A muchos cristianos les inquieta leer 1 Reyes 22, el último capítulo de este libro. Aquí se dice que Dios mismo envía a un “espíritu de mentira” (22:22) que engañará al rey Acab y lo llevará a su destrucción. ¿Acaso Dios aprueba a los mentirosos?
El contexto nos arroja algo de luz. El reino de Judá y el de Israel por fin se están uniendo en contra del rey de Aram en vez de pelear violentamente unos con otros. Josafat, rey de Judá, aparece como un hombre bueno con muchas ganas de ser fiel al pacto y a Dios, pero un poco débil. Se comporta como si la futura expedición militar fuera una aventura, pero quiere que Acab, rey de Israel, consulte la palabra del Señor (22:5). Cuando los profetas falsos acabaron, Josafat muestra suficiente inteligencia como para preguntar si hay algún otro profeta del Señor y aparece Micaías. No obstante, a pesar de las advertencias de Micaías, sale con Acab e incluso accede a usar sus vestidos reales mientras Acab disfraza su identidad.
Ahora bien, la clave del asunto recae sobre Micaías. Observemos:
(1) Implícitamente, Acab se ha rodeado de hombres religiosos que le dirán siempre lo que él quiere oír. La razón por la cual detesta a Micaías es porque todo lo que este le dice es malo. Como los líderes que únicamente quieren a su alrededor hombres que le digan amén a todo, Acab se expone a ser engañado.
(2) Cuando Micaías comienza con un pronóstico positivo de manera sarcástica (22:15), inmediatamente Acab reconoce que no le está diciendo la verdad (22:16). Esto nos demuestra una conciencia bastante atribulada. Después de todo, Dios ya le había dicho anteriormente que por su culpa en el asunto de Nabot, un día los perros lamerían su sangre (21:19). Él, por tanto, esperaba que las malas noticias llegaran algún día y, en lo profundo de su ser, no lograba confiar en las predicciones optimistas de sus “profetas” domesticados.
(3) Cuando Micaías le advierte sobre el desastre inminente, también le señala una razón dramática para la coherencia y unanimidad de los falsos profetas: Dios mismo le había permitido actuar a un espíritu engañoso. La hora de Acab ha llegado: será destruido. La soberanía de Dios se extiende incluso sobre los medios al enviarle un “fuerte engaño” a los profetas domesticados de Acab (compara con 2 Tesalonicenses 2:11-12). Ahora bien, el hecho de que a Acab se le dice todo esto demuestra que Dios, en su gracia, todavía le está facilitando acceder a la verdad. No obstante, Acab ya está tan desviado que no la soporta. Responde de manera ridícula: cree suficientemente la verdad como para esconder su identidad entre la masa de soldados comunes, pero no tanto como para mantenerse alejado de Ramot de Galaad. Así que muere: el juicio soberano de Dios se cumple, particularmente porque Acab, habiendo escuchado tanto la verdad como la mentira, prefirió esta última.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Una de las razones por las que las narraciones de Daniel 4 y Daniel 5 se ponen una al lado de la otra, aunque pertenecen claramente a dos periodos bastante diferentes de la vida de Daniel, es que cada una sirve de contrapunto a la otra. Ambas son relatos sobre hombres ricos, poderosos y arrogantes. El primero es humillado, por misericordia, y, por tanto, se le perdona y se le transforma; el segundo es sencillamente destruido.
Muchos críticos dudan de que el relato de Daniel 4 sea algo más que una ficción piadosa para alentar a los judíos. Observan que no hay rastro de la locura de Nabucodonosor en los registros que se conservan de Babilonia, y dudan de que el imperio se hubiera mantenido unido si el emperador se hubiese vuelto loco durante un periodo de tiempo. Ninguno de estos argumentos tiene peso. Los registros oficiales no habrían hablado mucho de este tiempo de locura de Nabucodonosor y, en cualquier caso, los documentos de la última parte de su vida no han salido hasta ahora a la luz. Además, desconocemos exactamente cuánto duró su locura: no se sabe con certeza lo que significa “siete tiempos” (4:16). Ciertamente, el imperio Romano sobrevivió bajo Calígula, de cuya locura nadie duda.
En nuestro breve espacio, podemos reflexionar sobre lo siguiente:
(1) El sueño de Nabucodonosor refleja su megalomanía. Tiene una personalidad narcisista: su propia grandeza lo corroe y, a pesar de todo, es tan inseguro que sus grandiosas fantasías deben alimentarse de una incesante admiración por sí mismo. A diferencia del ególatra, de suprema autoconfianza, a quien le importa un comino lo que nadie opine de él o ella, el narcisista suele ser hipersensible y emocionalmente frágil. Independientemente de toda especulación psicológica, la arrogancia del hombre delante de Dios es irrefrenable (a pesar de la experiencia de los caps. 2 y 3) y Dios decide humillarlo.
(2) Todo predicador y consejero cristiano debería estudiar el planteamiento de Daniel a Nabucodonosor, una vez oído el sueño. Por una parte, está profundamente afligido al entender lo que está atravesando el rey o lo que le va a suceder (4:19). Por la otra, una vez persuadido de dar la interpretación del sueño, lo hace con una claridad admirable y una veracidad directa. No mantiene un desapego profesional ni recurre a indirectas comedidas.
(3) La crisis psicótica es, probablemente, una forma de licantropía (que hoy se trata mediante medicación antipsicótica). Sin embargo, una vez restaurada su cordura, Nabucodonosor articula la lección que ha aprendido: Dios es soberano, levanta y humilla a quien quiere; nadie puede resistirse a él y toda virtud o fuerza que poseemos deriva de él. Pensar de otro modo es invitar a la reprensión, porque “es capaz de humillar a los soberbios” (4:37).
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
22 Pasaron tres años sin que hubiera guerra entre Aram e Israel. 2 Al tercer año, Josafat, rey de Judá, descendió a visitar al rey de Israel. 3 El rey de Israel dijo a sus siervos: «¿Saben que Ramot de Galaad nos pertenece, y no estamos haciendo nada para quitarla de mano del rey de Aram?». 4 Y le preguntó a Josafat: «¿Quieres venir conmigo a pelear contra Ramot de Galaad?». Respondió Josafat al rey de Israel: «Yo soy como tú, mi pueblo como tu pueblo, mis caballos como tus caballos».
5 Josafat dijo además al rey de Israel: «Te ruego que consultes primero la palabra del SEÑOR». 6 Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, unos 400 hombres, y les dijo: «¿Debo ir a pelear contra Ramot de Galaad o debo desistir?». Y ellos respondieron: «Suba porque el Señor la entregará en manos del rey».
7 Pero Josafat dijo: «¿No queda aún aquí algún profeta del SEÑOR, para que lo consultemos?». 8 Y el rey de Israel dijo a Josafat: «Todavía queda un hombre por medio de quien podemos consultar al SEÑOR, pero lo aborrezco, porque no profetiza lo bueno en cuanto a mí, sino lo malo. Es Micaías, hijo de Imla». Pero Josafat dijo: «No hable el rey así». 9 Entonces el rey de Israel llamó a un oficial, y le dijo: «Trae pronto a Micaías, hijo de Imla». 10 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su trono, vestidos con sus mantos reales, en la era a la entrada de la puerta de Samaria; y todos los profetas estaban profetizando delante de ellos. 11 Y Sedequías, hijo de Quenaana, se había hecho unos cuernos de hierro y decía: «Así dice el SEÑOR: “Con estos acornearás a los arameos hasta acabarlos”». 12 Y todos los profetas profetizaban así: «Suba a Ramot de Galaad y tendrá éxito, pues el SEÑOR la entregará en manos del rey».
13 Y el mensajero que fue a llamar a Micaías le dijo: «Mira, las palabras de los profetas son unánimes en favor del rey. Te ruego que tu palabra sea como la palabra de uno de ellos, y que hables favorablemente». 14 Pero Micaías dijo: «Vive el SEÑOR que lo que el SEÑOR me diga, eso hablaré». 15 Cuando llegó al rey, este le dijo: «Micaías, ¿iremos a Ramot de Galaad a pelear, o debemos desistir?». Y él le respondió: «Suba, y tendrá éxito, y el SEÑOR la entregará en manos del rey».
16 Entonces el rey le dijo: «¿Cuántas veces he de tomarte juramento de que no me digas más que la verdad en el nombre del SEÑOR?». 17 Micaías respondió:
«Vi a todo Israel Esparcido por los montes, Como ovejas sin pastor; Y el SEÑOR dijo: “Estos no tienen señor, Que cada uno vuelva a su casa en paz”».
18 Entonces el rey de Israel dijo a Josafat: «¿No te dije que no profetizaría lo bueno acerca de mí, sino lo malo?». 19 Respondió Micaías: «Por tanto, escuche la palabra del SEÑOR. Yo vi al SEÑOR sentado en Su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a Él, a Su derecha y a Su izquierda. 20 Y el SEÑOR dijo: “¿Quién persuadirá a Acab para que suba y caiga en Ramot de Galaad?”. Y uno decía de una manera, y otro de otra. 21 Entonces un espíritu se adelantó, y se puso delante del SEÑOR, y dijo: “Yo lo persuadiré”. 22 El SEÑOR le preguntó: “¿Cómo?”. Y él respondió: “Saldré y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas”. Entonces Él dijo: “Lo persuadirás y también prevalecerás. Ve y hazlo así”. 23 Y ahora el SEÑOR ya ha puesto un espíritu de mentira en boca de todos estos sus profetas; pues el SEÑOR ha decretado el mal contra usted».
24 Entonces se acercó Sedequías, hijo de Quenaana, y golpeó a Micaías en la mejilla y dijo: «¿Cómo es que el Espíritu del SEÑOR pasó de mí para hablarte a ti?». 25 Respondió Micaías: «Tú mismo lo verás aquel día en que entres en un aposento interior para esconderte». 26 Entonces el rey de Israel dijo: «Toma a Micaías y llévaselo a Amón, gobernador de la ciudad, y a Joás, hijo del rey, 27 y dile: “Así dice el rey: ‘Echen a este a la cárcel, y aliméntenlo con poco pan y poca agua hasta que yo vuelva en paz’”». 28 Micaías le respondió: «Si en verdad vuelves en paz, el SEÑOR no ha hablado por mí». Y añadió: «Oigan, pueblos todos».
29 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron contra Ramot de Galaad. 30 Y el rey de Israel dijo a Josafat: «Yo me disfrazaré para entrar en la batalla, pero tú ponte tus ropas reales». El rey de Israel se disfrazó y entró en la batalla. 31 Pero el rey de Aram había ordenado a los treinta y dos capitanes de sus carros, diciendo: «No peleen contra chico ni contra grande, sino solo contra el rey de Israel». 32 Cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, dijeron: «Ciertamente este es el rey de Israel», y se desviaron para pelear contra él, pero Josafat gritó. 33 Al ver los capitanes de los carros que no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo.
34 Un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre la juntura de la armadura. Y él dijo a su cochero: «Da la vuelta y sácame de la batalla, pues estoy gravemente herido». 35 Pero la batalla arreció aquel día, y el rey fue sostenido en su carro frente a los arameos y al atardecer murió. La sangre de la herida corría hasta el fondo del carro. 36 A la puesta del sol, pasó un grito por el ejército que decía: «Cada hombre a su ciudad y cada uno a su tierra».
37 Pues el rey había muerto. Y fue llevado a Samaria, y sepultaron al rey en Samaria. 38 Lavaron el carro junto al estanque de Samaria y los perros lamieron su sangre (y allí se bañaban las rameras), conforme a la palabra que el SEÑOR había hablado. 39 Los demás hechos de Acab y todo lo que hizo, la casa de marfil que edificó y todas las ciudades que edificó, ¿no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel? 40 Durmió, pues, Acab con sus padres; y su hijo Ocozías reinó en su lugar.
41 Josafat, hijo de Asa, comenzó a reinar sobre Judá en el cuarto año de Acab, rey de Israel. 42 Josafat tenía treinta y cinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. El nombre de su madre era Azuba, hija de Silhi. 43 Anduvo en todo el camino de su padre Asa; no se desvió de él, haciendo lo recto ante los ojos del SEÑOR. Sin embargo, los lugares altos no fueron quitados; todavía el pueblo sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos. 44 También Josafat hizo la paz con el rey de Israel.
45 Los demás hechos de Josafat, el poderío que mostró y cómo peleó en las guerras, ¿no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá? 46 Y echó fuera de la tierra al resto de los sodomitas que habían quedado desde los días de su padre Asa. 47 No había entonces ningún rey en Edom; había gobernador en lugar de rey. 48 Josafat se construyó naves de Tarsis para ir a Ofir por oro, pero no fueron porque las naves se rompieron en Ezión Geber. 49 Entonces Ocozías, hijo de Acab, dijo a Josafat: «Permite que mis siervos vayan con tus siervos en las naves». Pero Josafat no quiso. 50 Josafat durmió con sus padres y fue sepultado con ellos en la ciudad de su padre David; y su hijo Joram reinó en su lugar.
51 Ocozías, hijo de Acab, comenzó a reinar sobre Israel en Samaria en el año diecisiete de Josafat, rey de Judá, y reinó dos años sobre Israel. 52 Pero hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR, y anduvo en el camino de su padre, en el camino de su madre y en el camino de Jeroboam, hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel. 53 Sirvió, pues, a Baal y lo adoró, y provocó a ira al SEÑOR, Dios de Israel, conforme a todo lo que había hecho su padre.
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5 Ahora bien, hermanos, con respecto a los tiempos y a las épocas, no tienen necesidad de que se les escriba nada. 2 Pues ustedes mismos saben perfectamente que el día del Señor vendrá así como un ladrón en la noche; 3 que cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», entonces la destrucción vendrá sobre ellos repentinamente, como dolores de parto a una mujer que está encinta, y no escaparán.
4 Pero ustedes, hermanos, no están en tinieblas, para que el día los sorprenda como ladrón; 5 porque todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas. 6 Por tanto, no durmamos como los demás, sino estemos alerta y seamos sobrios. 7 Porque los que duermen, de noche duermen, y los que se emborrachan, de noche se emborrachan.
8 Pero puesto que nosotros somos del día, seamos sobrios, habiéndonos puesto la coraza de la fe y del amor, y por casco la esperanza de la salvación. 9 Porque no nos ha destinado Dios para ira, sino para obtener salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, 10 que murió por nosotros, para que ya sea que estemos despiertos o dormidos, vivamos junto con Él. 11 Por tanto, confórtense los unos a los otros, y edifíquense el uno al otro, tal como lo están haciendo.
12 Pero les rogamos hermanos, que reconozcan a los que con diligencia trabajan entre ustedes, y los dirigen en el Señor y los instruyen, 13 y que los tengan en muy alta estima con amor, por causa de su trabajo. Vivan en paz los unos con los otros. 14 Les exhortamos, hermanos, a que amonesten a los indisciplinados, animen a los desalentados, sostengan a los débiles y sean pacientes con todos. 15 Miren que ninguno devuelva a otro mal por mal, sino que procuren siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos.
16 Estén siempre gozosos. 17 Oren sin cesar. 18 Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús. 19 No apaguen el Espíritu. 20 No desprecien las profecías. 21 Antes bien, examínenlo todo cuidadosamente, retengan lo bueno. 22 Absténganse de toda forma de mal.
23 Y que el mismo Dios de paz los santifique por completo; y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 24 Fiel es Aquel que los llama, el cual también lo hará.
25 Hermanos, oren por nosotros.
26 Saluden a todos los hermanos con beso santo. 27 Les encargo solemnemente por el Señor que se lea esta carta a todos los hermanos.
28 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con ustedes.
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4 Nabucodonosor, rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: «Que abunde su paz. 2 Me ha parecido bien declarar las señales y maravillas que ha hecho conmigo el Dios Altísimo.
3 ¡Cuán grandes son Sus señales, Y cuán poderosas Sus maravillas! Su reino es un reino eterno, Y Su dominio de generación en generación.
4 »Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa y próspero en mi palacio. 5 Tuve un sueño que me hizo temblar; y estas fantasías, estando en mi cama, y las visiones de mi mente me aterraron. 6 Por lo cual di órdenes que trajeran ante mí a todos los sabios de Babilonia para que me dieran a conocer la interpretación del sueño. 7 Entonces vinieron los magos, los encantadores, los caldeos y los adivinos y les conté el sueño. Pero no pudieron darme su interpretación. 8 Pero al fin vino ante mí Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, como el nombre de mi dios, en quien está el espíritu de los dioses santos, y yo le conté mi sueño: 9 “Oh Beltsasar, jefe de los magos, ya que sé que en ti está el espíritu de los dioses santos y que ningún misterio te confunde, declárame las visiones del sueño que he visto, y su interpretación.
10 ”Y las visiones de mi mente, que vi estando en mi cama, fueron así:
Vi un árbol en medio de la tierra, Cuya altura era muy grande. 11 El árbol creció y se hizo fuerte, Su copa llegaba hasta el cielo, Y era visible desde los confines de la tierra. 12 Su follaje era hermoso y su fruto abundante, Y en él había alimento para todos. Debajo de él hallaban sombra las bestias del campo, Las aves del cielo hacían morada en sus ramas, Y de él se alimentaban todos los seres vivientes.
13 ”En las visiones de mi mente que vi estando en mi cama, había un vigilante, un santo que descendió del cielo.
14 Clamando fuertemente, dijo así: ‘Derriben el árbol, corten sus ramas, Arranquen su follaje, desparramen su fruto. Huyan las bestias que están debajo de él, Y las aves de sus ramas. 15 -’Pero dejen en tierra el tocón con sus raíces, Con ataduras de hierro y bronce Entre la hierba del campo; Que se empape con el rocío del cielo, Y comparta con las bestias la hierba de la tierra. 16 -’Sea cambiado su corazón de hombre, Y séale dado un corazón de bestia, Y pasen sobre él siete años. 17 -’Esta sentencia es por decreto de los vigilantes, Y la orden es por decisión de los santos, Con el fin de que sepan los vivientes Que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres, Y se lo da a quien le place, Y pone sobre él al más humilde de los hombres’.
18 Este es el sueño que yo, el rey Nabucodonosor, he tenido. Y tú, Beltsasar, dime su interpretación, ya que ninguno de los sabios de mi reino ha podido darme a conocer su interpretación. Pero tú puedes, porque el espíritu de los dioses santos está en ti”.
19 »Entonces Daniel, a quien llamaban Beltsasar, se quedó atónito por un momento, y le turbaron sus pensamientos. El rey le dijo: “Beltsasar, no dejes que el sueño ni su interpretación te turben”. “Señor mío”, respondió Beltsasar. “Sea el sueño para los que lo odian a usted, y su interpretación para sus adversarios. 20 El árbol que vio, que se hizo fuerte y corpulento, cuya copa llegaba hasta el cielo y que era visible en toda la tierra, 21 y cuyo follaje era hermoso y su fruto abundante, y en el que había alimento para todos, debajo del cual moraban las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo, 22 es usted, oh rey, que se ha hecho grande y fuerte, su grandeza ha crecido y ha llegado hasta el cielo, y su dominio hasta los confines de la tierra.
23 ”En cuanto al vigilante, al santo que el rey vio, que descendía del cielo y decía: ‘Derriben el árbol y destrúyanlo, pero dejen el tocón con sus raíces en la tierra, con ataduras de hierro y bronce en la hierba del campo, y que se empape con el rocío del cielo, y que comparta con las bestias del campo, hasta que pasen sobre él siete años’, 24 esta es la interpretación, oh rey, y este es el decreto del Altísimo que ha venido sobre mi señor el rey: 25 Será usted echado de entre los hombres, y su morada estará con las bestias del campo, y le darán hierba para comer como al ganado, y será empapado con el rocío del cielo. Y siete años pasarán sobre usted, hasta que reconozca que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres y que lo da a quien le place. 26 Y en cuanto a la orden de dejar el tocón con las raíces del árbol, su reino le será afirmado después que usted reconozca que es el Cielo el que gobierna. 27 Por tanto, oh rey, que mi consejo le sea grato: ponga fin a sus pecados haciendo justicia, y a sus iniquidades mostrando misericordia a los pobres. Quizás sea prolongada su prosperidad”.
28 »Todo esto le sucedió al rey Nabucodonosor. 29 Doce meses después, paseándose por la azotea del palacio real de Babilonia, 30 el rey reflexionó, y dijo: “¿No es esta la gran Babilonia que yo he edificado como residencia real con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad?”. 31 Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando una voz vino del cielo: “Rey Nabucodonosor, a ti se te declara: El reino te ha sido quitado, 32 y serás echado de entre los hombres, y tu morada estará con las bestias del campo. Te darán hierba para comer como al ganado, y siete años pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres, y que lo da a quien le place”.
33 »En aquel mismo instante se cumplió la palabra acerca de Nabucodonosor: fue echado de entre los hombres, comía hierba como el ganado y su cuerpo se empapó con el rocío del cielo hasta que sus cabellos crecieron como las plumas de las águilas y sus uñas como las de las aves.
34 »Pero al fin de los días, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo, y recobré mi razón, y bendije al Altísimo y alabé y glorifiqué al que vive para siempre.
Porque Su dominio es un dominio eterno, Y Su reino permanece de generación en generación. 35 Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada, Mas Él actúa conforme a Su voluntad en el ejército del cielo Y entre los habitantes de la tierra. Nadie puede detener Su mano, Ni decirle: “¿Qué has hecho?”.
36 »En ese momento recobré mi razón. Y mi majestad y mi esplendor me fueron devueltos para gloria de mi reino, y mis consejeros y mis nobles vinieron a buscarme. Y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida. 37 Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, ensalzo y glorifico al Rey del cielo, porque Sus obras son todas verdaderas y justos Sus caminos. Él puede humillar a los que caminan con soberbia».
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108 Mi corazón está firme, oh Dios; Cantaré, cantaré alabanzas, aun con mi alma. 2 ¡Despierten, arpa y lira! ¡A la aurora despertaré! 3 Te daré gracias entre los pueblos, SEÑOR; Te cantaré alabanzas entre las naciones. 4 Porque grande, por encima de los cielos, es Tu misericordia, Y hasta el firmamento Tu verdad. 5 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios, Sobre toda la tierra sea Tu gloria. 6 Para que sean librados Tus amados, Salva con Tu diestra, y respóndeme.
7 Dios ha hablado en Su santuario: «Me alegraré, repartiré a Siquem Y mediré el valle de Sucot. 8 Mío es Galaad, Mío es Manasés, Efraín es el casco de Mi cabeza, Judá es Mi cetro. 9 Moab es la vasija en que me lavo; Sobre Edom arrojaré Mi calzado; Sobre Filistea lanzaré gritos».
10 ¿Quién me conducirá a la ciudad fortificada? ¿Quién me guiará hasta Edom? 11 ¿No eres Tú, oh Dios, el que nos ha rechazado? ¿No saldrás, oh Dios, con nuestros ejércitos? 12 Danos ayuda contra el adversario, Pues vano es el auxilio del hombre. 13 En Dios haremos proezas, Y Él pisoteará a nuestros adversarios.
109 Oh Dios de mi alabanza, No calles. 2 Porque contra mí han abierto su boca impía y engañosa; Con lengua mentirosa han hablado contra mí. 3 Me han rodeado también con palabras de odio, Y sin causa han luchado contra mí. 4 En pago de mi amor, obran como mis acusadores, Pero yo oro. 5 Así me han pagado mal por bien, Y odio por mi amor.
6 Pon a un impío sobre él, Y que un acusador esté a su diestra. 7 Cuando sea juzgado, salga culpable, Y su oración se convierta en pecado. 8 Sean pocos sus días, Y que otro tome su cargo. 9 Sean huérfanos sus hijos, Y viuda su mujer. 10 Vaguen errantes sus hijos, y mendiguen, Y busquen el sustento lejos de sus hogares en ruinas. 11 Que el acreedor se apodere de todo lo que tiene, Y extraños saqueen el fruto de su trabajo. 12 Que no haya quien le extienda misericordia, Ni haya quien se apiade de sus huérfanos. 13 Sea exterminada su posteridad, Su nombre sea borrado en la siguiente generación.
14 Sea recordada ante el SEÑOR la iniquidad de sus padres, Y no sea borrado el pecado de su madre. 15 Estén continuamente delante del SEÑOR, Para que Él corte de la tierra su memoria; 16 Porque él no se acordó de mostrar misericordia, Sino que persiguió al afligido, al necesitado Y al de corazón decaído para matarlos. 17 También amaba la maldición, y esta vino sobre él; No se deleitó en la bendición, y ella se alejó de él. 18 Se vistió de maldición como si fuera su manto, Y entró como agua en su cuerpo Y como aceite en sus huesos. 19 Séale como vestidura con que se cubra, Y por cinto con que se ciña siempre. 20 Sea esta la paga del SEÑOR para mis acusadores, Y para los que hablan mal contra mi alma.
21 Pero Tú, oh DIOS, Señor, por amor de Tu nombre hazme bien; Líbrame, pues es buena Tu misericordia; 22 Porque afligido y necesitado estoy, Y mi corazón está herido dentro de mí. 23 Voy pasando como sombra que se alarga; Soy sacudido como la langosta. 24 Mis rodillas están débiles por el ayuno, Y mi carne sin gordura ha enflaquecido. 25 Me he convertido también en objeto de oprobio para ellos; Cuando me ven, menean la cabeza.
26 Ayúdame, SEÑOR, Dios mío, Sálvame conforme a Tu misericordia; 27 Y que sepan que esta es Tu mano, Que Tú, SEÑOR, lo has hecho. 28 Maldigan ellos, pero Tú bendice; Cuando se levanten, serán avergonzados, Pero Tu siervo se alegrará. 29 Sean vestidos de oprobio mis acusadores, Y cúbranse con su propia vergüenza como con un manto.
30 Con mi boca daré abundantes gracias al SEÑOR, Y en medio de la multitud lo alabaré. 31 Porque Él está a la diestra del pobre, Para salvarlo de los que juzgan su alma.
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