es nuestra principal motivación, nuestro trabajo, independientemente de sus detalles, se convierte en un acto de adoración. Somos libres de pensar que el trabajo no tiene un propósito, y somos igualmente libres de pensar que tiene un propósito final. Un trabajo se convierte en la principal forma en la que servimos y amamos a nuestro Señor.
Para quién trabajas es más importante que lo que haces porque tu trabajo finalmente se trata de él, no de ti. Es un acto de adoración.
Y eso es lo que nos lleva a esta idea de fidelidad. Si tu trabajo es un acto de adoración, ¿de qué manera evaluará tu verdadero jefe, Jesús, tu desempeño? En base a lo que tu vida en el lugar de trabajo dice de él. Y eso es lo que la Biblia llama ser fiel. La fidelidad consiste en actuar en obediencia para mostrar la bondad de Dios.
Ahora bien, ese podría ser un uso de la palabra ligeramente diferente al que estamos acostumbrados. Pensamos en la fidelidad como algo aburrido o confiable. O un sinónimo para una persona religiosa. Pero el enfoque de la Biblia es mucho más profundo y emocionante que eso. Para ver esto, vayamos a la parábola de Jesús acerca de los talentos en Mateo 25.
Aprende del siervo infiel
Permíteme resumir la parábola. Un señor da cinco talentos a un siervo, dos a otro, uno a un tercero, y se va. Cuando regresa encuentra que los dos primeros pusieron los talentos a trabajar e hicieron más. Así que cuando él los llama a rendir cuentas, esto es lo que dice al primer siervo: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor». Dijo lo mismo al segundo. Pero cuando el tercer siervo llega, la respuesta es diferente.
«24 Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; 25 por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. 26 Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. 27 Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. 28 Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. 29 Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes».
El tercer siervo va al infierno. «Allí será el lloro y el crujir de dientes». ¿En serio? No perdió el talento, ¿cierto? ¡Lo devolvió! ¿El infierno? ¿Solo porque no regresó más de lo que había recibido? ¿Qué está sucediendo?
Bueno, lo creas o no, lo que está sucediendo es el evangelio. Omite esta parte, y toda la parábola se vuelve moralista. Sin este último detalle, la parábola trata acerca de hacer lo mejor, de esforzarte al máximo por complacer a Dios. Pero si podemos descubrir por qué las acciones del tercer siervo lo hacen merecedor del infierno. Podemos leer esta parábola con nuevos ojos.
La clave aquí es lo que las acciones de este siervo dicen acerca de su señor. Trató de salir airoso en ambos sentidos. Estaría bien si su señor regresaba y estaría bien si no regresaba. ¿Lo ves? El tercer siervo estaba practicando una estrategia de mitigación de riesgos. Estaba cubriendo sus apuestas. Y lo que eso decía era que su señor no era confiable para cumplir sus promesas. La promesa de que regresaría, la promesa de que recompensaría a sus siervos. Pero ese no era el caso, ¿verdad? Este señor era digno de confianza e increíblemente generoso. «Entra en el gozo de tu señor». Después de todo, este señor representa a Dios. Así que cuando el tercer siervo dijo: «Señor, te conocía que eres un hombre duro», demostró que no conocía a su señor en absoluto. Y sus acciones además mintieron acerca de la excelencia y fidelidad de este señor.
Compara eso con las acciones de los dos primeros siervos. Ellos apostaron todo a las promesas del señor. Creyeron con sus vidas que él era fiel a su palabra, y que arriesgar todo por él era lo mejor que podían hacer. Y estaban en lo correcto.
Este giro al final demuestra que esta es una parábola que trata acerca de la fe. La fe en el Señor. Como dijo Jesús en el Sermón del Monte, nadie puede servir a dos señores. No puedes tener ambas cosas: vivir para ti, y vivir solo lo suficiente para que Dios te permita entrar en el cielo. La doble mentalidad de este siervo demostró que no tenía fe.
Santiago nos dice que incluso los demonios creen en Dios y tiemblan. ¿Cuál es la diferencia entre la fe demoníaca y la fe salvadora? La fe salvadora no solo cree los hechos acerca de Dios. Cree que Dios es bueno para con nosotros. Que sus recompensas son valiosas. La fe salvadora cree en la bondad de su plan y entra con entusiasmo al cuidado de Dios, dejando todo atrás. Cuando realmente creemos que las recompensas de Dios valen el costo aquí en la tierra, nuestras vidas se convierten en anuncios vivientes de lo bueno y deseable que es él. Pero cuando decimos: «Quiero ir al cielo, pero tampoco quiero arriesgarlo todo porque en realidad no confío en los planes de Dios para mí». Entonces nuestras vidas se convierten en anuncios vivientes que comunican que él no es bueno, que no es digno de confianza. Al igual que este siervo infiel.
Los dos primeros siervos fueron considerados fieles porque actuaron de buena fe, fueron obedientes. Pero la obediencia no fue un fin en sí; la obediencia demostró la bondad y la confiablidad de su señor. Y eso es fundamental. La fidelidad es importante porque demuestra quién es Dios. Eso explica las palabras de Jesús a los siervos fieles. Su recompensa es que ellos entran en el gozo de su señor. Entran en su gozo. El gozo de quien él es. Dios se deleita en su bondad, y cuando somos fieles, también nos deleitamos en su bondad.
La fidelidad vs. Los resultados
El principio, entonces, es que Dios evalúa nuestro trabajo en base a nuestra fidelidad. En otras palabras, ¿hasta qué punto nuestra obediencia ha demostrado que él es bueno y digno de confianza? Esto aplica a nuestros trabajos, nuestras familias, nuestro dinero, nuestras iglesias, nuestras capacidades, nuestra administración de todo lo que él nos ha dado.
Eso puede parecer sencillo. Pero en realidad es bastante opuesto a cómo la mayoría de nosotros vive. Así que lo quiero hacer ahora es comparar trabajar por la fidelidad, por un lado, y trabajar por los resultados, que es lo que la mayoría de nosotros hacemos.
Tomemos un ejemplo típico de Washington, DC de la vida de uno de los ancianos de CHBC. Bill trabaja para una compañía que depende en gran medida del banco Import-Export que es financiado por el Congreso. El Congreso no financió al banco este año, y la compañía le dijo a Bill que era su trabajo construir una coalición de compañías y legisladores para que el banco fuera financiado nuevamente. Es una situación de alto riesgo; incluso el jefe de la compañía está encima de Bill para que el asunto se resuelva.
¿Qué motivará a Bill?
Ahora, aunque todas estas cosas pueden ser idolatradas y mal utilizadas, son en sí mismas buenos motivos. Y estoy seguro de que en el caso de Bill, son buenos motivos. ¿Pero ves que todos están orientados hacia el resultado? Todos consisten en trabajar duro para lograr algo en esta vida.
Y hay dos problemas con trabajar por los resultados que podemos ver.
Me recuerda del famoso poema de Shelley, Ozymandias:
A un viajero vi, de tierras remotas.
Me dijo: hay dos piernas en el desierto,
De piedra y sin tronco. A su lado cierto
Rostro en la arena yace: la faz rota.
Sus labios, su frío gesto tirano,
Nos dicen que el escultor ha podido
Salvar la pasión, que ha sobrevivido
Al que pudo tallarlo con su mano.
Algo ha sido escrito en el pedestal:
«Soy Ozymandias, el gran rey. ¡Mirad!
Mi obra, poderosos. ¡Desesperad!
La ruina es de un naufragio colosal.
A su lado, infinita y legendaria
Solo queda la arena solitaria».
Mi esposa ha dicho que, como doctora, se dedica a prolongar la vida, no a salvarla. Porque al final todos mueren. No es que prolongar la vida no sea inmensamente importante, pero no es lo máximo. Si eres profesor, enseñas a niños que olvidarán la mayor parte de lo que les enseñaste. Un constructor construye cosas que algún día serán derribadas. Un escritor escribe cosas que algún día nadie leerá. Si te pones tu sombrero de cínico y pesimista, puedes ponerte bastante triste con cualquier cosa que hagas. Nada dura.
Por tanto, trabajar por los resultados, como puedes ver, no tiene sentido. En cambio, trabaja con tu última evaluación de desempeño en mente. Así como esos siervos en Mateo 25 tuvieron que rendir cuentas, también lo haremos nosotros. Hebreos 4:13: «Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta». En se día el verdadero valor de lo que hemos hecho será descubierto ante él.
¿Cómo trabajamos a la luz de ese día? Trabajamos para ser fieles. Sea que Dios te haya convertido en el director ejecutivo de una compañía o en el empleado de correos, trabajas para el Señor para que un día puedas decirle que aprovechaste las oportunidades que él te dio. ¿Por qué es eso importante? Porque como vimos anteriormente, la obediencia fiel demuestra la bondad y la gloria de Dios. Y eso durará para siempre. Así que, sí, todo en lo que trabajas un día quedará hecho polvo. Pero la buena noticia es que la manera en que lo hiciste, y el motivopor el cual lo hiciste tienen el potencial de glorificar a Dios por siempre y para siempre. ¡Increíble!
Algunos ejemplos prácticos
Finalicemos con algunos ejemplos prácticos de esto, de nuestros cuatro amigos cristianos al inicio de la clase.
Primero, comencemos con el estresado Sam. Si él está en busca de los resultados como el resto del mundo, terminará desobedeciendo el mandamiento de Jesús de no preocuparse. Porque conseguir ese contrato es realmente importante y está realmente fuera de su control. Eso es cierto en el ámbito temporal con el contrato y también en el ámbito espiritual, en el evangelismo. Pero: cuando él reconsidera su rol a través de los lentes de la fidelidad, las cosas lucen bastante diferentes. Por un lado, entiende que la manera en que realiza ese contrato es potencialmente más importante que si lo gana o no. La manera en la que actúa puede decir mucho acerca de la confiabilidad de su Dios, si se rinde ante la preocupación, si cruza los límites de la ética para obtener el trato, si se relaciona con otros en el contrato como personas a quienes servir o personas a quienes usar. Gane o no, eso en realidad es mucho menos significativo desde una perspectiva espiritual. Ahora bien, una observación importante: Por la gracia de Dios, hay una correlación bastante estrecha entre trabajar como para el Señor y ganar contratos, porque las personas que no están estresadas se relacionan con quienes las rodean con amor y generosidad, que son honestas y están llenas de integridad, esas cosas son a menudo buenas para los negocios. Pero Sam está actuando así para mostrar la obra que Dios ha hecho en su corazón, no solo porque son buenas prácticas comerciales.
Lo mismo es igual en la dimensión espiritual. Dios lo ha llamado al lugar de trabajo como un trabajador, no como un evangelista. Sam necesita confiar en que Dios ha diseñado las cosas a fin de que ser fiel en un llamado, como trabajador, nunca lo obligue a fracasar en otro llamado, como evangelista. Ambos son importantes, ambos requieren de su tiempo, y en el plan soberano de Dios ambos pueden llevarse a cabo. Para usar el lenguaje de nuestra clase anterior, todos tenemos múltiples llamados secundarios que apoyan nuestro llamado principal: por Cristo, de Cristo, para Cristo. Nuestro trabajo es ser fieles en todos esos llamados secundarios. Y ya que solo tenemos un señor, el perfecto Señor Jesucristo, podemos hacer todo lo que él nos ha llamado a hacer.
Siguiente, veamos la vida de Willa: la madre que se pregunta si quedarse en casa con sus hijos es realmente más valioso que lo que solía hacer como negociador de paz. Algunas de sus amigas la animan: «Sí, la maternidad es más valiosa de lo que el mundo dice». Otros le dicen que deje de desperdiciar los dones que Dios le ha dado. ¿Qué le dice la fidelidad? Le dice que está haciendo la pregunta equivocada. Willa no está en la posición de determinar qué es más valioso. Ella simplemente está en una posición donde debe ser fiel en la situación donde Dios la ha puesto. Ser un negociador de paz es genial, pero bastante opcional. Ser madre, bueno, dado que ella es mamá y esos niños no irán a ningún lado, eso no es opcional en absoluto. Así que si ella y su esposo deciden que para criar a estos niños, en este momento de la vida, se necesita de una mamá a tiempo completo para ser fieles a su llamado como padres, deberían hacerlo sin arrepentirse. Jesús no depende de Willa para lograr la paz; después de todo, él es el Príncipe de Paz. Por supuesto, quizá en el futuro, ella y su esposo decidirán que para ser fieles ella debería regresar al lugar de trabajo dada las cambiantes necesidades de su familia y su capacidad de glorificar a Dios en el lugar de trabajo.
Luego está la fracasada Felicia. ¿Qué le dice el objetivo de la fidelidad? Bueno, es un recordatorio de que como cristiana su gran objetivo nunca fue el éxito de ese negocio, que de todas maneras no estaba destinado a durar para siempre. No, su gran propósito era obedecer a Cristo en las oportunidades que él le dio, ser ambiciosa para su gloria. Y su esperanza es que el fruto espiritual de esa fidelidad estará con ella en el cielo para siempre, porque Dios estará con ella en el cielo para siempre. Ahora, ¿es posible que el fracaso de su negocio sea en parte resultado de su infidelidad? Por supuesto. Quizá llegó por su ociosidad, por su poca disposición de buscar ayuda, por un mediocre trato hacia los demás. Por tanto, el fracaso es siempre una buena oportunidad para reexaminar si estamos siendo fieles.
Somos tontos si fracasamos ante los ojos de este mundo y nos encogemos de hombros sin pensarlo dos veces, como si creyésemos que no hemos fallado ante los ojos de Dios. Pero hay una diferencia entre cometer errores y ser infieles. Cuando somos infieles necesitamos arrepentirnos. Cuando cometemos errores, simplemente aprendemos y avanzamos. Y avanzamos confiando que incluso en una vida de errores, la fidelidad aún puede proclamar la gloria de nuestro Dios.
Y finalmente, mencioné al exitoso Sean que no necesita trabajar otro día en su vida. ¿En serio? ¿Quién lo dice? ¿Acaso sentarte a hacer nada es ser fiel a tu verdadero jefe? ¿Acaso la Biblia celebra la vagancia? Ahora, quizá su éxito mundano significa que puede cambiar donde invierte su tiempo. Pero la exigencia de la fidelidad a Cristo es la misma ahora que cuando Sean estaba construyendo su negocio con avidez los primeros días. Considera las palabras para él en Efesios 5: «Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos» (v. 15-16).
Cómo podemos ser fieles deliberadamente
En un mundo que está obsesionado con los resultados, es realmente difícil mantener nuestros ojos en la fidelidad. ¿Cómo lo hacemos?
Revisa tu fidelidad a diario. En tu tiempo de oración cada mañana, ora por lo que anticipas hacer ese día. Pero no ores simplemente por los resultados; ora para que puedas ser fiel. Piensa en cómo se vería la fidelidad en cada actividad. Ejemplo: Señor, dame gracia para con mi colega Sue en esta reunión. Dame un deseo de trabajar duro como para ti cuando esté trabajando en ese reporte que detesto. Donde corras el riesgo de fallarle a Jesús en tu día, ora con la mirada puesta en la fidelidad.
Habla de la fidelidad. A veces puede parecer secular cuando nos reunimos con amigos cristianos para hablar del trabajo. Bueno, es cierto que nuestra conversación no debería ser igual a la de nuestros amigos inconversos acerca de su trabajo. Pero si vas a dedicar 40, 50 o incluso más horas a la semana a tu trabajo, es un gran tema para hablar con tus amigos. Solo asegúrate de que esas conversaciones se enfoquen más en tu fidelidad y menos en lo que estás logrando, o esperas lograr, ante los ojos de este mundo.
Revisa tu fidelidad cada año. Es importante ver cada escenario de tu vida como una asignación diferente por parte de Jesús. ¿Cómo te va siendo fiel en esas diferentes asignaciones? Para mí, serían ser un esposo, padre, vecino, empleado de la iglesia, anciano, líder de un grupo pequeño. Escribe tu descripción para cada una de esas asignaciones. La descripción del trabajo de Jesús para ti podría variar un poco de la descripción del trabajo que tu jefe terrenal tendría para ti. Evalúa cómo estás yendo en contra de esa descripción, arrepiéntete del pecado que identifiques y alaba a Dios donde veas fidelidad. Finalmente, considera dónde podrías avanzar para dar fruto. Quizá sea en un buen retiro de medio día o incluso de varios días anualmente. Tal vez solo, tal vez con algunos amigos.
Conclusión
Debemos recordar que estamos sirviendo al Rey, y él es infinitamente sabio en la manera en que nos despliega, para decidir cuál de nuestros talentos y capacidades escoge usar y cómo. Todos queremos ser generales y comandantes en su ejército. Nos sentimos desplazados cuando él no nos explica todo y decide enviarnos a las trincheras. Pero, ¿no es ese su derecho? Y por encima de eso, ¿no podemos confiar en él? ¿Acaso no es un regalo de su magnífica gracia el que podamos trabajar para él? ¿Quiénes somos para aceptar la gracia de su mano y luego malhumorarnos cuando escuchamos nuestra asignación? «Querido hijo, quiero que trabajes en las trincheras. Tengo una estrategia brillante en desarrollo, y todavía no lo entenderás, pero algún día lo harás». Si nuestros corazones están llenos de fe y amor hacia nuestro Rey, no rechazaremos sus asignaciones; confiaremos por fe en él, sirviendo con gozo porque servimos al Rey de Reyes. Es a quién sirves lo que importa.
Introducción
¿Pueden las personas decir que eres cristiano por la manera en que trabajas? Eso espero, pero probablemente las diferencias están bastante matizadas. Eres honesto; los inconversos también son honestos. Te preocupas por tus compañeros de trabajo; los inconversos también hacen eso. Trabajas arduamente; los inconversos también. Las diferencias en lo que haces con suerte saldrán a la luz con el tiempo. Pero están arraigadas en algo mucho más profundo, que es el por qué trabajas. Si tus compañeros de trabajo tuviesen una ventana hacia tu corazón, se espera que vean la diferencia que Cristo hace inmediatamente debido a la manera en que él cambió tus motivaciones. Por qué trabajas: tus motivos, deseos y ambiciones, están profundamente moldeados, o al menos deberían estarlo, por el Señor a quien sirves.
De eso hemos hablado las últimas tres semanas. Hablamos del hecho de que independientemente cuál sea tu trabajo, finalmente trabajas para Jesús. Colosenses 3:23-24: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís». Y vimos que sin importar cuáles sean las metas de tu jefe para tu trabajo, tu meta general es la que un día rendirás cuentas a Jesús. 1 Corintios 10:31: «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios». El trabajo es adoración. Es decir, no trata finalmente de lo que produces, porque si Dios quisiera eso, lo habría hecho él mismo. Sin importar lo que hagas, él puede hacerlo mejor. No, el trabajo consiste en demostrar la excelencia, la bondad y la gloria de nuestro Dios y Salvador, Jesucristo. «Hacedlo todo para la gloria de Dios». La semana pasada vimos que todo giraba en torno a la idea de la fidelidad. Trabajamos para ser considerados como fieles en ese Último Día. Porque la fidelidad, como vimos en la parábola de los talentos en Mateo 25, es aprovechar al máximo las oportunidades que Dios nos da por obediencia a Cristo, la fidelidad demuestra que Dios es bueno. Demuestra que él es fiel para cumplir sus promesas, que sus caminos son buenos y agradables para nosotros. Nuestro estándar es la fidelidad porque Dios ha diseñado nuestro trabajo como un acto de adoración.
Hoy desglosaremos más la respuesta a la pregunta: «¿Por qué trabajamos?». ¿De qué maneraexactamente podemos trabajar para ser considerados como fieles? Sin embargo, antes de llegar allí, quiero ver lo que has hecho con la clase de la semana pasada, porque esa es la base de lo que hablaremos el día de hoy. ¿Cómo ha afectado el concepto de la fidelidad tu trabajo?
Ama a Dios, ama a tu prójimo
Veamos la razón por la cual trabajamos. Nuestra asignación por parte de Jesús es ser fieles, obedecerle en el lugar de trabajo de tal manera que demostremos la excelencia de su valor. Nuestro trabajo importa principalmente porque demuestra su obra en nosotros. Pero, ¿cómo es esa obediencia? Bueno, ¿cuál dijo Jesús que era el primer y gran mandamiento? Mateo 22:37: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente», citando Deuteronomio 6.
Tu amor por Dios debería motivarte a trabajar, sin importar los detalles de lo que hagas, «de corazón» como vimos en Colosenses 3. Si eres una madre, trabaja en ello de todo corazón, como para el Señor. Si eres un estudiante, trabaja en ello de todo corazón, como para el Señor. Si fabricas carros, cierras ventas, eres abogado o médico hazlo como si estuvieses trabajando para el Señor, ¡porque es así! Amas a Dios, entonces ¡trabaja de todo corazón!
Y luego Jesús dijo que el segundo gran mandamiento es semejante al primero. También acerca del amor. Citando Levítico 19: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas». La segunda razón por la que trabajamos, y una segunda manera en que Cristo puede considerar el trabajo como fiel, es que trabajamos para amar a nuestro prójimo. Eso podría ser amar las cosas que hacemos en el trabajo, como preparar una taza de café para tu asistente. O más ampliamente, puede ser nuestro trabajo en sí, ya que todo trabajo legítimo es (idealmente) beneficioso para la sociedad.
En un momento profundizaremos en más detalles específicos acerca de las diferentes motivaciones para el trabajo. Pero hacemos una pausa aquí en el discurso de Jesús sobre el gran mandamiento solo para notar que estos dos son los que abarcan toda nuestra obediencia. Abarcan toda nuestra fidelidad. Por tanto, abarcan todo nuestro trabajo. Todas nuestras motivaciones en el trabajo que honran a Dios finalmente regresan a estos dos mandamientos: Ama a tu Dios; Ama a tu prójimo.
Entonces, ¿cuáles son esas otras motivaciones subyacentes? Comencemos con trabajar por el disfrute.
Motivo #1: Trabajar por disfrute
Empiezo aquí en parte debido a que este es el motivo que más entiende nuestra sociedad. Nuestra cultura ha llegado a glamorizar trabajar por amor a ello. Ahora bien, la mayoría de la gente en esta ciudad tiene que llevar comida a la mesa. Tan sencillo como eso. Sin embargo, en nuestra sociedad hay esta sensación de que en el trabajo ideal, y en la vida que muchos aspiran, harías lo que amas. Trabajarías por disfrute. Gran parte de esto se debe a la idolatría del trabajo de nuestra cultura, la llamada «distorsión protestante» que discutimos hace algunas semanas. Pero antes de dejar eso de lado por completo, observemos por un momento que el disfrute es una motivación legítima y bíblica para el trabajo.
Gracias a la bondad de Dios, podemos disfrutar nuestro trabajo. Pablo escribe en 1 Timoteo 6:17 que Dios «nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos», y en Eclesiastés 5:18-19 incluso afirma: «Que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol… Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios».
¡Qué manera tan realista y maravillosa de ver nuestro trabajo! Es cierto, nuestro trabajo puede ser difícil, ¡no hay duda de eso! Sin embargo, al mismo tiempo, Dios en su gracia también usa nuestro trabajo para brindarnos satisfacción y alegría. Piensa en cuán asombrosa es la misericordia de Dios. Nuestro trabajo es difícil porque Dios lo maldijo, y lo maldijo a causa de nuestro pecado. No obstante, en su amor, ¡Dios ha decidido que podemos encontrar algo de satisfacción incluso en lo que ha sido maldecido!
¿Experimentas satisfacción o disfrute en tu trabajo? Si no es así, deberías reflexionar sobre por qué no lo haces. ¿Es porque esperas demasiado de él? Como el niño que mencionamos unas semanas atrás que se pateó su bicicleta enojado porque no podía volar. Quizá porque nunca has visto los propósitos de Dios para tu trabajo, y cómo glorificarlo puede brindarte el disfrute de tu trabajo. Si ese es el caso, presta especial atención a nuestro siguiente motivo para el trabajo, porque a menudo es un camino para el verdadero disfrute del trabajo.
El disfrute del trabajo puede ser una verdadera distracción de nuestro discipulado de Cristo. Pero cuando vemos el disfrute del trabajo como el disfrute del don de Dios, y finalmente el disfrute de Dios, es una manera maravillosa en la que podemos mostrar la bondad de Dios. Una manera en la que podemos ser fieles.
Motivo #2: Trabajar para reflejar el carácter de Dios
Ahora, esa etiqueta en tu folleto, trabajar para reflejar el carácter de Dios, podría sonar altamente teórico para ti. Pero en realidad es el camino a una de las alegrías más piadosas y satisfactorias que encontrarás en tu trabajo. Recuerda: Dios nos creó a su imagen. Y una de las maneras en que lo reflejamos es en el lugar de trabajo. Lo reflejamos al actuar como él. Te daré un ejemplo: Recuerdo haber ido a casa una vez después de haber tenido un día particularmente difícil en el trabajo. En resumen, había un conflicto entre dos de mis empleados y tuve que apoyarme mucho en mi capital político con ellos, y algo en mi autoridad como jefe, para resolver las cosas. Pero todos salieron contentos al final del día. Así que quedé eufórico. No de una manera orgullosa, de lo que ciertamente soy culpable a veces. No, estaba eufórico de que la autoridad que me habían otorgado pudiera resolver un problema tan difícil como ese, y dejar a todos sintiéndose mejor. Entonces, en ese momento, me di cuenta de que mi día me había dado una idea del disfrute de Dios de ser Dios que nunca había apreciado del todo. Él, por supuesto, lo sabe todo acerca de usar bien la autoridad, y el deleite que le produce. Si nunca hubiera sido un jefe, tal vez nunca hubiera experimentado esa parte de lo que es ser Dios. En cierto sentido, me había pasado el día actuando como Dios, vi lo maravilloso que era eso, y podría gloriarme mejor en quién es él. El trabajo a menudo hace eso. Como un niño pequeño en la playa intentando saltar de una de las pisadas de su padre a otra, podemos imitar en nuestro trabajo lo que Dios hace, y eso nos enseña más de lo que es tan encantador acerca de él. Trabajar para reflejar el carácter de Dios es una maravilla, y lo glorifica. Dios se glorifica ante nosotros porque vemos lo increíble que él es. Y se glorifica ante los demás cuando ellos ven algo de él en nosotros. En ocasiones, quizá tengamos la oportunidad de conectar directamente la imagen de Dios en nosotros a Dios, como cuando alguien te pregunta por qué no reclamas y te quejas de tu jefe. A veces no tenemos esa oportunidad, pero todavía podemos reivindicar las cosas que Dios dice que son buenas, como la honestidad, el contentamiento y el trabajo duro, por encima y en contra de la opinión de este mundo de que existe una mejor manera distinta a la de Dios. Y quién sabe cómo Dios usará esa vindicación de su carácter una vez que esté finalmente conectada a la palabra del evangelio. De cualquier modo, trabajar para reflejar el carácter de Dios es honrar a Dios.
Así que, ¿cómo trabajamos para reflejar el carácter de Dios? Déjame darte cuarto maneras:
Reflejamos el carácter de Dios al convertir el caos en orden
De una manera u otra, tu trabajo involucra de alguna forma la labor de convertir lo feo en algo hermoso, el caos en orden. Quizá piezas sin ensamblar se unen para formar una herramienta y crear un producto que las personas usen. Los productos naturales son identificados, aislados y cosechados para crear algo nuevo. La enfermedad es tratada, la injusticia es corregida; ventanas rotas son reparadas; aceras agrietadas son arregladas. Incluso si tu trabajo es operar una bola de demolición, probablemente no lo haces solo «para ver el mundo en llamas». Derribas edificios viejos con un propósito, ¡eventualmente tener espacio para nuevos edificios!
Estoy seguro de que puedes recordar haber aprendido por primera vez esta satisfacción de niño. Quizá fue inspeccionar con orgullo la cocina que acabas de limpiar o el jardín que acabas de podar. Uno de los mejores servicios que podemos brindarle a nuestros hijos es mostrarles la satisfacción de un trabajo bien hecho, y luego conectar eso a la satisfacción de Dios de convertir el caos en orden. Antes de que Dios creara el mundo, la tierra estaba «desordenada y vacía» (Génesis 1:2). Luego Dios produjo orden y belleza, y dijo que era bueno, incluso bueno en gran manera. Por tanto, no es casualidad que cuando colocó a Adán en su huerto, le dijo que trabajara, que continuara creando orden y belleza en el mundo.
Reflejamos el carácter de Dios al ejercer bien la autoridad
Considera las últimas palabras del Rey David en 2 Samuel 23. Luego de haber vivido la increíble vida que tuvo, ¿cuáles fueron sus pensamientos finales?
«2 El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua. 3 El Dios de Israel ha dicho, me habló la Roca de Israel: Habrá un justo que gobierne entre los hombres, que gobierne en el temor de Dios.4 Será como la luz de la mañana, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra».
La autoridad usada correctamente es una gran bendición. Esto es cierto a pequeña escala, como tu equipo de trabajo de tres personas, y a gran escala, como liderar un país. Y usar bien la autoridad demuestra que Dios está en lo correcto acerca de la autoridad. Recuerda, desde el inicio el argumento de Satanás ha sido que no podemos confiar en que la autoridad sea buena para nosotros. Que Dios no puede decir «no» y realmente amarnos. Nuestro mundo dice que nunca se puede confiar en la autoridad, porque ésta finalmente corrompe. Pero no olvides que para convertirte en cristiano necesitas llegar a una conclusión muy diferente acerca de la autoridad de Dios. Arrepentirte y creer significa confiar en que la autoridad de Dios es buena para nosotros, como vimos la semana pasada en la parábola de los talentos.
Entonces, cuando usas bien la autoridad, cuando la usas para servir a las personas que están por debajo de ti, lanzas un contraataque contra la mentira de Satanás. Demuestras que la autoridad puede ser buena. Que se puede confiar en ella. A veces tendrás la oportunidad de vincularla al evangelio. Como cuando tu asistente te pregunta: «¿Por qué no presionas a la gente como lo hacen los demás jefes de aquí?». A lo cual tu respuesta podría ser algo como: «Bueno, quizá no te des cuenta, pero para mí esa es una pregunta bastante religiosa. ¿Está bien si te doy una respuesta religiosa?». Y luego procedes a explicar lo que significa trabajar como para el Señor. A veces no podrás vincularla explícitamente de esa manera. Pero incluso así, estás demostrando la verdad de la afirmación de Dios de que su autoridad es buena para nosotros. Además, es posible que involuntariamente estés pre-evangelizando la vida de alguien. Como la persona que, maltratada de niña, necesita ver algunos usos de la autoridad profundamente diferentes antes de que pueda comenzar a tomar en serio a su amiga cristiana cuando habla del evangelio.
Todo esto es cierto si eres quien ejerce la autoridad o quien está bajo ella. Escoge vivir bien bajo las autoridades que Dios ha puesto sobre ti. Si eres un empleado, respeta y honra a aquellos que ejercen autoridad sobre ti. No fomentes en otros un espíritu de rebelión, la sensación de que la autoridad es de alguna manera ilegítima o pesada, un mal necesario que tolerar. Muéstrales con tus acciones que consideras que la buena autoridad es una bendición de Dios y que comprendes que toda autoridad proviene de él. De esa manera, reflejarás el carácter de Dios, no solo a tus compañeros de trabajo, sino también a quienes ejercen autoridad sobre ti. Piensa en ese famoso versículo en 1 Pedro 2:12: «Manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras». ¿Qué clase de buenas obras conforman esa clase de vida provocativa? Bueno, Pedro enfoca el resto de su carta principalmente en cómo nos sometemos a la autoridad, y especialmente a la autoridad injusta. Esta clase de buena obra en particular parece ser provocativa y atrae a otros a Cristo.
Reflejamos el carácter de Dios al ser creativos
¿Por qué se siente bien ser creativo? ¿Por qué se siente bien pintar un hermoso cuadro? ¿Ser quien propuso ese ingenioso argumento legal? ¿Ser quien descubrió cómo hacer que esos dos se lleven bien? Se siente bien porque se siente como Dios. Nuevamente, estamos siguiendo los pasos de Dios y aprendiendo cuán encantadora es la creatividad que nos enseña cuán encantador es Dios. Incluso más allá de eso, también estamos descubriendo su sabiduría. Después de todo, no fuiste el primero en descubrir ese argumento legal, ¿cierto? Dios sabía de él antes de que el tiempo iniciara. Piensa en un padre orgulloso viendo a sus niños descubrir el mapa del tesoro que les dejó, indicando el camino hacia sus regalos de navidad. Algo así es como Dios debe sentirse cuando hacemos algo totalmente creativo. «¡Sí! Me alegra que lo hayas descubierto. ¿No es genial? Esa es una parte de mi creación que nadie ha visto todavía». La creatividad es una manera maravillosa de glorificar a Dios.
Por tanto, sé creativo en tu trabajo. Velo como parte de tu caminar con Jesús. ¿Tu jefe te dio un procedimiento a seguir? Averigua cómo hacerlo mejor. No llegues a él con solo problemas; dale la mejor solución que tienes junto con el problema. Trabajar como para el Señor significa ser creativo en cualquier salida que provea tu trabajo.
Reflejamos el carácter de Dios al proveer
Antes de convertirme en pastor, trabajé con presidentes de división en grandes corporaciones. Cené con grupos pequeños de ellos más veces de las que puedo contar. Y a menudo en la cena, hablaba sobre lo que les gustaba de sus trabajos. Me di cuenta de que, independientemente del negocio en el que estuvieran, estos hombres y mujeres apuntaban a una cosa más que a otra. Amaban cuidar de su gente. «Tengo a diez mil personas trabajando para mí. Esos son diez mil empleos. Diez mil familias. Diez mil oportunidades para construir un refugio seguro y estable en un mundo caótico. Si arruino esto, tendré a diez mil familias buscando trabajo».
Así como Dios provee, y ama hacerlo, también nosotros encontramos satisfacción al usar nuestro trabajo para proveer a otros. Eso debería ser a través del dinero que obtienes de tu trabajo. Hablaremos de eso en un momento. También debería ser de lo que tu trabajo hace por el mundo. Dios escogió ordenar el mundo de tal manera que nuestra comida no sea simplemente introducida milagrosamente en nuestros refrigeradores todos los días. La ropa no crece en árboles, ni nuestras casas se ensamblan por sí solas. La basura que producimos no desaparece mágicamente cada noche. Y la sociedad humana no permanece naturalmente ordenada. Todo esto pasa a través del proceso que llamamos «trabajo». Y amamos a otras personas ayudándoles a hacer que todas estas cosas sucedan.
Considera la sabiduría de Martin Lutero respecto a este tema: «Cuando hacemos la oración del Padre Nuestro, le pedimos a Dios que nos dé hoy el pan de cada día. Y él nos lo da. Lo hace a través del granjero que plantó y cosechó el grano, el panadero que convirtió la harina en pan, la persona que preparó nuestra comida». ¿Ves lo que Lutero está diciendo aquí? Dios provee para nuestras necesidades a través del trabajo que nos llama a hacer en y por el bien de la sociedad.
La provisión puede honrar a Dios al ser una manera de obedecerle, obedecer el mandamiento de amar a nuestro prójimo. Y puede honrar a Dios mientras encontramos satisfacción al proveer a los demás, probando un poco del gozo que él siente al proveer para nosotros.
Motivo #3: Trabajar para adornar el evangelio
En Tito 2:10, Dios le dice a los siervos, incluso a los siervos, que sirvan bien a sus amos. ¿Por qué? «Para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador».
La manera en que vivimos nunca comunicará por completo las buenas nuevas de Jesucristo a nadie; debemos usar palabras para compartir un anuncio verbal de lo que Dios ha hecho en la historia en la persona de Jesucristo. Sin embargo, la manera en que vivimos sí comunica algo a las personas. Puede confirmar o minar lo que decimos con nuestros labios. Las personas son muy buenas para reconocer a aquellos que están más interesados en sí mismos que en servir a los demás, a quienes les importa más sobresalir que amar y cuidar a las personas con las que trabajan. Si ese es el aroma que estás desprendiendo con tu trabajo, entonces estás destruyendo tu testimonio de Jesús mucho antes de que el mensaje del evangelio llegue a tus labios. Sé el aroma de Cristo en tu lugar de trabajo. Adorna el evangelio; ¡No lo sabotees!
Motivo #4: Trabajar por dinero
No hay razón para andar por las ramas en este caso. Una de las principales razones por las que trabajamos es para poder proveer para nosotros, nuestras familias, a quienes amamos y a otros. Trabajamos para poder comer. Pablo aborda esta motivación en 2 Tesalonicenses 3:10: «Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma». Salomón escribe en Proverbios 12:11: «El que labra su tierra se saciará de pan; mas el que sigue a los vagabundos es falto de entendimiento». Y Pablo escribe en Efesios 4:28: «El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad».
Esto resume gran parte de lo que Pablo quiere decir cuando afirma que los cristianos deberían «procurar vivir en paz» (1 Tesalonicenses 4:11). Si Dios te ha llamado a hacer tu trabajo simplemente para cubrir tus propias necesidades y las necesidades de tu familia, y para tener la oportunidad de bendecir a otros y apoyar la obra de la iglesia, entonces te ha dado una bendición valiosa y te ha llamado a hacer algo muy bueno.
Hablar acerca del dinero es importante porque los cristianos a menudo lo denigramos. Como si fuese algo básico y vulgar trabajar por dinero. Pero, ¿por qué otra cosa nos diría la Escritura que trabajemos por dinero? Francamente, todos los motivos que te he dado hasta ahora se aplican a todo el trabajo que hacemos en la vida, en nuestras familias, nuestras iglesias, etc. El único motivo que la Escritura da específicamente acerca del lugar de trabajo es el dinero. Trabajar por dinero. No me refiero a ser codicioso. Trabaja por dinero para que puedas proveer y ser generoso, como vimos en Efesios 4:28. Pero trabaja por dinero.
¿Por qué es eso importante? Porque trabajar por dinero puede protegernos contra todas las tonterías por las que nuestro mundo trabaja. Considera la idolatría del trabajo por un momento. Entra en una oficina en Capitol Hill y pregúntale a las personas por qué están allí. ¿Qué escuchas? Un torrente de idolatría, eso es lo que es. «Trabajo para cambiar el mundo. Trabajo para hacerme un nombre. Trabajo para obtener ese título elegante. Trabajo para obtener la atención de ese político famoso». Con el dinero como motivador, estamos protegidos de trabajar por la importancia que debe encontrarse en Cristo. Estamos protegidos de trabajar para obtener la alabanza de los hombres, y podemos, en cambio, trabajar para el Señor. Es menos probable que nos quejemos de nuestro trabajo, ya que al final del día tenemos lo que buscamos: un sueldo. El no quejarnos, Pablo escribe en Filipenses 2, nos hace brillar «como estrellas en el firmamento, manteniendo en alto la palabra de vida». Hace que el evangelio sea atractivo. Y, por supuesto, trabajar por dinero nos protege de la inactividad. Como dijo Pablo en ese versículo en 2 Tesalonicenses. ¿No trabajas? No comas. Verás cómo el trabajar por dinero en realidad nos ayuda a procurar todas las otras motivaciones que he mencionando hasta ahora con mayor pureza y enfoque para la gloria de Dios.
Y ¿por qué es satisfactorio el dinero? No porque podamos acumularlo y gastarlo en nosotros mismos. Sino por el bien que podemos hacer con él. Escucha la sabiduría de Jesús en Hechos 20:35: «Más bienaventurado es dar que recibir». A medida que sobresales en la gracia de dar, descubrirás que trabajar por el dinero puede llegar a ser algo muy piadoso, para la gloria de Dios y su bien eterno.
Conclusión: La fe
Hemos visto una serie de respuestas diferentes a la pregunta: «¿Por qué debemos trabajar?». Por disfrute, para la gloria de Dios. Reflejar el carácter de Dios a nosotros y a otros. Adornar el evangelio. Y trabajar por dinero, para la gloria de Dios. Sin embargo, recuerda que todas estas cosas tratan acerca de ser fieles. «Sin fe es imposible agradar a Dios». Estas motivaciones importan siempre que se hagan con fe. Es decir, siempre que nos lleven a caminos que no seguiríamos a menos que confiáramos en la Palabra de Dios más de lo que dice este mundo. Es un ejercicio útil en algún momento de esta semana analizar estos motivos y preguntarte: «¿Cómo éstos requieren de fe?» Si ninguno de ellos requiere de fe, entonces tus motivos no son diferentes del mundo que te rodea.
En cambio, luchemos por la fe. Trabajemos de tal manera que nuestras vidas solo tengan sentido si Jesús realmente regresara, como si la fidelidad fuera lo único que realmente importara.
Introducción
¿Te gusta tu jefe? ¿Y tus compañeros de trabajo? Lo más difícil acerca de nuestros trabajos puede llegar a ser las personas con quienes se espera que trabajemos. No es como si fueran relaciones insignificantes. Trabajar con gente descuidada, injusta, insensata, despiadada o incompetente puede fácilmente hacer que una semana típica sea dolorosa y frustrante.
No obstante, seamos honestos. La dificultad que percibimos con nuestros compañeros de trabajo, jefes o empleados a menudo no tiene tanto que ver con ellos como con nosotros. Todos tenemos una tendencia a pensar en nuestros trabajos de manera pecaminosa y egoísta, una tendencia que se extiende no solo a las labores que llevamos a cabo, sino también a aquellos con quienes trabajamos[1].
La cosmovisión bíblica que hemos estado hablando en esta clase desafía y confronta nuestras actitudes pecaminosas hacia nuestros compañeros de trabajo. Nos enseña a pensar en ellos no como obstáculos o rivales, sino como personas, personas creadas a imagen de Dios y amadas por él. En resumen, nos libera para amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos en un lugar donde el amor suele ser radicalmente escaso: el lugar de trabajo. Y ese será nuestro tema en la mañana de hoy. Hace unas semanas, hablamos acerca de cómo trabajamos finalmente para el Rey Jesús en nuestros trabajos, sin importar quién sea nuestro jefe terrenal. Y que su asignación para nosotros es trabajar de tal forma que demostremos lo increíble que él es. En otras palabras, trabajar para ser considerados como fieles. Con esa base establecida, en la clase de la semana pasada empezamos a estudiar alguna de las implicaciones de esa cosmovisión, respondiendo la pregunta por qué trabajamos. Esta semana veremos otra implicación: cómo servimos a las personas con quienes trabajamos.
Comenzaremos con la mentalidad básica que Jesús nos pide que tengamos para con nuestros compañero de trabajo, y luego veremos cómo eso funciona en nuestro horario como empleados y luego como jefes.
SERVICIO IMPULSADO POR LA FE
Una vez que entiendes que trabajas para Jesús y que tu primera responsabilidad es seguirlo, entonces comprendes que tu trabajo ya no se trata de ti. Tu trabajo se convierte en un escenario en el cual puedes adorar y honrar a Dios. ¿Y adivina qué? La segunda manera más importante de hacerlo, justo después de amar a Dios es amar a otras personas, como Jesús.
Veamos nuevamente ese pasaje familiar en Colosenses a través de un lente un poco más ancho. Pablo escribe estas palabras en Colosenses 3:22-4:1:
«Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas. Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos».
En resumen: ¡la manera en que tratas a otras personas debería estar influenciada por la vívida comprensión de que Dios está viendo![2]
Ahora bien, cuando Pablo o los otros escritores del Nuevo Testamento hablan acerca de la malvada institución de la esclavitud, reconocemos que hablan de un sistema que de alguna forma está alejado de nuestras actuales relaciones entre empleado y empleador en el lugar de trabajo. Pero los principios que promueven permanecen porque aplican la verdad del evangelio a la raíz del problema, la condición pecaminosa de nuestros corazones.
En este pasaje, Pablo nos desafía a pensar en nuestra responsabilidad como cristianos de servir a quienes ejercen autoridad sobre nosotros. Si eres un empleado, una de las maneras en que estás llamado a honrar a Jesús, es sacrificándote por el bien de otros. Tu jefe es uno de esos otros. Pablo nos insta a obedecer «en todo» a quienes están en autoridad sobre nosotros. Aunque ese mandato ciertamente no incluye cosas pecaminosas, sí incluye cosas estúpidas. Es posible que tu jefe te asigne tareas que a tu parecer sean básicas, pero a no ser que lo que te pida sea pecaminoso, deberías hacerlo. Además, deberías hacerlo «con corazón sincero, temiendo a Dios». Eso es lo que honrará a Jesús.
Asimismo, tu obediencia realmente no debería tener nada que ver con si tu jefe está viendo o no. ¿Por qué? ¡Porque más importante que eso es el hecho de que Dios te está viendo! Siempre. Sus ojos deberían brindarte más motivación de lo que lo haría una revisión de desempeño trimestral.
Pablo aporta este mismo principio a aquellos que tienen autoridad sobre los demás. Así como un empleado debería recordar que Dios lo está viendo, también debería recordarlo un empleador, capítulo 4, versículo 1. Si tratas a tus empleados de manera irrespetuosa y cruel, ten la seguridad de que tu Jefe en el cielo ve eso. Si los tratas con bondad, gentileza, amor y paciencia, puedes estar seguro de que él también ve eso.
Permíteme resumir esto en una sola frase: Servicio impulsado por la fe. Somos siervos en el lugar de trabajo, independientemente de que seamos jefes o empleados, porque finalmente somos siervos de Cristo. Pero no trabajamos por las recompensas que podemos ver; trabajamos por las recompensas que son invisibles y eternas. Por tanto, trabajamos por fe. Trabajamos como siervos, confiando en que esa postura es siempre correcta simplemente porque Jesús lo dice. Y él nos recompensará por nuestro servicio.
Entonces, ¿qué significa ser un siervo impulsado por la fe en el lugar de trabajo? Podemos identificar varias características de un trabajador cuyo servicio está definido por la fe en Dios y en las buenas noticias del evangelio.
Marca #1: Determinación de no quejarse
Es un testimonio raro y poderoso no quejarse en el trabajo. Las quejas tienden a ser el pensamiento común en el lugar de trabajo. Así que cuando llega alguien que no hace de las quejas su idioma originario, el efecto puede ser sorprendente. Mira lo que Pablo escribe en Filipenses 2:14-16:
«Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo, asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado».
Observa cuidadosamente dónde empieza todo esto, con la exhortación: «Haced todo sin murmuraciones y contiendas». Bastante increíble, ¿cierto? Pero ahora ve dónde termina. ¡Para que resplandezcan «como luminares en el mundo»! ¡«Asidos de la palabra de vida»! Esos son algunos resultados extraordinariamente importantes por hacer algo tan simple como no quejarse.
Nada de esto significa que retener tus quejas sea algo fácil. ¡No lo es! Es increíblemente difícil. Naturalmente queremos que otros sepan cuando nuestras circunstancias son excepcionalmente malas. Pero el servicio impulsado por la fe en el lugar de trabajo está caracterizado por un espíritu de tenaz determinación de no murmurar, ni quejarse.
Marca #2: Sumisión feliz a la autoridad
Siempre que nuestros jefes no nos pidan que pequemos, deberíamos obedecer a aquellos que ejercen autoridad sobre nosotros «con corazón sincero» (Colosenses 3:22), no con una sonrisa falsa y un corazón explotando de rabia.
Es fácil someterse cuando tu jefe es un ejemplo de bondad, respeto y buena voluntad. Pero cuando tu jefe es un completo cretino, arrogante y egocéntrico, la manera en que respondes revela tu corazón, si realmente estás trabajando para Jesús.
[Si es posible, inserta tu propia historia aquí]. Un amigo nuestro una vez trabajó para un jefe que era absolutamente brillante en su profesión. Pero también era codicioso, abrasivo y verbalmente abusivo con sus empleados. Gritaba a sus empleados regularmente por la más pequeña de las infracciones. Hubiera sido fácil para nuestro amigo lanzar una guerra de desgaste en contra de este hombre, desmentirlo frente a sus compañeros y sabotear sus proyectos. En cambio, decidió asumir una perspectiva diferente debido a sus convicciones cristianas. En lugar de contraatacar, decidió «obedecer… con corazón sincero» (Colosenses 3:22) reconociendo que fue Jesús quién lo situó en ese trabajo durante ese momento de su vida y, por tanto, podía «trabajar como para el Señor y no para [un idiota]» (Colosenses 3:23). Trabajó duro en asegurarse de hablar bien de su jefe a otros. Protegió la reputación de su jefe, y siempre trató de demostrarle el mayor respeto. Oró para que el hombre se arrepintiera de sus pecados y confiara en Jesús para salvación.
Lamentablemente, esta historia no tiene un final feliz. El hombre no se convirtió, y no hubo un cambio dramático. Nuestro amigo ni siquiera está seguro de si su jefe llegó a notar su comportamiento. Él no actuó así porque su jefe fuera digno de su buen servicio. ¡Todo lo contrario! Pero Jesús, el Rey, era digno, infinitamente digno.
Si estás luchando con una situación difícil con un jefe o algún compañero de trabajo, intenta esto. Empieza a orar por esa persona todos los días. Ora por su familia, sus relaciones, sus circunstancias y desafíos. Ora para que sea salvo. Ora para que también puedas trabajar para o con él/ella, no solo con resignación, sino con un corazón sincero.
El servicio impulsado por la fe en el lugar de trabajo significa que seremos caracterizados por la sumisión feliz a la autoridad, incluso cuando no es divertido o justo.
Marca #3: Humildad sincera
Más que algunos de nuestros problemas en el trabajo se derivan de la sensación de que algo que se nos ha pedido hacer está por debajo de nosotros. «¡Soy mucho más valioso que eso!». ¿En serio? ¿Qué lugar tiene esa clase de pensamiento en la vida de un cristiano? Después de todo, si somos seguidores de Jesús, ¿no deberíamos esperar encontrarnos haciendo muchas cosas que no son exactamente acordes con nuestro «estatus»? ¿No es eso lo que Jesús hizo? Piensa en cómo Pablo describe la obra de Jesús en Filipenses 2:5-8:
«Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz».
Sin importar cual sea tu situación, nunca te has rebajado tanto como lo hizo Jesús. La Biblia enseña enfáticamente que los seguidores de Jesús deberían ser personas caracterizadas por una clara humildad. Deberían tener la misma mente que tenía Cristo.
El servicio impulsado por la fe en el lugar de trabajo está caracterizado por una humildad sincera que nos lleva a seguir las pisadas vacías de nuestro Rey.
Marca #4: Competitividad piadosa
Otro problema perenne en el lugar de trabajo proviene de las ambiciones en conflicto. Queremos lo mismo que alguien más quiere, y esto nos obliga a competir con nuestros compañeros de trabajo, a sospechar de nuestros empleados, e incluso a envidiar a nuestros jefes. La ambición enloquece.
Pero el evangelio nos libera de competir de manera impía con nuestros compañeros. Reorganiza y restablece nuestras ambiciones.
¿Esto significa que nunca deberíamos competir contra otros? No. Competir no es algo malo. No. Es que no deberíamos jugar a la manera del mundo, la mentalidad despiadada que dice que la única forma en que puedes ascender es que alguien más descienda. Nuestro objetivo como cristianos es competir y amar a nuestros compañeros de trabajo al mismo tiempo. Gana corriendo más rápido, no derribando a todos tus competidores. Es más, anímalos a correr más rápido también.
El servicio impulsado por la fe significa tener un espíritu de competitividad piadosa, trabajar duro ante el Señor en lugar de derribar a otros.
CONCLUSIÓN: Empleado
Al igual que con muchas de las otras cosas que discutimos en esta clase, no hay ninguna fórmula mágica para lidiar con jefes y compañeros de trabajo difíciles. Pero en ocasiones un cambio de perspectiva puede llevar a un cambio de corazón, lo que cambia todo. Si has estado pensando en tu jefe o compañeros de trabajo como un obstáculo para progresar en tu carrera, ora y pídele a Dios que te ayude a ver a esa persona como alguien a quien Dios quiere que sirvas. Entonces ve y hazlo. Trabaja de buena gana, sin murmurar. Deja de quejarte y voltear los ojos. Sé humilde. Ánimo.
¿QUÉ SIGNIFICA SER UN JEFE CRISTIANO? [3]
Como cristianos, entendemos que la autoridad que poseemos sobre otras personas proviene finalmente de Dios. Y la manera en que la usamos dice algo cierto o falso acerca de su autoridad. «Ama a tu prójimo como a ti mismo» es operativo incluso en la silla del jefe.
Pensemos en esto en términos de seis principios de autoridad que la Biblia nos enseña.
Principio #1: La autoridad proviene de Dios
Dios creó a los seres humanos y les asignó la tarea de gobernar y controlar la tierra. Génesis 1:28 dice: «Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra». La percha de la humanidad en la parte superior no era una cuestión de fuerza bruta o inteligencia; fue una concesión divina de autoridad. Así que Adán y Eva debían seguir la dirección de Dios en la forma en que usaban su autoridad. Cultivar el huerto, no destruirlo. Llegaron los animales y debían gobernarlos, no dominarlos cruelmente.
Lo mismo es cierto para cualquier autoridad que Dios te haya dado. No es tuya por derecho, es una concesión divina. Y Dios te la dio para que puedas usarla para el bien de aquellos por debajo de ti, no para servirte a ti mismo. Eso significa que la manera en que ejerces la autoridad comunica al mundo que te rodea cómo es tu Rey. Úsala bien y demostrarás a tus empleados que la autoridad es finalmente algo bueno, que viene de un Dios que ejerce la autoridad con un amor perfecto y una justicia perfecta. La manera en que ejerces la autoridad realmente dice más sobre el Dios al que sirves que sobre ti.
Principio #2: La autoridad debería servir y bendecir a otros
La Biblia nos enseña en repetidas ocasiones que el ejercicio sabio de la autoridad trae bendición a quienes están bajo ella. La autoridad de José en Egipto le permitió a esa nación resistir siete años de hambre. Nehemías usó su autoridad entre los exiliados que regresaban de Jerusalén para completar el muro que los defendería de sus enemigos. Quizá recuerdes de las últimas palabras de David en 2 Samuel 23. Cuando reflexionaba sobre su larga y trascendental vida, y llegó el momento de llegar a su conclusión final, habló de la bendición de la autoridad benevolente.
Supongo que no eres ni el vice-regente del Faraón ni un rey, pero el principio es el mismo para ti: la autoridad ejercida correctamente trae gran bendición. Cuando usas la autoridad para edificar y no para derribar, para corregir los males y no perpetrarlos, para animar y no aplastar, para trabajar por el bien de otros y no solo por el tuyo propio, el resultado será luz y vida en tu lugar de trabajo. Regresando a las palabras de David: «Habrá un justo que gobierne entre los hombres, que gobierne en el temor de Dios. Será como la luz de la mañana, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra».
¿Así es como describes a tu jefe? Lamentablemente, no hay muchos hombres así en el mundo. Pero los seguidores del Rey Jesús deberían ser algunos de ellos.
Principio #3: La autoridad puede ser abusada
La mayoría de las personas piensan en la autoridad como algo malo y temeroso, un mal necesario. Existe evidencia suficiente para probar que donde hay autoridad, lo más probable es que sea abusada. Así no es cómo Dios diseñó la autoridad, pero a menudo es verdad en un mundo caído. «Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad» (Mateo 20:25). Desafortunadamente, en un mundo de pecado, ese es el caso con demasiada frecuencia.
Pero observa lo que Jesús dice justo después de eso: «Mas entre vosotros no será así» (Mateo 20:26). Deberíamos rechazar el abuso pecaminoso de la autoridad en el mundo y determinar usarla para el bien, como Dios quiere. Por tanto, cuida tu corazón. Asegúrate de no deslizarte en los patrones del mundo de enseñorearte sobre tus empleados. No uses para propósitos malos y egoístas lo que Dios diseñó como una fuente de luz y vida para otros.
Principio #4: La autoridad debería ser sacrificial
Luego de decirle a sus discípulos lo que la autoridad no es (es decir, enseñorearse sobre la gente), les dice en Mateo 20:26-28 lo que el liderazgo debe ser: «Sino el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos».
Los líderes piadosos sirven a los demás. Cuidan de ellos y trabajan para su bien. El servicio es siempre costoso. A veces, te costará tus prioridades del día. Te costará tu tiempo limitado. Incluso podría costarte parte del éxito a corto plazo de tu organización. Pero esto es lo que Jesús nos llama a hacer con la autoridad que nos da: sacrificarnos por el bien de otros.
Principio #5: El uso piadoso de la autoridad es motivado por el evangelio y empoderado por la gracia
La única forma en la que sabremos cómo ejercer la autoridad correctamente es imitando a nuestro Rey. Debido a que él se humilló a sí mismo por nuestro bien, somos libres de una concepción de autoridad que solo sabe cómo dominar a los demás. Nuestra identidad y recompensa no están finalmente vinculadas a nuestro desempeño laboral, sino que se encuentran en Cristo. Somos libres de un ejercicio de la autoridad que solo conoce cómo usar a las personas y conducirlos como animales de carga hacia un objetivo. El evangelio nos empodera para honrar a Jesús al amar, servir y bendecir a otros.
Eso no quiere decir que decidamos de alguna manera que los logros no importan. No significa que no podamos estimularnos unos a otros hacia metas en equipo e incluso corregir y reprender a los empleados y compañeros de trabajo cuando no están haciendo el trabajo. Significa que cuando estimulemos a nuestros empleados e incluso cuando los corrijamos, lo hacemos, no pensando en nuestra propia gloria y reputación, sino con amabilidad y una preocupación genuina y amorosa por su bien.
LA PRÁCTICA: ¿CÓMO PUEDES LIDERAR Y GESTIONAR BIEN?
La estrategia más importante para liderar bien es cultivar un corazón que realmente desea hacerlo. No hay un sustituto para el deseo. Si finalmente no te importa cómo lideras, entonces ningún conjunto de tácticas y consejos podrá convertirte en un líder bueno y piadoso. Una vez que hayas cultivado un deseo genuino de liderar de una manera que refleje la autoridad de Jesús, es importante pensar en lo que eso significará mañana en el trabajo. ¿Qué harás diferente? ¿Qué no harás nunca más? No puedo darte todas las respuestas a esas preguntas. Tendrás que reflexionar mucho por tu cuenta, aplicando según tu propia situación los principios que discutimos aquí. Pero quizá pueda ayudarte con algunas ideas que surgieron de mis propios intentos de usar bien la autoridad.
Una idea muy fácil y revolucionaria es orar por aquellos que trabajan contigo. Sin importar si son cristianos o no, ora para que puedan encontrar en su trabajo una alegría, para que no sea una carga para ellos y para que encuentren contentamiento en él. Ora también por sus familias y por cosas específicas que estén sucediendo en las vidas de sus familias. Ora por tus interacciones con ellos, por las áreas de potencial conflicto que puedan surgir. Confiesa si les has hablado cruel y egoístamente o condescendientemente y pídele a Dios que te de un corazón que responda con gracia y amabilidad. Y ora por oportunidades para compartir el evangelio con ellos. ¿Hay mejor manera de amar a tus empleados que orar al Rey específicamente por ellos?
También es útil programar reuniones individuales con tus empleados. Es un poco como discipularlos, no solo (o a veces ni siquiera) como cristianos, sino como trabajadores y personas. Esta es una práctica que Sebastian Traeger describe en su libro El evangelio en el trabajo, él comenzó intentado pasar treinta minutos a la semana con cada persona que dirigía. Quince minutos para que ellos hablaran de lo que se les ocurriera, desde el trabajo hasta la familia, y luego quince minutos para que Sebastian hablara de cosas que él pensaba, normalmente acerca de su trabajo y prioridades, y quizá algunos comentarios constructivos. Todo con la intención de edificarlos como trabajadores y personas. Sí, esto toma tiempo, pero pronto empezarás a ver el fruto de esta inversión en las vidas de las personas con las que te reúnes.
Puedes desarrollar una relación de mentoreo con uno o más de tus empleados. Muy pocos jefes en el mundo están dispuestos a dedicar el tiempo y esfuerzo que implica servir como mentor a aquellos que vienen detrás de ellos. Los trabajadores jóvenes desean escuchar consejos laborales y la sabiduría de parte de cristianos mayores y con más experiencia que pueden ayudarles a ver cómo el evangelio debería impactar sus vidas en el trabajo. Servir a trabajadores más jóvenes de esa manera no tiene que ser un compromiso de por vida. Acuerda reunirte algunas veces, y luego toma la decisión de continuar o no reuniéndote. Mentorear a alguien de manera profunda es una poderosa oportunidad, no solo para capacitar y preparar a esa persona para una mayor responsabilidad, sino también para modelar una cultura de generosidad que eventualmente puede afectar a toda tu organización.
Conclusión
Lo admito. Dirigir a un grupo de personas ha sido una lucha para mí en el transcurso de los años. En ocasiones he visto a mis empleados como simples medios para mis propios fines. No hace falta decir que esa mentalidad no me ayudaba a demostrarles la buena autoridad de Dios.
Con los años, por la gracia de Dios, he visto algo de crecimiento lento, pero seguro en esta área de mi vida, pero sigue siendo un área de lucha constante. ¿Qué hay de ti? ¿Te esfuerzas por usar tu autoridad para edificar a otros en tu lugar de trabajo? ¿Recuerdas cada día que cualquiera sea la autoridad que poseas, proviene de la mano de tu Rey? ¿Buscas ejercer esa autoridad como él lo haría? ¿O nada de eso realmente pasa por tu mente?
Recuerda que aunque seas el jefe, trabajas para Jesús. Comprométete a ejercer la autoridad que Dios te ha dado de tal manera que tu Rey sea honrado y admirado, incluso entre aquellos con quienes trabajas.
[1]Si haces de tu trabajo un ídolo, percibirás a tu jefe como un obstáculo y a tus compañeros de trabajo como rivales. La manera en que percibes y tratas a tus compañeros depende de si están allanando el camino hacia tu objetivo. ¿Tu jefe? Él tiene tu trabajo ¿Tu compañero de trabajo? Él quiere tu trabajo. Y si permaneces inactivo en tu trabajo, tratarás a tu jefe con desprecio y tus compañeros de trabajo se convertirán en grupos de consulta.
La imagen que estamos dibujando aquí es probablemente un poco austera en ambos lados. Nuestros pecados no siempre se hacen tan identificables. Sin embargo, si somos honestos con nosotros mismos, nuestra descripción aquí puede reflejar con precisión el amargo fruto de cualquier idolatría o inactividad que viva en nuestros corazones. Los pensamientos impíos sobre el trabajo conducen a pensamientos impíos sobre nuestros compañeros de trabajo.
[2]Debido a que estamos aplicando este pasaje, que habla acerca la esclavitud, a nuestras relaciones en el lugar de trabajo de hoy, debemos hacer una pausa por un momento y reconocer que es algo incómodo cuando llegamos a lugares en el Nuevo Testamento que parecen tomar la esclavitud como un hecho, en lugar de pedir su inmediato derrocamiento. Esa incomodidad ha llevado a muchas personas a señalar que la esclavitud romana era muy diferente de la esclavitud en el Imperio británico y en los Estados Unidos. Hay algo de verdad en esa afirmación. Existen importantes diferencias históricas entre estas esclavitudes. Sin embargo, el hecho es que la esclavitud romana no era solo una relación normal entre el empleador y el empleado. Era un sistema injusto de trabajo forzado, a menudo cruel y en ocasiones letal.
Podemos preguntarnos por qué los escritores del Nuevo Testamento parecen aceptar la existencia de la esclavitud. Podríamos decir mucho al respecto, y se han escrito muchos libros sobre el tema. Una razón es que el objetivo de Jesús y los apóstoles era simplemente más profundo que la reforma de un sistema social. Estaban enfocados en la raíz del problema: el estado pecaminoso del corazón humano. El hecho es que el sistema injusto no era la raíz del pecado de la esclavitud, y simplemente cambiar el sistema no habría resuelto el problema en ningún sentido a largo plazo. El corazón humano pecador solo encontraría otra forma de oprimir a otros, incluso si el sistema de la esclavitud romana hubiera sido eliminado. Así que eso es a lo que apuntan Jesús y los apóstoles: el corazón humano, en cualquier sistema en el que se encuentre.
[3] El tema del liderazgo ha atraído más la atención del mundo que cualquier otro tema del que hablemos en esta clase. Una búsqueda en Amazon de libros sobre liderazgo arroja 86 000 resultados. Con toda probabilidad, algunos de esos libros serán genuinamente buenos. Dios no ha reservado todas las respuestas sabias y consejos útiles sobre este tema para los cristianos. Varios autores que escriben y hablan acerca del liderazgo dicen algunas cosas genuinamente buenas y útiles: Sé humilde y carismático. Presenta una visión. Inspira a tus seguidores, crea motivación, alinea objetivos, crea equipos. Persevera contra probabilidades colosales. Sé moralmente sencillo. ¡Todo esto son buenos consejos!
Un ejemplo es Jim Collins, autor de Good to Great. La principal diferencia que advierte entre una buena compañía y una excelente es la persona que la dirige. Los líderes de grandes compañías lideran a través de una mezcla paradójica de humildad personal y voluntad profesional. Tienen un profundo compromiso para que la empresa tenga éxito, pero ese compromiso no está relacionado con su propio legado personal o con una cuenta bancaria creciente. Como cristianos, podemos afirmar y aspirar a esa definición de líder. ¡Parece una muy buena, de hecho! Entonces, ¿qué tiene de diferente la imagen de liderazgo que obtenemos de la Biblia?
Introducción
«Equilibrio» es una de las palabras de moda de nuestro tiempo. Se supone que la gente buena debe ser equilibrada. Equilibras tu trabajo con tu matrimonio con tus hijos, con sus deportes, con tu salud, con una vida social, y si eres realmente bueno, todo parece fácil. Por otro lado, todos sabemos cómo se siente cuando la vida parece desequilibrada. [Inserta un ejemplo personal. Algo como: cuando necesito escoger entre una cita con mi esposa y prepararme bien para enseñar el domingo porque surgió algo urgente en el trabajo].
A veces como cristianos, la cantidad de cosas que necesitamos para mantenernos a flote en la vida se siente abrumadora. Se supone que debemos ser miembros fieles de la iglesia yempleados fieles y amigos fieles y cónyuges fieles y padres fieles y vecinos fieles. Y no olvides la importancia del evangelismo y el discipulado y las disciplinas espirituales personales… y, por cierto, ¿crees que es un buen momento para volver a la escuela?
Ese es nuestro tema para esta mañana. Pero «equilibrio» no es realmente lo que buscamos. Como puedes ver en la parte superior de tu folleto, el título de la clase de hoy es: «Los cristianos no son personas ‘equilibradas’». Tenemos un jefe en cada llamado de la vida, el Señor Jesús. No «equilibramos» a Jesús con nada más en la vida. Eso debería ser inmensamente reconfortante, porque como el Dios soberano del universo, se asegurará de que siempre podamos hacer lo que debemos hacer. Lo que significa que al ser decididamente desequilibrados por Jesús, podemos vivir de una manera que este mundo describiría como… bueno, equilibrada.
Así que permíteme resaltar a dónde quiero llevarte el día de hoy. Comenzaremos regresando a la doctrina de la vocación, donde comenzamos la clase hace unas semanas. Luego, una vez que hayamos establecido las bases, repasaré algunos de los principales llamados que muchos de nosotros tenemos. Y finalmente, algunos consejos para gestionar las compensaciones en tu vida. Oro para que a través de todo esto puedas aprender a ser una persona alegre y decididamente desequilibrada mientras recorres tu vida con Jesús.
La doctrina de la vocación, revisitada
Primero, permíteme llevarte de vuelta a la doctrina de la vocación o llamado. Un llamado es algo que Dios nos ha dicho que hagamos. Como cristianos compartimos el mismo llamado principal. Un llamado por Cristo, de Cristo a fin de que podamos hacer buenas obras para Cristo. «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas». Ese es nuestro llamado principal. Y por esa razón, el «equilibrio» es un mal objetivo para los cristianos. No debemos «equilibrar» nuestro discipulado de Cristo con otras cosas en la vida. Nos debemos a Cristo. Ese es nuestro llamado principal.
¿Cómo expresamos eso? Efesios 2: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas». Esos son nuestros llamados secundarios. El trabajo que hacemos demuestra la obra de Dios en nosotros. Colosenses 3: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres». Realizamos nuestros llamados secundarios para glorificar a Dios como discípulos de Jesucristo. ¿Cuáles son tus llamados secundarios? Son los lugares a los que Dios te ha llamado en virtud de sus mandamientos en la Escritura o de su trabajo providencial en tus circunstancias. ¿Estudias para ser abogado? Dios te ha llamado a ser un estudiante, y puede que algún día te llame para que seas un abogado. ¿Estás en prisión? Ese es el llamado de Dios para ti ahora, el cual puedes cumplir para su gloria. Dios te ha llamado a proveer para tu familia, si tienes una. Y te ha llamado a ser miembro de una iglesia local. Los llamados secundarios normales son cosas como ser madre, miembro de una iglesia, cónyuge, vecino, empleado, entre otros.
Sabemos tres cosas de tus llamados secundarios. Primero, que todos ellos apoyan tu llamado principal. En otras palabras, cada uno de tus llamados secundarios es una asignación por parte del Rey Jesús. Segundo, tu llamado principal es primario. Sin la ejecución fiel de nuestro llamado principal para el discipulado, la excelencia en los llamados secundarios es, en última instancia, infructuosa. Eso puede no ser evidente ahora: al tipo que cede a la ambición egoísta y construye un imperio financiero parece que le va bien. Pero desde la perspectiva del cielo, cualquier cosa en tu vida que no preceda a la fe, cualquier cosa que no haya glorificado a Dios, habrá sido una pérdida de tiempo. Y tercero, debemos usar nuestros llamados secundarios para la gloria de Dios. Piensa en la parábola de los talentos en Mateo 25. En la medida en que no uses tus llamados secundarios para el reino de Dios, tienes una buena razón para preguntarte si alguna vez has sido perdonado por Jesús. ¿Eres un esposo? Engrandece los talentos que el Señor te ha dado en ese llamado para su gloria y el bien de tu esposa. ¿Eres una madre? Engrandece los talentos que el Señor te ha dado en ese llamado para su gloria y el bien de tus hijos. ¿Un empleado? ¿Desempleado? ¿Jubilado? Lo mismo aplica.
Equilibrar múltiples llamados
De acuerdo, es hora de poner en marcha esta doctrina de la vocación. ¿Cómo nos ayuda esto a lidiar con el equilibrio en el que muchos de nosotros nos encontramos? Déjame darte cinco aplicaciones de lo que acabo de decir.
1) La Escritura nos da un estándar mínimo de fidelidad para cada uno de nuestros llamados. Recordarás de hace unas semanas, que nuestra meta en todos nuestros llamados es ser considerados como fieles. Que nuestras vidas señalen la excelencia y la confiabilidad de nuestro Dios de promesas. No obstante, puede ser difícil saber cuál es la manera más fiel de vivir. ¿Debo trabajar para Harris Teeter o Giant? ¿Cuál sería más fiel? Pero puedo saber si estoy siendo infiel, si desobedezco los mandamientos que Dios me ha dado acerca de mis llamados. Por ejemplo, si no estoy proveyendo para mis hijos, estoy desobedeciendo la Escritura y necesito detenerme allí antes de hacer cualquier otra cosa en la vida. Si estoy siendo infiel, entonces posiblemente no pueda ser considerado fiel.
2) Por encima de ese estándar mínimo, la Escritura nos da la responsabilidad de glorificar a Dios en todos nuestros llamados. De nuevo, regresa a la parábola de los talentos en Mateo 25. Los dos siervos fieles fueron considerados fieles porque usaron todo lo que tenían para la gloria de su señor. El hecho de que uno tuviese cinco talentos y el otro solo dos no importaba. Lo que interesaba es que todos participaban. O bien, citando a Pablo en Efesios 5: «Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos». Eso puede parecer abrumador, como si la vida fuese un rompecabezas gigante y nuestro trabajo es maximizar cada oportunidad para la vida. Gracias a Dios servimos a un jefe lleno de gracia y perdón. Pero esto también puede ser liberador, porque significa que no necesitamos engrandecer ningún llamado en particular. Digamos que estoy tratando de resolver qué hacer para educar a mis hijos. Estoy obsesionado con el hecho de que los tengo en la escuela del vecindario en lugar de en una mejor escuela al otro lado de la ciudad.
Pero esa escuela implicaría dos horas en el carro cada día y veinte mil dólares cada año en matrículas. Por supuesto, escoger la escuela al otro lado de la ciudad podría glorificar a Dios. Podría decirse que es una mejor administración de las mentes y habilidades de mis hijos a medida que maduran, y es una muestra de la generosidad de Dios. Pero recuerda que mi objetivo es descubrir lo que será más fiel de todos mis llamados. Y mi llamado como padre, aunque es importante, no es todo lo que soy como persona. Cada opción que no desobedece a la Escritura es legítima, y usamos la sabiduría para determinar cómo ser más fieles.
3) Tenemos un jefe. De nuevo, inmensamente liberador. Nunca, absolutamente nunca, estarás en un lugar dónde no puedas obedecer a Jesús en los diferentes llamados que él te ha dado. ¿Enfrentarás restricciones? Por supuesto. ¿Serán frustrantes? Sin duda. Pero necesitas ver dichas restricciones como diseñadas cuidadosamente por un Dios todopoderoso y amoroso, y no como actos desafortunados. Algunas veces la fidelidad implicará liberarte de una restricción para poder servir mejor a Dios. Otras veces significará aceptar una restricción como parte del cuidado de Dios para ti a fin de que dejes de obsesionarte con ella.
4) Algunos llamados son fijos; otros no. A veces usamos la palabra «llamado» para sugerir que Dios nos ha revelado milagrosamente una elección particular que debemos hacer. «Dios me llamó a ser misionero» o «Dios me llamó a ser abogado». Pero a menos que él haya hablado audiblemente, probablemente sea mejor decir algo como: «Tengo la firme convicción de que debería ser abogado». O mejor aún: «Realmente quiero ser abogado». Porque tu trabajo siempre puede cambiar. Por otro lado, no puedes cambiar algunos llamados. Si tienes un hijo, por ejemplo, estás llamado a ser un padre. Quizá incluso más importante, si eres cristiano, estás llamado a ser miembro de una iglesia. En ocasiones terminamos siendo infieles en un llamado que está claro (como ser miembro de una iglesia) porque no estamos dispuestos a cambiar un llamado que no está claro (como ser un abogado).
Nuestro objetivo en todos nuestros llamados es ser considerados como fieles. Eso significa que nos esforzamos por asegurarnos de no ser infieles o desobedientes en ningún área, y en todos ellas, nos esforzamos por ser fieles con las oportunidades que Dios nos haya dado. Tener esta mentalidad puede realmente ayudar cuando estamos haciendo concesiones difíciles en la vida. Por ejemplo, algunos podrían acercarse y preguntarme: «¿Está bien que falte a la iglesia las tres próximas semanas para trabajar en un proyecto universitario?». Por la manera en que fue formulada esa pregunta, supongo que la respuesta tendría que ser sí. No hay un estándar en la Escritura que determine cuán a menudo debemos reunirnos, solo que sea regular. Pero esa manera de pensar binaria, correcta/incorrecta para tomar una decisión no concuerda con todo lo que acabamos de hablar. Lo que tienes aquí es una concesión entre dos llamados. Un llamado como estudiante y un llamado como miembro de una iglesia. Ambos son importantes. La pregunta que deberías hacer es esta: «¿Seré más fiel si pierdo tres semanas de ir a la iglesia por trabajar en un proyecto universitario?». Lo que da lugar a una variedad de otras preguntas. ¿Cómo estás espiritualmente? ¿Cómo, exactamente, ese proyecto te hará un estudiante más fiel a los ojos de Jesús? Entre otras. Por supuesto, si esas tres semanas se convierten en tres años, la decisión es clara, porque ahora estás siendo infiel en tu llamado como miembro de una iglesia y eso es algo que debes cambiar.
Observaciones acerca de los diferentes llamados secundarios
Algo que necesitamos entender es que nuestros llamados secundarios se diferencian entre sí. Lo que Jesús espera, y la manera en que podemos honrarlo variará de llamado en llamado. Así que permíteme mostrarte una serie de llamados comunes ahora.
Tu llamado en la iglesia. Cada cristiano tiene un llamado secundario. Ahora bien, quizá te sorprenda que haya colocado nuestro llamado en la iglesia como un llamado secundario y no como nuestro llamado principal. Déjame aclarar. Nuestro llamado principal es a la salvación individual y al discipulado. Y el Señor ha organizado a los que son llamados a su iglesia. Todos tenemos el mismo estándar de fidelidad en la iglesia local. Está resumido en nuestro pacto de la iglesia, dado que nuestro pacto es simplemente un resumen de los mandamientos bíblicos sobre las relaciones dentro de la iglesia. Pero espero para todos nosotros, que la fidelidad en la iglesia implique más que simplemente evitar desobedecer los mandamientos. El aspecto de esa oportunidad adicional va a diferir de persona en persona. Como escribe Pablo en 1 Corintios 12, el cuerpo está compuesto de muchos miembros, y nos necesita a todos. «Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo».
Tu llamado en el lugar de trabajo. Salvo en situaciones inusuales o en excepciones temporales, alguien en tu familia tiene un llamado a un empleo remunerado. ¿Cómo es ser fieles allí? 1 Tesalonicenses 4:10-12 dice así: «Pero os rogamos, hermanos… que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada». Tu principal objetivo en el lugar de trabajo es proveer para tus necesidades —y las de tu familia, si tienes una—, para que no tengas necesidad de nada. E idealmente, como Pablo añade en Efesios 4:28, para que seas generoso con los demás. Ahora, hay una gran oportunidad de fidelidad más allá de esto, pero es importante recordar que pagar las cuentas es donde todo empieza.
Tu llamado en el matrimonio. Hay algo importante que destacar acerca del llamado al matrimonio. Este llamado actúa diferente a todos los demás. Piense en la creación de Dios del matrimonio en Génesis 2. ¿Por qué se creó el matrimonio? [Espera una respuesta]. Sí, otra manera de decirlo es que Adán no pudo cumplir sus llamados secundarios por sí solo. Fue llamado a cuidar y proteger el huerto, y para hacerlo necesitaba a Eva como ayuda idónea. Eso no es algo que ella hace parte del tiempo, es lo que ella es. Lo que eso quiere decir es que el matrimonio es un llamado que sostiene todos los demás llamados. Si eres una esposa, el matrimonio es el lente por medio del cual ves todos tus llamados. En cada llamado eres ayuda idónea para tu esposo. Si eres un esposo, el matrimonio es algo que deberías aplicar a todos tus llamados. En cada llamado estás incompleto sin tu esposa como tu ayudante.
Así es como el seminario básico sobre el matrimonio describe esto: «El matrimonio no es solo un área de la vida que debe equilibrarse con las demás. El matrimonio es el contexto en el cual vives toda la vida. Abordas el trabajo, la iglesia, etc., como un hombre casado. No es lo mismo decir que abordas el matrimonio como un abogado, etc. Las personas casadas no deben equilibrar su profesión con el matrimonio, sino abordar su profesión como una persona casada»[1].
Hablaremos más al respecto en la clase sobre el género. El matrimonio nunca fue diseñado para «equilibrarse» con algo más en la vida. Es un llamado que ha sido diseñado para apoyar y moldear todos nuestros llamados.
Consejos sobre unir todos nuestros llamados
Tomemos algo de tiempo para organizar todo esto en un nivel práctico. ¿Cómo podemos ser fieles en todo lo que Dios nos ha llamado a hacer? Terminaré con cinco consejos.
(1) Aprende cuándo decir no
Pensemos en la vida de un padre ocupado y trabajador en Washington, D.C. El trabajo consume mucho de su tiempo. Súmale a eso las actividades escolares y extracurriculares, las obligaciones sociales y tienes una vida de locos. Ahora hagamos de esa persona un cristiano. Incluso más cosas que hacer. ¿Cómo puedes controlarlo todo?
Bueno, podrías decidir que es posible vivir con cuatro horas de sueño cada noche. Podrías descubrir cómo romper las leyes de la física. Pero lo más probable es que tengas que decir que no a algo. A medida que maduras en la vida, se vuelve imposible decir «sí» a todas las cosas que tus compañeros inconversos dicen «sí», y seguir viviendo fielmente como cristianos. No puedes simplemente correr más duro. Y en esta iglesia muchos de los dolores del corazón provienen de descubrirlo de la manera más difícil. Si no dices «no» a algo, acabarás agotado. Si dices «no» a las cosas equivocadas, corres el riesgo de ser infiel e ineficaz en algunos de los llamados que Jesús te dio.
Una de las cosas más útiles que puedes hacer es considerar la descripción del trabajo de Jesús en cada uno de tus llamados. Tomemos tu llamado en el lugar de trabajo como ejemplo. Probablemente tengas una descripción del cargo: «preparar a los pacientes para los exámenes de resonancia magnética», o «mantener los servidores informáticos de la empresa», o algo así. Bien, quizá eso sea lo que tu jefe quiere de ti, pero esa no es la descripción del trabajo que Jesús tiene para ti. La suya es más como: «haz dinero para proveer y ser generoso, usa tu trabajo para reivindicar la verdad de los principios bíblicos; refleja la autoridad de Dios usando la tuya para servir a otros». También puedes escribir la descripción del trabajo de Jesús para tu llamado como padre, amigo, cónyuge, y así sucesivamente.
Los compromisos que se alinean con la descripción del trabajo por parte de Jesús se quedan, los que son superfluos deben irse. Así es como mantenemos nuestras vidas bajo control como aquellos que trabajan para Jesús.
Esta es otra manera de ver esto. ¿Qué has echado por la borda en tu vida por ser cristiano? ¿Qué es lo que tus compañeros no cristianos valoran que tú no valoras? ¿Y qué has hecho al respecto? De nuevo, si intentas hacer todas las cosas y seguir a Jesús, vas directo al desastre.
(2) Toma las cosas un día a la vez, pero evalúa periódicamente
Toma las cosas un día a la vez. Es decir, debes siempre estar preparado para aprovechar las oportunidades para hacer el bien. Si hay un llamado en la noche a servir a un hermano o hermana, o a algún vecino y tienes tiempo, considera hacerlo. Si tu compañero de cuarto está enfermo y puedes, tómate el día libre para ayudarlo. Si tu esposa está al borde del colapso con los niños y puedes, llega temprano antes del trabajo. Algunas veces nos volvemos tan «eficientes» usando nuestro tiempo que no tenemos tiempo para ir tras las oportunidades únicas y maravillosas que Dios nos ofrece. Quizá pensemos que estamos siendo buenos administradores de nuestro tiempo, pero en realidad estamos simplemente convirtiéndonos en esclavos de nuestra propia agenda. Así que tomas las cosas un día a la vez y aprovecha las oportunidades para hacer el bien.
Sin embargo, evalúa periódicamente. Hablé acerca de la descripción de trabajo por parte de Jesús para tus distintos llamados hace unos minutos. Tal vez encuentres útil una vez al año, a lo mejor con un amigo o dos, revisar estas descripciones de trabajo y considerar cómo lo estás haciendo. ¿Hay algo fuera de control? ¿Algo está consumiendo una tonelada de tiempo que es relativamente poco importante desde la perspectiva de Jesús?
Mantente alerta contra las «temporadas» de insostenibilidad que se convierten en vidas de insostenibilidad. O una vida donde esas «temporadas» son la regla en lugar de la excepción. Algunos de nosotros necesitamos escuchar Proverbios 23:4: «No te afanes por hacerte rico». Una revisión anual puede ayudarnos a evitar eso.
Por otro lado, una revisión anual podría ser un buen aventón para aquellos de nosotros que sentimos más la inclinación de perder el tiempo en lugar de programarlo en exceso. Para algunos de nosotros, la temporada de hoy siempre parece insostenible y pensamos: «Cuando tenga mi vida bajo control, haré algo útil para Jesús». Pero ese día nunca llega. Recuerda, no es lo que haces lo que importa; es si tu vida muestra que vale la pena vivir para Dios. Revisar tus llamados periódicamente puede ser de gran ayuda al vivir una vida que sea fiel.
(3) Busca oportunidades que refuercen tus llamados
Digamos que eres un profesor de inglés en una escuela secundaria. Tienes dos adolescentes en casa. En la iglesia, enseñas la clase sobre paternidad. En tu vecindario, tienes una pequeña pandilla de niños preadolescentes que pasan el rato en tu casa y te consideran una figura paterna. Asignaciones bastante diferentes: padre, empleado, vecino, miembro de la iglesia. ¿Pero ves cómo cada asignación te ayuda a prosperar con las demás? Hay un maravilloso sentimiento de unidad en la vida cuando vemos cómo nuestras diversas tareas se superponen, y eso es algo que debemos seguir. ¿Existe la posibilidad de que tu trabajo o participación en la iglesia se superpongan con las habilidades que necesitarás como padre? ¿Tu trabajo tiene interés en desarrollar tus habilidades pedagógicas? Convertirte en un buen maestro te ayudará en muchas otras asignaciones, desde discipular hasta ser padre, hasta enseñar en la iglesia.
Parte de esto será tan simple como enfocarte en las cosas en las que eres bueno en todos tus llamados. Pero algunos de tus llamados (como ser padre, por ejemplo) no dependen en absoluto de las cosas en las que eres bueno. En ocasiones, hacer que tus llamados se refuercen entre sí es útil porque te edifica en lugares donde de lo contrario serías deficiente, como ser padre, por ejemplo.
Muchos de nosotros andamos por la vida uniendo varios llamados sin tener en cuenta cómo podrían fortalecerse mutuamente. No hagamos eso. Pensemos cuidadosamente en cómo nuestros llamados pueden cooperar entre sí en lugar de simplemente competir por su tiempo y atención.
(4) Vende tu habilidad, no tu alma
Algunas personas en esta ciudad reciben un salario por lo que pueden hacer, independientemente de cuánto tiempo y energía requiera. Venden su habilidad. Otras reciben un pago simplemente por su tiempo. Venden su alma. Mientras más puedas estar en la primera categoría en lugar de la segunda, estarás más capacitado para cumplir fielmente todos los llamados que Jesús te ha dado.
Vender tu habilidad puede ser un trabajo de muy alta calidad. Por ejemplo, eres el único chico en el mundo que puede obtener ese proyecto de ley en el congreso. A nadie le importa cuánto tiempo te lleve, siempre y cuando se haga, y eso te sitúa en una posición muy buena. Otras veces, vender tu habilidad puede ser más corriente, pero no menos poderoso. Eres el mejor fontanero en la zona. De nuevo, no importa cuánto tiempo te lleve, el mundo te recompensará igual. Considera cómo Proverbios 22:29 elogia el valor de una verdadera habilidad: «¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará, no estará delante de los de baja condición».
Así que haz que tu ambición sea desarrollar una habilidad que otros necesiten. Y ten cuidado con las innumerables pistas de carreras de Washington, D.C. que te mastican y escupen sin desarrollar ninguna habilidad real. Desarrollar una habilidad te ayudará a ser fiel en todo lo que Dios te pida.
(5) Mantén la mirada en la fidelidad a largo plazo
Un último consejo. Jesús puede regresar mañana. Pero lo más probable es que tu vida sea una maratón y no un sprint. «Equilibrio», para usar el término que nuestro mundo usa, no es algo que descubres de la noche a la mañana. La habilidad para ser fiel en múltiples llamados es generalmente algo que se desarrolla con lentitud y cuidado a lo largo del tiempo. La profesión que le permite a un hombre pasar el tiempo que necesita con su iglesia y familia. La sabiduría que alimenta un matrimonio sano. La habilidad de discipular en la iglesia y en la familia. Todas estas cosas se construyen con el tiempo. Sé paciente, mantén tu mirada en la fidelidad en todos tus llamados, y ora para que Dios te dé las habilidades que necesitas para ser fiel.
Conclusión
Bueno, ahí lo tienes. Los cristianos no somos personas equilibradas. Nos debemos a Jesús, y eso implica hacer todo lo que sea posible para maximizar el valor eterno de cada uno de los llamados que él nos ha dado.
(1) Introducción
¿De qué manera te afecta tu género en el lugar de trabajo? ¿Cómo el ser cristiano cambia la manera en que respondes esa pregunta? Esas son preguntas realmente difíciles de responder, pero bastante importantes. La Biblia nos dice que ser hombre o mujer es fundamental para quienes somos, pero a menudo intentamos responder nuestras preguntas acerca del trabajo sin pensar en el género. Para fines prácticos, nuestro mundo nos ve como personas solitarias, sin género, cuyo trabajo se define por lo que hacemos de 8 a 5.
Pero la Biblia no es la historia de personas solitarias y sin género. La Biblia, incluso después de la Caída, nos describe como personas que fuimos diseñadas para relacionarse. Y una pieza clave de dónde encajamos en esas relaciones es si somos hombres o mujeres, porque el género es parte de la buena creación de Dios. No podemos abordar el tema de los cristianos en el lugar de trabajo sin abordar las preguntas acerca del género.
¿Debería mi género afectar el trabajo que tomo? ¿Debería afectar el rol que desempeño en mi trabajo? ¿Es correcto que los esposos tomen decisiones laborales diferentes a las esposas simplemente porque son hombres? ¿O las esposas simplemente porque son mujeres? ¿O es eso simplemente el ceder a los estereotipos y expectativas represivas de las generaciones pasadas?
Vivimos en el despertar de una revolución sexual que ha tenido un profundo impacto en el lugar de trabajo, y que continúa evolucionando. Ese despertar es entrecortado, confuso, puede dejarnos luchando por descubrir exactamente dónde encaja el género en el lugar de trabajo. ¿Qué es bíblico? ¿Qué es cultural? ¿Dónde está la línea entre lo antibíblico y opresivo, por un lado, y entre lo contracultural y liberador, por el otro?
Ese es el territorio al que nos dirigimos esta mañana. Seré honesto, es algo difícil de enseñar porque la Biblia no nos da muchas reglas en esta área. No hay reglas, pero sí tenemos sabiduría. Sin embargo, el problema con la sabiduría, es que aunque es generalmente cierta, no siempre lo es. Así que casi todo lo que tengo que decir hoy tendrá una excepción. No obstante, en lugar de elegir esas excepciones, asumiré que la sabiduría que es generalmente cierta será generalmente cierta para nosotros. Y si realmente hay excepciones, podemos abordarlas más adelante.
Comenzaremos al inicio de la Biblia para ver la conexión entre el género y el trabajo. Luego examinaremos algunas implicaciones de eso para los casados, las implicaciones para quienes algún día podrían casarse, y finalmente las implicaciones que son verdaderas debido a nuestro género, independientemente de que estemos casados o solteros. Una observación: todo esta clase está basada en una visión bíblica del género que dice que somos iguales en dignidad y valor, pero diferentes en los roles, especialmente en el hogar y en la iglesia. Si lo que digo suena loco y nuevo para ti, te sugeriría tomar las clases del seminario «Masculinidad y Femineidad Bíblicas» que comienza cuando esta clase termina, donde estas suposiciones se desarrollan cuidadosamente desde las Escrituras y se consideran mucho más a detalle.
¿Preparado?
(2) El género y el trabajo
Podemos pensar en el género como el tercer carril del trabajo, de lo que las personas decorosas nunca hablan en el lugar de trabajo. Pero en la Biblia, el género y el trabajo están intrínsecamente unidos. Primero vemos el género como parte de la creación de Dios de los seres humanos en Génesis 1 cuando Dios nos asigna nuestros trabajos.
Luego, cuando vemos el género nuevamente, en el capítulo 2, está aún más vinculado al trabajo. Dios establece el trabajo de Adán en el versículo 15: «Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás». El hombre es creado para administrar la creación de Dios, para labrarla y cuidarla, es decir, para proveer y proteger, y para administrar las palabras de Dios. Luego Dios nos dice lo único en la creación que no está bien, versículo 18, el hombre está solo. Así que Dios le hace una «ayuda idónea para él». La mujer, Eva.
Lo «malo» del estado de Adán, por supuesto, no era que estuviera solo. ¡Él estaba en perfecta comunión con Dios! No, el problema era que era incompetente. Dios le dio esta increíble tarea, esta administración, y Adán necesitaba ayuda. Así que Dios le dio una esposa. Una ayudante. Y como conversamos la semana pasada, su rol como ayudante no es algo temporal. Es lo que ella es. Todo el tiempo. Lo que no es nada degradante. Al igual que el hombre, ella es valiosa porque fue creada a imagen de Dios. Tal parece que este término se usa con mucha frecuencia en las Escrituras para hablar de Dios, quien se llama a sí mismo el ayudador de Israel. Jesús también se llama a sí mismo un ayudador, y hace referencia al Espíritu Santo como otro ayudador. Las mujeres no ayudan desde un lugar de necesidad, sino desde un lugar de fortaleza[1].
Así que la raza humana se convierte en hombre y mujer debido a un problema en el lugar de trabajo. Adán y Eva pueden hacer juntos lo que Adán no podía. Entonces, noticia de última hora: ¡El matrimonio no está en competencia inherente con el trabajo! Fue diseñado para definir y habilitar nuestro trabajo, incluyendo el glorioso trabajo de representar a Cristo y la iglesia en Efesios 5. De hecho, sea que estés casado o soltero, tu comprensión del trabajo «no es buena» si no integra el trabajo, el matrimonio y el género. La familia fue creada para el trabajo y el ministerio. Y si el trabajo y el ministerio se comprenden correctamente, la familia sigue siendo el centro neurálgico del trabajo y un puesto crítico para el ministerio.
Permíteme resumir todo esto con tres observaciones y luego regresaremos a algunas implicaciones.
(3) Implicaciones para los casados
Esto es algo que empezamos a abordar la semana pasada. Un buen resumen de cómo Dios diseña el matrimonio en Génesis 2 es que él orienta al esposo a la asignación, es decir, a la administración de la creación en forma de protección y provisión, la administración de las palabras de Dios. Y orienta a la esposa al esposo, como su ayudante. Todas las diferencias entre el hombre y la mujer en el matrimonio provienen de esa única diferencia que vemos en Génesis 2.
Por tanto, ¿de qué manera afecta eso a los esposos y esposas en su trabajo? Déjame darte dos implicaciones para los hombres y mujeres casados.
Podría seguir por un largo tiempo. Espero que eso te dé una idea de cómo ella habilita mi trabajo.
Su trabajo consiste en ser mi ayudante, al igual que sus llamados en nuestro vecindario, iglesia, como madre, y así sucesivamente, consisten en ser mi ayudante. En la práctica, si ella actúa como mi ayudante o no, no puede cambiar radicalmente lo que hace. Pero sin duda cambia por qué lo hace.
(4) Implicaciones para los no casados
¿Qué relación tiene esto contigo si eres soltero? O, si estás casado, ¿con la persona soltera que estás discipulando? El plan típico de Dios para la humanidad es que cada uno de nosotros se case. Nota que dije típico. En 1 Corintios 7, Pablo aclara que la soltería prolongada puede ser un llamado maravilloso y digno, incluso si no es típica. Como no hay matrimonios en el cielo, como dice Jesús, la soltería es en muchos aspectos un llamado más parecido al cielo que el matrimonio. Pero la mayoría eventualmente se casará. Por tanto, la perspectiva de un futuro matrimonio debería impactar tus metas en el lugar de trabajo hoy. Muy en contra de la cultura, iré tan lejos como para decir que debido a que las metas profesionales son diferentes para los esposos y las esposas simplemente porque son esposos y esposas, las metas profesionales son diferentes para los hombres solteros y las mujeres solteras porque tienen el potencial de convertirse en esposos y esposas.
Tanto para hombres como mujeres, el enfocarse en desarrollar un conjunto de habilidades comercializables ayudará en gran medida a lograr estos objetivos. Una habilidad que establece los valores del mercado es la forma en que proveerás en un mercado laboral competitivo. Una habilidad que establece los valores del mercado es la forma en que tendrás un apalancamiento para obtener la flexibilidad en el momento en que deba llegar.
Ahora bien, ¿parece intrínsecamente injusto que hombres y mujeres cristianos procuren carreras de manera diferente? Bueno, si estás evaluando una carrera según los estándares del mundo: dinero, poder, impacto, sí parece injusto. Alguien podría decir: «Entiendo el punto, pero es un poco molesto cuando mis amigos de la iglesia me dan diferentes consejos sobre la universidad simplemente porque soy mujer». Recuerda, las metas de Jesús no son las de este mundo. Sin importar si eres hombre o mujer, su principal objetivo para tu trabajo no es dinero, poder o impacto, él ya tiene eso. No te necesita para eso. Su objetivo para tu trabajo es que tu trabajo pueda mostrar su obra en ti. Que pueda glorificarlo. Debemos mantener eso en mente o el impacto del género en el lugar de trabajo siempre será un problema.
(5) Implicaciones que no dependen del matrimonio
¿Y qué pasa si nunca me caso? ¿Debería ser mi género un factor en el lugar de trabajo? Absolutamente. Hombres y mujeres es quienes somos, no solo en el matrimonio. Por supuesto, la parte difícil al entender esto es que en Génesis 2, la Biblia solo define la masculinidad y la femineidad en el contexto del matrimonio. Pero podemos ver en el resto de las Escrituras que el género es un factor real en tu vida incluso si nunca te casas. Después de todo, las personas solteras a lo largo de las Escrituras, incluso en culturas diferentes, actúan de acuerdo a su género.
Podríamos obtener una definición más completa de la masculinidad y femineidad, pero para los fines de esta clase, apeguémonos a lo que vemos en Génesis 2: En la esencia de la masculinidad existe una postura de protección y provisión de formas que sean apropiadas en las diferentes relaciones del hombre con las mujeres. En la esencia de la femineidad existe una postura de respaldo hacia el liderazgo de formas que sean apropiadas en las diferentes relaciones de la mujer con los hombres.
Ahora, ¿qué hacemos con esta idea del género cuando abordamos el lugar de trabajo? Bueno, el lenguaje del llamado que hemos usado en las semanas anteriores puede ser realmente útil aquí. Dios te ha llamado a ser hombre o mujer, simplemente en virtud de cómo te ha hecho. Y si eres un empleado, te ha llamado al lugar de trabajo. Lo haremos mejor cuando intentemos alinear esos llamados tanto como sea posible para que se apoyen entre sí. Para ser más específicos, déjame darte tres ideas acerca de cómo podría ser esto:
(6) Conclusión
Si hay algo que quiero que recuerdes hoy, es el título de nuestra clase. Sé quien eres. Dios te ha hecho hombre o mujer. Aunque la masculinidad y la femineidad lucirán diferentes para diferentes personas, habrá una postura general de protección y provisión para los hombres, y una postura de apoyo para las mujeres. Por tanto, busca oportunidades para reflejar tu género en tu lugar de trabajo, en el empleo que escojas y en la manera que lo lleves a cabo.
[1]La Biblia deja claro que como hombres y mujeres compartimos una humanidad común, iguales en valor, pero no idénticos. Dios creó al hombre y a la mujer. Perder la igualdad en valor y la relación entre los sexos se convierte en un desfile, con uno delante y otro detrás. Los hombres dominantes dan poca importancia a las mujeres y gritan órdenes porque creen que son superiores. Pero pierde las distinciones del género y la relación se convierte en una carrera. Hombres contra mujeres, yendo codo a codo en una carrera para llegar a la cima. Pero la Biblia dice que no es un desfile ni una carrera, es un baile. El hombre guía, la mujer lo sigue y, sin embargo, juntos se mueven como uno solo, en perfecta armonía.
Introducción
¡Bienvenido! Los dilemas éticos en el lugar de trabajo son tan antiguos como la Biblia. Piensa en José respondiendo a las insinuaciones de la esposa de su jefe. Moisés lidiando con la insubordinación. Daniel intentando descubrir qué hacer con una injusta ley laboral. Y tenemos problemas éticos actualmente. Así que ese es nuestro tema para el día de hoy. A diferencia de la mayoría de nuestras clases, donde Jamie y yo hacemos el 90% de la charla, espero que la clase de hoy sea mucho más interactiva. Comenzaré con algo de material introductorio y algunas directrices para estudiar la ética en el lugar de trabajo. Y luego pasaremos el resto de nuestro tiempo viendo estos casos juntos.
Directrices para la ética en lugar de trabajo
La ética es algo por lo que nuestro mundo se preocupa mucho. Encontrarás clases de ética en las escuelas de negocios, sociedades dedicadas a la ética en el lugar de trabajo, educación en ética obligatoria en organizaciones de todo el mundo. Pero cuando le preguntas a cualquier trabajador por qué es importante la ética, es probable que recibas muchas respuestas diferentes. «Porque la buena ética hace buenos negocios». «Porque parte del éxito es sentirse bien con lo que hacemos». «Porque no quiero que me despidan».
Sin embargo, somos cristianos. Seguimos a Jesús. De hecho, en nuestros trabajos, como en todo lo que hacemos, trabajamos para Jesús. Él es nuestro jefe. Así que la respuesta a esa pregunta es mucho más específica. ¿Por qué la ética es importante para el cristiano? Porque trabajamos para el Rey.
O, para ser más claros, tu trabajo importa principalmente por lo que dice de la obra de Cristo en ti. Tu principal objetivo en el trabajo no es escribir una carta constitutiva o fabricar una barra de jabón o arreglar una tubería con fuga de gas. Dios puede hacer todo eso sin ti y, siendo honestos, él puede hacerlo mucho mejor que tú. No, tu objetivo principal en el trabajo es glorificarlo. Mostrar lo increíble que él es. Trabajas para el Rey, y tu trabajo es una de las principales maneras en que tu vida demuestra que él es rey. La ética en el trabajo importa, porque solo la ética laboral refleja al verdadero rey. El trabajo deficiente, deshonesto y opresivo no glorifica a Dios sin importar cuán «exitoso» pueda parecer desde la perspectiva de este mundo.
Recordarás de la parábola de los talentos en Mateo 25 que el verdadero éxito en el lugar de trabajo es ser fieles. En otras palabras, por fe trabajamos en obediencia a Cristo para que nuestras actitudes y acciones reflejen la bondad y la gloria de nuestro Señor y Rey.
No obstante, en ocasiones no queda claro qué camino tomar para ser fieles. ¿Debería filtrar esa historia a la prensa como me insinúa fuertemente mi jefe? ¿O eso sería ser infiel a mi verdadero jefe, Jesucristo? ¿O sería ser infiel no hacer lo que mi jefe terrenal me pide que haga? Después de todo, como cristiano supongo que debo someterme a la autoridad terrenal, y aunque lo que ella me pide puede ser de mal gusto, ciertamente no es ilegal.
¿Qué hacemos cuando nos topamos con esta clase de dilemas éticos? Déjame darte algunas preguntas, y luego intentaremos abordar algunos casos prácticos
Casos prácticos
Genial, pensemos en estas preguntas a la luz de algunos casos prácticos de la vida real.
[Selecciona algunos de ellos, no tienes tiempo para todos ellos. Querrás presionar a la clase no solo para que responda la pregunta, sino también para que explique cómo lo hará. Por ejemplo, para el caso práctico #1, evita hacer de esto una respuesta de sí o no («No, no organizaría la fiesta»). En cambio, habla de cómo comunicarías esa decisión, y lo que harías para evitar caer en este dilema en primer lugar.
En lugar de dejar que la clase responda inmediatamente, ayúdales a examinar las preguntas anteriores. No todas aplicarán en este escenario, así que querrás enfocarte en las preguntas #1, #3 y #4. Para la pregunta #1, pídele a la clase capítulos y versículos, si es posible. Idealmente, las referencias bíblicas pueden venir de la clase, pero puedes sugerir algunas de las siguientes para ayudarlos cuando sea necesario].
Caso práctico #1: Fiesta en la oficina para una boda gay
Eres un jefe cristiano. Siempre celebras con una pequeña fiesta en la oficina cuando uno de tus empleados se casa. Uno de tus empleados está a punto de celebrar su boda con su novio. ¿Qué haces? No hacerlo sería una clara excepción a la norma. Hacerlo sería aprobar públicamente la «boda». Y Romanos 1 parece dejar en claro que aprobar el pecado es incluso más grave que el pecado en sí. «Saben bien que, según el justo decreto de Dios, quienes practican tales cosas merecen la muerte, sin embargo, no solo siguen practicándolas, sino que incluso aprueban a quienes las practican» (NVI).
Citas bíblicas relevantes: Romanos 1:32 («aprueban»); Efesios 5:7 («No seáis, pues, partícipes con ellos»); Mateo 9:11-13 («No he venido a llamar a justos, sino a pecadores»).
Caso práctico #2: Petición de exagerar tu posición
Estás a punto de participar en una conferencia telefónica con un cliente que está incumpliendo un contrato. El representante de ventas se inclina y dice: «Bien, deberías saber que le dije que eres el jefe de mi jefe. Pienso que eso te dará un pequeño impulso en esta conversación». Pero no ocupas un cargo tan lo alto en la empresa. Cuando te niegas, él te pregunta por qué es tan importante. Después de todo, ya has sido descrito de esa forma en un correo electrónico que se envió hace unas horas.
Citas bíblicas relevantes: Efesios 4:25,29 («desechando la mentira»); Hebreos 12:14 («Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor»).
Caso práctico #3: Hacer la promesa de no evangelizar
Mientras asistías a una función fuera del horario con tu compañero de trabajo, te hizo algunas preguntas acerca de tu fe, y te presionó para que le digas si pensabas que iría al infierno. No pareció ser una conversación particularmente difícil, pero a los pocos días tu director de recursos humanos aparece en tu oficina. Dice que tu compañero de trabajo presentó una queja sobre ti, no para meterte en problemas, sino porque sintió que si hablabas de esta manera con alguien más, eso podría ocasionarle problemas a la compañía. El director de recursos humanos te pide que dejes de hacer proselitismo con tus compañeros de trabajo, y en la confusión del momento, estás de acuerdo. Lo que estabas haciendo no era técnicamente proselitismo, solo respondías algunas preguntas. Pero claramente eso era lo que el director de recursos humanos tenía en mente, incluso si no encaja exactamente con la definición de proselitismo. ¿Qué haces ahora?
Citas bíblicas relevantes: Marcos 8:38 («Porque el que se avergonzare de mí…»); Salmo 15:4 («El que aun jurando en daño suyo»).
Caso práctico #4: Trabajas para un defensor del aborto
Eres mesonero en un restaurante. A los pocos años de tu estadía allí, conoces que el inofensivo nombre del dueño del restaurante «Good Eats Enterprises» es en realidad una posesión de la dotación de un grupo prominente en pro del aborto. ¿Qué haces?
Citas bíblicas relevantes: Efesios 5:7(«No seáis, pues, partícipes con ellos»); 1 Corintios 10:27-28 («de todo lo que se os ponga delante comed, sin peguntar nada por motivos de conciencia»).
Caso práctico #5: Tu compañero de trabajo engaña a tu amiga
Con el paso del tiempo, te has vuelto bastante cercana a la esposa de tu compañero de trabajo (por cierto, también eres una mujer). Tan cercana que las dos almuerzan juntas ocasionalmente. Pensabas que tenían un buen matrimonio. Hasta que ayer, cuando estabas en la oficina de tu compañero de trabajo. Una mujer de otro departamento entra, lo besa y le agradece por la noche anterior. Él te mira con una sonrisa tímida y pone su dedo sobre sus labios. «No digas ni una palabra al respecto». ¿Qué haces?
Citas bíblicas relevantes: Hebreos 13:4 («Honroso sea en todos el matrimonio»); Mateo 7:6 («No deis lo santo a los perros»); Proverbios 27:6 («Fieles son las heridas del que ama»).
Caso práctico #6: Tu compañero de trabajo piensa que eres homofóbico
En el comedor de la empresa, compartes una comida con varios compañeros de trabajo. Durante la conversación, alguien menciona que eres miembro de CHBC. Los ojos de tu compañera de trabajo lesbiana se agrandan. «La gente de la iglesia odia a las personas gay. No sé si puedo trabajar más contigo si así es como te sientes realmente sobre mí». ¿Qué haces?
Citas bíblicas relevantes: Proverbios 15:1 («La blanda respuesta quita la ira»); Marcos 8:38 («Porque el que se avergonzare de mí…»); Romanos 12:18 («Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres»); 1 Pedro 2:12 («para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras»).
Bienvenido, oremos antes de iniciar.
(1) Introducción
Una de las rarezas de la civilización occidental moderna es que para muchas personas, el tema de esta clase es un tema de actualidad. Durante gran parte de la historia humana, y para muchas personas hoy, el trabajo es simplemente algo que haces para sobrevivir, y realmente no hay opciones a considerar. Solo haces lo que mamá o papá hacen, fin de la historia.
Así que hagamos una pausa para observar la singularidad de incluso responder esta pregunta, y reconozcamos la arrogancia que puede acompañar incluso la elección de formularla. La idea de que de alguna manera merezco un gran trabajo que haga todo lo que quiero que haga no solo es irreal, es una idea que está más allá de la comprensión de la mayoría de la gente que ha vivido en este planeta.
Sin embargo, muchos de nosotros, sí tenemos que tomar decisiones. No solo tenemos opciones acerca de los diferentes trabajos que están disponibles para nosotros, también tenemos opciones acerca de las diferentes profesiones a emprender que, idealmente, abrirán paso a esas opciones laborales. Además de eso, con el moderno lugar de trabajo evolucionando como lo ha hecho en el último siglo, escoger un trabajo, e incluso escoger un oficio, probablemente sea algo que hagamos varias veces en nuestras vidas.
Escoger un trabajo es rara vez es fácil. Es difícil encontrar una buena combinación para nuestras habilidades, deseos y necesidades, y es complicado por el hecho de que más personas que nunca están compitiendo por los mismos trabajos. Podemos encontrar en algún punto de nuestras vidas que nuestras habilidades ya no son valoradas, y tendremos que aprender algo nuevo para permanecer en competencia. Además, escoger un trabajo es una pieza clave de cómo podemos aprovechar el lugar de trabajo como parte de nuestro discipulado de Jesús. Por tanto, ¿cómo podemos escoger un trabajo de una manera que nos ayuda a servirle? Ese será nuestro tema el resto del día. Una pregunta que podrías tener es cómo puedes servir al Señor mientras te encuentras buscando un trabajo. Específicamente, cuando estás desempleado. No comenzaremos con esa pregunta hoy, pero la abordaremos más adelante en el seminario.
(2) Establecer nuestras prioridades
Lo primero que necesitamos recordar es que, como todo en la vida, escoger un trabajo es algo que hacemos bajo el Señorío de Cristo, si somos cristianos. Como ya he dicho muchas veces en esta clase, no importa quién sea tu jefe terrenal, finalmente trabajas para Jesús. Colosenses 3:23: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres». Y esto es cierto a la hora de encontrar un trabajo como a la hora de trabajar.
Escoge un trabajo sabiamente y mejorarás substancialmente tu capacidad de ser fiel a Cristo en ese trabajo. Escoge un trabajo imprudentemente y pondrás obstáculos reales e innecesarios en tu camino. Y por supuesto el verdadero desafío es que a veces esos obstáculos no se vuelven evidentes sino hasta años después de haber tomado esas decisiones laborales, decisiones que pueden ser bastante difíciles de deshacer.
Entonces, ¿cómo podemos escoger un trabajo sabiamente? La respuesta es que necesitamos empezar con Dios. Por muy trivial que parezca, la verdad es que la mayoría de los cristianos nocomienzan sus búsquedas de empleo con Dios y las prioridades de Dios; comienzan con ellos mismos.
A esto es lo que me refiero. Piensa en tu proceso de toma de decisiones como una pirámide, amplia y fuerte abajo, puntiaguda y débil arriba. Una pirámide será estable siempre que la parte fuerte permanezca abajo y la parte débil permanezca arriba, es decir, cuando basamos nuestras vidas y decisiones en nuestras prioridades más grandes y fuertes.
¿Y cuál es el orden correcto? Obedecer y amar a Dios abajo, servir a los demás en el medio, y complacernos a nosotros mismos arriba.
Esto refleja la manera en que Jesús también nos enseñó a pensar. El gran mandamiento (la base de la pirámide de nuestras vidas) es «Amarás al Señor tu Dios». ¿Después de eso? «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Esto significa que el «yo» viene de último. El «yo» se encuentra situado en la cúspide de la pirámide, no debido a su importancia, sino debido a su debilidad. Simplemente no puede soportar el peso de una vida creada para honrar a Dios.
Así que, ¿qué significa, en lo práctico, mantener las prioridades de Dios como la base de nuestra toma de decisiones cuando buscamos un trabajo? Veamos seis preguntas básicas que quieres hacer cada vez que consideres un nuevo empleo, y las he ordenado de manera bastante deliberada. Las primeras tres preguntas es lo que llamamos lo «imprescindible». Son las preguntas donde realmente necesitas un «sí» para incluso considerar el trabajo. Las preguntas en la base de la pirámide. Las tres últimas preguntas es lo que llamamos lo «opcional». Son las preguntas que pertenecen a la parte superior de la pirámide, las cosas que son geniales si las puedes conseguir, pero que no son necesarias.
(3) Lo imprescindible
A. ¿Puede este trabajo glorificar a Dios?
Esta no es una pregunta tan complicada como parece al principio, ya que todo trabajo que no sea inherentemente pecaminoso puede glorificar a Dios. Puede demostrar lo increíble que él es. Así que no, no puedes trabajar como sicario, traficante de drogas, o personal de una clínica de abortos. El trabajo que es inherentemente pecaminoso deshonra a Dios y está prohibido para los cristianos. Por supuesto, ¡las cosas no siempre son tan claras! Las líneas pueden ser borrosas, y la conciencia de las personas se sentirá diferente en relación a las diferentes líneas de trabajo. Sin embargo, por lo general, es importante comenzar aquí. Queremos que nuestros trabajos glorifiquen y honren a Dios.
B. ¿Este trabajo me permite vivir una vida piadosa?
En otras palabras, ¿este trabajo me permitirá obedecer a Dios en cada área de mi vida, o implicará que debo sacrificar mi obediencia en otras áreas? ¿Este trabajo me permitirá amar bien a mi esposa y criar bien a mis hijos? ¿Este trabajo me obligará a incumplir otra obligación bíblica? ¿Me permitirá obedecer a Dios al tener una sana relación con una iglesia local? Si un trabajo necesariamente implica que tendré que desobedecer a Dios en otras áreas de la vida, entonces, con toda probabilidad, se trata de un trabajo que no debería considerar.
Algunas cosas prácticas para reflexionar:
¿Este trabajo me permitirá ser fiel en mis otras asignaciones?
Parte de esto se reduce a la pregunta del «equilibrio entre el trabajo y la vida» que vimos hace unas semanas. Pero no se trata solo del tiempo. ¿Mi trabajo me deja la energía mental para relacionarme con mi familia, vecinos, amigos y así sucesivamente? Si no es así, ¿está bien eso por un período de tiempo? ¿Y cuánto tiempo es demasiado tiempo para que un trabajo haga que las asignaciones que Jesús me ha dado en otras áreas de la vida se sientan insostenibles?
¿Este trabajo me permitirá estar involucrado en mi iglesia local?
Esto no significa que todas las cosas relacionadas con la iglesia sean necesariamente más importantes que todas las relacionadas con el trabajo. Por ejemplo, sé de alguien que dejó de trabajar como anciano para poder asociarse en su bufete de abogados. Y todos los ancianos pensaron que esto era una decisión bastante sabia.
¿Por qué? Porque su meta al hacerlo no era el prestigio del cargo, sino la capacidad que esa posición le otorgaba para servir mejor a Dios a largo plazo. Se trataba de un trabajo donde podía proveer para su familia, donde podía ser generoso con otros, y donde podía contar con la estabilidad necesaria para servir bien a la iglesia en el futuro.
Sin embargo, aunque las coas en la iglesia no sean «necesariamente» más importantes que las cosas en lugar de trabajo, una vida sabia es casi siempre una vida centrada en la iglesia local. Un cristiano típico servirá mejor a Jesús a lo largo de su vida si prioriza su capacidad de invertir en la iglesia local al tomar decisiones profesionales, y no al revés. ¿Por qué es así?
¿Las tentaciones de este trabajo refuerzan mis pecados?
Cada trabajo traerá su propio conjunto de tentaciones. La pregunta es, ¿eres la persona correcta para soportar dichas tentaciones? Te daré algunos ejemplos:
Entiendes el punto. Sin importar el campo en el que te encuentres, probablemente sea una buena idea pasar algo de tiempo hoy anotando las tentaciones que son inherentes a tu profesión. Luego siéntate con un amigo y compara eso con donde tiendes a luchar.
C. ¿Este trabajo provee para mis necesidades y me permite ser una bendición a otros?
La Escritura nos ordena que trabajemos duro para proveer para nosotros y para nuestras familias, y para ser generosos con ellos que están en necesidad. Consideramos esto algo imprescindible porque realmente no es una característica opcional. Pablo escribió en 1 Timoteo 5:8: «Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo». ¡Sorprendente! Eso es bastante esclarecedor, ¿cierto? Si escoges un trabajo que usa tus dones, pero no paga lo suficiente para que cubras tus necesidades básicas y las de tu familia, la Biblia dice que estás viviendo en pecado. Lo creas o no, el dinero es imprescindible.
En lugar de sentirnos mal por preocuparnos por el dinero, ésta debería ser una de las principales razones por las que trabajamos. Si eres el principal proveedor de tu familia, deberías considerar tu capacidad de hacer dinero en tu trabajo a la luz de las responsabilidades actuales y futuras que tendrás. Algunos de nosotros debemos ser expulsados de un trabajo que prioriza la comodidad o el disfrute por encima del dinero que podríamos ganar con nuestras habilidades. Otros necesitamos priorizar «avanzar» en nuestras profesiones. No de una manera mundana, sino de una manera piadosa que nos posicionará para servir a nuestras familias en un área costosa.
Si estás en un trabajo que no provee adecuadamente para tus necesidades, deberías preguntarte: 1) ¿Me estoy esforzando por un estilo de vida que es irreal dado mi potencial de ingresos? Si no es el caso, necesitas hacerte una segunda pregunta: 2) ¿Por qué estoy desempleado y qué puedo hacer al respecto?
(4) Lo opcional
D. ¿Este trabajo tiene el potencial de hacerme crecer como persona?
De muchas maneras, esto es una continuación de la última pregunta. Mi trabajo puede ser capaz de satisfacer mis necesidades y de permitirme ser generoso en esta etapa de la vida, cuando estoy soltero sin un carro, sin una hipoteca y sin hijos. Pero, ¿cómo podré obedecer 1 Timoteo 5:8 una vez que tenga una familia? Bastante simple, siendo más valioso de lo que eres ahora. Y la principal manera de que eso suceda es si tu trabajo te enseña, capacita y desarrolla. Lo principal a tener cuenta aquí es que, con el tiempo, quieres desarrollar una habilidad que esté en demanda. Busca convertirte en un experto en algo, donde tu valor no esté en la cantidad de tiempo que dedicas a tu trabajo, sino en tu capacidad para tomar decisiones que otros no pueden tomar. Por otro lado, si tan solo vendes tu tiempo, la una única manera de hacer que tus ingresos aumenten es trabajar más horas. Y eventualmente eso llegará a un punto de quiebre.
Si tienes una habilidad que está en demanda, es probable que te paguen más, y como cristiano puedes usar ese dinero para un gran bien. Serás capaz de negociar más flexibilidad en tu trabajo. Es probable que te resistas a mudarte con tanta frecuencia. Podrás ser más efectivo en tu trabajo, lo que debería, en cierta forma, ayudarte a servir a los demás, ya sea fabricando jabones, educando a niños o sirviendo comida.
¿Tu jefe simplemente extrae todo el valor que puede obtener de ti? ¿O tiene un gran interés en mejorar tu habilidad para que seas más valioso? No hay nada moralmente malo con una compañía que haga eso. Es solo que un trabajo como ese no te posicionará para servir mejor a Cristo en el futuro.
E. ¿Este trabajo usa mis dones y talentos?
No hay nada malo con trabajar en un empleo donde no uses todo para lo que Dios te ha creado. De hecho, es inevitable que algo en lo que eres bueno quede en el olvido. Pero si puedes trabajar en un empleo donde usas tus dones y talentos, eso es algo maravilloso. Después de todo, la Biblia está llena de historias donde Dios prepara a personas para que hagan un trabajo específico para él. Bezalel estaba específicamente dotado para construir el Tabernáculo, José para administrar el reino del Faraón, Daniel para gobernar, y David para ser un poeta guerrero.
Por supuesto, a veces Dios hace exactamente lo opuesto: Él demuestra su poder al ponernos en lugares precisamente porque no tenemos ni idea de lo que estamos haciendo. Piensa en Moisés protestando ante Dios porque no sabía cómo hablar, por ejemplo. O en Gedeón viendo a su ejército ser reducido antes de que Dios le permitiera atacar. Por tanto, no asumas que Dios solo puede usarte si estás capacitado. Él puede hacer lo que quiera.
Una pregunta a considerar que a menudo pasamos por alto es si este trabajo valora las cualidades en ti que Cristo también valora. Cristo valora cosas como el liderazgo servicial, la generosidad, la humildad, la paz, la honestidad, el enfoque familiar, etc. ¡Qué maravilloso es encontrar un trabajo que también valore estas cosas! Porque, después de todo, mientras más sirves a Jesús, más te describirán estas cosas. No hay nada necesariamente malo con trabajar en una cultura que desprecia la honestidad, la humildad y tu familia. Pero, ¿por qué pasar por eso si puedes evitarlo? En nuestra clase acerca del género en el lugar de trabajo, nuestro principal mensaje fue: «sé quien eres». Bueno, lo mismo es cierto aquí. Si es posible, busca un trabajo donde puedas ser quien eres en Cristo, y donde lo que eres en Cristo sea bueno para el trabajo.
F. ¿Este trabajo es algo que quiero hacer?
Esta puede ser una pregunta muy peligrosa, dada la manera en que nuestra cultura lo idolatra. Así que permíteme aclarar el lado peligroso primero. Tienes que tener expectativas bíblicas realistas del nivel de satisfacción que un trabajo producirá. Recuerda, en amor, Dios maldijo tu trabajo como inútil, y ningún trabajo en esta vida se escapará de esa maldición. El mundo nos dice que encontrar un trabajo que disfrutes es el objetivo clave en la vida. Pero la Biblia no dice nada parecido. En cambio, escucha los objetivos bastantes prosaicos de Pablo para tu trabajo en 1 Tesalonicenses 4: «Pero os rogamos, hermanos… que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada» (v. 11-12). Nada de «haz un cambio en el mundo» o «haz lo que amas».
Sin embargo, es muy agradable tener un trabajo que disfrutas. Es más fácil trabajar de corazón, como para el Señor, cuando disfrutas lo que haces. El punto ideal, de hecho, probablemente sea un lugar entre lo que te disgusta y lo que te apasiona. Un trabajo que te disgusta puede ser un lugar difícil para permanecer motivado, para trabajar como para el Señor. Puedes sentir la tentación de ser inactivo en tu trabajo. Un trabajo que te apasiona es peligroso a su manera, puede convertirse rápidamente en un ídolo. Un trabajo que disfrutas puede ser bueno, hasta cierto punto.
(5) El peligro de las prioridades invertidas
Da otro vistazo a la pirámide de las prioridades. A medida que estudias estas seis preguntas, avanzas hacia la cúspide de la pirámide. Estas preguntas deberían llevarte a comenzar con Dios, luego a considerar a los demás, y finalmente a pensar en ti. Esa es la clase de mentalidad que te conducirá a un proceso de toma de decisiones estable y piadoso.
La mayoría de las personas, incluso los cristianos, no piensan en esto en absoluto. De hecho, invierten completamente la pirámide.
Inician su búsqueda de trabajo haciendo la pregunta: «¿Qué quiero hacer yo?». Solo después se preguntan si se trata de un trabajo que beneficiará a otros y, finalmente, hacen una revisión rápida para asegurarse de que no están a punto de pecar cuando firmen en la línea de puntos.
El pensamiento invertido conduce a todo tipo de problemas. Engrandece nuestra tendencia a pensar primero en nosotros, lo que distorsiona la manera en pensamos sobre la clase de trabajo que podría ser mejor para nosotros. Si comenzamos con consideraciones egoístas, podemos encontrarnos descartando equívocadamente trabajos que honrarían a Dios perfectamente bien; que nos permitirían vivir vidas tranquilas y piadosas, que proveerían para nuestras necesidades, y nos permitirían beneficiar a otros. Asimismo, el pensamiento invertido puede llevarnos a saltar a un trabajo que podría ser satisfactorio para nosotros a su manera, pero que no pague lo suficiente. Puede llevarnos a un empleo que nos obligue a eludir otras responsabilidades o a un empleo que no beneficie a nadie más que a nosotros mismos. Cuando invertimos la pirámide y esperamos que nuestras preocupaciones soporten el peso de nuestra decisión, todo el proceso se vuelve irremediablemente inestable. No dejes pasar un empleo que aunque no sea personalmente satisfactorio, glorifica a Dios y provee para tu familia. Y no escojas un trabajo que sea personalmente gratificante, pero que no supla esas cosas básicas. ¡Mantén la pirámide boca arriba!
Por supuesto, hay otro punto obvio a tener en cuenta. Si Dios no te da la oportunidad de hacer algo, entonces no te ha llamado a hacerlo, al menos no de momento. Dios dirige nuestros pasos a través de oportunidades presentes. No hay nada de malo con pensar en opciones y considerar las posibilidades. Pero debemos seguir haciendo lo que Dios pone frente a nosotros hoy. Salomón escribió dos proverbios casi idénticos acerca de esta verdad. Proverbios 12:11 dice: «El que labra su tierra se saciará de pan; Mas el que sigue a los vagabundos es falto de entendimiento». Proverbios 28:19: «El que labra su tierra se saciará de pan; Mas el que sigue a los ociosos se llenará de pobreza». ¡Este es un punto bastante práctico e importante que Salomón comunica dos veces! No sigas a los ociosos. No persigas fantasías. Aprovecha las oportunidades que tienes ahora en lugar de obsesionarte con oportunidades quizá nunca tendrás.
(6) Conclusión
Aunque la decisión de procurar cierta profesión o de aceptar determinada oferta de trabajo puede parecer al momento la decisión más importante que tomaremos, la verdad es que también están sujetas a cambios. Esto significa que deberíamos orar, buscar orientación, planear y establecer estrategias con sabiduría, y luego deberíamos tomar la decisión rápidamente y seguir adelante. ¿Por qué? Porque en el análisis final, Dios está en control. Él es soberano sobre todo, ¡y eso ciertamente incluye nuestros trabajos! Podemos colocar nuestras vidas y profesiones en sus manos, sabiendo que él es un Rey bueno y bondadoso que hace que todas las cosas cooperen para su gloria y para nuestro bien. Él no desperdiciará nuestro desarrollo.
Así que por encima de todo, confía en Dios cuando escojas un trabajo. Los trabajos son temporales; Dios es eterno. Si parece que tienes que escoger un trabajo que no es perfecto para ti, alaba a Dios y hazlo de todo corazón. Un día ese trabajo terminará. Y si parece que has encontrado el empleo de tus sueños, trabaja en él de todo corazón. Recuerda, un día, ¡también terminará! De cualquier manera, trabajas para Jesús. Puedes confiar que él tiene buenas razones para el trabajo que te ha dado.
Si tienes varias historias grandiosas sobre el lugar de trabajo en el evangelismo que compartir durante la clase, genial. En ese caso, elimina o reduce las preguntas al inicio, lo segundo acerca de ser embajadores al final de la introducción, y reestructura la sección de las definiciones.
(1) Introducción
Comencemos aclarando algo. No dirijo esta clase porque sea una especie de súper estrella evangelista. Sí, evangelizo en el lugar de trabajo, pero también estoy convencido durante conversaciones como ésta de que no comparto el evangelio tanto como debería, lo que en ocasiones francamente se debe a mi débil fe y cobardía.
Empecemos con algunas preguntas:
Aquellos de nosotros que hemos compartido el evangelio con colegas del trabajo, alabemos a Dios por esa valentía y fidelidad. Todos sabemos lo aterrador que puede ser eso. Para quienes no lo han hecho, esta es una gran oportunidad para cambiar eso. Obviamente, estás aquí porque quieres crecer en esa área. Sin importar cuál sea el caso, tu salvación está segura por la obra terminada de Cristo en la cruz, y no por tus buenas obras. Las buenas obras no salvan ni mejoran nuestra posición en Cristo. Realmente no puedes mejorar tu posición más allá de ser un hijo o hija adoptado por el Señor.
¿Cómo Dios ve esto? Mira lo que dice Pablo en 2 Corintios 5:17,19-20:
«De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas… Y [Dios] nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase pro medio de nosotros».
¿Alguna vez has pensado sobre eso? Como cristiano, estás completamente acreditado como embajador de Jesucristo, el Rey supremo del universo. Dios te ha encargado el mensaje de la reconciliación, el mensaje de la buena noticia de que Jesús reconcilia a los pecadores con Dios. ¿Y adivina qué? Eso es cierto de 8 de la mañana a 5 de la tarde. De lunes a viernes como lo es para cualquier otra hora de tu vida. Cuando vas a la iglesia, eres un embajador del Rey. Cuando compartes con amigos, eres un embajador del Rey. Cuando vas al trabajo, te reúnes con un cliente, participas en una reunión, trabajas en un proyecto, colocas un clavo, creas un plan, recibes a un comprador o escribes un informe, eres un embajador del Rey. Evangelizar no es el principal propósito de nuestro trabajo, el principal propósito de nuestro trabajo es glorificar a Dios. Nuestro trabajo existe principalmente para mostrar su obra en nosotros. Pero por supuesto, gran parte de eso, gran parte de ser embajadores de Cristo, es compartir el evangelio con nuestros compañeros de trabajo.
Entonces, ¿cómo podemos compartir fielmente el evangelio con las personas en el trabajo? Eso es lo que queremos estudiar el resto de nuestro tiempo. Comencemos definiendo algunos términos.
(2) Definición de términos
A. Evangelizar – Qué es
Cuando hablamos sobre evangelizar, ¿de qué estamos hablando? ¿Qué es el evangelismo?
Es compartir el evangelio. Llamar a los perdidos para que se arrepientan de sus pecados y coloquen su fe en Jesucristo.
B. Evangelizar – Qué no es[1]
A veces para estar claros respecto a una definición, es útil pensar en lo que ésta NO es.
Evangelizar NO es imponer nuestras creencias. Alguien podría preguntar: «¿No está mal imponer nuestras creencias a otros?». (Dada la forma en que se practica a menudo el evangelismo, ¡puedo entender la confusión!) Pero cuando entiendes lo que la Biblia presenta como evangelizar, en realidad no se trata de imponer tus creencias.
Eso es porque no obligas a las personas a que se conviertan en contra de su voluntad, simplemente presentas un mensaje y oras para que Dios haga la obra de la conversión. Y además, no sostienes una conversación sobre el evangelio en contra de los deseos de alguien; solo respondes a sus propias preguntas.
Evangelizar NO es compartir tu testimonio personal. No es decirle a la gente cómo te convertiste en cristiano. El riesgo aquí es que se trata de tu experiencia personal. Un testimonio por sí solo no convierte a la persona con la que hablas que tiene un problema y que también necesita a un Salvador.
Evangelizar NO es participar en obras de acción social. Hacer que alguien vote por una enmienda constitucional no es evangelizar. Protestar fuera de una clínica de abortos no es evangelizar. Alimentar a los pobres, por sí solo, no es evangelizar. Puede encomiar el evangelio, pero no hay poder salvador en tus buenas obras.
Evangelizar NO es practicar la apologética. No compartes el evangelio cuando defiendes la autenticidad de las epístolas de Pablo a los corintios. No estás evangelizando cuando defiendes el parto de una virgen o la resurrección. Estás defendiendo la verdad, y alabado sea Dios por eso, pero no estás evangelizando. Como pastor, Andy Davis de FBC Durham dijo: «No puedes enviar de un ‘jaque mate’ a alguien al cielo».
Un testimonio personal, una acción social y la apologética pueden acompañar al evangelismo, pero por sí solos no son evangelizar.
C. ¿Qué es el evangelio?
Si evangelizar consiste en compartir el evangelio, ¿qué es el evangelio? En resumen, las buenas noticias de Jesucristo: Que él vivió y murió por el pecado de todos los que se arrepienten de sus pecados y ponen su fe y confianza en él.
Encuentro útil explicar el evangelio usando cuatro palabras: Dios, Hombre, Cristo, Respuesta.
Si no estamos compartiendo el evangelio, no estamos evangelizando.
(3) Barreras del evangelismo
¿Cuáles son algunas de las razones más comunes por las que no practicamos el evangelismo en nuestros lugares de trabajo? Permíteme mencionar algunas:
El miedo del hombre: No queremos que nuestros colegas piensen menos de nosotros.
Pero no todas las barreras no suenan tan comprensibles como esas. Aquí hay algunas más:
Esas son algunas de las razones por las que, generalmente, no evangelizamos. Apuesto que puedo añadir algunas más. Entonces, ¿qué hacemos al respecto?
(4) Herramientas y hábitos de un evangelista en el lugar de trabajo
Ahora, pasemos a la parte práctica de cómo podemos crecer en nuestro evangelismo en el lugar de trabajo. No existe una fórmula mágica, solo una lista inicial de prácticas efectivas que he visto que pueden ayudarnos a evangelizar. Las separaré en cosas que puedes hacer en privado y cosas que puedes hacer en público.
A. En privado – Detrás de la línea de visibilidad
– Orar. Primero lo primero, ora. Ora por los perdidos que te rodean. Ora por oportunidades para compartir el evangelio. Ora para que puedas crecer en valentía. Ora para que Dios sea grande y la gente pequeña.
Y no ores tú solo, haz que tus hermanos y hermanas se involucren, idealmente otros cristianos en el trabajo. Pídeles a otros miembros de tu iglesia que oren por dos o tres personas que veas frecuentemente que están perdidas. Mi amigo Hunter guió al compañero de trabajo de Jamie, Ashok, al Señor; hizo que su grupo de estudio bíblico de hombres orara por Ashok desde el momento que empezó a preguntarle sobre su fe cristiana.
– Conocer el evangelio. En 1 minuto; 10 minutos; o 1 hora, creo que memorizar el evangelio y practicarlo es realmente importante porque quieres que tu mente esté clara cuando se presente la oportunidad. Dos Maneras de Vivir es un gran folleto para descargar la versión de 1 minuto.
– Adoptar las métricas correctas. Mide tus esfuerzos evangelísticos por tu fidelidad en presentar claramente el evangelio. No lo hagas por la respuesta que obtendrás. La respuesta será mucho más tibia, desinteresada, condescendiente, quizá un poco molesta o airada. Nuestro trabajo es presentar fielmente el mensaje; Dios escoge hacer la obra. Ahora, si a las personas les enoja que compartas el evangelio, es una buena oportunidad para ver si tienen algo de razón. Quizá seas el culpable más que el evangelio. Pero por otro lado, no asumas que si haces todo bien, la gente responderá bien.
– Cultivar la humildad. En el mismo sentido, comprende que es probable que seas menospreciado en el lugar de trabajo si presentas a Cristo y compartes el evangelio con un colega. Y la tentación será cuidar tu reputación de manera más agresiva. Nadie quiere ser visto como un tonto. Pero quizá esa sea exactamente la consecuencia de alinearte públicamente con Cristo. En lugar de preocuparte por esto y hacer de tu reputación un ídolo, considera Lucas 14:27 donde Jesús aborda el costo del discipulado. Él dice: «Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo». Hay un costo por seguir a Cristo, para algunos de nosotros en el lugar de trabajo, puede ser las consecuencias negativas de ser conocido como cristiano y compartir el evangelio.
B. En público – De frente
– Presentar a Cristo. Todos en tu oficina deberían saber que eres evangélico cristiano, que tu fe es fundamental para ti y que asistes regularmente a la iglesia. Si la gente no sabe que eres un seguidor de Cristo, ¿a quién acudirán cuando tengan preguntas religiosas?
Obviamente no deberías hacer esto de manera desagradable o irresponsable. Pero tal vez al hablar de tu fin de semana, al describir un estudio bíblico en el que participas, al dejar una Biblia o un libro cristiano que estés leyendo en tu escritorio o repisa, al compartir cómo oras y generalmente al presentar a Dios, la gente lo sabrá. Asegúrate de haber dado un paso simple, inicial y muchas veces aterrador, y asegúrate de estar identificado con Cristo. El hecho de que esta iglesia sea «Southern Baptist» [Bautista del Sur] puede ser un hecho útil para que la gente lo sepa. Seré honesto, las asociaciones que las personas tienen con esa frase no siempre son positivas. Pero el saber que estás en una iglesia bautista del sur le dirá a las personas que realmente crees en la Biblia, que eres contracultural en temas sociales como el matrimonio gay, que crees en un verdadero cielo e infierno. Tener esos hechos como conocimiento de fondo a medida que ellos llegan a conocer tu verdadero yo, asumiendo que tu verdadero yo contradice algunas de sus impresiones negativas acerca de estas cosas, puede dar lugar a conversaciones valiosas acerca del evangelio.
Permíteme hacer algunas sugerencias acerca de ser apropiadamente público con tu fe:
Haz buenas preguntas
Las preguntas son una excelente forma de condicionarte para no enfocarte y concentrarte en ti mismo. Atraen a la gente, y tienden a hacer que las personas también te hagan preguntas… lo que ocasionalmente crea oportunidades para presentar a Cristo.
He aquí algunas preguntas útiles:
Lo que a menudo lleva a preguntas más profundas, como…
O considera ponerte a disposición para brindar una perspectiva cristiana sobre temas de actualidad: «Sé que el matrimonio está en las noticias. No sé cuántos cristianos conozcas, pero si alguna vez tienes preguntas acerca de cómo alguien de fe puede ver estos importantes temas culturales, no dudes en preguntarme».
Conoce a tu jefe o subalternos directos
En cierto sentido, puede ser difícil compartir el evangelio con aquellos en una posición superior. Pero por otro lado, son las personas con las que trabajas más personalmente. Por tanto, haz que tu objetivo sea conocerlos como personas, no solo como socios. Podrías decir algo como esto: «Me he dado cuenta de que los mejores gerentes con los que he trabajado, invirtieron tiempo para llegar a conocerme y viceversa. Así que si está bien, ¿puedo preguntarle qué le gusta hacer fuera del trabajo? Si no tuviera que hacer esto para vivir, ¿a qué le dedicaría más tiempo?». Eso, por lo general, me abre el camino para por lo menos presentar mi fe.
Jamie habló acerca de cómo asumió que sería casi imposible compartir el evangelio con sus subalternos directos, pero de hecho, esas resultaron ser las conversaciones más evangélicas que tuvo. Sencillamente, a medida que las personas empezaron a confiar en él como un jefe que quería lo mejor para ellos, comenzaron a pedirle consejos sobre problemas personales fuera del trabajo. A lo que él a menudo respondía con algo como: «Bueno, sabes que soy una persona bastante religiosa. ¿Está bien si te doy una respuesta bastante religiosa para esa pregunta?». Dando entrada al evangelio.
Conoce a tus compañeros de trabajo fuera del trabajo
Notarás que esta es una clase sobre evangelizar a tus compañeros de trabajo, no necesariamente en el lugar de trabajo. Algunos entornos laborales son realmente hostiles y particulares al respecto. Al hablar con cristianos que trabajan en el departamento de recursos humanos, lo que dicen es que a las compañías realmente les preocupa proteger a sus empleados contra el acoso y la discriminación, como debería ser. En general, no estoy a favor de tener largas conversaciones acerca del evangelio en el trabajo, te pagan por ser productivo, así que haz bien tu trabajo. Pero también necesitas alimentarte, sal a comer. O invita a cenar a tus colegas. Si viajan, ve si puedes expandir el tema de conversación más allá del trabajo mientras están en la carretera juntos.
– Ser excelente en lo que haces. Cuando presentas a Cristo, necesitas entender que, en esencia, también estás ofreciéndote como voluntario para sostener un microscopio gigante sobre tu cabeza. Así que asegúrate de que tu trabajo refleje la creatividad, el propósito y la bondad de Dios, el gran Rey.
En la práctica, puedes trabajar en esto intentando mantener tus desafíos laborales a la luz del evangelio y ver cómo tu identidad en Cristo puede tener un impacto práctico profundo en la manera en que te desenvuelves en tu lugar de trabajo:
Además, es sorprendente cuánta más flexibilidad obtienes cuando eres realmente bueno en tu trabajo y confiable en todos tus negocios.
– Desarrollar relaciones con amor. Si bien no queremos que nuestros compañeros de trabajo sean «proyectos», queremos ser proactivos y estratégicos acerca de las relaciones que desarrollamos con nuestros colegas.
La diferencia entre motivos ulteriores y últimos podría ser útil. Tener un motivo ulterior para evangelizar en relaciones con compañeros de trabajo significa que realmente nos los valoras como personas, solo como simples proyectos evangelísticos. Tener un motivo último para evangelizar es bastante diferente. Significa que estás interesado en formar una verdadera amistad. Quieres amarlos y servirles como lo harías con cualquier otro amigo. Finalmente, esperas hacer eso al compartir el evangelio, pero si esa oportunidad nunca surge, no consideras eso una relación desperdiciada. Después de todo, has mejorado la reputación de Cristo en sus vidas al ser un buen amigo que es conocido como cristiano, y quién sabe cómo Dios podría usar eso.
Invierte en los no cristianos en tu lugar de trabajo, no como proyectos, sino con amor, como aquellos creados a imagen de Dios y no superficialmente, sino compartiendo tu vida con ellos.
– Ser sabio y atractivo (agradable, cordial) y no preocupado y débil. Ahora, muchos podrían pensar: «Estoy motivado y quiero hacer que el Reino avance a través del evangelismo, pero también quiero desarrollar mi carrera y proveer para mi familia». Y a veces siento que estos son intereses en conflicto. ¿Cómo abordo eso? Bueno, seamos honestos: puede ser difícil.
Eres nuevo en una oficina y surge un tema controversial, y sabes que una posición bíblica al respecto probablemente será contraria a lo que todos los demás piensan. ¿Cómo deberías responder?
Tienes una buena relación con tu jefe, pero no estás exactamente seguro de cómo podría verse afectado tu estatus laboral si él supiera que piensas que se va al infierno. ¿Cuál es la mejor manera de presentar el evangelio? ¿Qué harás si te pregunta directamente?
Tal vez eres amigo de una compañera de trabajo lesbiana y realmente no estás seguro de cómo discutir el evangelio con ella. ¿Cómo haces para no ofenderla inmediatamente y crear una relación profesional tensa?
Si eres un gerente o propietario de un negocio, y necesitas presionar a otros para que hagan las cosas, ¿cómo equilibras los resultados de la compañía con un deseo de invertir en el evangelismo?
Estas cosas requieren de mucho juicio. Pero déjame darte un consejo. La forma en que la mayoría de nosotros parece ser sabio es callando y cayendo en el error de no hablar de Jesús. Quiero presionarnos para que seamos más fieles y hablemos con denuedo y valentía.
¿Has considerado que Dios podría ponerte en una posición donde tengas que enfrentar conversaciones incómodas e invertir algo de tu capital relacional porque cree que eres un embajador que puede manejarlo? No debes preocuparte y lamentarte: Jesús prometió que estará nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt. 28:20).
Esto no quiere decir que acosarás a las personas con el evangelio en la fotocopiadora. Significa que debes orar por buenas oportunidades para compartir el evangelio. Te sorprenderá ver cuántas buenas oportunidades surgen cuando oramos fervientemente por ellas, cuando vemos a nuestros colegas como personas y no como proyectos, cuando no nos conformarnos con tan solo compartir bromas sin sentido con nuestros compañeros, y procuramos ser excelente en nuestros trabajos.
– Movilización: Ten una mentalidad de «campo misionero» acerca de tu trabajo. ¿Alguna vez has considerado que una de las razones por las que Dios te ha enviado a tu trabajo es para que puedas ayudar a penetrar en una subcultura con el mensaje del evangelio? A lo largo de nuestra sociedad, hay infinidad de grupos de personas que comparten mucho en común simplemente porque trabajan en el mismo campo. Hablan la misma jerga, luchan con los mismos problemas, hacen muchas de las mismas preguntas. Y desafortunadamente, muchas de esas subculturas son grupos de personas no alcanzadas.
¿A qué grupo de personas te ha enviado el Rey? ¿Arquitectos? ¿Maestros? ¿Vendedores? Pensar en ello de esa manera nos ayuda a no desanimarnos por el hecho de que millones de personas necesitan escuchar el evangelio. En cambio, nos enfocamos en una red específica de amigos y relaciones donde podemos comunicar la verdad que rara vez se escucha.
También podrías considerar llevar tu trabajo a otra parte del mundo, incluso lugares donde puede ser difícil que los misioneros vayan. La globalización del mundo de los negocios es uno de los desarrollos más importantes de las misiones en toda la historia. ¿Por qué no considerar ser un ingeniero en Shanghái? ¿Trabajar en Dubái, Estambul o Moscú, donde millones de personas de cientos de nacionalidades viven y trabajan cada día? Estos lugares necesitan un fuerte testimonio del evangelio. Los misioneros que ya están en muchas de estas ciudades serán motivados profundamente al ver que otros cristianos se mudan a sus ciudades y se ponen manos a la obra.
Podríamos pasar mucho tiempo hablando de estas iniciativas, pero lo más importante es desarrollar un corazón para usar nuestro trabajo en lugares estratégico, sea en nuestro país o en el exterior.
(5) Conclusión
Finalicemos con las alentadoras palabras del apóstol Pablo en 2 Corintios 2:
14 Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. 15 Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; 16 a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente? 17 Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo.
Oremos para que seamos el olor de Cristo en el lugar de trabajo.
[1] De El Evangelio y la Evangelización Personal de Mark Dever
(1) Introducción
Bienvenido a una de nuestras últimas clases en el seminario «Cristianos en el lugar de trabajo». Esta mañana, examinaremos el trabajo en diferentes etapas de la vida. Lo que hemos hablado en las clases hasta ahora se refiere al trabajo que muchos de nosotros experimentará como algo normal en la vida: el empleo. Pero por supuesto, en una vida normal nuestro trabajo no siempre encaja en esa categoría, incluso el trabajo que clasificaríamos en la categoría de nuestro empleo. ¿Cómo tomas lo que hemos hablado hasta ahora y lo aplicas a tu vida como estudiante, a tu vida como alguien desempleado o a tu vida como alguien jubilado? Llamaré a estos «llamados excepcionales». No porque sean raros, muchas personas tienen ese llamado. Ciertamente no porque nos caractericen como extraños. No, los llamo «excepcionales» porque tradicionalmente no pensamos en ellos como llamados. ¿Cuántas veces has escuchado a alguien decir: «He sido llamado a estar desempleado»? ¿O jubilado? ¿O a ser un estudiante? Pero estos son llamados, así como el tener un empleo o estar casado son llamados.
Así que esto es lo que haremos esta mañana. Quiero empezar basándonos en lo que ya hemos discutido en estas clases. ¿Qué es exactamente un llamado y por qué nuestros llamados importan? Luego tomaremos cada uno de estos «llamados excepcionales» y descubriremos lo que significa ser fiel al llamado de Dios en cada uno de ellos.
Mi oración es que al hacer esto, lleguemos a comprender que Dios nos llama a trabajar como siervos buenos y fieles, para su gloria y para el bien de otros, en cada aspecto de nuestras vidas.
(2) ¿Los llamados excepcionales son realmente llamados?
Empecemos. Un buen lugar para comenzar es con la pregunta que aparece en tu folleto. «¿Los llamados excepcionales son realmente llamados?». ¿No es como culpar a Dios decir que mi desempleo es su llamado, por ejemplo?
O, más moderadamente, podrías pensar: «Lo entiendo, pero algunos de estos llamados parecen negativos. Quiero decir, ¿no son realmente la ausencia de un llamado?». ¿No es más correcto decir: «No he sido llamado a trabajar», que: «He sido llamado a estar desempleado»?
¿Y qué sucede con ser un estudiante y estar jubilado? En nuestra cultura enfocada en el trabajo, vemos nuestros estudios como la rampa al éxito en el trabajo. Y vemos la jubilación como el cierre de una carrera exitosa. Así que ser un estudiante da la impresión de «todavía no haber sido llamado a trabajar» y el estar jubilado da la impresión de «ya no estar llamado a trabajar». Bueno, regresando a una de las clases anteriores, esta es una terrible distorsión del concepto bíblico del trabajo; dice que nuestras vidas y nuestro valor se definen y se centran en nuestro empleo remunerado. No eas así. Si olvidaste esto, y tu vida y valor siguen definidos por tu empleo remunerado, entonces nuestro último llamado excepcional: el desempleo, será un golpe desagradable.
Así que antes de abordar cualquiera de estos llamados, recordemos, a modo de repaso, lo que la Biblia piensa al respecto. Nuestro llamado principal como cristianos es por Cristo, de Cristo, a fin de que podamos hacer buenas obras para Cristo. Es nuestro llamado principal tanto porque sucedió primero como porque reemplaza a cualquier otro llamado en nuestras vidas.
Por otro lado, nuestros llamados secundarios son las cosas que Cristo nos ha llamado hacer. Y como hemos discutido anteriormente en este seminario, lo maravilloso es saber que Cristo es quien nos ha llamado a hacer estas cosas. Independientemente de quien sea tu jefe, al final trabajas para Jesús, sin importar cual sea tu posición en la vida. Trabajas para el Rey. No solo eso, sino que debido a que Jesús es el gobernante soberano del universo, cada circunstancia en esta vida es su llamado para ti. Él podría llamarte a trabajar, a estar enfermo por un día, a irte de vacaciones, a perder tu trabajo, y solo nos llama a hacer estas cosas porque tiene un propósito para nuestros llamados. Podemos trabajar para él en todo tipo de situación, sea que nuestra sociedad tradicionalmente considere nuestra situación como «trabajo» o no. Por tanto, sí, los llamados excepcionales son en realidad llamados, y no tienen menos propósito o ambición en ellos que cualquier otro trabajo que hagas en la vida.
Sin embargo, antes de abordar estos llamados específicos, revisemos algunos de los principios básicos que vimos previamente en las clases que usaremos al considerar el propósito de Dios en estos llamados. Veamos estos cuatro principios:
Al unir todo esto, vemos que cada situación de tu vida es la oportunidad orquestada soberanamente por Dios para que demuestres quién es él.
(3) Un llamado a ser un estudiante
¿Cuál es tu objetivo al ser un estudiante? La mayoría de los adultos responsables dirían: «Poder conseguir un trabajo». Ve a la escuela, obten buenas calificaciones, consigue un buen trabajo. Ese es el propósito moderno de la educación: la preparación para un empleo productivo y remunerado.
Eso suena realmente positivo y útil. Pero el problema con describir la función de la educación como la preparación para un trabajo es éste: es un ejemplo perfecto de la llamada distorsión protestante que discutimos anteriormente en el seminario. Como Os Guinnes describió esa distorsión: «Eventualmente, llegó el día en que la fe y el llamado se separaron por completo. La demanda original de que cada cristiano debía tener un llamado se redujo a la demanda de que cada ciudadano debía tener un trabajo»[1].
¿Qué es una visión bíblica de la educación? Los mismos principios que gobiernan todos nuestros llamados secundarios aplican a un llamado a la educación. A través de la educación, trabajamos para glorificar a Dios y servir a nuestro prójimo. ¿Cómo puede un estudiante glorificar a Dios?
Déjame darte tres respuestas a esa pregunta:
Así que, permíteme darte algunas implicaciones de esto:
Por tanto, si eres un estudiante, esfuérzate en tus estudios como si estuvieses trabajando para el Señor, no solo para tus padres o tus maestros, o para algún objetivo lejano de un gran trabajo. Y si eres padre, tómate el tiempo de enseñar a tus hijos la verdadera razón para la que están en la escuela, y la verdadera razón por la que es más probable que tengan un trabajo y muchos otros llamados.
(4) Un llamado a estar jubilado
Si la educación es vista como la rampa de acceso a un buen trabajo, la jubilación es vista por muchos como un tiempo de relajación y gratificación personal al final del arcoíris gracias a un gran pago de jubilación. ¿Trabajar después de los 65? Solo si tienes un rendimiento superior o si necesitas un trabajo de medio tiempo para ayudarte a llegar a finales de mes después de que la caída del mercado de valores se tragara los ahorros de tu jubilación. Es mejor ir al golf, disfrutar de viajes y lujos en un asilo junto a la playa. Thomas Jefferson lo expresó así: «El [mayor bien] conmigo ahora es realmente epicúreo, facilidad de cuerpo y tranquilidad mental, y para esto deseo consignar mis días restantes»[2]. Suena encantador.
El problema es, que Dios no desactiva nuestros llamados cuando llegamos a los 65. Nuestra responsabilidad de ser fieles no se evapora en una década o más de autoabsorción. Digamos que has trabajado arduamente, y has logrado reunir el dinero suficiente para no tener que trabajar de 8 de la mañana a 5 de la tarde para cubrir tus necesidades diarias. ¿Adivina qué? Al igual que la persona soltera en 1 Corintios 7 que tiene más tiempo y energía para dedicarse a complacer a Dios y servir a otros, ¡tú también!
No olvides lo que el apóstol Pablo pensaba de los últimos años de su vida. «Teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor, pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe» (Filipenses 1:13-15). Pablo vio su tiempo en la tierra en términos de servicio fiel. Él vivió para otros.
Entonces, ¿cuáles son algunos de los recursos únicos que tenemos en la jubilación?
Por supuesto, el peligro aquí es que cometamos el mismo error que hacemos durante nuestros años de trabajo, equiparar el valor con la productividad, cambiar nuestra definición de productividad. Entonces nos sentimos valiosos cuando podemos ayudar a otros, pero cuando la energía y la salud se desvanecen, nuestro valor parece irse con ellas. Así que quizá una de las mejores oportunidades que llega con la jubiliación es su capacidad para disuadirnos de esta noción de una vez por todas. El valor no proviene de las cosas que podemos lograr. Recuerda, si a Jesús le preocupara principalmente eso, lo haría él mismo. No, lo que importa es nuestra fidelidad. Sea que tengamos dos talentos o cinco, administremos todas las oportunidades que Dios nos da para mostrar su bondad y su gloria.
Por tanto, aunque las oportunidades para servir empiecen a desaparecer, las oportunidades para ser fieles nunca lo harán. Lo que importa no es cuánto logramos, lo que importa es si apostamos todo en la vida a las promesas de nuestro Dios fiel.
De manera que si estás jubilado, considera cómo puedes continuar trabajando para glorificar a Dios y servir a otros en las diferentes etapas de la jubilación que se avecinan. Si conoces a alguien que esté jubilado, entabla relaciones y procura su sabiduría y experiencia. Inclúyelo en tu familia y como mentor. Si esperas jubilarte un día, no ahorres para fiestear las 24 horas al día y olvides las otras cosas geniales que puedes hacer con ese dinero en tu llamado actual al empleo remunerado. Y por supuesto, nunca dejes de invertir tus talentos para Dios.
(5) Un llamado a estar desempleado
Permíteme cerrar el día de hoy con algunas reflexiones acerca del llamado al desempleo. Muchos de nosotros, en algún punto de nuestras vidas no tendremos un empleo remunerado: estaremos desempleados o subempleados, especialmente con la cantidad de carreras que parecen operar en esta ciudad. Así que, ¿cómo es trabajar para Jesús durante estos momentos?
No tener un empleo remunerado deja un vacío. Y para casi todos nosotros, es un vacío que debe llenarse. Pero tenemos dos maneras de ver ese vacío. Podemos languidecer en él, lamentarnos, explorar todos sus rincones y grietas y perder nuestro valor y sentido del valor porque estamos desempleados. O podemos tomar esta temporada por lo que es: un tiempo para encontrar un nuevo trabajo, y también una temporada en la que probablemente tengamos más tiempo y energía que cuando estábamos trabajando.
Recordar los principios de esta clase será importante especialmente durante un tiempo de desempleo. Ellos nos ayudarán a ver lo mucho que está en juego cuando no tenemos un empleo, dado que el trabajo es una de las principales oportunidades que tenemos para adorar en esta vida. Fuimos, como recordarás de la primera clase, creados para trabajar. Mantener en mente los principios de este seminario también nos protegerá de esperar demasiado de un trabajo, porque reconocemos que solo estamos buscando un trabajo, no valor o importancia. Eso, a su vez, puede protegernos de ser demasiado exigentes acerca de lo que estamos buscando, y del desaliento cuando la espera parece interminable.
Pero volviendo a lo positivo. ¿Cómo puede exactamente un llamado al desempleo mostrar la bondad de Dios en nuestras vidas? ¿Cómo podemos siquiera hacer esto para la gloria de Dios?
Trabaja duro para encontrar un trabajo. Quizá lo más obvio es que podemos trabajar duro como para el Señor, incluso en una temporada cuando parece que no estamos trabajando. Has escuchado a menudo que durante un tiempo de desempleo, es bueno ver tu búsqueda de empleo como un empleo. En otras palabras, establece metas, horas de trabajo, haz que otros te hagan responsable. Eso es cierto para el no cristiano que intenta buscar un empleo, es incluso más cierto para el cristiano que entiende que incluso durante el desempleo tiene un trabajo: servir al Señor en todo lo que haga. Afortunadamente, porque han sido lo suficientemente amables conmigo como para conservarme como su pastor, no he enfrentado el desempleo en algo de tiempo. Pero recuerdo cuando dejé el trabajo de la iglesia para regresar a los negocios en medio de una recesión, la transición duró más de lo que había anticipado. La primera docena de currículums pudo haber sido fácil de hacer, pero para ser honesto, después de un tiempo, fue bastante difícil mantener mi ética laboral cuando las probabilidades de éxito para cada carta de presentación parecían ser tan bajas. Por lo que es muy importante recordar esto. Ya sea que esa carta de presentación me consiga un trabajo o no, debería escribirla con excelencia porque la forma en que escribo refleja al Salvador al que sirvo.
Usa bien el tiempo. Por supuesto, lo más probable es que sea imposible usar todo tu tiempo para encontrar un trabajo. Así que al igual que con la jubilación, el desempleo brinda una temporada de servicio especial y excepcional a otros. Tito 3:1 debería quedar grabado en nuestros corazones, al igual que en las otras dos temporadas que hemos tocado hasta ahora, debes estar listo para hacer lo que es bueno. Usa esa flexibilidad extra, ese tiempo extra, para hacer el bien que probablemente no podrías hacer durante una época de empleo. Lee esos libros que te faltan por leer. Piensa en programar ese almuerzo con un hermano más joven que necesita mentoría, recoge las hojas de tu vecino anciano. Si eres un esposo, asume lo que tu esposa normalmente hace para que ella pueda disfrutar de ese tiempo y flexibilidad adicional. Haz de tu temporada de desempleo un tiempo de crecimiento espiritual y de bendición para otros.
Brinda oportunidades para que otros hagan el bien. Una de las cosas más aleccionadoras acerca de un tiempo de desempleo es que nos hace apoyarnos en otros. Eso es algo bueno, no huyas de eso. Necesitarás que otros proporcionen oportunidades de empleo. Para ayudarte a prepararte para las entrevistas. Si tus ahorros se agotan, es posible que necesites que otras personas te apoyen con préstamos y donaciones. Quizá debas hablar con un anciano acerca de cómo depender del fondo de benevolencia de la iglesia. Parte de nuestra renuencia a hacer esto es divina, después de todo, Pablo dijo a los tesalonicenses que no deberían depender de nadie (1 Ts. 4:12). Pero gran parte de nuestra renuencia proviene de una autosuficiencia orgullosa y equivocada. Así que debemos reconocer que es bueno que otros nos amen de esta manera, porque al hacerlo pueden participar en el cuidado de Dios para con nosotros. Siempre que sea apropiado, los cristianos deberían acoger el ministerio de la dependencia.
Confía en Dios. Quizá la manera más significativa en que podemos estar desempleados para la gloria de Dios es al confiar en él en un tan tiempo difícil como este. Luego de superar el asombro de la pérdida de un trabajo, podemos enfrentarnos al desempleo llenos de fuerza, insistiendo en que vamos a confiar en Dios y usar bien nuestro tiempo. Pero si resulta ser que el tiempo de Dios para ese nuevo trabajo no concuerda con el nuestro, tener fe puede ser muy, muy difícil y muy, muy desalentador. Debemos recordar que es justo entonces que comienza la verdadera oportunidad. Piensa en Hebreos 11:6: «Pero sin fe es imposible agradar a Dios». La fe por naturaleza es inmensamente incómoda. Duele. Queremos desesperadamente regresar a vivir por vista y no por fe. Pero es nuestra fe la que demuestra que Dios es suficiente. Es nuestra fe la que lo complace. Es por nuestra fe que somos considerados como fieles.
Así que por fe, confío que, independientemente de lo importante que es obtener un trabajo, lo que Dios está logrando en mi vida en este momento debe ser más importante. Así es como lucho contra la amargura, el enojo y la apatía. Así es como mi vida se convierte en un testimonio de su bondad. Así es cómo Dios se glorifica en mi temporada de desempleo.
Conclusión
Espero que puedas ver que estos llamados «excepcionales» son, de hecho, llamados normales. Más allá de los requisitos de nuestro llamado principal como cristianos, en cada temporada o situación a la que estemos llamados de manera secundaria, debemos trabajar como para el Señor, para su gloria, y por el bien de otros. Si podemos hacer esto en medio de todos los altibajos de la vida, entonces creo que nos complacerá escuchar las palabras: «¡Bien, buen siervo y fiel!… ¡Entra en el gozo de tu señor!».
[1] Guinness, El llamamiento, página 39.
[2] Lester J. Cappon, ed. «The Adams-Jefferson Letters» [Las cartas de Adams y Jefferson] 335. (Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, 1959).