La membresía de la iglesia
Definición
La membresía de la iglesia se refiere a pertenecer o ser parte de la iglesia de Jesucristo. Involucra diferentes conceptos de la iglesia, requisitos de ingreso, responsabilidades y privilegios de la membresía.
Sumario
En una época en que unas iglesias descartan la membresía mientras que otras la enfatizan, es importante considerar algunas interpretaciones fundamentales de la membresía desde perspectivas teológicas, históricas y denominacionales. Este artículo explora la membresía en relación con cinco temas: (1) diferentes perspectivas sobre la continuidad y la discontinuidad entre el pueblo de Dios antes de la venida de Jesucristo y después de Su venida; (2) la iglesia universal y las iglesias locales; (3) las iglesias que bautizan a los niños (paidobautismo) y las que bautizan a los creyentes (credobautismo); (4) responsabilidades y privilegios de los miembros; y (5) remoción de personas y su restauración a la membresía de la iglesia.
Introducción
Lo que constituye membresía en la iglesia depende del concepto que uno tiene de la iglesia. En un sentido, la iglesia como pueblo de Dios incluye un gran número de miembros. Incluso el tema de quién constituye el pueblo de Dios es un punto de debate. En otro sentido, la iglesia, como asamblea local, incluye un número muy limitado de miembros. La composición específica de la membresía de la iglesia local depende de los requisitos de ingreso (especialmente el rito del bautismo) y su accesibilidad para los niños, los adultos creyentes o (casi) todos. Además, las responsabilidades y privilegios de la membresía, incluida la remoción de la misma, varían según varios factores.
Continuidad y discontinuidad
Existen dos conceptos significativos de la iglesia de acuerdo con diferentes perspectivas sobre la continuidad y la discontinuidad entre el pueblo de Dios antes de la venida de Jesucristo y después de Su venida.
La perspectiva de continuidad afirma que solo un pueblo de Dios está bajo un pacto de gracia. Adán y Eva, los descendientes de Abraham, el pueblo de Israel bajo el antiguo pacto (mosaico), los retornados a Jerusalén después del exilio, los discípulos de Jesús de Nazaret y los cristianos bajo el nuevo pacto: todos estos constituyen el único pueblo de Dios. Aunque hay diferencias obvias que distinguen a estos grupos diversos. Por ejemplo, las experiencias del Espíritu Santo, la circuncisión, la Pascua, el bautismo, la Cena del Señor, cada persona era o es parte del pueblo de Dios. Cada uno fue o es elegido por Dios y así salvado por gracia y su fe en las promesas divinas que se le ofrecen. Juntos, componen el único pueblo de Dios.
De acuerdo con esta posición de continuidad, la iglesia como pueblo de Dios ha existido desde el mismo comienzo de la raza humana. Algunos defensores de este punto de vista creen que la iglesia ha reemplazado al pueblo de Israel; por lo tanto, el pueblo judío en su conjunto (sin incluir a los que abrazan el evangelio y se vuelven parte de la iglesia del nuevo pacto) no tienen esperanza futura. Otros defensores creen que todavía existe un futuro para el pueblo de Israel. Cuando «haya entrado la plenitud de los gentiles» (Ro 11:25), Dios volverá de nuevo a Su pueblo y «todo Israel será salvo» (Ro 11:26) al reconocer a Jesús como su Mesías tan esperado.
La perspectiva de la discontinuidad afirma que hay diferentes pueblos de Dios y que surgieron según las diversas alianzas que Dios estableció en diferentes coyunturas de la historia de la salvación. Por ejemplo, antes de la venida de Jesucristo, el pueblo de Dios del antiguo pacto consistía en gran parte de adoradores judíos de Yahvé que seguían la ley de Moisés en la tierra de Israel (o como exiliados que esperaban regresar). Circuncidaron a sus niños de ocho días, observaron el sábado, celebraron la Pascua y otras festividades anuales, y alimentaron la esperanza de un Mesías ungido por el Espíritu que traería el perdón de los pecados como parte de un nuevo pacto.
En contraste, después de la venida de Cristo, el pueblo de Dios del nuevo pacto consiste en seguidores de Jesús que, en su mayoría, son de origen gentil y viven en todo el mundo. Ayudados por la gracia para arrepentirse y creer, han abrazado las buenas nuevas de la muerte y resurrección de Cristo. Se reúnen semanalmente los domingos para adorar, bautizar para iniciar a los miembros en la comunidad, celebrar la Cena del Señor (comunión, la Santa Cena o Eucaristía) y alimentar la esperanza del regreso del Mesías para marcar el comienzo de la plenitud de la salvación.
Como una ligera variación, la posición de discontinuidad afirma un solo pueblo de Dios, que se extiende desde Adán y Eva hasta la última persona antes del regreso de Cristo, mientras que las metáforas del cuerpo de Cristo y el templo del Espíritu Santo se reservan para la iglesia del nuevo pacto. En consecuencia, la iglesia no existía antes de la venida de Cristo, sin embargo, el pueblo de Dios existió desde el principio. No fue sino hasta después de la vida, muerte, resurrección y ascensión del Hijo encarnado, y el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, que la iglesia como cuerpo de Cristo y templo del Espíritu pudo (y de hecho) llegó a existir.
La iglesia universal y la iglesia local
La membresía en la iglesia también depende de si existe una preocupación por la iglesia en un sentido universal (p. ej., Ef 5:25) o por la iglesia en un sentido local (p. ej., 1 Co 1:2). En el primer caso (universal), la iglesia se compone de un gran número de miembros. Desde una perspectiva de continuidad, todos los fieles, todos los adoradores de Yahvé y todos los seguidores de Jesucristo, que han muerto, y todos los que están vivos ahora, componen la iglesia universal. Desde una perspectiva de discontinuidad, los miembros incluyen a todos los seguidores de Jesucristo, tanto aquellos que han muerto en Cristo como todos los que están vivos ahora en Cristo. En cualquier perspectiva, hay un aspecto celestial y un aspecto terrenal en la iglesia universal. En cualquier perspectiva, la iglesia universal consta de un gran número de miembros.
En el segundo caso (local), la membresía en una iglesia local consiste en un número muy limitado de personas. Incluso las megaiglesias con miembros de decenas de miles o cientos de miles son bastante limitadas en relación con el número del pueblo de Dios de todos los tiempos. Pero con esta discusión surge un tema importante: ¿quiénes componen la membresía de una iglesia local?
Requisitos de ingreso y su accesibilidad
Se ofrecen varias respuestas a esta pregunta. Históricamente, desde la perspectiva de la estructura estatal-eclesiástica, (casi) todos los ciudadanos de la región/nación eran considerados miembros de la iglesia. Por ejemplo, en el período medieval en Europa, ser ciudadano significaba ser miembro de la Iglesia Católica Romana. Las excepciones incluyeron judíos, musulmanes y seguidores de otras religiones, junto con ateos y herejes. (Cuando las iglesias estatales estaban a la orden del día en la mayoría de las áreas europeas, estas excepciones eran raras).
Si el estado era supremo en este sistema (erastianismo) y poseía el poder de hacer cumplir sus leyes sobre la iglesia y excomulgar a sus miembros o si la iglesia era soberana (supremacía papal) sobre sus miembros, ha sido históricamente un punto de debate y contienda. En cualquier caso, los requisitos de ingreso se limitaban a ser nacido en la región/estado y haber sido bautizado, lo cual era una acción eclesial que se daba por sentada. Todos, o casi todos, los que nacieron fueron bautizados por la iglesia, lo que hizo que la membresía en la iglesia fuera accesible para casi todos.
Hoy en día, la práctica del bautismo sigue determinando quién compone la feligresía de una iglesia local. Con respecto a este sacramento/ordenanza, dominan las dos prácticas del bautismo de infantes (paidobautismo) y el bautismo de creyentes (credobautismo).
La Iglesia Católica Romana, las iglesias ortodoxas orientales y las iglesias protestantes paidobautistas bautizan a los niños y, por lo tanto, los incorporan a su membresía. Dentro de las iglesias paidobautistas, diferentes teologías del bautismo sustentan su práctica de bautizar a los niños. Por ejemplo, la Iglesia Católica Romana cree que el sacramento del bautismo lava a los infantes de su pecado original, los regenera y los incorpora a Cristo y Su iglesia. Como otro ejemplo, las iglesias presbiterianas no consideran que el sacramento sea salvífico; más bien, incorpora a los hijos de padres creyentes a la comunidad de fe y señala la promesa divina de la gracia para la salvación futura. Tal práctica depende en gran medida de la continuidad entre el pueblo de Dios del antiguo pacto, que circuncidaba a los niños para incluirlos en la comunidad y al pueblo de Dios del nuevo pacto, que de manera similar bautiza a los niños para incluirlos en la iglesia, junto con sus padres creyentes. En las iglesias paidobautistas, el bautismo es el requisito de ingreso para ser miembro y es accesible para los hijos de padres creyentes que son miembros de la iglesia. (Estas iglesias también practican el bautismo de adultos, que tiene mucha similitud con el bautismo en las iglesias credobautistas, que es el siguiente tema).
Las iglesias bautistas, iglesias libres, iglesias bíblicas e iglesias similares bautizan a personas que expresan una profesión creíble de fe en Jesucristo para salvación. Ellos no bautizan a los infantes, en desacuerdo con la regeneración bautismal como sostiene la Iglesia Católica Romana. Además, no están de acuerdo con el bautismo de infantes de las iglesias protestantes paidobautistas, cuya membresía consiste tanto en padres creyentes como en sus hijos bautizados. Por el contrario, las iglesias credobautistas insisten en que escuchar el evangelio, arrepentirse del pecado y confiar en Jesucristo debe preceder (al menos lógicamente, si no temporalmente) al bautismo, que luego se administra a los creyentes y los inaugura como miembros de la iglesia local. A diferencia del pueblo de Israel, que incorporó tanto a los adultos como a sus hijos (quienes, en el caso de los niños, fueron circuncidados), la iglesia reserva la membresía para aquellos que abrazan el evangelio y han sido bautizados. Por lo tanto, el bautismo es el requisito de ingreso para ser miembro y solo es accesible para aquellos que creen en Cristo.
Responsabilidades y privilegios de los miembros
La membresía en una iglesia local formaliza las relaciones entre los cristianos que se han comprometido con esa iglesia. La atmósfera en la que prosperan estas relaciones y, por lo tanto, la membresía de la iglesia es la del amor, que las Escrituras enfatizan una y otra vez (Ef 4:15-16).
En algunas iglesias, la membresía, sus responsabilidades y privilegios, está estructurada de acuerdo con un pacto de la iglesia. Incluso cuando no existe una declaración formal, estos compromisos generalmente involucran a dos grupos: líderes y miembros. En cuanto al primer grupo, el liderazgo de la iglesia se compromete a participar en nombre de sus miembros en lo siguiente: fomentar la adoración corporativa del Dios trino, predicar y enseñar la Palabra de Dios, administrar los sacramentos/ordenanzas del bautismo y la Cena del Señor, orar para los miembros de la iglesia, guiándolos de acuerdo con la voluntad del Señor, pastoreándolos por medio de la protección de las falsas doctrinas y prácticas, brindando ejemplos (aunque todavía pecaminosos) de semejanza a Cristo, empleando a los miembros y sus dones para el crecimiento de la iglesia, manteniendo la unidad e impulsando hacia una mayor pureza, dirigiendo a los miembros para esfuerzos misionales, brindando atención pastoral, administrando sabiamente el dar sacrificial de los miembros y cosas por el estilo.
En cuanto al segundo grupo, los miembros de la iglesia se comprometen a lo siguiente: participar juntos en la adoración del Dios trino, responder con fe y obediencia a la Palabra de Dios, bautizarse y celebrar la Cena del Señor, orar por los asuntos y ministerios de la iglesia, someterse a los líderes y su dirección sabia, abordar directamente los desacuerdos y conflictos con los líderes (en lugar de chismear sobre ellos o salir descontentos de la iglesia), someterse a la disciplina de la iglesia cuando (los miembros) se desvían, seguir el modelo de fidelidad y obediencia establecido por los líderes, empleando sus dones para la salud y el crecimiento de la iglesia, manteniendo la unidad y buscando la pureza, comprometiéndose en esfuerzos misionales, respondiendo al cuidado pastoral, dando con sacrificio y cosas por el estilo.
Eliminación y restauración de la membresía
A veces, a pesar de los mejores esfuerzos de una iglesia para proveer para sus miembros y apoyar a sus líderes, se atrincheran en el pecado y se niegan a alejarse de él. Tropiezan en su relación de amor a la iglesia y fracasan en cuanto a sus responsabilidades como miembros y líderes. Tales situaciones trágicas impulsan a la iglesia a ejercer disciplina a los miembros del pueblo de Dios que peca de manera persistente.
Jesús entrega directrices para abordar el pecado entre los miembros de Su cuerpo (Mt 18:15-20). En una secuencia creciente de cuatro partes que involucra confrontación y arrepentimiento o no arrepentimiento, Jesús instruye a la iglesia a exponer el pecado cometido por uno de sus miembros contra otro miembro. La progresión comienza con el (paso 1), una conversación personal; seguida del (paso 2), una confrontación en un grupo pequeño; luego el (paso 3), una intervención de toda la iglesia; proceso que concluye con el (paso 4), una excomunión del pecador reincidente de la iglesia. A cada paso, la respuesta esperada es el arrepentimiento: el miembro que pecó confiesa y se aparta de su pecado, llevando así el asunto a la buena conclusión de una relación restaurada. El no responder con arrepentimiento desencadena el próximo paso, el cual involucra a más personas e intensifica la exhortación a romper con el pecado y ser restaurados.
Los pasos tres y cuatro provocan la participación de todos los miembros y la falta de respuesta con arrepentimiento en el último paso, lleva a los miembros a expulsar a la persona atrincherada en el pecado de la membresía de la iglesia. Tal excomunión elimina a la persona impenitente de la membresía, impidiéndole así participar en la Cena del Señor y ejercer el ministerio dentro de la iglesia. También llama a los miembros a romper su relación de amor y tratarlo como «gentil y (publicano) recaudador de impuestos» (Mt 18:17), es decir, como un extraño a la iglesia. Apartada del ámbito de la gracia, el perdón, el consuelo, el apoyo y el amor, la persona impenitente es entregada a las garras de Satanás y su ámbito de destrucción, corrupción, tentación, engaño, acusación y tormento.
El propósito de una medida tan radical es siempre bueno: quitar todo apoyo al miembro expulsado, permitiéndole llegar al final de sí mismo. En este punto vuelve en sí, confiesa y se arrepiente de su pecado, y busca la restauración de la relación tanto con el miembro contra el cual pecó como con la iglesia de la cual fue removido. En algunos casos, la restitución (de la reputación, de la propiedad o del dinero) es necesaria como parte del proceso de restauración. Al reconocer la autenticidad del arrepentimiento, los miembros abrazan una vez más a la persona arrepentida, la perdonan y la consuelan, y la restauran como miembro de la iglesia.
La Escritura aborda otras situaciones que exigen disciplina en la iglesia: enseñanza herética (Tit 1:9-14; 2 Jn vv. 9-11), división (Ro 16:17-18; Tit 3:10-11), ociosidad (2 Ts 3:6 ,11-12), y fracasos de liderazgo (1 Ti 5:19-21).
Conclusión
La membresía en la iglesia depende de varios factores. Los defensores de la continuidad sostienen que la membresía de la iglesia se remonta a Adán y Eva e incluye a los fieles de todos los tiempos: todos los adoradores de Yahvé y todos los discípulos de Jesucristo. Los defensores de la discontinuidad sostienen que la membresía en la iglesia está reservada para los discípulos de Cristo. Debido a que la iglesia no existía (y no podía existir) antes de la finalización de la misión de Cristo y la inauguración de la misión del Espíritu Santo en Pentecostés, solo los cristianos son miembros de la iglesia.
Además, la membresía en la iglesia universal, ya sea desde una perspectiva de continuidad o de discontinuidad, incluye tanto a los fieles que han muerto como a los que actualmente viven. La membresía de la iglesia universal es muy extensa. La membresía en la iglesia local depende de ciertos requisitos de ingreso, por ejemplo, ser hijo de padres creyentes que son miembros de la iglesia (paidobautismo) o creer en el evangelio para salvación (credobautismo). A los miembros de la iglesia local se les entregan las responsabilidades y los privilegios de la membresía y, en ciertos momentos, las iglesias deben remover a los miembros pecadores y esperar su arrepentimiento y restauración a la membresía.
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Sol Acuña Flores.
Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.
Lecturas adicionales
- Gregg R. Allison, Sojourners and Strangers: The Doctrine of the Church (Wheaton: Crossway, 2012). Mira un resumen del libro aquí (en inglés).
- Chuck Lawless, Membership Matters: Insights from Effective Churches on New Member Classes and Assimilation (Grand Rapids: Zondervan, 2005).
- Jeremy M. Kimble, 40 Questions about Church Membership and Discipline (Grand Rapids: Kregel, 2017).
- Ed Stetzer, “3 Reasons for Church Membership,” Outreach Magazine (June 23, 2015).
- Kevin DeYoung, “6 Reasons Why Membership Matters,” TGC blog.
- Michael Osborne, “Why Church Membership?” Tabletalk Magazine (November 2, 2018).