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La fe en Cristo es el llamado del evangelio y el medio para recibir el regalo de la salvación (Hechos 16:31). Somos salvos por gracia por medio de la fe. El apóstol decía «que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.» (Romanos 3:28). Es sólo por la fe que somos salvos. Por eso, el contenido de la predicación apostólica era el «arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo» (Hechos 20:21)

Los reformadores del siglo XVI trataron de describir la naturaleza de esta fe. Es decir, la fe salvadora, afirmaban, contiene ciertos elementos que deben estar presentes. Para que la fe sea considerada un fe bíblica, debe contemplar tres aspectos. Estos son la notitia, el assensus y la fiducia. Es decir, la fe tiene un contenido específico o información (notitia). El segundo elemento es el asentimiento (assensus) de esta. En otras palabras, es la aceptación y el reconocimiento de que esa información es cierta. Pero el tercer aspecto de la fe es la fiducia, que quiere decir confianza. Es decir, el descansar en algo o confiar en ello. En este caso, confiar en Jesús. Creer en él.

Pero ¿qué significa creer en Jesús? ¿Qué es confiar en Cristo?

Creer en Cristo no es sólo el ejercicio que nos introduce en la vida cristiana, aunque entramos a la vida cristiana por creer en él. Creer en Cristo no es sólo pensar que el puede responder nuestras oraciones, aunque él nos responde cuando oramos. Creer en Cristo tampoco se limita a pensar que todo saldrá bien, aunque él es la fue de todo nuestro bien. Entonces, ¿cómo describir lo que es confiar en él?

Creer en Cristo implica por lo menos tres aspectos. Es decir, en el sentido más completo de la palabra, la confianza en Cristo incluye por lo menos estos tres elementos: (1) Confiar en Su persona, (2) confiar en Su obra y (3) confiar en Sus palabras. Nuestra fe necesariamente descansa en estas tres realidades acerca de Cristo: Su persona, Su obra y Sus palabras.

 

CONFIAR EN SU PERSONA

Esto implica una aceptación de sus naturalezas, es decir un reconocimiento de Su humanidad y de Su deidad. Cristo es el Dios hecho hombre. Él es el Creador y Sustentador del universo (Colosenses 1:15-17). Poderoso, sabio, bueno, justo y misericordioso. Los evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y Juan destacaron sus atributos divinos. Por ejemplo hablaron de Su omnisciencia, Su omnipotencia y de Su carácter compasivo.  Es decir, podemos confiar en que él, todo lo sabe, todo lo puede y que se compadece de nosotros. Confiar en él, por tanto, es tener presente esa sensibilidad que demostró con el más débil, con los oprimidos y los afligidos. Confiar en Su persona es descansar que él sigue siendo el mismo que caminó haciendo bien en Palestina. Creer en él es confiar en Su persona, es decir en Su carácter.

Pero también es hombre. Conoce las limitaciones, los desafíos y las miserias de la experiencia humana. Sabe lo que es el dolor, la angustia y la tristeza (Mateo 26:38). Él entiende lo que es el rechazo y el desprecio. El Dios hecho hombre es digno de nuestra confianza. Podemos acercarnos a Él y confiar en su persona, pues como hombre también fue probado en todo.

Ese pensamiento se convierte en fuente de ánimo, descanso y esperanza.

 

CONFIAR EN SU OBRA

Confiar en Jesús implica confiar en su obra expiatoria. Confiar en él es depender de Su obra. Depender de Su sacrificio como la fuente de todas las gracias que recibimos. Descansar en el hecho de que Su obra es suficiente para nuestra salvación y aceptación ante Dios.

Confiar en Su obra, es tener siempre presente que Su muerte y resurrección son la única base para estar en una correcta relación con Dios. Confiar en Su obra es descansar que nuestra condenación ya fue llevada por Cristo y que nuestra deuda ha sido pagada por él. Su obra es el único fundamento para nuestra justificación y adopción y por eso nuestra posición ante Dios no cambiará. Esta clase de confianza nos libra de la jactancia, del orgullo y de un espíritu legalista.

Esta confianza, que se expresa en una sólida y constante consciencia de su sacrificio, nos guardará de la tentación, pues la cruz nos advierte cuán aborrecible es el pecado para Dios y cuán destructivo es para nosotros. Pero también, podemos confiar en Su obra incluso cuando hemos pecado, pues Su sacrificio es la única base para ser perdonados y restaurados a nuestra comunión con Dios.

Y de la misma manera, esta permanente consciencia de Su obra, será fuente de consuelo, paz y esperanza en la aflicción. La cruz tiene muchas cosas buenas que decirnos para los días malos.

 

CONFIAR EN SUS PALABRAS

Creer en Jesús es creer en sus palabras. Es decir, tomar en serio las cosas que dijo. Sus afirmaciones, sus mandatos, sus promesas y sus advertencias deben ser tomadas con la seriedad debida. Todo lo que dijo es cierto y creer en él, es creer en sus palabras.

Primeramente, las afirmaciones respecto a su relación con el Padre, a Su autoridad, a Su eternidad, al carácter de Su sacrificio, lo que dijo respecto al pecado, a la condición humana, a la realidad del infierno, todas estas afirmaciones deben ser tomadas en serio.

En segundo lugar, Jesús nos dejó muchos mandamientos y nuestra fe también se expresa en la obediencia que damos a dichos mandatos. Confiar en Cristo es creer y obedecer lo que nos ha mandado.

En tercer lugar, cada advertencia respecto a la desobediencia, a la puerta ancha que lleva a la perdición, cada advertencia contra el pecado, a la falta de arrepentimiento, a la ira de Dios, al castigo y al juicio final también deben ser tomadas con seriedad.

Para terminar cada promesa que Jesús hizo debe ser tenida por cierta. La promesa del perdón, de acceso al Padre, de la vida eterna.  El prometió estar con nosotros, y que prepararía lugar para los suyos para que donde él está nosotros estemos con él.

Confiar en Cristo es tomar en serio sus palabras. Las que el dijo y las que Él inspiró por medio de Su Espíritu (Juan 14:26). Y esta confianza produce en los creyentes paz, obediencia, esperanza. Es decir, cuando estas palabras son recibidas en nuestros corazones y de esa manera transformados, producen un carácter y ese carácter producirá una conducta.

 

CONCLUSION

Que nuestra fe en Jesucristo contemple estas tres realidades. Que nuestros pensamientos sean saturados y gobernados por la persona, la obra y las palabras de nuestro Señor. Que nuestros corazones siempre tengan presentes Su carácter, Su sacrificio y Sus palabras. Que Cristo more en nosotros abundantemente. Pensemos en Cristo. Meditemos en su carácter. Ponderemos su sacrificio. Tengamos presente su redención. Cantemos de sus promesas. Así crecemos en  la fe.  Esos son los caminos para que nuestros corazones confíen y estén satisfechos en él. Para Su gloria.

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