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Diciembre es un mes lleno de expectativas, y este año más todavía. Para mí, este año es especial. No solo se acerca la Navidad y todo lo que eso involucra (comer tamales, pasar tiempo con familia, quemar cohetes, abrir regalos, etc.), pero ¡también está por nacer mi primer sobrino! Si solo pudieras ver la emoción de mi padre / abuelo aspirante.

Además, ¡esta semana estrena la nueva película de Star Wars! Algunos dirán ¿y qué?, pero cualquier fanático de la saga sabe que este jueves es prácticamente el día más esperado del año. Y lo mejor es que unos de nuestros mejores amigos nos estarán visitando para la Navidad, y llegarán justo a tiempo para poder ver la película juntos.

Diciembre también ha sido uno de los meses más esperados para mí porque significa el fin del año académico para mi esposa, que está estudiando medicina y pasa mucho tiempo trabajando en los hospitales generales de Guatemala (mientras escribo esto ella está turnando en la pediatría). Ha sido un año agotador para ella pero gracias a Dios podremos disfrutar las próximas semanas tranquilamente.

Todo pasará

En medio de tantas expectativas, es fácil olvidarnos de una firme realidad: todas estas cosas pasarán (1 Jn. 2:17). Disfrutaremos las tradiciones que rodean la Navidad, pero alguien tendrá que limpiar todo el pino que lanzamos sobre el suelo. Nos gozaremos con ver las primeras sonrisas de mi sobrino, pero (aunque siempre lo amaremos) la emoción se desplomará y habrán momentos en que vamos a querer darle nalgadas más que besos. ¡Nos emocionaremos al ver esas letras amarillas en la pantalla y oír las trompetas ruidosas de esa canción temática tan clásica, pero siempre habrán más películas! Disfrutaremos las semanas libres pero en enero todos regresarán a clases y se pondrán a soñar con las próximas vacaciones.

Lo irónico de la Navidad es que llenamos esta temporada con expectativas que se rompen fácilmente cuando el corazón de la Navidad se trata de la venida de algo que no se puede romper. O mejor dicho: de Alguien.

Viviendo en el balance

En las últimas semanas hemos estado celebrando el Adviento en nuestra iglesia. “Adviento” es una palabra que simplemente nos recuerda que vivimos entre dos “venidas” monumentales. La primera venida fue la encarnación de Jesús. Él vino a este mundo, se hizo hombre para hacerse pecado (2 Co. 5:21), morir en nuestro lugar, y reconciliarnos con Dios. Ahora somos santos en Cristo y estamos siendo santificados en Cristo, creciendo más y más en semejanza a Él por el poder del Espíritu Santo (Ef. 4:15).

La segunda venida se encuentra en la promesa de que Cristo regresará, esta vez para traer justicia y hacer nuevas todas las cosas (2 Ped. 3:1-13). Esperamos ansiosamente esta venida porque significa estar finalmente glorificados y reunidos con Jesús.

El cristiano vive en el balance entre estas dos venidas. La primera venida nos hace santos y justos delante de Dios, a pesar de que no actuemos siempre de esa manera. En la segunda venida Cristo será glorificado en nosotros (2 Tes. 1:10), cambiándonos completamente para realmente poder vivir perfectamente y sin pecado (Fil. 3:21).

Nuestra verdadera esperanza

Esta es nuestra esperanza como cristianos: que la primera venida de Cristo empezó la obra de salvación en nosotros y que la segunda venida la completará. Claro, podríamos decir que todo empezó aún antes de la encarnación con Dios el Padre. Pero en un sentido, creo que podemos decir que la primera venida marca el inicio del cumplimiento de las promesas de Dios en Cristo, y que la segunda venida marcará el final.

Espero que disfrutes esta Navidad, pero no olvides que más que cualquier otra cosa, las venidas de Cristo marcan nuestra existencia, nuestra razón de ser, y nuestra esperanza por la eternidad.

© Crédito de imagen: Star Wars

 

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