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¿Para qué sirven las artes en la Iglesia?

Esta pregunta siempre ha sido difícil de responder, particularmente porque muchas personas ni siquiera pueden ponerse de acuerdo sobre el propósito de las artes en sí mismas. ¿Son para expresar verdades? ¿Imitar la naturaleza? ¿Ofender la tradición? ¿O será que las artes ni deben tener una función?

Y cuando agregas a la Iglesia en la mezcla, la conversación se vuelve aún más complicada. ¿Debe el arte comunicar siempre una verdad bíblica? ¿Podemos usar las artes en la liturgia? ¿O solo nos distraen de la Palabra?

Entonces, ¿cómo podemos organizar nuestros pensamientos para entender mejor la función de las artes en la Iglesia?

3 relaciones entre la Iglesia y las artes

Harold Best —autor de «Música a través de los ojos de la fe» y «Adoración incesante» — provee tres categorías para ayudarnos a entender mejor la relación entre la Iglesia y las artes:

  1. Arte para la Iglesia
  2. Arte de la Iglesia
  3. Arte que enfrenta a la Iglesia

En un artículo para The Gospel Coalition, Mike Cosper —director de The Harbor Institute for Faith and Culture— explica estas tres relaciones en mayor detalle:

Ante todo, las artes para la Iglesia deben ser vistas como el trabajo de un siervo. La creatividad nunca debe ser la pieza central de la iglesia reunida. En cambio, debe servir a la liturgia y los ministerios de la Palabra y oración. Michael Card, en su gran libro, Scribbling in the Sand, describe el trabajo del artista en la iglesia como un acto de lavar los pies de otros. Ciertamente hay un lugar para la habilidad y la excelencia, y ciertamente hay un papel que los artistas pueden desempeñar para impactar a la congregación con el asombro emocional y la maravilla de las artes. Pero esa fuerza es solo un sirviente y una señal que apunta a la gloria de Otro.

Las artes de la Iglesia son el trabajo del artista cristiano en el mundo a su alrededor. Es aquí donde los artistas persiguen su vocación y maximizan sus dones. Los artistas cristianos deben tratar de ser los mejores que puedan ser en su campo, para la gloria de Dios. Esta tarea no es diferente al trabajo de un médico, maestro, o mecánico, que tienen el llamado a hacer su trabajo con integridad y excelencia.

Las artes que enfrentan a la Iglesia son el trabajo creativo que nos rodea, el mar cultural en el que todos nadamos. Las iglesias en general —y los cristianos, en particular— deben navegar con cuidado las cuestiones de contexto y conciencia a fin de discernir qué están consumiendo, cómo lo están consumiendo y cómo lo entienden.

Por qué nos confundimos

En muchos casos, la confusión que experimentamos al hablar sobre las artes y la Iglesia es una confusión de estas categorías.

La función principal de las artes para la Iglesia es servir a la comunidad de creyentes. No falta decir que no todas las expresiones artísticas sirven bien este fin. Y cuando tratamos de convertir la reunión de los santos en una mera galería artística, nos desviamos del propósito original de la Iglesia. Las artes deben servir el fin de la Iglesia, pero no son el fin. Deben ser utilizadas en la iglesia en su liturgia y servicio a la comunidad para resaltar, enfocar, y apuntar a la iglesia a Cristo.

Las artes deben servir el fin de la Iglesia, pero no son el fin.

Sin embargo, ¿qué hacemos con las artes de la Iglesia? Muchos las confundimos con las artes para la Iglesia. Creemos que el artista cristiano no puede crear nada que no sea para la iglesia. Si su obra de arte no incluye un mensaje evangelístico, una lección moral, o una metáfora de una historia bíblica, dudamos de la fe del artista. Sin embargo, no tendríamos las mismas expectativas para otras vocaciones. ¿O acaso esperamos que los arquitectos, carniceros, e ingenieros cristianos también incluyan un mensaje evangelístico en su trabajo? El propósito de las artes de la iglesia es glorificar a Dios, tenga o no un mensaje “cristiano”.

Como alguien dijo una vez:

«El zapatero cristiano no cumple su deber cristiano al hacer zapatos con pequeñas cruces, sino al hacer zapatos de buena calidad, porque a Dios le interesa que se trabaje con excelencia».

Y posiblemente donde encontramos más confusión es con las artes que enfrentan a la Iglesia. Aquí es donde debemos tener cuidado de no caer en extremos. Algunos abrazan las artes del mundo sin discriminación, cantando versiones cristianas de canciones seculares, por ejemplo, mientras otros las rechazan por completo, boicoteando la nueva película de Disney porque no enseña principios bíblicos.

Aquí es donde debemos prestar atención a las palabras de Cosper:

«La conciencia y el contexto se vuelven increíblemente importantes a la medida que los cristianos buscan discernir y decidir qué es apropiado para ellos y sus familias en el mundo de las artes, con el riesgo de ser corintio en un extremo y gálata en el otro».

Entonces, ¿qué hacemos con las artes que enfrentan a la Iglesia?

La gracia común nos recuerda que incluso el no creyente puede hacer algo bello con lo que Dios le ha dado.

Primero, debemos apreciar la belleza de las artes del mundo. La gracia común nos recuerda que incluso el no creyente puede hacer algo bello con lo que Dios le ha dado. Segundo, debemos reconocer que las artes —como un medio de auto-expresión— comunican los deseos y anhelos de la cultura, y es aquí donde vemos que la cultura en general entiende que algo está mal con nuestro mundo y necesitamos redención. Esto es evidente en las películas que vemos, las obras literarias que leemos, y la música que escuchamos. Por ejemplo, podemos ver la lucha contra el aguijón en la obra maestra de Christopher Nolan, la rebelión de la creación contra el creador en Jurassic World, y el problema del pecado en Interstellar.

Pero lo que más debemos recordar es que no todas las artes son iguales. No todas son aptas para la Iglesia, y no debemos esperar que todas incluyan un mensaje para la Iglesia.

Tengamos cuidado de no confundir estas categorías. Mejor, abracemos las artes en su diversidad.

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