Diáconos
Definición
Los diáconos son siervos modelo designados para el servicio de la iglesia local. Son usados para ayudar a los pastores o ancianos a proteger la unidad de la iglesia, organizar el servicio práctico y satisfacer las necesidades tangibles.
Sumario
En un sentido general, todo cristiano está llamado a ser diácono (la palabra griega diakonos significa simplemente «siervo»). Sin embargo, la designación no siempre es genérica; también se refiere a un cargo eclesiástico formal. Los diáconos, definidos y desarrollados de manera correcta, son un regalo insustituible para el pueblo de Cristo. Son siervos modelos que se destacan por estar atentos y responder a las necesidades tangibles en la vida de una iglesia. ¿De qué manera sirven? Ayudan a los ancianos, cuidan el ministerio de la Palabra, organizan el culto, atienden a los necesitados, protegen la unidad, movilizan el ministerio y más.
Una iglesia sin diáconos efectivos puede mostrar signos de salud por un tiempo, pero finalmente su salud se verá afectada. Cuando elevamos indebidamente el papel de los diáconos (digamos, a pseudo-ancianos) nos privamos de los beneficios de la sabiduría revelada por Dios o cuando reducimos indebidamente su papel (digamos, a conserjes ensalzados). Entendido de manera bíblica, los diáconos son un ejército de siervos delegados para ejecutar la visión de los ancianos al coordinar varios ministerios. Cuando los diáconos florecen, toda la congregación gana.
La palabra evoca sentimientos diferentes. Para algunos, «diáconos» es un término un poco nostálgico, quizás les recuerda la iglesia de su infancia. Para otros, es hermoso porque trae a la mente rostros queridos de servidores específicos que trabajan por el bienestar de la iglesia de Cristo. Sin embargo, para muchos es una palabra dolorosa. ¿Cuántas veces el trabajo de una iglesia ha sido obstaculizado y dañado por los mismos que han sido llamados a ser sus servidores más ejemplares?
¿Cuántas veces el término «diácono» se ha convertido en un término bíblico erróneo, con iglesias bien intencionadas que los instalan con un propósito equivocado? En tales casos, los diáconos pueden ser fieles, pero no son realmente diáconos; funcionan más como lo que la Escritura llama «ancianos».
En un sentido general, por supuesto, todo cristiano está llamado a ser diácono (la palabra del Nuevo Testamento diakonos significa simplemente «siervo»). De hecho, los creyentes son los que siguen las huellas del diácono por excelencia, el siervo sufriente que «no vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos» (Mr 10:45).
Dónde comenzaron los diáconos
El Nuevo Testamento dice muy poco sobre el diaconado a pesar de su importancia. No hay comentarios explícitos sobre el cargo, aparte de una referencia corta en Filipenses 1:1, una lista de requisitos en 1 Timoteo 3:8-13 y una posible referencia en Romanos 16:1.
Sin embargo, los cristianos han visto durante mucho tiempo el precedente de los diáconos en el reporte de Lucas sobre la congregación de Jerusalén:
Por aquellos días, al multiplicarse el número de los discípulos, surgió una queja de parte de los judíos helenistas en contra de los judíos nativos, porque sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria de los alimentos. Entonces los doce convocaron a la congregación de los discípulos, y dijeron: «No es conveniente que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir mesas. Por tanto, hermanos, escojan de entre ustedes siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encargar esta tarea. Y nosotros nos entregaremos a la oración y al ministerio de la palabra». Lo propuesto tuvo la aprobación de toda la congregación, y escogieron a Esteban, un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, un prosélito de Antioquía. A estos los presentaron ante los apóstoles, y después de orar, pusieron sus manos sobre ellos. Y la palabra de Dios crecía, y el número de los discípulos se multiplicaba en gran manera en Jerusalén, y muchos de los sacerdotes obedecían a la fe (Hch 6:1-7).
Cabe destacar que los apóstoles no desestiman ni minimizan la queja de estos judíos helenistas o griegos. De hecho, consideran que rectificar el problema es un «deber» (v. 3). Sin embargo, los apóstoles creen que las preocupaciones de toda la iglesia, incluidas las viudas, se atenderán mejor mediante una división estratégica del trabajo. En lugar de arriesgarse a distraerse del ministerio de la Palabra y la oración, designan a un grupo diferente para que coordine la resolución del problema.
Sin restar importancia al cuidado de las viudas, los apóstoles determinan el enfoque de sus labores. Dedicarán todas sus energías a pastorear la iglesia mediante la enseñanza y la oración. Obsérvese el juego de palabras, traducido literalmente:
No es conveniente que nosotros descuidemos la Palabra de Dios para servir mesas… Y nosotros nos entregaremos a la oración y al ministerio de la Palabra (Hch 6:2, 4).
Esto podría parecer bastante insensible si se lee de manera precipitada. ¿Acaso los apóstoles no se preocupan por el bienestar de los vulnerables? ¿Están elevando el ministerio «espiritual» por encima del ministerio «práctico» o tal vez no reconocen este último como un verdadero ministerio? No. Al dar prioridad a las Escrituras y a la oración, los apóstoles optan por mantenerse centrados en el bienestar espiritual de toda la iglesia, aunque afirmen las necesidades físicas de los creyentes. De hecho, reconocen una verdad fundamental: una iglesia cuyos ministros están encadenados a la tiranía de lo urgente, que tan a menudo se manifiesta en «problemas tangibles», es una iglesia que remueve su corazón para fortalecer su brazo. Es una especie de suicidio en cámara lenta.
Esta división estratégica del trabajo era una señal de fortaleza en la primera iglesia y es una señal de fortaleza en las iglesias de hoy. Los pastores (o los diáconos, para el caso) que tratan de hacer todo terminan haciendo un mal servicio a todos.
De las muchas lecciones para los diáconos de Hechos 6, quizás la más olvidada es su papel en la preservación de la unidad de la congregación. La situación no era una mera argucia culinaria. Los apóstoles se enfrentaron a una falla natural que amenazaba con fracturar la misma unidad por la que Cristo murió. El evangelio insiste, después de todo, en que nuestra unidad en Cristo supera cualquier diferencia mundana. Así que no se equivoquen: los apóstoles no delegaron este problema en otros porque no fuera importante, sino porque lo era. Podrían haber impuesto una solución rápida y superficial y seguir adelante. En lugar de ello, sentaron las bases para una solución continua y un cargo eclesiástico permanente.
A la luz de la tarea encomendada a los siete y del conflicto subyacente que se pretendía resolver, está claro que los diáconos deben ser aquellos que amortiguan las ondas de choque y no las hacen resonar más. Las personas conflictivas son malos diáconos, porque solo agravan el tipo de dolores de cabeza que los diáconos deben aliviar. Los mejores diáconos, entonces, son mucho más que administradores de negocios o personal de mantenimiento. Son creyentes con «radares de conflicto» bien afinados. Aman las soluciones más que el drama y se levantan para responder, de forma creativa y constructiva, para promover la armonía del conjunto.
Lo que deben ser los diáconos
Más adelante en el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo esboza los requisitos para el cargo de supervisor o anciano, antes de dirigir su atención al cargo de diácono:
De la misma manera, también los diáconos deben ser dignos, de una sola palabra, no dados al mucho vino, ni amantes de ganancias deshonestas, sino guardando el misterio de la fe con limpia conciencia. Que también estos sean sometidos a prueba primero, y si son irreprensibles, que entonces sirvan como diáconos. De igual manera, las mujeres deben ser dignas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo. Que los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus propias casas. Pues los que han servido bien como diáconos obtienen para sí una posición honrosa y gran confianza en la fe que es en Cristo Jesús (1 Ti 3:8-13).
Quizás lo más sorprendente aquí es el relativo desinterés de Pablo por lo que pueden hacer los potenciales diáconos. Este párrafo no trata de un conjunto de habilidades. Se centra en quiénes deben ser los diáconos (No se pierda esta lección fácil de olvidar: a Dios le importa más el carácter que los dones).
Los requisitos de los diáconos se dividen en tres aspectos «negativos» y tres «positivos», pero primero, demos un vistazo general sobre toda la lista: los diáconos deben ser «dignos» (RVA «digno de respeto»). Esto no significa que deban ser perfectos; significa que deben ser humildes, arrepentidos y ejemplares para el rebaño. Entonces, ¿qué significa «ser digno» en la práctica? El pasaje señala seis aspectos.
Pablo enumera primero los requisitos «negativos»: lo que un diácono no debe ser. Los tres se relacionan con un fruto particular del Espíritu: el autocontrol.
1. Sin doblez de lengua (de una sola palabra, v. 8)
Debido a que los diáconos están en la actividad de servir, tendrán innumerables interacciones con la gente. Estas interacciones no siempre serán con los santos más brillantes. Los diáconos se enfrentarán a menudo con personas que sufren y luchan, algunas de las cuales estarán descontentas y serán propensas a quejarse.
Un diácono debe ser compasivo y al mismo tiempo permanecer en guardia durante esas interacciones. El hablar sin sinceridad no es un defecto menor o un capricho de la personalidad; es un síntoma de orgullo hipócrita. Es afirmar una cosa de manera consciente a un grupo y luego decir o insinuar otra cosa a un grupo diferente. Esa forma de hablar indica temor al ser humano y un diácono impulsado por ese temor puede destruir toda una iglesia.
2. No ser adicto al mucho vino
Los diáconos no solo deben tener autocontrol en su discurso, sino que también deben tener autocontrol en sus apetitos. Esta norma prohíbe la embriaguez (cp. Ef 5:18) y también desafía cualquier otra cosa que esclavice el corazón del diácono o perjudique su juicio.
Es posible que Pablo incluyera esta calificación debido a que la naturaleza del trabajo diaconal en ocasiones incluiría llevar vino a los enfermos por razones medicinales (1 Ti 5:23). Pero cualquiera que sea el propósito, el principio es claro: los diáconos calificados no se entregarán a los antojos ni abusan de sustancias que obstaculicen su trabajo o testimonio.
3. No codiciosos de ganancias deshonestas
Los diáconos calificados controlarán su discurso, sus apetitos y también sus billeteras (específicamente, lo que entra en sus billeteras). Mientras que estas virtudes marcan a cualquier creyente maduro, la naturaleza del trabajo diaconal a veces pondrá a los diáconos en contacto con el dinero de la iglesia. Por lo tanto, Pablo advierte contra la instalación de cualquier persona que sea conocida por ser engañadora, tener una moral baja o que esté obsesionada con el dinero. Una persona obsesionada con el dinero no está calificada para servir a la iglesia de Dios.
Después de enumerar tres requisitos «negativos», Pablo pasa a los tres «positivos».
4. Guarda el misterio de la fe con una conciencia clara
Puede ser fácil asumir que los diáconos no necesitan saber mucha doctrina, dado el enfoque práctico de su trabajo. Uno podría pensar que el trabajo de los diáconos es un trabajo manual y no un trabajo mental. ¿No pueden quedarse en su carril y delegar la teología a los pastores? No, según las Escrituras. Aunque la responsabilidad principal de enseñar y gobernar recae en los ancianos de la iglesia, y sus funciones no deben confundirse, los diáconos no están exentos de conocer la Biblia. De hecho, a menudo se encontrarán en situaciones en las que tendrán la oportunidad de comunicar la verdad bíblica. La pregunta, entonces, no es si los diáconos serán teólogos; es si serán excelentes.
5. Probado y comprobado
¿Cuántas veces una iglesia ha sido perjudicada por un diácono que no tenía por qué serlo? ¿Cuántas de esas veces se podría haber evitado el desastre si se hubiera prestado atención a este mandato claro?
Imagino que una de las razones por las que esta norma se puede dejar de lado es porque Pablo no es explícito sobre la duración o la naturaleza de la prueba. ¿Qué debe conllevar el proceso? ¿Cuánto tiempo debe durar? Las iglesias individuales deben ejercer sabiduría y discernimiento en oración. Lo que no es negociable es que se produzca una temporada de pruebas.
6. Vida familiar fiel
El último requisito de Pablo es que la piedad del diácono se extienda a sus relaciones más cercanas. Si está casado, debe amar a su esposa y serle fiel solo a ella: un hombre de una sola mujer. Si tiene hijos, debe criarlos en una atmósfera de firmeza gentil y amor. El apóstol no puede ser más claro: no existe un diácono cualificado que sea un pésimo marido o padre.
Lo que deben hacer los diáconos
Hemos visto lo que debe ser un diácono, pero ¿qué debe hacer un diácono? En el nivel más amplio, el trabajo diaconal abarca tres cosas en la vida de una iglesia.
1. Detectar y satisfacer las necesidades tangibles
Como vimos, la respuesta de los apóstoles al conflicto que se estaba gestando en Hechos 6 fue dirigir a la congregación para que aparten a siete hombres que coordinarían la solución al problema. Basándose en este precedente, la labor diaconal a lo largo de los siglos se ha centrado principalmente en las necesidades tangibles, especialmente en la atención a los pobres y vulnerables. El trabajo diaconal nunca debería implicar menos que ese cuidado de benevolencia o ministerio de misericordia. Sin embargo, el principio más amplio de la función del diácono incluye cualquier aspecto de la vida de la iglesia que amenace con distraer y desviar a los ancianos de sus responsabilidades principales.
Un diácono debe ser hábil para detectar las necesidades prácticas y luego tomar la iniciativa para satisfacerlas de manera eficiente. Pero los mejores diáconos no solo reaccionan a los problemas presentes, sino que también se anticipan a los futuros.
2. Proteger y promover la unidad de la iglesia
Los diáconos de hoy en día están destinados a desempeñar un papel fundamental como «amortiguadores» en la vida de la congregación, así como los siete tenían la tarea de salvar la unidad de la iglesia de Jerusalén.
Una vez más, un cristiano conflictivo será un mal diácono. Entonces, ¿qué debe caracterizar a un diácono? Un sentido palpable de que aún no han llegado al límite. Un espíritu de mansedumbre. Una disposición a ser flexible. La capacidad de mantener la convicción sin ser agresivo. Un diácono calificado se asemeja cada vez más al tipo de amor que unifica y que la Biblia ordena de manera clara.
3. Servir y apoyar el ministerio de los ancianos
No es casualidad que Pablo dirija su atención a los diáconos inmediatamente después de hablar de los ancianos (1 Ti 3:1-7; 8-12). La estructura sugiere que los diáconos están emparejados y subordinados a los ancianos a los que apoyan. Esta relación entre los oficios también está implícita en el otro pasaje en el que se menciona a los diáconos (en plural):
Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús:
A todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, incluyendo a los obispos y diáconos (Fil 1:1).
El propósito de los diáconos está inseparablemente ligado a la prioridad de los ancianos. Al permitir que los ancianos se concentren en sus funciones de enseñanza y de oración, los diáconos guardan y promueven el ministerio de la Palabra. Son como la línea ofensiva de una congregación, cuyo trabajo es proteger al mariscal de campo. Sin ellos, los ancianos sufrirán una distracción incesante y se verán afectados por una avalancha de exigencias prácticas.
Los ancianos de una iglesia no son infalibles, ni mucho menos. Sin embargo, en la medida en que miramos a la Biblia como nuestra guía para el gobierno de la iglesia, los diáconos nunca se presentan como acompañantes de los ancianos que imponen un «control» potencial sobre cada una de sus decisiones. En una iglesia sana, los diáconos piadosos ejecutan la visión y la supervisión de los ancianos piadosos, y no al revés.
Satisfacer necesidades tangibles, promover la unidad de la iglesia y ayudar a los ancianos: tres amplios parámetros para el servicio de los diáconos, debajo de los cuales hay mucho espacio para la flexibilidad en la aplicación.
Conclusión
El diaconado no es para los débiles de corazón. Gran parte de la tarea es un trabajo ingrato, no un trabajo en el escenario. Pero aquí hay una promesa:
Pues los que han servido bien como diáconos obtienen para sí una posición honrosa y gran confianza en la fe que es en Cristo Jesús (1 Ti 3:13).
Un diácono fiel, dice Pablo, recibirá dos regalos de manera creciente: respeto y valor. El primero viene horizontalmente de la iglesia; el otro desciende verticalmente de Dios. Dada la forma «descendente» del trabajo del diaconado, esta promesa de respeto es particularmente hermosa, ¿no es así? Aunque el llamado al servicio del diaconado no es glamoroso, la recompensa es gloriosa.
Una iglesia sin diáconos bíblicos puede mostrar signos de salud durante un tiempo, pero con el tiempo su salud se verá afectada. Nos privamos de los beneficios de la sabiduría revelada por Dios cuando elevamos indebidamente el papel de los diáconos (digamos, a ancianos de facto) o reducimos indebidamente su papel (digamos, a conserjes exaltados). Afortunadamente, la Palabra de Dios traza un camino más excelente. Lo que dice sobre los diáconos no es extenso, pero es suficiente.
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Íñigo García de Cortazar.
Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.
Lecturas adicionales
- Matt Smethurst, Deacons: How They Serve and Strengthen the Church (Crossway, 2021)
- Alexander Strauch, La visión de Pablo para los diáconos (Editorial Dime, 2019)
- Benjamin Merkle, Preguntas y respuestas sobre ancianos y diáconos (Portavoz, 2012)
- Thabiti Anyabwile, Cómo encontrar ancianos y diáconos fieles (IX Marks, 2019)
- Timothy J. Keller, Resources for Deacons: Love Expressed through Mercy Ministries (Presbyterian Church in America Committee on Discipleship Ministries, 1985)
- Cornelis Van Dam, The Deacon: Biblical Foundations for Today’s Ministry of Mercy (Reformation Heritage, 2016)
- Mark Dever, El liderazgo de la iglesia, ed. Jonathan Leeman, Básicos para la iglesia (IX Marks, 2018)
- Gregg Allison and Ryan Welsh, Raising the Dust: “How-To” Equip Deacons to Serve the Church (Sojourn Network, 2019)
- 9Marks Artículos: Los diáconos: amortiguadores y siervos, Mayo–Junio 2019.