El papel de los varones y las mujeres
Definición
Ser creado a imagen de Dios como hombre y mujer no es un asunto de preferencias propias independientes. Más bien, es parte del hermoso diseño y plan de Dios.
Sumario
Hay dos acercamientos principales que han surgido para comprender la enseñanza bíblica en relación a los roles de los varones y las mujeres: la posición igualitaria y la complementaria. Este ensayo ofrece una evaluación de ambas perspectivas.
El reflejo cristiano en la enseñanza de la Biblia acerca de los varones y mujeres ha alcanzado un nuevo punto de partida en la modernidad tardía, especialmente en el despertar de la revolución sexual occidental. El feminismo combinado con el individualismo ha reordenado completamente la forma de pensar de muchas personas sobre lo que significa ser varón y mujer. En la actualidad es habitual pensar en el género como una construcción social sin que tenga necesariamente conexión con la organización reproductiva del cuerpo. La tecnología moderna como las pastillas anticonceptivas y la capacidad de abortar han permitido a los varones y las mujeres pensar que son “libres” de las consecuencias sociales de su propia fertilidad. Como resultado, las feministas han luchado por la libertad del concepto tradicional de familia y hogar.
Estas innovaciones han supuesto a la teología cristiana un nuevo conjunto de desafíos para la comprensión tradicional de los textos bíblicos que tratan los roles masculinos y femeninos. La teología liberal ha tendido a adaptarse al espíritu de la época al dejar de lado la autoridad de las Escrituras. Pero entre los teólogos evangélicos que desean dar honor a la autoridad de las Escrituras, hay dos perspectivas principales para comprender la enseñanza de la Biblia que han surgido: la igualitaria y complementaria.
Perspectiva Igualitaria
A diferencia de la teología liberal, la perspectiva igualitaria dice sostener la autoridad de las Escrituras mientras abraza la posición feminista de la igualdad entre hombres y mujeres. No solo propone que los hombres y las mujeres compartan la igualdad de la imagen divina, sino que también compartan puestos de liderazgo en la iglesia, la casa y, sobre todo, dice que la Biblia no establece el liderazgo en ningún ámbito de la vida en función del género.
La perspectiva igualitaria no niega la complementariedad entre los sexos. Niega que la jerarquía juegue algún rol en la complementariedad bíblica.
La perspectiva igualitaria busca fundamentar su punto de vista en enseñanzas de las Escrituras y se han deshecho de las interpretaciones tradicionales de los textos claves a favor de alternativas revisionistas. La interpretación igualitaria de Génesis 1-3 argumenta que la jerarquía del hombre está fundamentada en la caída y no en la creación original bondadosa de Dios. De esta manera, Génesis 1:26-27 enseña que los hombres y las mujeres fueron creados igualmente a la imagen de Dios, y Dios dio tanto al hombre como a la mujer igual responsabilidad para señorear sobre la creación de Dios. El igualitario Richard Hess concluye: “No hay algo en este primer capítulo que sugiera otra cosa que igualdad entre el hombre y la mujer”.[1] En Génesis 2, los igualitarios niegan que el orden de la creación estableciera a Adán como el líder en el primer matrimonio, y que Eva, al ser llamada “ayuda”, implicara un papel subordinado. Dios se llama a sí mismo “ayudador” en otros lugares de las Escrituras (Gn 49:25; Ex 18:4; Dt 33:7,26,29), por lo que el término no se puede interpretar como algo que implique subordinación. En esta lectura, la jerarquía aparece únicamente después de la Caída como parte de la maldición de Dios, “A la mujer dijo: ‘…Con todo, tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti’” (Gn 3:16). Por consiguiente, el dominio del hombre sobre la mujer es parte de lo que ha ido mal con el mundo y que necesita ser corregido. Definitivamente no es la intención original de Dios en la creación.
La redención en Cristo apunta a quitar esta desigualdad social opresiva. De esta manera, Gálatas 3:28 es un texto central para la perspectiva igualitaria. En este texto, Pablo declara: “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús” (Gá 3:28). Tal y como el evangelio rompe las hostilidades sociales entre esclavos y libres, judíos y gentiles, así también rompe jerarquías sociales caídas entre los hombres y mujeres.
La perspectiva igualitaria ha sido pionera en una variedad de innovaciones hermenéuticas para explicar textos bíblicos que no parecen encajar en su paradigma de igualdad. Por ejemplo, el mandamiento sobre que las mujeres se sometan a los maridos en Efesios 5:21-22 habla en realidad de un sometimiento mutuo y no la autoridad del marido. Igualmente, cuando Pablo dice que el marido es la “cabeza” de la mujer en Efesios 5:23 o 1 Corintios 11:3, el término griego para “cabeza” significa o “fuente” o “preeminencia”, pero no significa “autoridad”. Cuando Pablo escribe: “Yo no permito que la mujer enseñe ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que permanezca callada” (1 Ti 2:12), lo que quiere decir es que prohíbe a la mujer enseñar de una manera dominante o quizá enseñar con autoridad no delegada. Pero de ninguna manera quiere decir que las mujeres no pueden enseñar o ejercer autoridad per se. Él sencillamente quiere que la mujer se comprometa en enseñar y dirigir de forma correcta. Las palabras que mandan a las mujeres que “guarden silencio en las iglesias” (1 Co 14:34) lo más probable es que no sean palabras de Pablo, sino que fueron añadidas más tarde por un escriba y puedan dejarse de lado. Muchos igualitarios adoptan una hermenéutica de trayectoria, que ve las aparentes restricciones de la Biblia en el liderazgo de la mujer no como palabra final sino como adaptaciones culturales temporales que hoy día podemos sobrepasar con seguridad.
A través de este tipo de textos, los igualitarios concluyen que los hombres y las mujeres son iguales ante Dios, no solo como portadores de la imagen sino también en las respectivas vocaciones.[2] Dios no asigna el liderazgo en base al género, ni en la iglesia ni en el hogar. Todas las posiciones de liderazgo – tanto formal como informal– están abiertas tanto a las mujeres como a hombres.
La perspectiva complementaria
El término “perspectiva complementaria” fue acuñado en 1988 para referirse a la enseñanza de la Declaración de Danvers, que dice que aunque los hombres y mujeres fueron creados iguales según la imagen de Dios y tienen un valor y dignidad igual, sin embargo tienen diferencias, llamadas complementarios tanto en el matrimonio como en la iglesia.[3] En el matrimonio, Dios llama al marido a ser la “cabeza” de la mujer (1 Co 11:3; Ef 5:23), y requiere que él provea un liderazgo sacrificial, protección y provisión para su esposa y su familia (Ef 5:21-33). En la iglesia, aunque la redención en Cristo da a los varones y las mujeres una participación equitativa en las bendiciones de la salvación, algunos papeles de gobierno y enseñanza están restringidos a los hombres. Los diferentes llamados de los varones y las mujeres en el hogar y en la iglesia están fundamentados en el buen diseño de Dios y no son una consecuencia del pecado o la Caída.
Igualdad en la naturaleza y la redención
La perspectiva complementaria enseña que “tanto las igualdades como las diferencias son beneficiosas” entre los hombres y las mujeres sin que las diferencias anulen la igualdad.[4] ¿En qué sentido la perspectiva complementaria enseña que las mujeres y los hombres son iguales? Enseñan que cada individuo posee por completo la Imago Dei y, por consiguiente, posee igual valor y dignidad como portador de la imagen divina. La Declaración de Danvers lo dice de esta manera: “Adán y Eva fueron creados ambos a imagen de Dios, iguales ante Dios como personas…” Esto sigue las enseñanzas de la Escritura que: “Dios creó al hombre a imagen Suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn 1:27). El hecho de portar la imagen distingue los seres humanos de las otras criaturas. Algunos escritores encuentran la Imago Dei en las relaciones entre los hombres y las mujeres, pero la perspectiva complementaria sostiene que tanto hombres como mujeres son creados individualmente a imagen de Dios. Dios da esta dignidad a ambos independientemente de sus diferencias sexuales o estatus marital. En esto comparten también una posición de igualdad. Debido a esto, cada uno individualmente tiene un mérito y valor inestimable. Ninguna personas, ni hombre ni mujer, puede afirmar que algunas personas son “más iguales” que otras. Los hombres y las mujeres tienen igual valor y dignidad porque comparten de la misma manera la imagen divina. Esta doctrina bíblica de Imago Dei es la razón por la que la perspectiva complementaria evita cualquier noción de superioridad masculina o inferioridad femenina. Tal y como la Declaración de Danvers afirma: “Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento, manifiestan igualmente un alto valor y dignidad que Dios atribuyó a los roles tanto de hombres como de mujeres”.
Esta igualdad también tiene implicaciones para el trabajo de redención de Dios entre su pueblo. El apóstol Pedro escribe que los hombres y las mujeres son coherederas de la gracia de la vida (1 P 3:7). Igualmente, el apóstol Pablo escribe: “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús” (Gá 3:28). Tal y como la Declaración de Danvers afirma: “La redención en Cristo hace que los hombres y las mujeres compartan una igual bendición de la salvación”. Esto significa que no hay distinción entre hombre y mujer con respecto a los beneficios de la salvación. De acuerdo a la gracia de Dios, comparten de manera equitativa la gracia de la regeneración, justificación, santificación, permanencia y cualquier otro beneficio comprado por Cristo para nosotros. No hay ciudadanos de segunda clase en el reino de Dios.
Los hombres y las mujeres también comparten equitativamente las tareas para gobernar sobre la creación de Dios. Dios manda al hombre y a la mujer a que “sean fecundos y se multipliquen. Llenen la tierra y sométanla” (Gn 1:28). Dios dirige este mandamiento no solo al hombre, sino también a la mujer. Esto significa que el mandato de gobernar sobre la creación se extiende a los hombres y las mujeres por igual. Esto no quiere decir que no tienen diferencias en absoluto en la manera de extender el dominio de Dios, pero sí afirma que Dios da el mandato a ambos. La razón de esto es clara, el gobierno de la humanidad se extenderá multiplicando y llenando la tierra. Por tanto, el hombre y la mujer tienen una participación necesaria en la procreación de los seres humanos y en el cumplimiento del mandato de dominio. El hombre y la mujer son corregentes en el gobierno de Dios sobre la creación.[5]
Diferencias en diseño y llamado
Dios asigna una igualdad profunda y duradera entre varones y mujeres como portadores de imagen, como coherederos de la gracia de la vida y como corregentes en el mandato de la creación. El complementarismo insiste, sin embargo, que esta igualdad no excluye todas las diferencias en el diseño que Dios da tanto al hombre como a la mujer. Esta es la razón por la cual la Declaración de Danvers dice que hombre y mujer son “iguales ante Dios como personas y distintas en la hombría y la feminidad (Gn 1:26-27, 2:18)”. Las Escrituras y la naturaleza revelan que estas diferencias entre el hombre y la mujer son biológicas y sociales, y a la vez buenas.
Diferencias biológicas. La distinción biológica fundamental entre hombres y mujeres es la organización reproductiva del cuerpo. Sabemos que esto no solo es por las diferencias obvias entre el cuerpo de los hombres y las mujeres y cómo esas diferencias permiten la procreación, sino también cómo esas realidades básicas biológicas son confirmadas en la Escritura. En Génesis 1:26-28, “hombre y mujer” no eran construcciones sociales, sino realidades biológicas designadas. Dios manda al hombre y la mujer que “sean fecundos, se multipliquen y llenen la tierra” (Gn 1:28). La procreación depende tanto de las diferencias biológicas como de los cuerpos complementarios del hombre y la mujer. Dios designa un sistema de procreación que requiere dos cuerpos para ser uno, y diseña para el sistema de diferencias complementarias que esté unido solo dentro del pacto del matrimonio.
Diferencias sociales. La perspectiva complementaria enseña que los roles sociales de los hombres y las mujeres provienen de sus diferencias biológicas. En la perspectiva complementaria estas diferencias sociales se relacionan con el hogar y con la iglesia. La Declaración de Danvers aborda esas dos esferas explícitamente en la sexta afirmación, incisos 1-2:
En la familia, los esposos deben de dejar de un lado el liderazgo severo y egoísta y crecer en amor y cuidado para sus esposas; las esposas deben abandonar la resistencia a la autoridad de sus esposos y crecer en una sujeción gozosa y dispuesta al liderazgo de sus esposos (Ef 5:21-33; Col 3:18-19; Tit 2:3-5; 1 P 3:1-7).
En la iglesia, la redención de Cristo da a los hombres y las mujeres igual parte en las bendiciones de salvación; no obstante, algunos roles de gobierno y enseñanza en la Iglesia están restringidos a los hombres (Gá 3:28; 1 Co 11:2-16; 1 Ti 2:11-15).
En el hogar, el marido es llamado a ser la cabeza amante y sacrificial, y la mujer es llamada a afirmar y apoyar ese liderazgo. En la iglesia, solo hombres bíblicamente cualificados son llamados a tomar algunos roles de liderazgo y enseñanza, y toda la congregación es llamada a reconocer y respetar ese liderazgo. Las palabras de Pablo en 1 Timoteo 2:12 son piedra angular para esta enseñanza: “Pablo prohíbe a las mujeres enseñar o ejercer autoridad al fundamentar la prohibición en el orden de la creación”.[6] Aunque las implicaciones culturales más amplias de estas diferencias sociales no se desarrollan en detalle en la Declaración de Danvers, esta afirma que “la negación o negligencia de estos principios llevarán a crecientes consecuencias destructivas para nuestras familias, nuestras iglesias y la cultura en general” (énfasis añadido). Sin explicar las implicaciones culturales más amplias, la Declaración de Danvers, sin embargo, dice que hay implicaciones de esta enseñanza que van más allá de la iglesia y el hogar.
En el occidente moderno y secular, esta enseñanza sobre las diferencias sociales entre los hombres y las mujeres ha sido respondida ferozmente. Sin embargo, la revelación de las Escrituras enseñan claramente que Dios mismo ha tejido estas diferencias en su diseño distintivo de hombre y mujer. El texto sobre el que se fundamenta este punto es Génesis 2:18-25:
“Entonces el Señor Dios dijo: ‘No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda adecuada’… Entonces el Señor Dios hizo caer un sueño profundo sobre el hombre, y este se durmió. Y Dios tomó una de sus costillas, y cerró la carne en ese lugar. De la costilla que el Señor Dios había tomado del hombre, formó una mujer y la trajo al hombre. Y el hombre dijo: ‘Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne. Ella será llamada mujer, porque del hombre fue tomada’. Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Ambos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban”.
En el versículo 18, la palabra “ayuda” en relación a Adán designa un papel social para Eva dentro de su matrimonio con Adán, un papel que está inextricablemente ligado a su sexo biológico. Como ayuda, la mujer tiene que afirmar el liderazgo de su esposo en su vocación común de señorear la tierra. La creación de Adán, antes que la de Eva, designa un papel social dentro de su matrimonio con Eva, un papel que está indisolublemente ligado a su sexo biológico. Él es el líder, el protector y proveedor dentro del pacto del matrimonio. Estos papeles sociales dentro del pacto del matrimonio no solo son realidades de la creación, también son mandamientos de la Escritura.
La perspectiva complementaria enseña que Dios tiene la intención de que exista un principio de liderazgo masculino no solo en el hogar, sino también en el ministerio de liderazgo y la enseñanza de la iglesia. Toda la congregación debe afirmar ese liderazgo con gozo y voluntad para la gloria de Dios.[7]
Buenas diferencias. A pesar que el diseño perfecto de Dios en la creación se dañó por la Caída y el pecado, el diseño bueno de Dios no se ha borrado por la Caída y el pecado. Tal y como el apóstol Pablo escribe: “Porque todo lo creado por Dios es bueno y nada se debe rechazar si se recibe con acción de gracias; porque es santificado mediante la palabra de Dios y la oración” (1 Ti 4:4-5). Adán y Eva son paradigmas de la diferencia incluso después de la Caída, y esas diferencias que se complementan han sido declaradas “buenas” por Dios, y hoy día siguen siendo buenas.
Pablo desea enfatizar que sus enseñanzas sobre las diferencias hombre-mujer no son cosas buenas para unos y malas para otros. No es una mera construcción cultural. Es parte del diseño de la creación de Dios, y es el patrón que debe prevalecer en la vida de cada individuo y cada iglesia. Debido a que esto es verdad, hace que los portadores de la imagen de Dios estén obligados a honrar la norma establecida y tener cuidado de cualquier intento de denigrar esta enseñanza como una mera construcción cultural que puede dejarse de lado. Debido a que esta enseñanza deriva de la Palabra de Dios, los cristianos no solo tienen el deber de defenderla, sino también de valorarla.
Conclusión
Dios creó a los seres humanos para su gloria, y sus buenos propósitos para nosotros incluyen nuestro diseño personal y físico como hombres y mujeres. Hechos a la imagen de Dios como hombre y mujer no es una cuestión de preferencias autónomas propias. Más bien, es parte del hermoso diseño y plan de Dios. Mientras que la perspectiva igualitaria tiende a restar importancia a las diferencias claves entre hombres y mujeres, la perspectiva complementaria refleja la enseñanza bíblica de que Dios ha diseñado al hombre y a la mujer como iguales y diferentes. Son igualmente portadores de la imagen divina, participantes iguales en la gracia de la vida y socios iguales en el mandato de la creación. Nada de esta preciosa igualdad disminuye en absoluto las diferencias biológicas y sociales que Dios ha tejido en su diseño de hombre y mujer. Estas hermosas diferencias no son contradictorias sino complementarias. Son parte del magnífico plan de Dios para hacer que su gloria cubra la tierra como las aguas cubren el mar (Is 11:9;Hab 2:14).
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Íñigo García de Cortázar
Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.