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Definición

Los dos desafíos contemporáneos principales que enfrenta la doctrina del castigo eterno en el infierno son el universalismo, la creencia de que todos serán salvos, y el aniquilacionismo, la creencia de que aquellos condenados al infierno serán destruidos en lugar de sufrir eternamente.

Sumario

Los dos desafíos contemporáneos principales que enfrenta la doctrina del castigo eterno en el infierno son el universalismo y el aniquilacionismo. El universalismo es el punto de vista de que al final todos los seres humanos serán reunidos en el amor de Dios y serán salvados. El aniquilacionismo es el punto de vista de que aquellos que mueren fuera de la fe salvadora en Jesucristo serán finalmente destruidos en lugar de sufrir eternamente. Sin embargo, ambas posiciones son inconsistentes con la descripción bíblica del infierno. El testimonio bíblico no sólo describe el infierno como destrucción, sino también como castigo y destierro, todos los cuales son visualizados como eternos y conscientes. Además, la confesión de la iglesia histórica va en contra de ambas posiciones contemporáneas.

El castigo futuro de los malvados en el infierno es un tema significativo en el Nuevo Testamento, entretejido en toda la estructura de su enseñanza. El castigo futuro es abordado de alguna manera por cada autor del Nuevo Testamento: Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Pablo, Santiago, Pedro, Judas, y el autor de Hebreos lo mencionan en sus escritos. Así que Jesús enseña acerca del castigo eterno, y también lo hace cada autor del Nuevo Testamento.

Sin embargo, aún con este testimonio, la iglesia enfrenta varios desafíos contemporáneos en cuanto al castigo eterno. Los principales desafíos son el universalismo y el aniquilacionismo.

Desafíos contemporáneos al castigo eterno

Universalismo

Este es el punto de vista de que al final todos los seres humanos serán reunidos en el amor de Dios y serán salvados. Los universalistas afirman que un Dios amoroso nunca permitiría que alguien sufra para siempre en el infierno. Ellos enseñan que, si hay un infierno, es un lugar de purificación, preparando almas para la salvación definitiva. En la historia, los universalistas típicamente han rechazado la deidad, los milagros, y la expiación sustitutiva de Jesús y, en vez, sostienen que Él murió simplemente para demostrar el amor de Dios.

Generalmente, los argumentos a favor del universalismo adoptan un enfoque exegético, mirando textos que parecen usar el lenguaje de redención universal o restauración (Jn 3:17; Ro 11:32; Ef 1:10; Col 1:20 -21; 1 Ti 2:3-6; 1 P 3:9; 1 Jn 2:2), y/o un enfoque teológico, relacionado especialmente con los puntos de vista de los universalistas acerca de el amor de Dios y la victoria final (véase el análisis y crítica de J.I. Packer, “Universalismo: ¿Todos serán salvados?” en “El infierno bajo fuego” [en inglés]).

El universalismo es un grave error. Es inconsistente con el testimonio de la Escritura y la enseñanza de la iglesia (Mt 25:41, 46; Mc 9:43-48; 2 Ts 1:9-10; Ap 20:14-15; 21:8).

Aniquilacionismo

Ésta es el punto de vista de que aquellos que mueren fuera de la fe salvadora en Jesucristo serán finalmente destruidos. Los aniquilacionistas rechazan la visión histórica del infierno como un castigo consciente e interminable. Según algunos aniquilacionistas, esta destrucción ocurre al morir. Sin embargo, según la mayoría de sus defensores asociados con el evangelicalismo, esta destrucción tendrá lugar después de un período de castigo en el infierno, que desaparecerá en la nueva creación. La versión más popular del aniquilacionismo en el pensamiento evangélico de hoy es el condicionalismo (a menudo llamado inmortalidad condicional).

El condicionalismo es la creencia de que Dios ha creado a todos los seres humanos para ser potencialmente inmortales. Tras la unión con Cristo, los creyentes participan en la naturaleza divina y reciben la inmortalidad. Los incrédulos nunca reciben esta capacidad de vivir para siempre y por ende dejarán de existir. En parte porque el aniquilacionismo tiene conexiones históricas con el socinianismo, el materialismo, y las enseñanzas de los Testigos de Jehová; la mayoría de los aniquilacionistas en el evangelicalismo contemporáneo prefieren ser conocidos como condicionalistas. En general, los principales argumentos del condicionalismo son exegéticos (por ejemplo, interpretar “eterno” como un largo tiempo y el lenguaje de la “destrucción” como connotando aniquilación) y teológica (por ejemplo, ver un infierno sin fin como demasiado extremo para ser justo, inconsistente con el amor de Dios, y que menoscaba la victoria de Dios; ver el análisis y la crítica de Christopher Morgan en “Aniquilacionismo: ¿Serán castigados para siempre los inconversos?” en “El infierno bajo fuego” [en inglés]).

Aunque no es tan errónea como el universalismo (que a menudo está vinculado con herejías acerca de Cristo, el pecado, y la expiación), el aniquilacionismo tampoco hace justicia a la Escritura (Dn 12:2; Mt 25:41, 46; Mc 9:43-48; 2 Ts 1:9-10). El aniquilacionismo no encaja en la historia bíblica porque al final los inconversos no dejan de existir, sino que, de acuerdo con la posición histórica de la iglesia, soportan un tormento interminable en el lago de fuego y son excluidos de la Nueva Jerusalén, la morada gozosa de Dios, y de su pueblo para siempre (Ap 20:10, 14-15; 21:8; 22:14-15).

La existencia y eternidad del castigo futuro

A la luz de los desafíos al castigo eterno en el universalismo y el aniquilacionismo, es esencial comprender el testimonio bíblico de la naturaleza y la realidad del infierno. La mejor manera de darse cuenta del grave error de estos desafíos es ver lo que la Escritura tiene que decir acerca de la existencia y la eternidad de este castigo.

La existencia del castigo eterno

Tres descripciones del infierno son recurrentes a través de las narrativas de casi todos los escritores del Nuevo Testamento y apuntan a la existencia del castigo eterno. Las tres imágenes predominantes del infierno que emergen son el castigo, la destrucción, y el destierro. Cada descripción ofrece una manera importante de ver la existencia y naturaleza del infierno.

La descripción principal del infierno en el Nuevo Testamento es el castigo. Cada autor del Nuevo Testamento comunica claramente el infierno como castigo. El castigo es merecido, consiste en  sufrimiento, y es eterno. Para ejemplos claros, ver Marcos 9:42-48, Mateo 5:20-30 y capítulos 24-25, Lucas 16:19-31, 2 Tesalonicenses 1:5-10, Hebreos 10:27 31, Santiago 4:12 y 5:1-5, 2 Pedro 2:4-17, Judas 13-23, y Apocalipsis 20:10-15.

El infierno como destrucción o muerte también juega un papel central en las Escrituras. Esta destrucción se compara con la muerte, la segunda muerte, pérdida, y ruina. El tema de la destrucción ocurre en los escritos de la mayoría de los autores del Nuevo Testamento. La destrucción es claramente usada como una representación del infierno en Mateo 7:13-14, 24-27, y 24:51; Lucas 13:3-5, Romanos 9:22, Gálatas 6:8, Filipenses 1:28 y 3:19; 1 Tesalonicenses 5:13, 2 Tesalonicenses 1:5-10, 1 Timoteo 6:9, Hebreos 10:27, Santiago 1:11-15, 12, 5:3-5, y 5:20; 2 Pedro 2:6, Juan 3:16, y Apocalipsis 21:8.

La tercera imagen central del infierno en el Nuevo Testamento es el destierro. Mientras que el castigo enfatiza el lado activo del infierno, el destierro muestra el horror del infierno al destacar de lo que los incrédulos se pierden, la razón misma de su existencia, es decir, el glorificar y amar a Dios. La idea del infierno como destierro, separación, exclusión, o ser dejado fuera se encuentra en los escritos de la mayoría de los autores del Nuevo Testamento: Mateo 25:41; Marcos 9:42-48; Lucas 13:22-30; Juan 15:1-7; Romanos 1:24, 26, 28; 2 Tesalonicenses 1:5-10; y Apocalipsis 22:14-15. El infierno como destierro es especialmente prominente en las enseñanzas de Jesús, particularmente en el Evangelio de Mateo. Esta prominencia es de esperarse debido a los temas del reino desarrollados en la enseñanza de Jesús en Mateo. El contraste es vívido: los creyentes son recibidos en el reino mientras que los impíos son desterrados fuera de él (Mt 8:12; 13:42, 50; 25:10-12, 30).

La eternidad del castigo futuro

El castigo del infierno es representado como consciente y eterno. El castigo eterno es merecido y por lo tanto justo. Las Escrituras dejan claro que incluso las infracciones de los mandamientos de Dios que aparentan ser menores son tomadas con una seriedad inestimable. Mientras que podríamos inclinarnos a pasar por alto una violación de la ley de Dios como algo trivial, la Biblia retrata cualquier infracción de la ley de una manera que es verdaderamente aterradora. Santiago afirma: “Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero falla en un punto, se ha hecho culpable de todos” (Stg 2:10). Todo el mundo dará cuenta de cada palabra vana alguna vez pronunciada (Mt 12:33-37). Dios revelará y juzgará cada pensamiento, actitud, e intención (Heb 4:12-13). La justicia del castigo futuro de los malvados es incuestionable. Sin embargo, para mayor claridad y énfasis, los escritores bíblicos enfatizan la justicia del castigo retributivo en muchos pasajes (por ejemplo, Mc 9:42-48; Mt 5:20-30; 23:33; 24:45-25:46; Lc 16:19-31; Ro 1:18-3:20; 2 Ts 1:5-10; Heb 10:27-31; Stg 4:12, 5:1-5; 2 P 2:4-17; Jud 6-23; Ap 20:10-15).

Las Escrituras agregan que el fuego de este castigo es eterno, el humo del tormento se eleva por siempre y siempre y los medios del sufrimiento son eternos. Además de eso, el infierno se llama “castigo eterno” (Mt 25:46), así como “eterna destrucción” (2 Ts 1:9). En Mateo 25:46, la frase “castigo eterno” se coloca junto a la “vida eterna” de tal manera que la interpretación natural sería mantenerlos en paralelo. Es importante notar con respecto a la eternidad de este castigo que si el infierno no consistiera en sufrimiento consciente, es difícil ver cómo se puede decir que el infierno es peor que la muerte, peor que el sufrimiento terrenal, lleno de llanto y crujir de dientes, o un lugar de miseria. Estas imágenes demuestran que la gente en el infierno será perfectamente consciente de su sufrimiento y justo castigo.

Además, la naturaleza continua del castigo se muestra en Apocalipsis 14:11, donde se dice que los impíos “no tienen reposo, ni de día ni de noche”. Judas 7 habla del “castigo del fuego eterno”. La infinidad de este castigo también es confirmada por la contundente declaración en Apocalipsis 20:10: “Y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”. Es difícil imaginar una afirmación más fuerte acerca de un castigo eterno.

La coherencia del castigo eterno

También es importante entender que la enseñanza bíblica sobre el infierno se interrelaciona con el resto de la teología y, finalmente, encaja en un todo coherente. Observa cómo las imágenes del infierno como castigo eterno, destrucción, y destierro corresponden a las enseñanzas bíblicas concernientes a Dios, el pecado, la expiación, la salvación, y el cielo.

Primero, las tres imágenes del infierno elaboradas arriba como castigo, destrucción, y destierro se entrelazan con retratos bíblicos de Dios. El infierno como castigo representa vívidamente a Dios como el Juez que juzga justamente a los impíos (cf. Ap 20:10-15). El infierno como destrucción parece representar a Dios como el Guerrero o Vencedor que derrota a sus enemigos (cf. 2. Ts 1:6-9). El infierno como destierro ve a Dios como el Rey que permite solo a sus ciudadanos entrar en su reino (ver Mt 7: 21-23).

Segundo, el infierno como castigo, destrucción, y destierro también fluye naturalmente de los retratos bíblicos del pecado. Cada imagen del infierno parece ser el resultado lógico de un retrato particular del pecado. El infierno como castigo reconoce el pecado como culpa, crimen, infracción, o transgresión. El infierno como destrucción o muerte ve el pecado como oposición o muerte espiritual (por ejemplo, Ef 2; Ro 5:12-21). El infierno como destierro o separación ve el pecado como alienación de Dios.

Del mismo modo, varias imágenes del infierno también muestran una “escatología inaugurada” del pecado y la muerte. La ira de Dios está sobre los pecadores, y el infierno es la culminación y liberación de esa ira (Ro 1:82:8; 5:6 -11). Los pecadores ya están condenados, pero esperan la condenación última en el infierno (Jn 3:16-36; 5:24-28). Los pecadores están ahora muertos espiritualmente pero esperan la segunda muerte. Los incrédulos están alejados de Dios ahora, pero finalmente serán excluidos de su presencia. Los corazones de los pecadores ahora están en oscuridad, pero estarán eternamente en las “tinieblas de afuera” y en la “oscuridad de las tinieblas” del infierno. La evidencia es convincente: en cierto sentido, las descripciones del infierno pueden ser consideradas apropiadamente como culminación, extensiones, intensificaciones, y continuaciones lógicas del estado actual del pecado de los incrédulos.

Tercero, las tres imágenes del infierno también parecen ilustrar la doctrina bíblica de la expiación. En la cruz, Jesús murió como un sustituto de nuestros pecados y bebió la copa de la ira: castigo (Ro 3:21-31; 1 P 3:18; Mt 26:42). En la cruz, Jesús se ofreció a sí mismo como sacrificio por nuestros pecados: la muerte (cf. Heb 9-10). En la cruz, Jesús gritó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”: destierro (Mt 27:46).

Cuarto, las tres imágenes de un infierno eterno contrastan con los retratos bíblicos de una salvación eterna. El infierno como castigo permanece para aquellos que no son justificados por la fe. El infierno como destrucción es lo que le espera a aquellos que nunca reciben el nuevo nacimiento/vida en Cristo. El infierno como destierro o separación está reservado para todos los que nunca han sido reconciliados con Dios en Cristo.

Finalmente, las tres imágenes del infierno contrastan con los retratos bíblicos del cielo. El infierno como castigo es opuesto al cielo como herencia y recompensa (Mt 25:31-46). El infierno como destrucción o muerte contrasta con el cielo como vida eterna. El infierno como destierro contrasta con el cielo como la entrada al reino y la maravillosa presencia de Dios. En lugar de heredar el reino en Cristo, los incrédulos son castigados eternamente. Aunque Dios extiende la invitación a una nueva vida en Cristo, los no-cristianos optan por la destrucción eterna. En lugar de experimentar comunión sin obstáculos con Dios a través del llamado de Cristo (”vengan”, Mt 25:34), los impíos son desterrados para siempre de la gloriosa presencia de Dios. Cristo ofrece gentilmente el cielo, pero tristemente muchas personas aún lo rechazan y son arrojados al infierno: el terrible lugar de castigo eterno y consciente, destrucción, y destierro.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Jenny Midence-Garcia.


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.