×

El capítulo 3 del libro de Génesis es quizá uno de los más importantes para la comprensión de la naturaleza, la realidad y los serios efectos del pecado. En este sentido, la iglesia ha usado acertadamente la expresión «la caída del hombre» pues ella hace referencia a la desobediencia de Adán y resume bien esta verdad bíblica.

Pero creo que una de las tareas pendientes de la iglesia contemporánea es la enseñanza responsable y precisa de la doctrina del pecado. C.S. Lewis decía que «es esencial para el cristianismo recuperar el viejo sentido del pecado». El pueblo cristiano necesita una bíblica comprensión de la caída y sus efectos. Esto es evidente porque, por lo general, los cristianos únicamente relacionan al pecado con las cosas malas que hacen. Para muchos, la connotación de la palabra pecado solo se limita a nuestra desobediencia. Sin embargo, esto es solo uno de los varios aspectos de la caída.

Por ejemplo, el mundo creado por Dios, aunque todavía conserva el sello de Su perfección, sigue sufriendo los efectos del pecado (Génesis 3:17). Desde la caída, Dios le anunció al hombre las consecuencias que incluían la maldición de la tierra. La creación también quedó sumida en un estado de corrupción y toda ella, decía Pablo, «gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora» (Romanos 8:22)

Es por eso que los terremotos, los huracanes, las erupciones volcánicas y otros desastres naturales, al margen de sus causas y justificaciones científicas, debemos mirarlas como consecuencias del pecado. Los tusnamis del 2004 en el Océano Indico y del 2011 en Japón, (por citar solo unos ejemplos) en alguna medida deben ser vistos a la luz de esta realidad.

El dolor, el hambre, las plagas, las enfermedades y las guerras deben ser entendidas como un resultado directo de vivir en un mundo caído. El pecado afectó el orden y la armonía original de la creación.

Ahora no debemos pensar que estas situaciones escapan del control soberano de Dios. A pesar de que la caída trajo consecuencias, es Dios quien determina sus límites.

Sin embargo es justo y necesario destacar que en virtud de la obra redentora de Cristo, la creación también será redimida de ese estado. A este respecto el apóstol Pablo decía «…porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (Romanos 8:20-22).

Sin duda, la doctrina del pecado, es un lente necesario que nos permite entender muchas de las cosas que pasan en este mundo. La comprensión de la caída y sus consecuencias nos permite responder a muchas de las preguntas que nos hacemos, en especial en tiempos de dolor, angustia y tragedias.

Para terminar, recordemos que un entendimiento bíblico de la caída, nos otorga una mayor comprensión de la gloria de la cruz. Al fin y al cabo, en ella hallamos la esperanza porque allí se obtuvo redención.

CARGAR MÁS
Cargando