Desde que hace unos años leí con entusiasmo el Diario de David Brainerd, después la Vida y Diario de Andrew Bonar y también las Memorias de Robert Murray M’Cheyne, fui motivado a escribir el mío. Esta semana cumplí, por la gracia del Señor, cuatro años escribiendo en mi diario. Hasta la fecha, he escrito un total de 167 mil palabras en 326 páginas (formato Times New Roman 12).
Esto de llevar un diario ha sido una disciplina de gracia, que a su vez se convirtió en un flujo de gracia para mi alma. Digo disciplina de gracia no solo por la ayuda que recibo de ella, sino porque el Señor me da el impulso, el deseo y la voluntad para continuar escribiendo.
Es todo un ejercicio edificante pensar en lo que hago, identificar las sensaciones que tengo, recordar los eventos más importantes del día, semana o mes para registrarlos. No escribo todos los días. Por lo general, hago dos entradas a la semana. Aunque hay semanas que son tres y hasta cuatro, pero también hay semanas en las que no escribo por falta de tiempo o energías.
Escribo de lo que está pasando en mi vida, familia y ministerio: las cosas en las que estoy meditando y de las que leo en mis devociones, de alguna verdad que me ha confrontado, que he comprendido y disfrutado. Pero también, de vez en cuando menciono algunas cosas que pasan en el mundo para ubicarme en el tiempo que estoy viviendo.
¡Sin duda, escribir me ha servido de muchas maneras! Me sirve para expresar, aclarar y ordenar mis ideas. Para discernir e identificar lo que hay en mi corazón y poner palabras a mis emociones. Me ayuda a afinar, desarrollar y fortalecer mi entendimiento de las verdades bíblicas. Pero sobre todo, escribir un diario ha sido una forma de contar mis luchas como creyente y registrar la gracia del Dios que viene a mi encuentro una y otra vez.
Las veces y las maneras como el Señor me ha permitido experimentar su poder sustentador, su consuelo y ánimo son tan preciosos, que no sería justo dejarlos pasar. Todas estas cosas ameritan un recuento y un registro. Lo que hago es documentar, cual investigador o periodista, la realidad viva, transformadora y sustentadora de la gracia de Cristo en la vida de este pecador.
Estas páginas han sido un homenaje a la gracia de ese evangelio que sacia mi alma y me sostiene cada día. Escribir un diario es documentar la gracia. Además, como decía el salmista en el Salmo 78:4, quiero dejar este registro de la fidelidad divina a mis nietos, bisnietos y tataranietos en caso de no llegar a conocerlos.
De vez en cuando, también visito alguna entrada en el diario que escribí hace meses o años, y siento ánimo por la gracia recibida de Dios en el pasado. Aquella entrada se convierte en un pequeño recordatorio que me trae esperanza. No he querido ocultar nada. Trato de ser lo más honesto posible en cuanto a cómo estoy viviendo, pensando y sintiendo. Pero también quiero ser fiel a la manera en que proceso mis experiencias, en cómo la verdad de Dios alumbra, me da perspectiva y en la forma que el Señor me sostiene, incluso en los días más difíciles.
Quiera Dios encontremos maneras para registrar Su gracia en nuestras vidas. Un diario es una de ellas.