El bautismo en agua
Definición
El bautismo en agua es una ordenanza o sacramento instituido por nuestro Señor Jesucristo, para ser practicado hasta el fin de los tiempos, el cual significa la unión del creyente con Cristo en Su vida, muerte, sepultura y resurrección, y la membresía de uno en la iglesia, el pueblo de Dios del nuevo pacto.
Sumario
Este artículo discutirá la importancia del bautismo en agua como una ordenanza o sacramento de la iglesia. Después de discutir diferentes puntos de vista sobre el bautismo en la teología histórica, se volverá a lo que el Nuevo Testamento dice que es el significado y la importancia del bautismo. El artículo concluirá con un par de reflexiones sobre dónde los evangélicos están de acuerdo y en desacuerdo sobre el significado del bautismo.
El bautismo cristiano es una de las dos ordenanzas o sacramentos que nuestro Señor Jesucristo, Cabeza de la iglesia, ha instituido para la vida y la salud de la iglesia hasta el fin de los tiempos. Como tal, el bautismo en agua debe practicarse hoy en obediencia a Su mandato (Mt 28:18-20).
En las Escrituras, el propósito del bautismo es al menos doble: una señal de iniciación y entrada en la iglesia, que debe preceder a la participación en la Cena del Señor, y una declaración de fe y entrega al señorío de Cristo. El Nuevo Testamento no registra ningún caso de algún cristiano que no se haya bautizado. La evidencia de esto se encuentra en el libro de los Hechos. A partir de Pentecostés, todo aquel que creía en el evangelio era bautizado, dando así testimonio público de su fe en Cristo (Hch 2:41; 8:12-13, 36-39; 9:17-18; 10:47-48; 16:14-15, 31-33; 18:8; 19:5). La iglesia falla en su llamado cuando no hace discípulos bautizándolos e instruyéndolos en la verdad del evangelio.
Pero surge una pregunta legítima: ¿Qué es exactamente el bautismo? Cualquiera que esté familiarizado con la teología histórica sabe que los desacuerdos sobre el significado del bautismo, sus temas característicos y su método tienen una larga historia. Dados estos debates, no debemos relegar el bautismo a un tema secundario. El bautismo es ordenado por nuestro Señor y es una proclamación visible del evangelio. Además, detrás de los debates bautismales hay asuntos bíblicos y teológicos cruciales. Las polémicas bautismales reflejan sistemas teológicos completos. Funcionan como casos de prueba de cómo uno entiende la Biblia, especialmente de cómo uno entiende la naturaleza de la salvación y las relaciones entre los pactos bíblicos. Antes de describir el significado básico del bautismo en agua, primero describamos un espectro de puntos de vista al respecto, de los cuales algunos puntos de vista son más consistentes con el evangelio que otros.
Puntos de vista sobre el bautismo en agua
Primero, está el punto de vista sacramental del bautismo reflejado por el catolicismo romano. Este punto de vista sostiene que el acto del bautismo regenera a la persona bautizada de muerte espiritual a vida (niños y adultos), incluso fuera de la fe en Cristo (ex opere operato, «por la obra realizada»), y que es necesario para nuestra salvación. El acto del bautismo quita el pecado original de la persona, la hace espiritualmente viva por la infusión de la gracia que comienza el proceso transformador de hacer a una persona justa. Desde este punto de vista, Cristo ha dado autoridad a la iglesia y a sus oficiales para efectuar la gracia salvadora en las personas por medio de la administración de los sacramentos, comenzando con el bautismo y culminando con la extremaunción.
El luteranismo enseña también una visión sacramental pero más débil. Similar al catolicismo romano, los luteranos argumentan que el bautismo regenera a una persona, pero insisten en que la fe es necesaria para que Dios justifique a la persona que es bautizada. Los luteranos no hablan de una gracia infundida en el acto del bautismo; más bien, por la Palabra y el sacramento, Dios crea la fe en el individuo y lo convierte en un miembro vivo de la iglesia de Cristo. Para los luteranos, los sujetos del bautismo se dividen en dos grupos: los creyentes, que han llegado a la fe en Cristo, y los infantes, en quienes Dios produce misteriosamente una fe inconsciente que luego confirman cuando alcanzan una edad de madurez. Sin embargo, en ambos casos, la fe está presente en el acto regenerador del bautismo y en nuestra justificación ante Dios.
En segundo lugar, está la visión del pacto del bautismo reflejada por la teología reformada del pacto. Este punto de vista niega que el bautismo sea regenerativo y que sea efectivo ex opere operato. En cambio, el bautismo, que bajo el nuevo pacto reemplaza a la circuncisión como una señal del pacto, es similar a la circuncisión en lo que ambos significan. Ambos significan la «señal y el sello» de Dios de las promesas de Su pacto de que aquellos que creen en el evangelio serán justificados. El bautismo lleva objetivamente a una persona (infantes y adultos) a la iglesia visible, al menos —en el caso de los infantes— en el sentido de que están «en» el pacto, pero no necesariamente son «de» él. El bautismo no efectúa una unión salvadora en sí mismo. Es solo por la gracia de Dios, el Espíritu que nos da vida y nos otorga fe y arrepentimiento, que experimentamos la verdadera salvación, la realidad a la que apunta el bautismo. Por eso, de manera paralela al Antiguo Testamento, incluso si los infantes son bautizados bajo el nuevo pacto y considerados miembros del pacto, solo son verdaderamente elegidos (y parte de la iglesia invisible) si ejercen la fe salvadora en Cristo.
Tercero, está la visión del bautismo de los creyentes, como se refleja en la tradición bautista y de las iglesias de creyentes. En acuerdo con la visión del pacto, este punto de vista niega que el bautismo sea regenerativo y necesario para la salvación. Sin embargo, a diferencia de la visión del pacto, el bautismo solo debe aplicarse a los creyentes. El bautismo no es simplemente una señal y un sello de las promesas de Dios que anticipa la fe de uno en Cristo. Más bien, el bautismo es una señal externa de una realidad espiritual interna que el creyente ya ha experimentado por la fe en Cristo. El bautismo, en contraste con la circuncisión, no apunta hacia la necesidad de una circuncisión del corazón. Más bien, el bautismo es una señal del nuevo pacto que comunica la gracia de Dios a aquellos que han sido regenerados y, por lo tanto, tienen fe en Cristo. El bautismo es un testimonio público de que uno ha entrado en unión de fe con Cristo, y marca y define a los que creen en Cristo. Por eso el bautismo solo se aplica a los que confiesan a Jesús como Señor, que han experimentado Su poder, quienes son, por la fe y el renacimiento espiritual, la verdadera simiente espiritual de Abraham. El bautismo es un rito del nuevo pacto para el pueblo de Dios del nuevo pacto.
El sentido y el significado del bautismo en agua
Se podría escribir mucho sobre el significado y la importancia del bautismo. Además, es en este punto que surgen las principales diferencias entre los puntos de vista bautismales. Sin embargo, pensemos en lo que es el bautismo al desglosar cuatro verdades, que deben afirmarse para ser fieles a la enseñanza del Nuevo Testamento.
Primero, el bautismo es uno de los medios principales que Dios ha dado a la iglesia para declarar públicamente nuestra fe en Cristo como Señor y Salvador. ¿No es esto parte de lo que está pasando en Pentecostés, en la exhortación de Pedro a la gente que clama de corazón: «¿Qué haremos?» (Hch 2:37)? Pedro acaba de demostrar que la venida del Espíritu en poder es evidencia de que la redención se ha realizado; que Jesús es Señor y Cristo (Hch 2:36); y que la nueva era prometida en el Antiguo Testamento finalmente ha llegado (Jl 2:28-32; Ez 36:25-27; Jr 31:31-34) ¿Qué respuesta de la gente es necesaria? El arrepentimiento y el bautismo, administrado en el nombre de Jesús, lo que significa la sumisión de una persona a Cristo como Señor (Hch 2:38). Esta verdad es importante, especialmente hoy cuando los llamados al altar, la confirmación, las reuniones públicas, etc., han tomado el lugar del bautismo en nuestra confesión pública de Cristo. El bautismo representa hermosa y poderosamente nuestra sumisión a Cristo y la verdad del evangelio, lo que ningún rito eclesiástico posterior puede reemplazar.
Segundo, el significado central del bautismo cristiano, en contraste con el bautismo de prosélitos judíos o el bautismo de Juan, es que significa la unión del creyente con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección (Ro 6:3-7; Col 2:11-12), y todos los beneficios que conlleva esa unión. Por esta razón, el bautismo en el Nuevo Testamento es considerado como una señal exterior que significa una realidad interior, a saber, que un creyente ha entrado en las realidades del nuevo pacto que Jesús inauguró y selló con Su propia sangre en la cruz. Como tal, cuando se recibe con fe, el bautismo indica regeneración obrada por el Espíritu (Tit 3:5), limpieza interior, renovación y perdón de los pecados (Hch 22:16; 1 Co 6:11; Ef 5:25-27), y la presencia permanente del Espíritu como el sello de Dios que testifica y garantiza que el creyente permanecerá seguro en Cristo de manera permanente (1 Co 12:13; Ef 1:13-14). De hecho, la asociación entre el bautismo y las bendiciones del nuevo pacto en Cristo es tan estrecha que muchos han argumentado que, en el Nuevo Testamento, el bautismo funciona por metonimia para toda la experiencia de conversión.
Por ejemplo, en Gálatas 3:26-27, Pablo puede decir: «Pues todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús. Porque todos los que fueron bautizados en Cristo, de Cristo se han revestido». El lenguaje de «revestirnos» de Cristo se refiere a nuestra unión con Él. Pero observa cómo Pablo puede atribuir la unión con Cristo tanto a la fe (v. 26) como al bautismo (v. 27). Lo hace, no afirmando una visión ex opere operato del bautismo, ya que Pablo se refiere a personas que se han arrepentido de sus pecados y creído en Cristo. Solo los verdaderamente convertidos son los que se han revestido de Cristo. Pero, por metonimia, el bautismo puede significar conversión y, por lo tanto, un signo externo que indica este hecho.
Encontramos algo similar en Romanos 6:1-4. Pablo ve el bautismo en agua como la unión del creyente con Cristo en Sus actos redentores: Su vida, muerte, sepultura y resurrección. Sin duda, en este texto, Pablo no está dando principalmente una explicación teológica de la naturaleza del bautismo. En cambio, Pablo se preocupa por refutar la acusación de que el creyente para resaltar la gracia debe «permanecer en el pecado». Utiliza el lenguaje de «transferencia de reino» para mostrar cuán inconcebible es esta sugerencia. Los cristianos, insiste Pablo, han «muerto al pecado» (v. 2b) y, por lo tanto, ya no están «en Adán», sino que están «en Cristo». Sin embargo, Pablo puede decir que esta transferencia de reino ocurrió en nuestro bautismo (v. 3), por el cual fuimos unidos a Cristo. De nuevo, Pablo no está afirmando que el acto del bautismo nos une a Cristo aparte de la fe. Más bien, como en Gálatas 3:26-27, el bautismo es una forma abreviada de toda nuestra experiencia de conversión. Por sí mismo, el bautismo en agua no efectúa la regeneración, ni siquiera es necesario para la salvación. En el Nuevo Testamento, el bautismo siempre asume la fe para su validez, y la verdadera fe salvadora lleva a alguien a ser bautizado, aunque la fe y el bautismo en agua no disfrutan del mismo estado lógico de necesidad (cp. Ef 4 – 5; 1 P 3:21).
Tercero, el bautismo en agua significa la entrada de un creyente a la iglesia. En Gálatas 3:27-28, por ejemplo, Pablo puede pasar inmediatamente del tema de «revestirse» de Cristo en el bautismo a hablar de cómo somos uno en Su cuerpo. En Efesios 4:22-25, Pablo puede usar las imágenes bautismales de «vestirse» y «despojarse» para hablar del tipo de comportamiento que debemos tener como individuos y como «miembros de un solo cuerpo» (v. 25), ciertamente una referencia a la iglesia. El bautismo, entonces, es la marca determinante de pertenencia, así como una demarcación entre la iglesia y el mundo (cp. Hch 2:40-41). De este modo, en el bautismo, no solo Cristo se apropia del que es bautizado en Su nombre y lo incorpora a Su cuerpo, sino que también el que es bautizado se identifica abiertamente con el Señor y Su pueblo.
Cuarto, el bautismo en agua es una promesa y una anticipación gloriosa del hecho de que todas las cosas serán consumadas por Cristo. Aunque hay una serie de preguntas en torno al bautismo de Juan, una cosa está clara: el bautismo de Juan fue una ceremonia escatológica, anticipando la venida del Mesías, el reino de Dios y toda la era del nuevo pacto. El bautismo cristiano también es escatológico pero, a diferencia del bautismo de Juan, lo que Juan anticipó y señaló, ahora ha venido en Cristo. El bautismo cristiano, entonces, significa que el creyente ha entrado en el amanecer de la nueva creación y del nuevo pacto debido a nuestra unión en Cristo. Por eso Pablo puede decir: «Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; lo viejo pasó, lo nuevo ha llegado» (2 Co 5:17). Como tal, el bautismo en agua mira hacia atrás y hacia adelante: hacia atrás, a la inauguración de la nueva era en la primera venida de Cristo; y hacia adelante, a la consumación en Su regreso. Por el bautismo, participamos de estas realidades. En verdad, el bautismo es nuestra entrada en el orden escatológico de la nueva creación que ahora experimentamos debido a nuestra unión de pacto con Cristo y al ser sellados con el Espíritu para el día de la redención (Ef 4:30).
Acuerdo y desacuerdo sobre el bautismo
Ciertamente, se podría decir más sobre el significado y la importancia del bautismo, pero estas cuatro verdades resaltan gran parte de la enseñanza del Nuevo Testamento al respecto. Los evangélicos de un amplio espectro de afiliaciones denominacionales deberían estar de acuerdo en estos puntos básicos. Por ejemplo, deberíamos estar de acuerdo en que todo cristiano debe ser bautizado en obediencia a Dios; que el bautismo es el signo de las realidades del evangelio de la unión con Cristo y todos los beneficios de la nueva alianza; que el bautismo está ligado a nuestra incorporación a la iglesia; y que el acto del bautismo, en contra de la visión ex opere operato del catolicismo romano, no regenera. En cambio, el bautismo es efectivo por la gracia sola, a través de la fe sola y en Cristo solo.
Sin embargo, todavía queda un punto de división, especialmente entre las visiones del pacto y del creyente del bautismo. Dado que el bautismo no es efectivo aparte de la fe, ¿por qué debemos bautizar a los niños? Obviamente, la división sobre este tema es enorme y es probable que no se resuelva pronto, y la razón es importante. En última instancia, la disputa no se trata de unos pocos textos, sino de argumentos bíblico-teológicos completos, especialmente sobre nuestra perspectiva sobre la relación entre los pactos.
Aquellos que abogan por el paidobautismo o bautismo de infantes admiten que aunque no hay un mandato explícito en el Nuevo Testamento para bautizar a los infantes, la práctica aún está justificada. ¿Por qué? Por las siguientes razones: (1) Hay una continuidad esencial del «pacto de gracia» desde Abraham hasta Cristo. (2) Dado que los infantes estaban incluidos en el antiguo pacto por medio de la circuncisión como una señal externa de entrada a la comunidad del pacto, y el bautismo ha reemplazado a la circuncisión en el nuevo pacto, entonces se requiere que los padres creyentes administren el bautismo a sus hijos. (3) En el antiguo pacto, la circuncisión no implicaba que el niño fuera uno de los elegidos; todavía necesitaban ejercer la fe para saber su elección. Entonces, en el nuevo pacto, el bautismo no garantiza que los niños sean elegidos, pero aún se requiere administrarles la señal del pacto antes de la fe. (4) El apoyo a la práctica de bautizar a los niños se encuentra en los bautismos domésticos o de familias enteras del Nuevo Testamento.
Por otro lado, aquellos que afirman el bautismo de los creyentes argumentan lo siguiente: (1) El bautismo solo es eficaz por la fe en Cristo, y de ahí el patrón del Nuevo Testamento de la proclamación del evangelio, la conversión y luego el bautismo de los creyentes. (2) Sin duda, hay continuidad entre el antiguo y el nuevo pacto debido al plan único de Dios, pero también hay mucha discontinuidad. Por ejemplo, bajo el antiguo pacto, hay necesariamente una distinción entre la comunidad del pacto y los elegidos, siendo la circuncisión la señal del primer grupo. Sin embargo, bajo el nuevo pacto esta distinción ha sido eliminada. Por definición, los que están en el nuevo pacto son aquellos que han tenido la ley de Dios escrita en sus corazones, han nacido del Espíritu y han sido perdonados de sus pecados (Jr 31:31-34), y como tal, la iglesia, como el pueblo del nuevo pacto de Dios, es una comunidad regenerada. Esta verdad sugiere que el bautismo, como señal del nuevo pacto, debe aplicarse únicamente a aquellos que están en el nuevo pacto, es decir, a los creyentes. (3) La circuncisión, bajo el pacto abrahámico y el antiguo pacto, no indica las mismas realidades que el bautismo bajo el nuevo pacto. (4) Los ejemplos de bautismos domésticos son argumentos del silencio y no logran ver las distinciones del pacto entre lo antiguo y lo nuevo. De hecho, cuando miramos de cerca los ejemplos, vemos que en varios de ellos hay indicios de fe salvadora por parte de todos los bautizados (cp. Hch 16:31-34).
¿A dónde nos lleva esto? Nos deja con una discusión honesta sobre las diferencias entre nosotros, pero también enfatiza lo que nos une en el evangelio. Sin duda, los puntos de vista sobre el bautismo de infantes y creyentes no son simultáneamente correctos y, dada la importancia del bautismo, es necesario establecer iglesias locales y denominaciones que enseñen uno de los puntos de vista con la exclusión del otro, dado nuestro compromiso con la autoridad bíblica. Sin embargo, nunca debemos perder de vista lo que nos une. Tenemos que encontrar formas de mostrar nuestra unidad en Cristo sin minimizar nuestras diferencias. De hecho, debemos encontrar unidad en aquello a lo que apunta el bautismo, es decir, la gloria de Cristo y la verdad del evangelio de la gracia soberana de Dios. A pesar de las diferencias en curso, más que cualquier otra cosa, esto es lo que debe cautivar nuestro pensamiento, nuestras vidas y nuestras iglesias.
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Sergio Paz.
Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.
Lecturas adicionales
- G. R. Beasley-Murray, Baptism in the New Testament (Grand Rapids: Eerdmans, 1962).
- Donald Bridge y David Phypers, The Water That Divides (Downers Grove: InterVarsity Press, 1977).
- J. V. Fesko, Word, Water, and Spirit: A Reformed Perspective on Baptism (Grand Rapids: Reformation Heritage Books, 2010).
- John D. Meade, «Circumcision of Flesh to Circumcision of Heart: The Typology of the Sign of the Abrahamic Covenant» en Progressive Covenantalism: Charting a Course between Dispensational and Covenant Theologies, eds. Stephen J. Wellum y Brent E. Parker (Nashville: B&H Academic, 2016), pp. 127-58.
- Thomas R. Schreiner y Shawn D. Wright, eds., Believer’s Baptism: Sign of the New Covenant in Christ (Nashville: B&H, 2006).
- Gregg Strawbridge, ed., The Case for Covenantal Infant Baptism (Phillipsburg: P&R, 2003).
- Stephen J. Wellum, Entrevista sobre el bautismo y los pactos (en inglés).
- Wright, David F., ed. Baptism: Three Views (Downers Grove: IVP Academic, 2009).