Dentro de unos días el mundo estará celebrando la Navidad, en la que supuestamente se conmemora el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Y aunque no sabemos con certeza cuál el es el día en que Jesús nació, la fecha tradicional está tan arraigada en nuestra sociedad, que aun en las iglesias los himnos navideños se cantan generalmente alrededor del 25 de diciembre.
Eso realmente es una pena, porque si hay un evento de la historia de la redención que los cristianos debiéramos recordar y celebrar, es la encarnación de la segunda persona de la Trinidad. Esto es algo digno de ser cantado por el pueblo de Dios en cualquier época del año. De todos modos, me alegro de que en estos días se desempolven algunos himnos navideños, porque es edificante para nuestras almas alabar a Dios por el regalo que nos ha dado en Su Hijo.
Y lo que vamos a hacer en esta ocasión es tomar la letra del primer himno navideño que alguna vez fue compuesto, para meditar en el verdadero significado de la Navidad. ¿Para qué vino Jesús al mundo? ¿Qué fue lo que Dios llevó a cabo con la encarnación de Su Hijo? Ese es el tema del canto de alabanza angelical que encontramos en Lc. 2:14:
“¡Gloria a Dios en las alturas,
Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”
De acuerdo a este cántico, Cristo nació para la gloria de Dios y para traer paz a los hombres. Nosotros recibimos un beneficio extraordinario por causa de Su nacimiento; pero el foco primario del mensaje angelical es la gloria de Dios, no el beneficio nuestro.
De hecho, no podemos entender apropiadamente el significado de la Navidad, a menos que tomemos la gloria de Dios como punto de partida. Como bien ha dicho alguien, nosotros no podremos apreciar realmente lo que significa el nacimiento de Cristo para la humanidad a menos que apreciemos primero lo que significó este evento para Dios mismo. Cristo nació para la gloria de Dios.