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Nota del editor: 

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Supongo que todos hemos escuchado alguna vez un mensaje o discurso en otro idioma que es traducido en vivo y en simultáneo. No se trata de una tarea fácil. Lo más importante es transferir al idioma de la audiencia una versión fiel de los conceptos enunciados por el predicador. Los mejores traductores hasta logran replicar la cadencia y el tono de voz, pero sin sobreactuar para no distraer la atención de los oyentes.

La tarea del predicador se parece mucho a la del traductor. El predicador expositivo tiene el propósito de ser fiel a las Escrituras. ¿Pero esto significa que el predicador solo funciona como una grabadora que registra y repite el texto de forma mecánica? ¿Qué lugar tiene la creatividad en la preparación de un sermón?

La fidelidad al texto bíblico

Antes de reflexionar en el lugar de la creatividad en la predicación expositiva, debemos aclarar esta última. Hay varias definiciones, pero tal vez la más sencilla sea: Aquella predicación cuya idea central es la idea central del texto bíblico. Es decir, el tipo de predicación que se basa en la Biblia y es fiel a su mensaje.

Esta definición parece obvia, pero no lo es. Hay sermones que no parecen basarse en un pasaje específico, sino que, más bien, van saltando por diferentes partes de las Escrituras sin considerar de manera apropiada el contexto de cada texto. En el peor de los casos, ni siquiera se abre la Biblia. Estos sermones tienden mucho a basarse en ideas humanas y, por lo tanto, dependen enteramente de la creatividad del predicador y no de las Escrituras.

Nuestro trabajo como predicadores es simplemente transmitir con fidelidad el mensaje que viene de Dios para el pueblo de Dios

La mejor predicación es aquella que se basa exclusivamente en la Biblia, con la convicción de que la Biblia es soberana sobre el pueblo de Dios por ser la Palabra inspirada de Dios (2 Ti 3:16). A la luz de esta convicción, nuestro rol como predicadores es el de entender el texto y comunicar el texto, porque no se trata de nuestra palabra ni nuestro mensaje. Nuestro trabajo es simplemente transmitir con fidelidad el mensaje que viene de Dios para el pueblo de Dios.

¿Cómo luce esto? En el libro de Nehemías vemos un ejemplo claro de esta labor que llamamos «predicación expositiva». El pueblo de Israel vuelve a Jerusalén después de setenta años en el exilio y es de esperar que se hayan olvidado de las Palabras de Dios. Entonces, todo el pueblo se reúne y Esdras abre el libro sagrado: «Y leyeron en el libro de la ley de Dios traduciéndolo y dándole el sentido para que entendieran la lectura» (Neh 8:8, énfasis añadido). Ahí tenemos una buena descripción de nuestra función como predicadores: explicar el sentido de la Palabra de Dios de un modo entendible para la audiencia.

Hay dos detalles que quiero señalar. Si notas la historia, mucho de lo que Esdras y los levitas hacen es simplemente leer la ley, y ese es el primer detalle. Debemos recuperar la simple lectura de la Palabra de Dios en nuestras iglesias. Tal vez tememos que se torne en algo aburrido y por eso queremos que sea breve. Pero si entendemos que la Palabra de Dios es soberana sobre la iglesia, empezaremos a darle cada vez más espacio. Podría decir, para usar una expresión, que debemos darle un buen espacio a la Palabra «cruda», es decir, en su estado natural, sin filtros, sin restar ni agregar.

Solo la Palabra de Dios tiene el poder para salvar. Solo la Palabra tiene el poder para cambiar vidas. Solo ella tiene el poder para edificar la iglesia. El poder está en la Palabra de Dios y no en el predicador. No en nuestra personalidad, dones, capacidad de liderazgo, ni talento retórico. El poder yace en la Palabra. Si esta verdad se transforma en nuestra firme convicción, le daremos cada vez más espacio a la Palabra en nuestras iglesias y en nuestro desempeño como predicadores.

El segundo detalle que quiero señalar es la importancia de que el mensaje sea entendible. Recuerda que han pasado muchos años desde que Moisés escribió la ley. Muchas cosas han cambiado y el pueblo se ha acostumbrado a una cultura extraña en la que estuvieron por décadas. Ahora que han vuelto a la tierra que Dios prometió y entregó a sus padres, deben establecer sus vidas allí según las normas de la ley de Dios, en la tierra de Dios. Por eso necesitan entender muchas cosas que habían quedado en el olvido para la mayoría del pueblo. Entonces, la tarea de los levitas en aquella situación fue la de explicar el sentido de la Palabra de Dios, aplicándolo a la nueva realidad del pueblo.

Entonces, podríamos decir que la función de la predicación expositiva es acompañar la lectura de la Palabra y explicar su sentido. Un sermón expositivo muchas veces es casi como una lectura con explicación. Leemos la Palabra, explicamos su sentido y aplicamos ese sentido a la vida particular de nuestra iglesia, el pueblo que Dios nos ha dado como redil al que debemos cuidar.

La creatividad al servicio del texto bíblico

Ahora que hemos sentado la base para una predicación sana, debemos volver a nuestra pregunta inicial: ¿Es el predicador un aparato que registra y repite un mensaje de manera mecánica? Claro que no. En la predicación expositiva hay espacio para la creatividad, pero debe estar al servicio del texto.

También podemos entender un sermón expositivo como aquel cuya estructura del mensaje sigue la estructura del pasaje. La estructura de nuestro sermón debe ser fiel a la estructura del pasaje de la Escritura, aunque no siempre será una réplica exacta.

Hay ciertos pasajes que son complejos y nuestra función como predicadores es la de explicar de forma sencilla lo que puede llegar a ser complicado para nuestros oyentes. Esto no significa diluir el contenido ni disminuir el peso del pasaje, pero debemos esforzarnos para hacer comprensible lo que puede resultar complejo. Por eso, la creatividad debe estar al servicio de la comprensión del texto.

El poder está en la Palabra de Dios y no en el predicador. No en nuestra personalidad, dones, capacidad de liderazgo, ni talento retórico

La creatividad puede ayudarnos a escoger las palabras, a pensar los ejemplos, a hablarle a la realidad concreta de nuestra iglesia. Nuestra responsabilidad es crear un puente de comprensión entre el texto y nuestros oyentes. Nuestras herramientas incluyen elementos como el título del mensaje, una oración que resuma la idea central y el uso de ilustraciones iluminadoras.

También vale la pena prestar atención al uso de nuestra voz y a nuestro lenguaje corporal. Hacemos bien en cuidar el tono, la dicción y los gestos. Una presentación exagerada puede llamar una atención indebida y distraer a la audiencia del mensaje del texto bíblico. A la vez, una exposición monótona y sin modulación puede adormecer a la audiencia.

Pero cuidado, no somos actores, no somos poetas, no somos ensayistas, no somos autores creativos ni queremos ganar el premio Nobel de Literatura. No es nuestra función en sí ser creativos. Nuestra función es apegarnos al texto, ser fieles a la Biblia y hacer que el sentido del texto sea claro para nuestra iglesia.

Una buena manera de saber que estamos cumpliendo con nuestra función es cuando los oyentes nos expresan: «¡Qué interesante! Nunca había entendido ese texto». No nos halagan, como si estuvieran debajo nuestro, sino que se ponen a nuestro lado para admirar juntos las verdades maravillosas de la Escritura. El predicador, en cierta forma, se vuelve transparente para que los demás fijen su atención en la Palabra de Dios. Cuando la creatividad está al servicio de la fidelidad al texto bíblico, la voz del predicador desaparece y la iglesia puede escuchar la voz de Dios (1 P 4:11).

Entonces, la predicación expositiva no es repetir el texto bíblico de manera mecánica. El predicador debe usar los recursos creativos que tenga disponibles para transferir el sentido del texto al entendimiento de sus oyentes. Transmitida con fidelidad, la Palabra de Dios tiene la capacidad de transformar. Y sometida al texto, nuestra creatividad será una herramienta útil en este proceso.

Este es el lugar que ocupa la creatividad en la predicación, es una herramienta al servicio del texto. Lo central es la Palabra poderosa de Dios y nuestra función principal es ser fieles a su mensaje. Sin embargo, quiero recordar que hay algo aún mejor que la creatividad, porque no hay nada más convincente que la evidencia de que el predicador anuncia un mensaje que primero transformó su propio corazón.

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