Por razones obvias la mente juega un papel de primera importancia en el cuidado del corazón. Ahora bien, cuando hablamos de la “mente” en el sentido bíblico, no nos referimos al cerebro, sino más bien a esa facultad del alma por medio de la cual tenemos entendimiento de las cosas. En la mente procesamos la información que recibimos, luego esa información mueve nuestros afectos, y entonces la voluntad es llevada a tomar una decisión, un curso de acción.
Por eso es tan importante el alimento que le damos a la mente. Si te expones continuamente, y sin un juicio crítico, a las mentiras y engaños que el mundo promueve, sobre todo a través de los medios masivos de comunicación, estás dejando que manipulen tu panel de control. No se puede guardar el corazón sin guardar la mente.
Pablo dice en Rom. 12:2 que en el proceso de transformación en que se encuentran los cristianos, la mente ocupa un lugar de suprema importancia. El mundo quiere que nos amoldemos a él, y para eso tratará de llenar nuestras mentes con información equivocada, para alcanzar luego nuestros afectos. Y cuando lleguen allí ya nos tienen controlados.
Como bien ha dicho Maureen Bradley, “aunque a menudo hay miles de millas de distancia desde nuestras mentes a nuestros corazones… hay sólo unos pasos cortos desde nuestros afectos a nuestra obediencia”.
Pero no debemos quedarnos en el aspecto negativo. Así como debemos tener una vigilancia crítica sobre lo que permitimos penetrar en nuestras mentes, así también debemos saciarnos continuamente de las verdades de Dios reveladas en Su Palabra. Esa Palabra debe llenar nuestra mente y corazón (Col. 3:16). El cristiano debe mantenerse en estado de alerta protegiendo su mente, porque la mente tiene primacía en el cuidado del corazón. Pero esa tarea de vigilancia no resulta y fácil y placentera, como veremos en nuestra próxima entrada.
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